Recibir la visita pastoral es una expectativa justa de todo miembro de iglesia. Pero, tal expectativa se torna irrazonable cuando los miembros imaginan que el pastor hará todas las visitas, especialmente si cuida de un distrito con muchas iglesias. Por eso, ese trabajo debe ser compartido con los ancianos y otros líderes locales.
En mi último distrito, realicé una encuesta entre los miembros acerca de la visitación pastoral, pidiéndoles que señalaran una de las opciones acerca de cómo les gustaría recibir visitas pastorales: () en cualquier momento; () mediante consulta previa; () solo cuando lo solicite.
La primera opción fue respondida principalmente por hermanos jubilados, con más de 65 años. La segunda fue mayormente respondida por personas entre los 40 y los 65 años. La mayor parte de los hermanos menores de 40, entre los que estaban jóvenes y padres con hijos pequeños, señaló la tercera opción.
Hoy, me pregunto si las respuestas serían las mismas, en el caso de estar en ese distrito. Creo que las expectativas pueden haber variado conforme al cambio de las circunstancias de la vida. El análisis de esta encuesta me animó a reclasificar la visitación pastoral de acuerdo con la necesidad, la urgencia y la responsabilidad.
Visitación proactiva. Ampliamos nuestro equipo de ancianos y dividimos a la congregación en grupos, cuya visitación regular fue asumida por el liderazgo laico, lado a lado con el equipo pastoral. Nuestros ancianos siempre irían acompañados por otro líder. Como pastor, alternaba con ellos, y así pudimos visitar a todos los miembros en forma regular, asegurándonos que todos fueran visitados a lo largo del año.
Visitación reactiva. Crisis familiares, como la muerte, una enfermedad grave, unción o desafíos imprevistos eran la prioridad máxima. En esos casos, el pastor se comprometía más directamente en el proceso. Esta clase de visita sucedía también en ocasiones de alegrías, como la preparación para el casamiento, el nacimiento o la dedicación de niños, graduaciones o dedicación de hogares. Recuerde que buena parte del ministerio de Jesús fue invertida en fiestas, funerales y encuentros sociales.
Visitación rápida. Si se lo permitimos, las personas emocionalmente inestables monopolizarán casi todo nuestro tiempo. Estos hermanos deben tener límites específicos establecidos o no podremos hacer otra cosa más allá de permitirles desahogar sus frustraciones, o exponer fantasiosas teorías doctrinales. Siempre que alguien me abordaba con una historia larga, le respondían le puedo dar diez minutos ahora o media hora después”. En el caso de que el asunto involucrara algún “descubrimiento” teológico, le pedía que me entregara el material por escrito, para examinarlo después.
Visitación creativa. Gran parte de mi visitación fue empleada en atraer a personas que podían hacer alguna valiosa contribución a la iglesia. Por ejemplo, oraba con policías, bomberos, jueces y otros oficiales públicos. Acostumbraba pedir a los hermanos que me presentaran a sus vecinos, a sus amigos y a empresarios cuya influencia ejercería un impacto positivo sobre la iglesia. También invertí tiempo y energía en relaciones con pastores de otras confesiones.
Visitación instructiva. Para mí, el tiempo más placentero de visitación es el que se relaciona directamente con el crecimiento espiritual de las personas: preparación para el bautismo, aconsejamiento prenupcial, desarrollo del liderazgo y asuntos relacionados con la misión de la iglesia.
Como pastores del rebaño del Señor, debemos tener una planificación eficaz para la visitación sistemática de todos los miembros de nuestras congregaciones. Tienen buenas razones para esperar eso de nosotros.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la Asociación General de la IASD.