Características de un líder efectivo, según el libro de Proverbios.
Si bien la Biblia se centra, primariamente, en el amor de Dios por nosotros y su plan de redención, también provee enseñanzas sobre liderazgo espiritual. De Abraham a Moisés, de los jueces a David, desde Pedro, Pablo y Jesucristo, Dios ha usado líderes para cumplir sus propósitos. La Biblia no nos da ejemplos solamente, sino también principios de liderazgo espiritual. Algunos de estos principios están explícitos o implícitos en el libro de Proverbios.
Influencia
“En la multitud del pueblo está la gloria del rey; y en la falta de pueblo la debilidad del príncipe” (Prov. 14:28). El liderazgo no es tanto una cuestión de posición, sino de influencia. Cuando Pablo fue llevado prisionero a Roma (Hech. 27), el navío en que viajaba enfrentó una tormenta y casi se fue a pique. En el momento crucial, el apóstol asumió el control de la situación y su liderazgo salvó a la tripulación. Podemos ocupar cualquier función en la iglesia, pero nuestra influencia es lo que cuenta. La verdadera prueba del líder es tener (o no) seguidores.
Aconsejamiento
“Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman” (Prov. 15:22). Absalón rechazó el consejo de Aitofel, y eso le costó la vida (2 Sam. 17). Roboam rechazó escuchar los consejos de su padre, y eso le costó la mitad del reino (1 Rey. 12). Por otro lado, Moisés escuchó a su suegro, y salvó su liderazgo (Éxo. 18).
Ser líder no significa tener todas las respuestas. Cada uno de nosotros necesita tener consejeros en quienes buscar ayuda en tiempos de necesidad.
Sentido de justicia
“Abominación es a los reyes hacer impiedad, porque con justicia será afirmado el trono” (Prov. 16:12). Todo líder espiritual debe confrontar la injusticia y tratarla sin temor o favor, como lo hizo Pablo con Pedro en relación con la igualdad entre judíos y gentiles (Gál. 2:11-14). Con el pasar de los años, he encontrado personas involucradas en la práctica de la injusticia. Tratar con estos casos puede no ser fácil, pero forma parte indispensable del liderazgo eficaz.
Los líderes espirituales eficaces no solo deben enfrentar la injusticia, sino también mantener los más elevados patrones éticos, particularmente en dos áreas: dinero y sexo. Necesitamos construir salvaguardas y sistemas de vigilancia relacionados con estas dos áreas, a fin de que estemos protegidos de cualquier reprobación.
Integridad
“Los labios justos son el contentamiento de los reyes, y éstos aman al que habla lo recto” (Prov. 16:13). La honestidad puede ser clasificada como fundamento de liderazgo. Los buenos líderes no solo son honestos, sino también se acercan a personas honestas. El pueblo no sigue a un líder al que le falta integridad. Como dijo el senador estadounidense Allan Simpson, “si tienes integridad, nada más importará. Si no tienes integridad, nada más importará”.
La integridad incluye palabras y actitudes. No es solo una cuestión de no robar; integridad significa no ser hipócrita. Es practicar lo que predicamos, ser coherentes y consistentes, haciendo lo que decimos que debe hacer el pueblo, y vivir de tal manera que las personas puedan confiar en nosotros.
Control emocional
“La ira del rey es mensajero de muerte; más el hombre sabio la evitará. En la alegría del rostro del rey está la vida, y su benevolencia es como nube de lluvia tardía” (Prov. 16:14, 15). El rey Saúl era un líder destemplado, que perdía el control de las emociones, lo que dio como resultado la pérdida del reino. Por otro lado, cuando el apóstol Pablo era calumniado por falsos maestros, respondía con calma y racionalmente. Si bien los líderes deben ser, de alguna manera, apasionados, esa pasión necesita ser mantenida bajo control.
Frecuentemente, los líderes son atacados y víctimas de acusaciones falsas. No siempre las personas los comprenden. Por eso, son blanco de dichos y sospechas injustos, y se les atribuyen motivos errados a sus conductas. Todo eso se une a las presiones impropias del liderazgo, y puede causar descontrol emocional. Pero, es nuestro deber estar bajo constante vigilancia, manteniendo bajo absoluto control nuestras emociones. Necesitamos orar sin cesar.
