El éxito de una persona llamada a liderar radica, en directa proporción, en su buena voluntad de ser llena del Espíritu Santo.

En esta época de cambios y desafíos, tensiones y luchas, crecimiento y capacitación, una cualidad que toda organización busca en los miembros de su equipo es liderazgo dinámico, motivado y orientado a los objetivos. Abundan libros y artículos sobre el significado y el estilo de liderazgo que se requiere para tener éxito en el mundo y contribuir en el desarrollo de la organización en la que uno trabaja.

El tema del liderazgo no se limita al mundo de la política, las negociaciones, la industria o la economía. La iglesia cristiana, con su misión y responsabilidad mundial de formar hombres y mujeres con carácter y resistencia, también busca líderes con visión y compromiso. ¿Cómo se forman esos líderes? ¿Qué características distinguen al líder cristiano orientado a la misión? ¿Qué define un liderazgo impulsado por el Espíritu?

La literatura cristiana provee varias respuestas valiosas. Sin embargo, en este artículo, deseo compartir un cuadro conceptual amplio para el liderazgo cristiano que emerge de los escritos de Elena de White. Creo que estos conceptos ofrecen una asistencia valiosa para los ministros.

Principios medulares

Para comenzar, destacaré dos principios medulares en los escritos de Elena de White. En el fundamento de un liderazgo impulsado por el Espíritu -tan esencial para la misión y para cualquiera que esté relacionado con la iglesia- está el propio Espíritu Santo. De acuerdo con Elena de White, los verdaderos líderes deben ser receptores del Espíritu Santo y responder constantemente a la gracia de Dios en sus vidas. El corazón humano nunca conocerá la felicidad o el verdadero sentido hasta que se “someta a la acción modeladora del Espíritu de Dios”.[1]

Ella no considera el liderazgo como un manto místico que cubre a una persona, ungiendo al líder con superioridad, autoridad o infalibilidad. Al contrario, ella presenta a Jesús como el modelo a seguir: “La forma de llegar a ser grande y noble es ser semejante a Jesús, puro, santo e incorrupto”.[2] La mayor necesidad del líder es un conocimiento personal de Dios, y la disposición a ser guiado por su Espíritu.

Como vemos, la definición de liderazgo de Elena de White no era limitada u obtusa. Su perspectiva era tan amplia que incluía los siguientes aspectos de administración y liderazgo: el conocimiento de Dios, los modelos bíblicos de liderazgo ejemplar, la capacitación dada por una iglesia que integra el género, la edad y la raza para el evangelismo y el servicio; y requisitos para el liderazgo, tales como la administración de los errores y la planificación visionaria y proactiva.

¿Qué es liderazgo?

Aunque Elena de White no definió específicamente qué es liderazgo, ella esbozó algunos puntos cardinales a través de sus escritos. Sus consejos sobre liderazgo se mantienen en el contexto de su singular estructura teológica del conflicto entre Cristo y Satanás. Así, ella percibió el liderazgo como una oportunidad extendida por Dios a todas las personas para usar su influencia a fin de promover a Cristo y el Reino de los cielos. Un líder cristiano, por lo tanto, es alguien que, por su vida, extiende la misión de Cristo en la tierra; ya sea porque proclama su gracia salvadora a los pecadores o porque es un heraldo de su reino venidero. Aceptar un cargo de liderazgo en el contexto cristiano se convierte en una gran responsabilidad: es colocarse del lado de Cristo constantemente y estar en oposición con las insinuaciones de Satanás, que se traducen en las trampas convencionales del liderazgo, tales como, el poder, la autoridad, las riquezas y el rango.

Aunque muchas personas normalmente asocian el liderazgo con la administración; el concepto de liderazgo de Elena de White va más allá. Para ella, cada cristiano ha sido llamado para representar a Cristo y ser un embajador de Dios y de su reino. Los líderes son, entonces, aquellos que se unen a Cristo en su misión redentora.[3] Con seguridad, esto nos incluye a todos, independientemente de nuestros dones espirituales.

Ejemplos de liderazgo

Elena de White extrae poderosas lecciones de liderazgo al revisar la vida de varios personajes bíblicos.

Por ejemplo, en Éxodo 18 se relata la historia de Jetro y Moisés. Este último estaba, por sí solo, mediando en todos los problemas que enfrentaba el pueblo de Israel. Jetro pudo prever que el estilo de liderazgo de Moisés lo conduciría, con toda seguridad, a un desgaste prematuro. Jetro le aconsejó para que compartiera la responsabilidad con otros hombres de confianza. Así, Moisés estaría” […] por el pueblo delante de Dios […] y [enseñaría] a ellos las ordenanzas […]” (Éxo. 18:19, 20). Al comentar este incidente, Elena de White destaca el siguiente principio de liderazgo: “El tiempo y la fuerza de aquellos que en la Providencia de Dios han sido colocados en los principales puestos de responsabilidad en la iglesia deben dedicarse a tratar los asuntos más graves que demandan especial sabiduría y grandeza de ánimo. No es el plan de Dios que a tales hombres se les pida que resuelvan los asuntos menores que otros están bien capacitados para tratar”.[4]

Para Elena de White, un verdadero líder es aquel que representa a Dios, su carácter y sus propósitos ante quienes debe guiar. En esto consiste el rol principal del líder; los demás asuntos rutinarios no deben ocupar al líder, y deben ser resueltos por otros, bajo el cuidado y la dirección del líder. Ella afirma el mismo principio cuando comenta el encargo de David a Salomón, cuando el rey le pasó a su hijo la responsabilidad de guiar a Israel.[5]

