De acuerdo con Archibald Hart, profesor del Seminario Teológico Füller, en California, se producen básicamente cinco crisis que afectan al pastor, y cuatro que afligen a las esposas de los pastores:

Crisis de identidad. Un gran peligro en el ministerio es el de la fusión, en la cual las funciones profesionales se confunden de tal manera con la identidad personal que no podemos distinguir dónde termina nuestra función pastoral y dónde comenzamos nosotros, como seres humanos. Lo que somos como individuos queda definido por lo que hacemos.

Crisis de prioridades. Los pastores deben descubrir primero lo que Dios realmente desea, a saber: alabanza y servicio. Después deben establecer prioridades para sus propósitos. Queremos el éxito, pero a Dios le interesa más nuestro desarrollo. Hebreos 11:13 se refiere a cristianos que murieron en la fe “sin haber recibido lo prometido”. Hoy muchos pastores mueren en la fe sin saber los efectos que produjo su vida. En la gloria, después de la resurrección, les aguarda una gran sorpresa.

Crisis de carácter. La integridad del evangelio se juzga sobre la base de la integridad de los que lo predican. Eso requiere una verdadera experiencia de consagración a Dios. En su libro titulado The Sexual Man (El hombre sexual), Hart dice que la sexualidad de los hombres creyentes, incluidos los clérigos, está repleta de un comportamiento obsesivo-compulsivo. El código de ética secular muchas veces va más allá de lo que las iglesias esperan de sus pastores. Eso nos dice que debemos ser muy cuidadosos en el trato con pastores que se han desviado de su vocación como consecuencia de una conducta sexual inadecuada.

Crisis de autoridad. Muchos pastores están confundidos acerca de su autoridad en la iglesia. Muchos, entre la nueva generación de miembros, no creen que el pastor, o cualquier otro líder, disponga de alguna autoridad. De cualquier manera, los pastores deben mantener su legítima autoridad en un nivel espiritual, mientras que renuncian a la actitud arrogante que los induce a tomar decisiones dictatoriales o controlar todos los aspectos de la vida de la iglesia.

Crisis de dependencia. Muchos pastores aparentemente se han exiliado en una especie de Patmos pastoral. Se volvieron solistas en lugar de formar parte de una orquesta. Son cantores solitarios en un escenario espiritual, solos frente a la audiencia. La gran pregunta que surge es: “¿Para quién estamos cantando?”

Hart también presenta cuatro crisis que enfrentan las esposas de los pastores. Éstas son:

Crisis de aislamiento. La esposa del pastor oye con frecuencia esta advertencia: “Tenga cuidado con las amistades que hace”. Pero Hart sugiere que la esposa del pastor necesita un amigo particular, muy íntimo y tan digno de confianza que ella le pueda hablar acerca de cualquier cosa, incluso acerca de usted, pastor. Ese amigo existe: es Jesucristo.

Crisis de estancamiento. Muchas esposas de pastor dejan de crecer espiritualmente, y algunas veces incluso cultural y emocionalmente. Pocos pastores satisfacen las necesidades espirituales de sus respectivas esposas. Hart afirma que “no es fácil para su esposa sentarse sábado tras sábado a escuchar sus sermones reciclados, oír sus errores repetidos o contar las mismas historias”. La esposa del pastor debe descubrir fuentes de alimento espiritual, principalmente por medio de su propia iniciativa al estudiar la Palabra.

Crisis de lealtad. No es raro que cuando alguien tiene alguna queja respecto del pastor busque a la esposa con la esperanza de que ella le dé el mensaje. Hart recomienda que la esposa no se convierta en la intermediaria entre los miembros y el pastor. Les puede responder sencillamente a los que se quejan, diciéndoles: “Por favor, hable directamente con mi esposo. Él atenderá este asunto”.

Crisis de codependencia. Muchas esposas tratan de librar a sus esposos de los problemas que ellos mismos se causan. Asumen el papel de eternas pacificadoras, responsables de resolver confusiones. La recomendación de Hart es que la esposa deje que su esposo asuma la responsabilidad de todos sus actos.

Cualquiera sea la crisis que enfrenta el pastor o su esposa, es indispensable recordar que ninguno de los dos está solo. Cristo prometió: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). En la bendita compañía de Jesús la victoria es posible. No se desanime, pastor.

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General.