La manera bíblica de enfrentar el temor
En la búsqueda de un antídoto para el temor llama la atención en primer término el valor de la fe. Fromm instruía a sus pacientes para que lograran expulsar el temor mediante una actividad frenética. Durante dos siglos la psicodinámica estuvo a la orden del día. Freud prescribió la liberación de las tensiones y represiones. Era posible alcanzar estos fines por el reconocimiento de la fuente motivadora de la dificultad. Cuántas personas hay que han gastado grandes sumas en tratamientos psicoanalíticos, y han repetida libremente los problemas de su niñez, sin obtener la menor señal de curación.
La manera que recomienda la Biblia para curar esta clase de mal es muy sencilla, y sin embargo muy eficaz. Su eficacia ha quedado demostrada una y otra vez. Arrepentíos, creed, someteos; y la promesa del poder divino es de una certeza indiscutible. Nunca falla, cuando se cumplen con sinceridad las sencillas condiciones impuestas.
La Biblia contra Freud.— Aquí haremos algunas reflexiones acerca de las diferencias básicas que existen entre el concepto bíblico del temor y el que sostienen muchos psicólogos. En primer término anotaremos los puntos en común que tienen la Biblia y la escuela freudiana. Nos referiremos a esta escuela porque es materialmente imposible tomar por separado el pensamiento de cada psicólogo. Ambas escuelas—la bíblica y la de Freud—reconocen que el temor ocupa un lugar preponderante entre los numerosos factores que atenían contra el bienestar del hombre. Ambas escuelas concuerdan en que esto ocasiona la inadaptación de la persona, con la subsiguiente sensación de inseguridad. La Biblia ofrece algunos ejemplos de vidas en las que predomina el temor que aflige a la humanidad, y que generalmente emana de una educación y una adaptación incorrectas en la niñez. Los problemas sexuales de Ofni y Finees indudablemente se originaron en conflictos y tensiones que tuvieron lugar en su infancia; el Señor no pudo librar de su responsabilidad en esta cuestión a Eli. En el libro “Fundamentals of Christian Education,” pág. 67, leemos:
“La mente desequilibrada, el temperamento precipitado, el mal humor, la envidia, o los celos, dan testimonio del descuido de los padres. Estos malos rasgos de carácter ocasionan gran desgracia a sus poseedores.
A continuación señalaremos las diferencias entre ambas escuelas. No todos los temores se originan en las aprensiones y los errores de la infancia. Freud ha querido hacernos creer que todos los temores y las ansiedades con sus consecuencias, tienen sus raíces en algún trauma del nacimiento o en alguna experiencia de la infancia. Las Sagradas Escrituras revelan que Adán, a pesar de no haber tenido infancia, sentía temor porque había pecado. Caín estaba atemorizado a causa de los temibles resultados de su insensata desobediencia. Los temores pueden proceder de emociones desviadas o de caracteres mal conformados. Estamos plenamente de acuerdo con esto; pero es igualmente evidente que los temores también pueden ser el resultado directo de una conducta equivocada, seguida deliberadamente a instancias del cabal ejercicio de la voluntad.
Los freudianos sostienen que la curación de este mal se produce cuando se libera de las depresiones al enfermo. Los adventistas afirmamos de acuerdo con el testimonio bíblico, que la curación se efectúa cuando la persona afectada recibe el perdón divino y somete su voluntad a Dios, mediante lo cual se dispone para recibir el poder divino por obra del Espíritu Santo. La curación se efectúa cuando se recibe poder de lo alto para vencer las compulsiones malignas; con esto llega también el poder purificador que trae consigo la paz interior. Freud deja a Dios fuera de la escena. Busca entenderse sólo con el mecanismo. Freud señala un camino y dice: “Seguid esta filosofía; os ayudará.” El pastor adventista predica la completa impotencia del hombre para valerse por sí mismo, pero presenta a Cristo como el Gran Sanador. “Venid a mí—dice,—y yo os haré descansar.”
Enfoque
La comprensión del problema.—Puede decirse mucho acerca de los objetivos y las posibilidades del asesoramiento pastoral según lo practican los adventistas. Cualquier respuesta satisfactoria al asunto que nos ocupa, ha de establecer las relaciones que existen entre nuestros conceptos y los procedimientos y principios de las autoridades en esta materia.
El asesoramiento recibe el desafío de una vasta necesidad de carácter universal, que afecta a la gran mayoría de la raza humana. Esta necesidad alcanza a todos los niveles y los estratos de la vida. Y el intento de proporcionar un alivio para esta necesidad es igualmente amplio. En el sentido más extenso los consejeros incluyen a los filósofos, los psicólogos, los psiquiatras, los sacerdotes, los pastores, los que practican la “Ciencia Cristiana,” y a todos aquellos que desempeñan responsabilidades semejantes a éstas. Los remedios ofrecidos son igualmente muy variados: abarcan toda la gama, desde la confianza en sí mismo hasta el completo rechazamiento de esta confianza; y existen teorías que atribuyen a esos problemas causas que van desde la predestinación, que vendría determinada por las tendencias heredadas, desde la doctrina igualmente desesperada que establece como factor básico las condiciones mesológicas, hasta la fe y la confianza en Dios.
