La creación de la tierra y sus criaturas fue una serie de actos singulares. Aunque la obra creativa no puede ser observada ni reproducida en el laboratorio, existen muchas evidencias de una actividad creadora tal; estas evidencias pueden ser estudiadas por los métodos de la ciencia.

Los objetos creados proveen información sobre su creador. Aun la punta de una flecha o un simple raspador, por toscos que fueren, manifiestan diseño y revelan algo de su hacedor. Los organismos vivientes, en su casi infinita complejidad, nos revelan mucho más.

De entre el gran número de evidencias de diseño que se puedan seleccionar, este artículo trata sólo unas pocas que están vinculadas con la sencilla pero majestuosa declaración de creación que se encuentra en el primer capítulo del libro de Génesis.

Día primero

“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Gén. 1:3).

Cuando la palabra de Dios creó la luz, las tinieblas se retiraron derrotadas. Desde la semana de la creación la luz nunca faltó. Cada mañana, si el cielo está claro, el horizonte se expande lentamente desde un color carmesí hasta el amarillo y finalmente todo el este se viste de gloria. El sol está a punto de comenzar su recorrido en arco por la cúpula de los cielos. Siempre hay esperanza, aun en las regiones polares, para otro amanecer, para el regreso de la luz, así como también siempre hay esperanza y expectativas de otra primavera. La luz es el vehículo por medio del cual obtenemos la mayor parte de la información. Hace que seamos tridimensionales, nos permite recorrer el espacio, estar en contacto con la distancia y extender la percepción más allá de nuestro círculo inmediato.

La oscuridad es el lugar donde habitan el temor, el engaño, el pecado y la muerte. La luz es confianza, revelación, justicia y vida. Dios es luz. Pero esta luz vino al mundo y el mundo no la comprendió. (Véase Juan 1:5, 10.)

Día segundo

“Luego dijo Dios: Haya expansión” (Gén 1:6).

Respire profundamente. ¿Qué es esta sustancia esencial e invisible llamada aire? Mayormente es nitrógeno y oxígeno. También están presentes pequeñas cantidades de otras sustancias, como vapor de agua, dióxido de carbono y argón. El oxígeno es un 21% del aire, y si fuera un 50% deberíamos respirar menos a menudo o no tan profundamente. Pero con tanto oxígeno la tierra llegaría a ser una caja de yesca. Cualquier fuego estallaría furiosa y explosivamente. Un relámpago podría incinerar bosques enteros tan rápidamente que nadie podría escapar. Con menos oxígeno, los acampantes tendrían mucho más trabajo para obtener fuego que el que ya tienen en una mañana fría y húmeda. Grandes cambios en la concentración del dióxido de carbono del aire también concluirían en una ruptura del delicado equilibrio y podrían tener ramificaciones negativas trascendentes para las plantas y los animales. El diseño que se percibe en la composición del aire es otra evidencia de la existencia de un Creador.

Día tercero

“Después dijo Dios: Produzca la tierra… árbol de fruto” (Gén. 1:11).

El ginkgo es un árbol insólito, casi un objeto sagrado que ha sobrevivido debido a cuidados especiales, y se lo ve en los jardines de los templos en China y Japón. En verdad, las hojas del ginkgo son diferentes de las hojas de los demás árboles, y altamente diagnósticas. Parecen abanicos japoneses en miniatura. Tanto los árboles ginkgo fósiles como los vivientes tienen estas hojas características. Se desconocen ancestros con hojas intermedias entre el ginkgo y otros árboles.

Semejante ausencia de formas intermedias es común en las plantas en general. En el tercer día Dios habló y trajo a la existencia diferentes clases de plantas y éstas han conservado su diferencia desde entonces. Sólo han ocurrido algunas variantes dentro de estas especies básicas.

Día cuarto

“Dijo luego Dios: Haya lumbreras” (Gén. 1:14).

Hace poco, al salir de casa, me encontré disfrutando de una mañana primaveral, fresca y vigorizante, y reflexioné en cuanto al origen de la belleza y el orden que me rodeaban. El sol naciente, el aire fresco y las verdes laderas de la montaña, ¿son sólo el resultado de la casualidad? De algún modo esta explicación no es satisfactoria; no suena bien. Todo mi sentido común se inclina a refutar esta idea.

Este sol que está comenzando a tocarme con sus cálidos dedos se encuentra a la distancia justa de la tierra. Si estuviera más lejos, la vida se congelaría y sería imposible. Si estuviera más cerca, el calor del verano sería intolerable. La totalidad de la vida se quemaría y tornaría en polvo. Similares problemas aparecerían si el sol fuese más cálido o más frío de lo que es ahora.

