El sábado es un mandamiento moral y una señal eterna que sigue siendo un canal de bendiciones para los seres humanos.

A lo largo de la historia humana siempre existieron observadores del sábado entre el creyente pueblo de Dios.[1] Pero su número oscilaba de acuerdo con el grado predominante de aceptación o rechazo de la Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento encontramos, por ejemplo, el cautiverio egipcio y el período anterior al exilio, caracterizados por una gran apostasía y negligencia en la observancia del sábado (Éxo. 5:17; 16:28; Amos 8:4-6; Jer. 17:19-27; Eze. 20:1-44). Por contraste, esta observancia fue restaurada, respectivamente en la experiencia del maná en el desierto de Sin (Éxo. 16:1-5, 22-30) y en la reforma posexílica emprendida por Nehemías (Neh. 13:15-22).

El período posapostólico fue señalado por un descuido profundo y duradero del sábado bíblico, y la imposición del domingo antibíblico en su lugar (c. Dan. 7:25; Hech. 20:29, 30).[2] El proceso alcanzó su clímax en los 1.260 años de supremacía papal (Dan. 7:25; 12:7; Apoc. 11:2, 3; 12:6,14; 13:5), que se extendieron desde el año 538 hasta el año 1798 d.C.[3] Pero, al concluir las 2.300 tardes y mañanas (en 1844), la verdad bíblica integrada por el santuario, incluyendo el sábado, empezaría a ser restaurada más efectivamente (Dan. 8:9-14).[4] El sábado fue reconocido como un mandamiento moral enriquecido por una nueva dimensión escatológica.

El presente artículo[5] considera la relevancia del sábado para el tiempo del fin, con énfasis en su comprensión como (1) un mandamiento moral, (2) una señal eterna y (3) un sello escatológico.

Mandamiento moral

Existen por lo menos tres grandes evidencias bíblicas que confirman la naturaleza moral del sábado. Una de ellas es su origen edénico, antes de la entrada del pecado en el mundo. Génesis 2:2 y 3 declara:

“El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había hecho. Entonces bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”.

El propio descanso de Dios en este día ya representaba la institución del sábado para sus criaturas pues, de acuerdo con Hans K. Larondelle, “el ejemplo de Dios es tan autoritativo como su mandamiento” (c. Éxo. 20:8-9).[6] Pero los hechos divinos de también santificar y bendecir este día corroboran tal institución; pues cuando Dios bendice y santifica algo, siempre lo hace en beneficio de sus criaturas. Este triple acto de Dios confirma el origen edénico del sábado (Gén. 2:2,3), anterior a la caída de Adán y Eva (Gén. 3), cuando todo aún “era bueno en gran manera” (Gén. 1:31).

La naturaleza moral del sábado también es atestada por el hecho de que el cuarto mandamiento fue escrito por el propio dedo de Dios sobre las tablas de piedra de los Diez Mandamientos (Éxo. 31:18). Insertado en el Decálogo por el propio Dios, el cuarto mandamiento comparte la misma naturaleza moral que caracteriza a los otros nueve preceptos. Si la ley, de acuerdo con Pablo, “es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Rom. 7:12), entonces el cuarto mandamiento también debe ser considerado santo, justo y bueno. Por consiguiente, cualquier alteración en el contenido de este mandamiento es ilegal y representa un atentado directo a la autoridad divina (ver Dan. 7:25).

Una tercera evidencia bíblica de la naturaleza moral del sábado es la promesa de que seguirá siendo observado por los redimidos en los “cielos nuevos” y en la “nueva tierra” (Isa. 66:22, 23; cf. Apoc. 21:1) El libro del profeta Isaías enfatiza no sólo la universalidad del sábado, como destinado “para todos los pueblos” (56:1-8), sino también su perpetuidad, como prosiguiendo hasta el fin de la historia humana y entrando a los propios portales de la eternidad (66:22, 23). Por lo tanto, el sábado es de naturaleza moral y de alcance universal, cuya validez no se restringe a cualquier tiempo, lugar o pueblo específico. Es tan válido hoy, en el tiempo del fin, como siempre lo fue a lo largo de la historia humana.

