Dios está esperando demostrar lo que puede hacer por los evangelistas que llegan a él para ser usados en su obra. D. L. Moody, el gran evangelista de los Estados Unidos, estaba en vísperas de iniciar una gran serie de conferencias en Inglaterra. Había gran interés en el trabajo de Moody. porque el pueblo inglés es más conservador que el de los Estados Unidos.
Después de trazar planes y cambiar ideas, el Sr. Varley, ministro inglés, se dirigió a Moody y le dijo: “Moody, Dios espera demostrar al mundo lo que puede hacer con un hombre que se consagre completamente a él.” Se dice que Moody se levantó de un salto y declaró: “Varley, por la gracia de Dios, yo seré ese hombre.”
Dios usó a Moody en la predicación evangélica para su honra y gloria. No se hicieron esperar los resultados. Se ganaron almas para Cristo.
Dice nuestro Señor que el Evangelio debe ser predicado en todo el mundo por testimonio a todos los gentiles. (Mat. 24:14.) En esa declaración se encuentra la orden para el desempeño de nuestra tarea. No hay profecía que presente en forma más clara lo que Dios espera de cada uno de nosotros como evangelistas. ¡Aquí está el desafío de la hora para cada evangelista!
Desde que surgió el último mensaje de Dios en 1844, no ha habido una época en que los vientos destructivos de la guerra circundasen al mundo todo como ocurrió en la segunda guerra mundial. Aunque los vientos fueron retenidos, en varias partes del planeta se está luchando aún. Dios está preparando un pueblo, entre todas las naciones del mundo, que le sirva y que lo ame.
A pesar del esfuerzo de algunos hombres bien intencionados y de las conferencias de paz, los seres humanos se están destrozando como fieras. La pequeña tregua que aparentemente estamos gozando es interpretada de diversas maneras por las diferentes personas, pero para el evangelista que está atento a estas cosas, tiene una significación trascendental. El ciclo nos está dando una oportunidad final para que llevemos el mensaje a la gente. Quiere decir que tenemos que orar, planear y trabajar para evangelizar al mundo.
El Señor espera una consagración total de sus evangelistas en este tiempo. El espíritu de profecía dice: “Cuando nos consagramos enteramente de todo corazón, al servicio de Cristo, Dios reconocerá el hecho por el derramamiento del Espíritu Santo sin medida.” (E. G. de White, Review and Herald, del 21 de julio de 1896.) ¡Cuán significativas son estas palabras!
Tenemos los recursos a nuestra disposición. Dios está en condiciones de derramar el Espíritu Santo. ¿Estamos nosotros en condiciones de recibirlo? ¿Nos consagraremos enteramente de todo corazón al servicio de Cristo? La época lo exige, pues “nunca, desde la creación del mundo, hubo tantos intereses en juego como ahora, dependiendo de la acción de los hombres que creen estar dando un último mensaje de advertencia al mundo.” “Life Sketches,” pág. 246.
Hace muchos años se envió a un inquisidor para que destruyera a los valdenses de Italia. En el informe que presentó al regresar, dijo que su tarea era imposible, pues en cuanto alguien se convertía en valdense, comenzaba a ganar otra persona para Cristo. “¡Todos ellos son predicadores y es imposible vencerlos!”
¡Qué experiencia bendita! “¡Todos son predicadores y es imposible vencerlos!” Dios ha tenido “en todos los períodos de la historia terrestre, sus hombres de la oportunidad, a los cuales dice: ‘Sois mis testigos.’ Tuvo en todos los siglos hombres devotos que reunían los rayos de luz a medida que éstos alumbraban su senda y hablaron al pueblo las palabras de Dios. No eran infalibles; eran hombres flacos, sujetos a errar: pero Dios obró por su intermedio cuando se entregaron a su servicio.” “Obreros Evangélicos” pág. 11.
Ganar almas es la obra más elevada y más santa que Dios haya concedido a cualquiera de sus criaturas. El considera a sus evangelistas como “embajadores de Cristo” (2 Cor. 5:20) y colaboradores del Salvador del mundo (2 Cor. 6:1). “La conversión de las almas a Dios es la obra mayor y más noble en la que puedan tomar parte los seres humanos.” (“Testimonies,” tomo 7, pág. 52.) “La obra mayor a la que los hombres pueden aspirar es la de ganar almas del pecado a la santidad.” (“El Ministerio de Curación,” pág. 398.) “La mayor obra, el esfuerzo más noble en que puedan empeñarse los hombres, consiste en encaminar a los pecadores hacia el Cordero de Dios.” “Obreros Evangélicos.”
¿Seremos nosotros los hombres que se consagran enteramente a Dios y a su obra?
Sobre el autor: Director de Radio y Relaciones Públicas de la División Sudamericana.