Prácticamente todos los ministros, lo sabemos, están convencidos de que trabajan más tiempo que el promedio de los empleados. Esto no deja de ser verdad en algunos casos, pero es desafortunado que muchas amantes esposas, o quizá más frecuentemente miliares adorables de la congregación, persuadan a su querido pastor que siempre que tenga un domingo libre lo dedique a viajar a un lugar de veraneo para descansar.

No es posible para muchos pastores limitar sus actividades a cierto número de horas o a algún período del día. La mayoría debería considerar de qué manera dispone de su tiempo y no distribuir sus actividades liberalmente como en el caso de otros profesionales o trabajadores.

Debería ser una tarea edificante para el pastor “sobrecargado” el sentarse y recordar cómo ha empleado las horas de todos los días de la semana. Los alumnos de una clase de Actividades Pastorales de la Universidad Teológica de Yale despacharon recientemente cuestionarios a 300 pastores de éxito, no pensando necesariamente en pastores de iglesias grandes, sino en los que fueran considerados por sus feligreses y sus colegas como notables en su campo de actividades.

Los ministros cuyas iglesias tenían un promedio de 700 miembros, con una asistencia los domingos de 345 más o menos, respondieron de esta manera a las siguientes preguntas: ¿Cuántas horas por semana emplea Vd. en la preparación de su sermón?: 12 horas; ¿En lecturas destinadas a ampliar sus conocimientos?: 9 ½  horas; ¿En problemas concernientes a la iglesia?: 4½ horas; ¿En reuniones con los oficiales de la misma?: 4½ horas; ¿En entrevistas personales?: 4½ horas; ¿En recreación familiar o personal?: 5 horas; ¿En la atención de su correspondencia? : 5 horas.

De 34 visitas pastorales, por término medio, que los ministros realizaron semanalmente, trece de ellas fueron a enfermos y ocho a miembros en perspectiva.

He aquí algunos comentarios interesantes: “La gente de campo desea ser aconsejada, pero no habiendo arreglado de antemano citas con ese fin; desean encontrar a sus pastores en el mercado o en la calle.” “Las reuniones de pastores o juntas denominacionales consumen nuestras mejores horas y son generalmente gastaderos de tiempo.”

Los pastores que deben disponer de más tiempo para la preparación de sermones son invariablemente los de las iglesias grandes. Algunos necesitan veinte horas para hacer un sermón; otros requieren quince para que lo pueda oír una congregación de cerca de cuatrocientas personas; otros necesitan solamente diez horas para que lo escuche la tercera parte de una iglesia de 600 miembros. Aquellos que usan mucho tiempo en la preparación de un sermón necesitan también largas horas de lecturas auxiliares. Los predicadores que usan cinco horas, necesitan menos momentos de lectura y pueden disponer de más tiempo que los otros para atender la correspondencia.

Para aprovechar su tiempo el predicador no debería olvidar lo que Halford Luccock llamó preparación subconsciente. Beecher dijo que comenzaba la preparación de su sermón a las nueve de la mañana del domingo. Muchos predicadores deben sacar a luz en poco tiempo los “tesoros nuevos y viejos” que adquirieron a través de su vida y experiencia, pero tenemos pie estar seguros de que somos un Beecher antes de depender de una preparación momentánea.