Señal eterna

La comprensión del sábado como señal eterna está íntimamente relacionada con el tema de los pactos entre Dios y su pueblo escogido. Un breve análisis de este tema revela que cada pacto tenía una señal específica. Por ejemplo, el arco iris fue puesto como una señal del “pacto eterno” de Dios con Noé y “todo ser viviente” sobre la tierra, que ésta jamás será destruida otra vez por agua (Gén. 9:9-17). Dios estableció la circuncisión como señal de su “pacto perpetuo” con Abraham y sus descendientes, o sea, el pueblo de Israel (Gén. 17:9-14; Lev. 12:3). Cristo instituyó el bautismo como señal del ingreso en la comunidad de los creyentes (Juan 4:1,2; Mat. 28:18-20; Mar. 16:15, 16), sustituyendo la circuncisión (Gál. 5:6). Aunque algunos de estos pactos sean calificados como eternos o perpetuos, tanto ellos como las señales relacionadas con ellos fueron instituidos en algún momento de la historia humana después del pecado.

Como “señal eterna” del “pacto perpetuo” de Dios con los seres humanos (Éxo. 31:12-17; Eze. 20:12, 20; Mar. 2:27, 28), el sábado proviene de la eternidad (Gén. 2:2, 3) y avanza rumbo a la eternidad (Isa. 66:22, 23), haciéndose presente en todos los demás pactos bíblicos, sin limitarse a ninguno de ellos. Coexistiendo con las señales antes mencionadas, sin sustituirlas ni ofuscarlas, el sábado es de naturaleza inmutable, no pudiendo su santidad ser transferida a ningún otro día. Sin duda, el pacto eterno es proclamado por el “evangelio eterno” que ordena: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!” (Apoc. 14:6,7; cf. Éxo. 20:11).

Los dos enunciados principales del cuarto mandamiento (Éxo. 20:8-11; Deut. 5:12-15) confirman al sábado como una señal de lealtad a Dios como Creador y Redentor. Mientras el motivo para la observancia del sábado en Éxodo 20:11 es la creación (“porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó”); en Deuteronomio 5:15 el motivo es la redención (“Acuérdate de que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios, te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido, por lo cual Jehová, tu Dios, te ha mandado que guardes el sábado”). Por lo tanto, el sábado es un memorial divino de la creación y de la redención, y una señal eterna de lealtad a Dios.

Sello escatológico

El sábado es un mandamiento moral y una señal eterna que, trasponiendo los siglos, sigue siendo un canal de bendiciones para los seres humanos. Pero en medio a la apostasía generalizada del tiempo del fin, surgiría un movimiento profético proclamando los tres mensajes angélicos de Apocalipsis 14:6 al 12 en el ámbito mundial, “a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (vers. 6). Esta proclamación terminaría polarizando a los seres humanos entre “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (vers. 12), por un lado, y los que adoran “a la bestia y a su imagen” y reciben “la marca en su frente o en su mano” (vers. 9-11), por otro.

Apocalipsis 13 afirma que la bestia de diez cuernos (vers. 1-10) posee una “marca” que será impuesta a los seres humanos por la bestia de dos cuernos (vers. 11-18). Apocalipsis 14 hace evidente que las personas que guardan los mandamientos de Dios (vers. 12) no reciben esta marca, y que aquellos que la reciben (vers. 9-11) no guardan los mandamientos de Dios. Identificando a la primera bestia con el catolicismo y a la segunda con el protestantismo apóstata, los adventistas entienden que esta marca se refiere a una institución (1) contraria a los “mandamientos de Dios” y (2) aceptada tanto por católicos como por protestantes. Ninguna otra institución antibíblica podría encuadrarse mejor en esta categoría que el domingo.[7]

Las últimas páginas de la historia de este mundo serán marcadas por una polarización global entre los que guardan los mandamientos de Dios y los que siguen las tradiciones humanas. En esta polarización final, la observancia del domingo acabará transformándose en la “marca” de la bestia para aquellos que rechacen conscientemente el sábado bíblico. Por otro lado, la verdadera observancia del sábado será el “sello del Dios vivo” para los que se mantuvieren leales a Dios y su palabra (Apoc. 7:2; 9:4); pues el cuarto mandamiento del Decálogo sigue instando que “el sábado es el día de reposo del Señor tu Dios” (Éxo. 20:10).

