Al meditar en el ministerio del Señor Jesús en esta tierra, nos sentimos profundamente impresionados al notar el gran fervor que el Salvador manifestó al llevar el Evangelio a todo el mundo. Cuando eligió a los doce, les encargó una tarea especial: la predicación del Evangelio. Les dijo: “Y yendo, predicad.” La obra principal de los discípulos debía ser la predicación del Evangelio. En el capítulo 4 del Evangelio según San Juan, el Señor hace resaltar nuevamente la importancia de la misión que vino a cumplir en este mundo. Amonestó a sus oyentes a no decir que faltaban todavía cuatro meses hasta la siega, diciéndoles: “Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega.”

Jesús tenía prisa en cumplir su misión. En cierta ocasión dijo que debía trabajar mientras aún era de día, porque estaba por caer la noche cuando nadie podría trabajar. En otra oportunidad mencionó que tenía otras ovejas que no eran de su redil. Sobre el corazón del Salvador pesaba la carga de la obra que debía realizarse entre los miles y millones de habitantes de la tierra, y culminó sus instrucciones con la gran comisión evangélica que se encuentra en Mateo 28:19, 20: “Por tanto, id y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Jesús estaba por alejarse de la tierra, y antes de hacerlo quiso dejar un mandato que abarcara los siglos venideros; algo que incluyera a toda la iglesia, tanto a los ministros como a los legos: la imperiosa necesidad de predicar el Evangelio.

Uno de los aspectos más interesantes de la obra de la redención del mundo es que impone a los que reciben la salvación la tarea de proclamar el Evangelio a otros. En otras palabras, los que se salvan por el poder del Evangelio, deben ayudar a otros a ser también salvos. Cuando uno piensa en lo abarcante que es esto, se da cuenta de que es un verdadero privilegio el que Dios haya permitido a la humanidad asociarse con el Señor Jesús en la obra de redimir el mundo. Por ciertas expresiones del Redentor podemos notar que él tuvo en alta estima la obra de la salvación de las almas. En una ocasión manifestó que había gozo en el cielo por cada persona que se arrepentía. Nosotros los humanos tenemos el gran privilegio de recibir poder del Señor Jesús, mediante el ministerio del Espíritu Santo, para ser colaboradores con él en la magna tarea de llevar el Evangelio a los millones de hombres de la tierra.

Este cometido implica también un deber. La iglesia nunca podrá pasar por alto la obligación planteada por el Señor en el capítulo 28 del Evangelio según San Mateo. Podemos realizar muchas tareas dentro de la iglesia, pero si no cumplimos con nuestro deber en este sentido, seremos hallados culpables en el día postrero. Debiera pesar sobre el corazón de los miembros de la iglesia y de los ministros, la gran tarea de terminar la obra de Dios en este mundo. No ha sido encomendada a los hombres ninguna tarea mayor que la de llevar el Evangelio a todas las naciones.

En la División Sudamericana se han hecho planes de llevar a cabo en 1955, en este sentido, la obra más grande que se haya hecho hasta ahora. Deseamos que este año tenga un significado especial para cada uno de nosotros. No sabemos todavía el número de bautismos celebrados durante 1954, pero de todos modos esperamos resultados mucho mejores durante el presente año. Agradecemos a todos nuestros obreros por el espíritu de cooperación demostrado a través del año que acaba de terminar, y esperamos que Dios nos dé bendiciones aún mayores en la ganancia de almas durante 1955.

En la última sesión de la Junta Plenaria de la División hemos bosquejado algunos planes para el año en curso. De acuerdo con los mismos, estamos aconsejando a cada campo local que estudie detenidamente su territorio y haga planes para la obra evangélica que abarquen los años comprendidos entre 1955 y 1957. Deseamos que el mensaje entre en tantos lugares nuevos como sea posible durante estos tres años.

