Hace no mucho tiempo, entendí que mi padre es pastor. Pocas veces escucho a las personas llamarlo por su nombre; a fin de cuentas, es el pastor. Cuida a las iglesias, y ellas requieren mucho de su tiempo y de su atención.
Muchas veces, tiene que interrumpir su almuerzo porque alguien está al teléfono. Y no puede dejar de atender. Si no, ¿qué pensarían de él?
Otras veces, recibe las llamadas en medio de la noche. Escucho que se viste y sale. Ciertamente, alguien está necesitando su ayuda. Cuando le preguntó a dónde va, la respuesta es casi siempre la misma: voy a la iglesia, voy a hacer visitas, voy a las oficinas de la Asociación.
Confieso que, a veces, siento celos pues otros parecen tener más de él de lo que tenemos nosotros. El es muy agradable y me gustaría que tuviera más tiempo para jugar conmigo. De todas formas reconozco que, muchas veces, aun estando cansado, se esfuerza para jugar conmigo, solo para hacerme feliz.
Su presencia significa protección, seguridad y amor. No tengo miedo cuando él está cerca.
El sábado lo escuché predicar. Aun cuando era el aniversario de la iglesia, su sermón fue mucho más que palabras de gratitud. Escuchaba todo y veía que las personas asentían con la cabeza. Recuerdo muy bien una frase: “Las personas son recordadas no solo por haber hecho a la iglesia parte de su vida, sino porque formaron parte de la vida de la iglesia”.
A la salida, escuché que varias personas le agradecían por el sermón. Él no lo sabe, pero me sentí orgulloso de él.
Cierto día, lo acompañé a una de sus conferencias. Vi a muchas personas interesadas en ir al cielo y salí preocupado por otras que todavía necesitan arrepentirse de sus pecados.
Siempre que lo veo preocupado, pienso: “Creo que está enfrentando problemas o está organizando alguna programación especial”. A veces, hasta creo que ni duerme; pues cuando voy a dormir, está despierto y, cuando me despierto, él ya está en pie.
Al ver a mamá arreglar su valija, sé que va a viajar. Y, sin él, la casa queda muy vacía. Me hace mucha falta. Pero sé que, incluso a la distancia, piensa en mí, porque siempre llama por teléfono para saber cómo estoy y dice que pronto volverá. Entonces, le pregunto a mamá una y otra vez cuándo volverá.
Hoy, me levanté más temprano y fui a buscarlo al lugar de siempre: en su escritorio. Al entrar, noté que estaba arrodillado, orando. Me quedé observando y pensé: “¿Qué estará hablando papá con Dios?” Sea lo que fuere, la conversación fue muy larga. Cuando terminó, me acerqué y él dijo: “Oh, ¡hijo!” Percibí que su voz era diferente. Creo que estaba llorando.
Mi padre realmente necesita de Dios, porque todos esperan de él mucho más que de las demás personas.
A veces, las personas no comprenden que ese hombre que hace sermones, oraciones, visitas, bautismos, Santa Cenas es un hombre común que, en casa, se sienta y rueda por el piso jugando conmigo, que se ríe a carcajadas, y que le ayuda a mamá a lavar los platos.
Hoy, en la iglesia, fue llamado a pasar al frente. Las personas dijeron cosas muy bonitas de él, le dieron un regalo y dijeron que era muy especial. Vi que estaba feliz. Pensé: “Si la iglesia hiciera esto más veces, sería muy bueno”. Entendí también que las personas más amadas son las que sirven.
Le pido a Dios que continúe ayudando a mi padre, que tenga salud, que continúe siendo una persona maravillosa y tenga larga vida.
Papi: Todavía no sé lo que seré cuando crezca. Pero no importa lo que escoja, sé que tendré mucho de ti. Confieso que quiero ser como tú.
Si voy a cuidar iglesias y de las cosas de Dios, que las cuide como tú lo haces. Al cuidar de mi esposa, que actúe como tú con mamá.
Si voy a cuidar a niños, que lo haga como tú me cuidas.
Sé que voy a crecer, pero no quiero que dejes de ser mi héroe.
Felicitaciones, papá. ¡Feliz día del pastor!