El asesoramiento pastoral limita esta actividad a los que actúan en esta especialidad como ministros del Evangelio. Las distintas interpretaciones que se dan a la Biblia afectan la base del asesoramiento y los métodos que se emplean. Los adventistas encaran todos los problemas a la luz de una profunda y segura convicción en la inspiración de la Biblia—un mensaje dado por Dios. Al aceptar la divinidad y la perfección absoluta encarnadas en Cristo, lo consideran la norma en todas las cosas. Creen sin reservas en la búsqueda del conocimiento y reconocen que en ello hay un poder inagotable. Examinan cuidadosamente los resultados de cada vía de investigación, con el propósito de reunir todo lo que hay de bueno en los distintos campos del conocimiento. La prueba final que decidirá qué es lo bueno y qué no lo es. la aplican según la norma infalible de la Palabra de Dios.
Al examinar el principio del asesoramiento a la misma luz, ¿qué encontramos? Sería fácil desentendemos de toda esta cuestión si dijéramos que en la Biblia tenemos todo lo que necesitamos; pero los descubrimientos de quienes han trabajado en los procesos de la mente humana y sus necesidades, nos ofrecen un serio desafío a causa de nuestro fracaso en el aprovechamiento de las ricas fuentes de las Escrituras en este campo. Nos hemos esforzado por cambiar las acciones de una persona, sin tener en cuenta que la sencilla declaración, “porque según [el hombre] piensa en su alma, así es.” dirige los pasos hacia un encaramiento más profundamente espiritual de la cuestión. En Proverbios se señala la importancia de la educación de los niños y sus efectos en la vida ulterior, aspecto en el que últimamente se ha puesto marcado énfasis a raíz de las investigaciones realizadas en este sentido: “Instruye al niño en su carrera: aun cuando fuere viejo no se apartará de ella.” (Prov. 22: 6.)
Sin embargo, en esto hay que tener en cuenta la doctrina bíblica de la importancia y del ejercicio de la voluntad. El pensamiento moderno concede un lugar preponderante al carácter sagrado de la personalidad individual. Pero esto no es sino un redescubrimiento de la verdad bíblica: “Os he puesto delante la vida y la muerte,” “escoge…” (Deut. 30:19.) La verdad de que la persona debe ser objeto de la más alta consideración, ha quedado comprobada en el Calvario, donde Dios de tal manera amó al mundo que dió a su Hijo unigénito.
El asesoramiento tiene por objeto echar fuera el temor y reemplazarlo por la fe y la confianza. El objetivo del Evangelio es establecer la fe. Sin fe es imposible agradar a Dios. Como resultado de la entrega completa, Cristo promete otorgar paz: “La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy.” (Juan 14:27.)
En las Escrituras se dan claramente los principios de la represión y la regresión, aunque no con estos nombres. Un ejemplo sobresaliente lo constituye el incansable celo del apóstol Pablo en perseguir a la iglesia, creyendo que hacía un bien a la causa de Dios. Es significativa la pregunta de Pablo: “¿Quién eres, Señor?” Y también lo es la respuesta que recibió: “Yo soy Jesús a quien tú persigues.”
Estamos pues bíblicamente justificados para mantener nuestra posición filosófica de la cual se apartan algunas doctrinas que gozan hoy de mucha aceptación. Esta conceptuación diferente no se hace sentir tanto en el reconocimiento de la causa de los problemas, como en el remedio que se da para su curación. Los consejeros no cristianos, y los que supuestamente lo son, creen que el remedio consiste en un sencillo proceso humano. El remedio que sugieren se encuentra dentro del individuo, o en algo que éste realiza por sí mismo. La Biblia está de acuerdo en que, y con esto respeta la personalidad del individuo, el primer paso debe darlo el que anda en busca de la paz. El pedido que Dios hace es: “Dame, hijo mío, tu corazón.” Pero una vez que se ha hecho esto, es necesario recurrir a un poder exterior para resolver los problemas. Aun el apóstol Pablo, que poseía un carácter enérgico se consideraba impotente. Aunque procuraba vivir con toda rectitud, se lamentaba: “Porque lo que hago, no lo entiendo; ni lo que quiero, hago; antes lo que aborrezco, aquello hago.” (Rom. 7:15.) La solución para sus problemas estaba en Cristo: Cristo morando en él.
La así llamada liberación de las tensiones, la apertura de las barreras de la restricción, demasiado a menudo conduce a cometer pecados adicionales y a transgredir la ley de Dios. Y según, lo establece la Biblia y lo confirma la experiencia, la penalidad del pecado debe satisfacerse. Con cuánta frecuencia la persona aconsejada se ve confrontada con una culpa aún mayor, y la consecuencia final resulta peor todavía.