Habiendo sido ya “sellados” interiormente “con el Espíritu Santo” para el “día de la redención” (Efe. 1:13; 4:30). los hijos de Dios que vivan en el fin de los tiempos observarán el sábado del séptimo día como “sello” de lealtad a Dios.[8]

Basados en Hebreos 4, el sábado puede ser considerado “una señal exterior de una experiencia interior”[9] de descanso en Dios (vers. 10), que resulta de la salvación por la gracia (vers. 16) por medio de la fe (vers. 3). Esto significa que el sábado sólo puede llegar a ser el sello de lealtad a Dios para aquellos cuya vida está siendo santificada por el poder del Espíritu Santo (Heb. 12:14).

Elena de White comenta de la siguiente manera la relación entre la observancia del sábado y la experiencia de la salvación: “Pero a fin de santificar el sábado, los hombres mismos deben ser santos. Por la fe, deben llegar a ser partícipes de la justicia de Cristo. Cuando fue dado a Israel el mandato: ‘Acuérdate del día de reposo para santificarlo’, el Señor también les dijo: ‘habéis de serme varones santos’. Únicamente en esa forma podía el sábado distinguir a los israelitas como adoradores de Dios”.[10]

Consideraciones adicionales

En el conflicto final entre la verdad y el error habrá, como antes mencionamos, una polarización entre los que guardan los mandamientos de Dios (Apoc. 14:12) y los que siguen las tradiciones humanas (Apoc. 14:9-11), lo que acabará poniendo al sábado en evidencia. Elena de White aclara que “el sábado será la gran piedra de toque de la lealtad; pues es el punto especialmente controvertido. Cuando esta piedra de toque les sea aplicada finalmente a los hombres, entonces se trazará la línea de demarcación entre los que sirven a Dios y los que no le sirven”.[11] El pueblo de Dios, lleno del Espíritu Santo, proclamará “más plenamente el sábado”.[12]

Sin duda el tiempo se está acercando rápidamente, cuando la ira satánica se intensificará aún más contra “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apoc. 12:9,17). Necesitamos una comprensión bíblica más profunda de la naturaleza y del significado del sábado, a fin de poder responder de manera convincente a todo aquel que nos pida la “razón de

la esperanza” que hay en nosotros (1 Ped. 3:15). Debemos participar activamente del gran movimiento que terminará la predicación de los tres mensajes angélicos al mundo (Apoc. 14:6-12), cuando “vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, y se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial”.[13]

Sobre el autor: Rector del SALT y coordinador del Servicio del Espíritu de Profecía de la División Sudamericana.


Referencias

[1] Ver J. N. Andrews, History of the Sabbath and First Day of the Week (Battle Creek, MI: Review & Herald, 1887); J. N. Andrews y L. R. Conradi, History of the Sabbath and First Day of the Week (Washington, DC: Review & Herald, 1912); Kenneth A. Strand, ed., The Sabbath in Scripture and History (Washington, DC: Review and Herald, 1982).

[2] Ver Alberto R. Timm, El santuario y el mensaje de los tres ángeles: factores integradores en el desarrollo de las doctrinas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (Lima, Perú: SALT & Escuela de Posgrado, Universidad Peruana Unión, 2004), pp. 107-114, 249-259.

[3] Ver Alberto R. Timm: “Algunas consideraciones breves en tomo a los años 508 y 538 en relación con el establecimiento de la supremacía papal”, Theologika (UPeU), vol. 19, n° 2 (2004), pp. 254-283.

[4] Ver Samuele Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday: A Historical Investigation of the Rise of Sunday Observance in Early Christianity (Rome: Pontifical Gregorian University Press, 1977).

[5] Algunos conceptos básicos del presente artículo fueron extraídos de Alberto R. Timm, El sábado en las Escrituras: doctrina, significado y observancia (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010).

[6] Hans K. LaRondelle, Our Creator Redeemer: An Introduction to Biblical Covenant Theology (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2005), p. 8.

[7] A. R. Timm, El Santuario y el mensaje de los tres ángeles, pp. 234-240.

[8] Ver Alberto R. Timm, “El sello de Dios ¿es el sábado o el Espíritu Santo?”, Revista del Anciano (DSA) (enero-marzo de 2007), p. 30.

[9] M. L. Andreasen, The Book of Hebrews (Washington, DC: Review and Herald, 1948), p. 173.

[10] Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999), p. 250.

[11] Elena de White, El conflicto de los siglos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2000), p. 663.

[12] Elena de White, Primeros escritos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999), p. 33.

[13] Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 670.