Trato con la oposición
“El rey sabio avienta a los impíos, y sobre ellos hace rodar la rueda” (Prov. 20:26). Si bien nuestro blanco, en el trato con las personas perturbadoras y pendencieras, incluye la restauración y la cura, no debemos tolerar el desorden y la oposición resistente al intento de corrección amorosa. El consejo bíblico no deja dudas con respecto a esto: “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio” (Tito 3:10,11).
Durante el tiempo en que condujo a Israel hacia la Tierra Prometida, con frecuencia Moisés se vio obligado a enfrentar a personas que se rebelaban contra él. Permitir que tales personas continúen interminablemente causando problemas no es demostración de gracia ni misericordia. En la comunidad, otros podrán ser afectados por su comportamiento. Si realmente estamos empeñados en promover el bienestar de la iglesia, no nuestra propia comodidad, enfrentaremos con las armas de Cristo a las personas que causan injuria a su cuerpo. Cuanto más temprano se trata un problema, más fácil será su resolución.
Amor y justicia
“Misericordia y verdad guardan al rey, y con clemencia se sustenta su trono” (Prov. 20:28). El amor sin justicia o verdad es una emoción mal dirigida, mientras que la justicia o la verdad sin amor es una realidad fría. Por otro lado, el amor y la justicia, juntos, tienen poder para transformar, confrontar amorosamente y corregir eficazmente.
La Biblia describe al amor no como una emoción, sino como una actitud o principio activo (1 Cor. 13). Cuando Jesucristo quiso ilustrar el amor que debemos manifestar a nuestros semejantes, habló de acción en la parábola del buen samaritano. Amar al prójimo significa que debemos actuar en beneficio de él, buscando su interés. El buen líder cuida atentamente de las necesidades de sus liderados.
Sumisión a Dios
“Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová” (Prov. 21:1). La clave para el liderazgo eficaz es la sumisión, pues un liderazgo bajo el control de la voluntad de Dios cumplirá sus propósitos. Los reyes de Israel ejemplificaron este principio. Los que se sometieron a Dios y siguieron su voluntad obtuvieron el éxito, pero los que siguieron sus propios caminos fueron desastrosos. Un buen líder necesita ser un buen seguidor.
La búsqueda de la excelencia
“Para la altura de los cielos, y para la profundidad de la tierra, y para el corazón de los reyes, no hay investigación” (Prov. 25:3). El crecimiento de toda organización depende del crecimiento de los líderes. El líder eficaz desarrolla y mejora constantemente sus habilidades. Pablo animó a Timoteo a crecer como líder (1 Tim. 4:12-15; 6:11, 12). Este es un excelente consejo para nosotros.
El líder no solo debe dar lo mejor de sí, sino también puede y debe esperar lo mejor de sus seguidores. Su búsqueda de conocimiento necesita ser incansable. Así, mejorará su desempeño y estará autorizado para entrenar y capacitar a sus liderados. Consecuentemente, todos darán lo mejor de sí en favor de la causa de Dios.
Proactividad
“Si un gobernante atiende la palabra mentirosa, todos sus servidores serán impíos” (Prov. 29:12). El buen líder no actúa sobre la base de rumores; reúne los hechos y sigue el proceso descrito en Mateo 18:15 al 17. Primeramente, va a la persona involucrada. Si eso no funciona, en una segunda visita, llevará consigo a otra persona. Si no obtuvieren éxito, el asunto será llevado a la iglesia. Si ejemplificamos este proceso, los liderados también lo harán, preservando así a la iglesia contra los males del chisme.
Puede ser que nuestro esfuerzo en seguir todos estos principios no nos dé la garantía del éxito, pero Dios hará avanzar su causa. A fin de cuentas, no fuimos llamados a tener éxito, sino a ser fieles a él.
Sobre el autor: Pastor en Overland Park, Kansas, Estados Unidos.