Puede decirse mucho acerca de la tendencia más moderna de no hurgar en el pasado mas de lo requerido para resolver los problemas del presente. La filosofía de Pablo era: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante. Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.” (Fil. 3:13, 14.)
Hay un aspecto en la consideración de este asunto, en el cual numerosos sistemas de atesoramiento están básicamente opuestos a la filosofía adventista, que sigue estrechamente el plan bíblico. El problema fundamental, según la manera racionalista de encarar la cuestión, consiste en la desintegración del yo. En consecuencia, se propicia la restauración del yo como el remedio para la mayor parte de las enfermedades. El punto de vista sostenido por quienes aceptamos la inspiración de la Biblia es éste: demasiado a menudo el orgullo y la valoración excesiva de la concepción interior del yo constituyen la verdadera dificultad. Para que nadie intente neutralizar este argumento con la creencia de que podría producir como reacción la inferioridad inconsciente, mencionaré el caso de Lucifer en la rebelión del cielo.
Cristo y la mujer junto al pozo
Tal vez la manera más satisfactoria de resumir esta presentación de la base bíblica de nuestra filosofía de la atención pastoral, sea referirnos a un ejemplo concreto: el de Cristo, cuando como Consejero realizó una entrevista. Se trata de la ocasión en que habló con la mujer samaritana junto al pozo. El reconoció el problema que ella callaba. Facilitó la manera de discutir aquello que la preocupaba. Le ayudó a ver su pecado. Le señaló el remedio divino. Ella se fué en paz.
La angustia.—El pastor adventista debiera comprender sobre todo que tiene una magnífica oportunidad para atacar esta enfermedad espiritual antes de que adquiera las dimensiones de un problema. La doctrina bíblica se refiere a un cambio de vida a partir del momento de la conversión. El proceso del nuevo nacimiento tiene lugar cuando el amor de Dios toma posesión del corazón. “Y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí.” Si esto es en realidad más que una declaración teórica, entonces, a medida que el amor divino entre en el corazón, echará fuera el temor abyecto, y su lugar lo ocuparán la fe, la esperanza, la confianza y la paz perfecta. Ningún predicador puede comprender e interpretar correctamente el mensaje bíblico sin decubrir que toda su predicación expone esta experiencia positiva reforzada por el pensamiento correcto. “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad.” (Fil. 4:8.) Esta es la amonestación que hace el apóstol Pablo.
Toda la enseñanza de Jesús está basada en ilustraciones acerca de la sencillez y la confianza en Dios—el niño, el avecilla, la flor, etc.
Será provechoso que imitemos el ejemplo del Maestro, y utilicemos ilustraciones sencillas, que contengan un mensaje positivo de fe y confianza. Porque un mensaje de esta clase entraña un gran potencial de valor terapéutico. La obra del consejero consiste tanto en prevenir la aparición y el desarrollo de tensiones y ansiedades, como en curar a los miembros angustiados de su congregación, quienes no han aprendido las lecciones de fe y confianza.
El asesoramiento según los adventistas,
Aquí sugerimos que la forma de asesoramiento que recurre a la filosofía adventista, necesita encarar el problema de un modo más directo del que la mayoría de los psicólogos generalmente consideran efectivo. El mundo busca más certidumbre, desea oír una voz que le lleve un mensaje: “Voz que clama en el desierto: Barred camino a Jehová.” Esto no significa que debemos abandonar los métodos que son menos directos; pero al seguir una línea de acción determinada, nos inclinamos a adoptar una manera más directa de encarar los problemas que la que generalmente se practica. Esta es la clase de asesoramiento que bondadosa y pacientemente busca una oportunidad, en lugar de esperar que ésta se presente.
Resumen— En conclusión, podemos ofrecer los siguientes puntos:
1. Jesús utilizaba un método perfecto en la búsqueda de oportunidades. El fué a Samaria. (Juan 4:4.)
2. Hacía que las personas adquirieran conciencia de la excesiva pecaminosidad del pecado; así podía preparar el camino para la conversión. “Porque cinco maridos has tenido” (Juan 4: 18.) Sin embargo procedía con gran tacto.
3. Demostraba que el camino de la obediencia era el camino de la felicidad. (Mar. 10:17-19.)
4. Destruía los prejuicios nacionalistas, y hacía que los desechados se sintieran a sus anchas. “Los judíos no se tratan con los samaritanos.” “La hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.” “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:9. 21, 24.)
5. Entraba en contacto con los publicanos y los pecadores. Era un hombre entre los hombres.
6. Amaba a la gente. Eso a su tumo ganaba su amor.
7. Su propia seguridad y paz interior lo ayudaban a ganar a otros. “Nunca ha hablado hombre así como este hombre.” (Juan 7:46.) “Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” (Mat. 7:29.)
Sobre el autor: Pastor de la Asociación de Potomac, EE.UU.