Estamos recomendando a todos los departamentos de nuestra organización que concentren su labor en el evangelismo. Deseamos animar a los maestros de nuestras escuelas primarias para que hagan un esfuerzo especial tendiente a ganar para el Evangelio no sólo a los alumnos, sino a través de éstos también a los padres. Por la labor de la escuela sabática, el colportaje, los jóvenes y demás ramos de la obra, muchas almas podrán ser ganadas durante el presente año.

También estamos recomendando que dentro de lo posible los grupos aislados sean organizados en iglesias. Sabemos que las actividades de un grupo resultan limitadas en muchos sentidos, razón por la cual aconsejamos a nuestros obreros que hagan un esfuerzo para aumentar el número de miembros de los grupos existentes, a fin de que puedan ser organizados en iglesias. Pensamos que esto nos será de mucha ayuda en nuestros planes de evangelización.

Nuestra junta también acordó animar a los campos a realizar campañas que ayuden a reunir fondos para la construcción de edificios de iglesia. Deseamos recomendar a los presidentes de uniones y campos locales que estudien cabalmente las posibilidades de recolectar medios financieros con este fin. Agradecemos mucho a nuestros hermanos, obreros y laicos por igual, por lo realizado hasta ahora en este sentido. Sin embargo, los tiempos en que nos toca vivir exigen esfuerzos aún mayores que los del pasado, y rogamos a todos que contribuyan con los medios a su alcance para que puedan ser reunidos los fondos necesarios, de modo que, con la bendición de Dios, podamos tener cada vez mayor número de edificios de iglesia en nuestro territorio.

También hemos estudiado la obra de los hermanos laicos. Durante el año pasado han hecho un trabajo admirable ya sea predicando el Evangelio, fundando escuelas sabáticas filiales, promoviendo la obra de las sociedades de beneficencia Dorcas y otras actividades. Les agradecemos a todos ellos y también a Dios por el ministerio de su Espíritu. Sin embargo, este año debemos realizar una obra aún mucho mayor. La labor de los laicos, que ha abarcado a decenas, tendrá que abarcar a centenas y millares. Donde había una escuela sabática filial deberá haber dos, tres y aún cinco. El Señor espera mucho de nosotros en estos tiempos. Ha llegado la hora de dejar oír el fuerte pregón del mensaje, y nosotros como obreros y creyentes debemos levantarnos como un solo hombre para cumplir el deseo de nuestro Padre celestial.

Hicimos planes para la publicación de una pequeña revista dedicada a los obreros laicos, cuyo primer número aparecerá en julio del presente año. Esta revista se llamará ID, y traerá incidentes, nuevos métodos para ganar almas, como también los programas sugerentes para las reuniones misioneras, amén de otro material de interés para todos los hermanos. Algunos oficiales de iglesia recibirán esta publicación en forma gratuita, pero como deseamos compartir con todos la ayuda e inspiración que la misma ofrece, la ponemos al alcance de los obreros laicos a un precio que trataremos de que sea lo más módico posible.

También tomamos en consideración a los jóvenes, y hemos autorizado la impresión de una revista que fomentará la obra en favor de nuestra juventud, y la que ella misma pueda realizar. Esta publicación aparecerá cinco veces al año, una vez por trimestre, con una edición especial, dedicada a la semana de oración de los jóvenes.

Hemos acordado celebrar “el día de la visita” a nuestros vecinos y amigos para darles el Evangelio. El día 4 de junio será el día de la visita en el territorio de la División Sudamericana. Deseamos animar a los miembros laicos a tomar parte activa en el programa de este gran día de evangelización. Proveeremos folletos especiales para esta labor y esperamos que la misma resulte una gran bendición para el adelanto de la obra de Dios en nuestra División.

Hermanos ministros, administradores y obreros en general, os deseamos un año de éxito en la obra del Señor. Os agradecemos por vuestra colaboración pasada, y rogamos a Dios que os dé todos los días una bendición especial que sea proporcional a vuestras necesidades.