La tierra está ajustada con precisión para recibir el calor del sol. Si rotara sobre su eje más lenta o más rápidamente, los seres vivientes encontrarían que la vida sería difícil o imposible. Imagine un día caluroso de verano, pero diez veces (o sólo dos veces) más largo que el día actual de 24 horas. Lo que no se abrasara durante un día tan ardiente se congelaría en la noche casi interminable.

Día quinto

“Y creó Dios los grandes monstruos marinos” (Gén. 1:21).

Las ballenas son mamíferos que conservan su temperatura corporal, respiran aire y amamantan a sus crías. La singularidad que manifiestan no está limitada sólo al tamaño (son los más grandes animales, del pasado o del presente), sino que incluye sorprendentes adaptaciones al medio marino.

De acuerdo con la teoría evolucionista, los animales se trasladaron desde el mar (peces) hacia la tierra (anfibios y reptiles), y regresaron nuevamente al mar (mamíferos marinos) durante el desarrollo evolutivo. La evolución necesaria para que los ancestros terrestres llegaran a ser ballenas marinas es enorme. Se hubieran requerido numerosísimos cambios. Si una evolución así ocurrió a lo largo de varios millones de años, estos pasos serían visibles en el registro fósil. Luego de más de cien años de intensa recolección de estos fósiles en todo el mundo, casi no ha surgido nada que apoye la teoría del desarrollo evolutivo. Las ballenas son bien conocidas en el registro fósil y tienen características propias de ellas. Estos registros no las vinculan con ancestros que vivieron en la tierra. La declaración pronunciada en el momento de la creación en Génesis 1:21 encaja perfectamente en la evidencia fósil de las ballenas.

Día sexto

“Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes” (Gén. 1:24).

La tortuga tiene costillas ensanchadas y fundidas entre sí con el propósito de producir escudos óseos. Todos los otros vertebrados (animales con columna vertebral), tienen las costillas localizadas entre los hombros y la cadera. Los miembros anteriores y posteriores están conectados con el esqueleto corpóreo desde fuera de la caja de las costillas. Sin embargo, la tortuga tiene sus hombros y cadera dentro de dicho espacio formado por las costillas.

De acuerdo con la teoría general de la evolución, en la historia pasada de las tortugas ocurrió una serie de procesos intermedios que culminaron con esta inusitada distribución del esqueleto. Pero estas formas intermedias son desconocidas en los registros fósiles. Se han encontrado muchos fósiles de tortuga, pero desde su primera aparición son tortugas con su característico esqueleto óseo.

Este es sólo un ejemplo, entre muchos otros, que ilustra la escasez de vínculos en el registro fósil. Esta situación habla a favor de la creación de las principales formas de los seres vivos y en contra de la evolución gradual de los organismos que sostiene que pasaron de las formas simples a las complejas.

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gén. 1:26).

El hombre fue la obra cumbre de la creación. La mente del hombre es una creación originalísima, que lo ubica muy por encima de cualquier animal. Pero la magnificencia de la mente humana está por encima de cualquier instrumento o tecnología. Se muestra mejor en lo que está por encima de la necesidad. ¿Por qué admiramos la gloria de un amanecer o la belleza de un árbol? Los muy diferentes rostros de las flores de pensamiento, el intrincado diseño de una mariposa, o los tonos pastel del cielo vespertino, todo contribuye a nuestra felicidad.

Una cosa es tener la capacidad de percibir y responder a los estímulos sonoros, pero otra muy diferente es disfrutar de la música. Disfrutamos del suave roce de un gato contra nuestras piernas y percibimos la suavidad de su piel. Nos gusta la fragancia del arbusto de lilas en el jardín del fondo o el estímulo refrescante de un bosque de pinos. Podríamos sobrevivir sin el gusto, ¡pero todo lo que perderíamos! ¿Dónde encaja el humor en el cruel y frío mundo de la evolución y supervivencia del más apto? Vivir es mucho más que una des carnada supervivencia. Es ver y comprender. Es oír y disfrutar. Pero sobre todo, vida es el toque de una mano, la mirada comprensiva, el mundo del amor. Sí, lo mejor de la vida es el amor.

“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gén. 1:31).

Sobre el autor: Harold G. Coffin es miembro del Instituto de Investigaciones Geocientíficas de Loma Linda, California. Recibió su título de doctor en Zoología de la Universidad del Sur de California.