Ha llegado el momento en que se ha de producir el mayor despliegue de la gloria de Dios desde el Pentecostés.

En Isaías 60:1-3 Dios invita a su pueblo a que se ponga de pie y resplandezca en ésta, la hora más sombría de la historia del mundo. La gloria de Dios se manifestará en su pueblo y el mundo será iluminado, lo que producirá una impresión que los fieles hasta ahora apenas han imaginado.

Levántate. La orden de ponerse de pie implica que la iglesia está inactiva, es estática, y se encuentra en una condición pasiva. El formalismo, la mera profesión de fe, la apariencia, la maquinaria, la conformidad, la pasividad, la somnolencia, la tibieza o la frialdad, no están a la altura de la elevada misión que Dios quiere que cumpla su pueblo en estos momentos.

En Efesios 5:14 Pablo presenta dos aspectos de este resurgimiento: la iglesia y la luz que Dios da por medio de Cristo. En ese versículo Pablo establece un contraste entre la muerte y la resurrección.

Resplandece. Si Dios le ordena a la iglesia que resplandezca, debe ser porque su luz, o se ha extinguido, o está por extinguirse. No puede resplandecer por sí misma, porque no posee luz propia. Tampoco puede resplandecer solamente por la apariencia, el nombre, sus instituciones, su maquinaria o la obra social que realiza. Sólo puede resplandecer mediante la gloria de Dios y la de Cristo. Y, ¿qué es la gloria del Señor? Es el reflejo de sus atributos: la exhibición de su grandeza, su carácter, su justicia, su santidad, su verdad. Revestida de la gloria y la justicia de Cristo, la iglesia estará preparada para entrar en el conflicto final.

El mundo está cansado de la propaganda cristiana. Necesita urgentemente descubrir a Cristo y la revelación de su gloria en sus creyentes. Los cristianos nominales sólo reflejan parcialmente esa luz, si es que lo hacen, en medio de la densa oscuridad.

¿Cuándo cumplirá el mandato de Dios la iglesia puesta de pie en medio de su esplendor? Ciertamente no lo está haciendo ahora. “Cuando la iglesia haya dejado de merecer el reproche de indolencia y pereza, el Espíritu de Dios se manifestará misericordiosamente. La potencia divina será revelada… La luz de la verdad se derramará en rayos claros y poderosos, como en los días apostólicos… La tierra será alumbrada con la gloria del Señor” (Joyas de los testimonios, t. 3, pág. 308). “Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos” (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 47).

La iglesia podrá responder a los requerimientos divinos cuando la piedad genuina caracterice a sus miembros. Entonces los raudales de la lluvia tardía madurarán la cosecha, y las lenguas del Espíritu iluminarán de nuevo a los que constituyen el cuerpo místico de Cristo. Este será el triunfo más glorioso del Evangelio desde los días de los apóstoles. Pero este reavivamiento y esta reforma no se lograrán meramente mediante la organización y la maquinaria. Sólo la divina Providencia puede producirlos.

Quiera Dios ayudarnos para que el necesario reavivamiento y la reforma indispensable no sean mero vocerío, sino una experiencia personal de los pastores, administradores, colportores, maestros y otros obreros en la viña del Señor, como asimismo en la vida de cada uno de sus hijos dispersos por todo el mundo. Entonces la iglesia se pondrá de pie y resplandecerá con la gloria del Señor para iluminar la tierra.

Sobre el autor: Elbio Pereyra trabaja en las oficinas del Patrimonio White. y reside en Washington, D.C., Estados Unidos.