Representar la voluntad de Dios no significa jugar a “ser Dios”. Todo lo contrario. En los consejos de Elena de White, un líder dictatorial no tendría ningún rol que cumplir. Sus indicaciones para un liderazgo efectivo poseen una naturaleza relacional. Líderes llenos del Espíritu cultivarán las relaciones humanas con quienes dirigen y comparten la visión, los valores, y los propósitos; podrán caracterizarse por conflictos positivos y cambios bien administrados y sustentables.[6]

Los principios de liderazgo presentados por Elena de White se enfocan en el objetivo de los mismos: reflejar a Cristo y ser así más efectivos en la salvación de las almas. El éxito de una persona llamada a ejercer el liderazgo está en directa proporción a su disposición a ser lleno del Espíritu Santo. Con esa vida renovada, cada persona, independiente de su ocupación, debiera usar su influencia para atraer a otros a Cristo y a la redención ofrecida por él.

Según la óptica de Elena de White, el líder actúa solo como un instrumento para alcanzar el blanco de movilizar al cuerpo de Cristo, proveyendo el empuje inicial. Así, el líder no es más ni menos importante que quien le sigue. Ella ni vio ninguna jerarquía o privilegio especial adosado al liderazgo. Favorecía, más bien, la educación y el desarrollo de los talentos. Aún así, en su definición amplia de liderazgo, es Cristo, y no la educación formal la que califica al líder para cumplir los propósitos de Dios.

“Al elegir a hombres y mujeres para su servicio, Dios no pregunta si son instruidos, elocuentes, o ricos en bienes de este mundo. Pregunta: ‘¿Andan con tal humildad que yo pueda enseñarles mis caminos? ¿Puedo poner mis palabras en sus labios? ¿Serán representantes míos?’ ”.[7]

Elena de White basa su concepto de liderazgo en la fidelidad de Dios, por lo cual, sus principios de liderazgo no quedan obsoletos. Al enraizar nuestras tareas y estilo de liderazgo al llamado de Dios y a la fidelidad a las Escrituras, tendremos un modelo universal de liderazgo. Por tanto, un estudio meticuloso de sus escritos nos permitirá comprender el liderazgo en términos que no excluyan el género, la edad o la raza. Tal liderazgo producirá una iglesia plenamente equipada para predicar el evangelio eterno, destinado a todos, tal como se presenta en el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14. Además, su invitación a desarrollar un liderazgo incluyente y universal, habilitará a mujeres, jóvenes y diversas minorías, de manera singular: algo que no se ve cotidianamente en los modelos de liderazgo actual.

Cualidades para el liderazgo

Algunas de las cualidades que Elena de White enfatiza, a las que debemos prestar atención con oración, son las siguientes:

1. Una vida llena del Espíritu. Según su perspectiva, la cualidad más importante para el líder es el llamado y la habilitación realizada por el Espíritu. El ungimiento ocurre como respuesta a la disposición del líder a buscar, con humildad, la renovación y la orientación del Espíritu; y responder a sus indicaciones con obediencia y servicio desinteresado. Un líder guiado por el Espíritu construirá un equipo inclusivo que no anhelará estatus, poder, o reconocimiento.[8] Elena de White anima a estos líderes a desarrollar el compañerismo con quienes los siguen, en función de una visión, propósitos y valores compartidos; que usen el diálogo y la falta de consonancia como pasos auténticos hacia un cambio sustentable. Ella ve a Jesús como el gran modelo para un liderazgo conducido por el Espíritu.[9]

2. El estudio de la Escritura. Los líderes deben dar prioridad al uso correcto del tiempo para el estudio continuo, atento y profundo de las Escrituras; tanto para cultivar su relación y compromiso con Dios, como para hallar sabiduría y verdad. Una comprensión creciente de las Escrituras, acompañada de discusiones dinámicas sobre nuevas verdades, equiparan al líder para los desafíos propios de presentar la verdad.[10] Cuando la vida espiritual declina, el líder evita la discusión de nuevas vislumbres de las Escrituras.[11]

3. Vida de oración. Los líderes íntegros deben agendar un tiempo diario para la comunión con Dios. Para Elena de White, uno de los objetivos de la redención es restaurar la imagen de Dios en el hombre. El milagro divino solo puede ocurrir en el líder que depende plenamente de Dios.[12] Mientras más alto es el cargo administrativo, mayor debe ser la dependencia de Dios. Ella escribió que demasiadas ocupaciones marchitan el carácter y dejan el alma desprovista de Cristo. Una comunión viva con Dios, no un cargo, es esencial para tomar decisiones sabias y desarrollar el carácter.[13]

Los líderes que no piden diariamente la sabiduría divina desarrollarán una cosmovisión tergiversada y renunciarán a la bendición de Dios. El resultado será su fracaso personal. La oración otorga poder y fortaleza para el servicio, tal como Cristo lo demostró por medio de su ejemplo. Los líderes deben orar por aquellos a quienes influencian. En tiempos de crisis o emergencia, Dios espera que los líderes oren para que él intervenga. Los líderes también deben orar para discernir entre el bien y el mal, y no solo realizar oraciones formales antes de presidir una comisión, un concilio o una reunión de obreros. Deben orar por la unidad, por el liderazgo divino y por sabiduría espiritual.[14] En circunstancias más complejas, Elena de White recomienda el ayuno y la oración.[15]

4. Liderazgo servicial. Aunque no fue Elena de White la que acuñó el término “líder siervo”, ella escribe bastante sobre el concepto de un liderazgo servicial. Ella apunta a Jesús como el modelo ejemplar en este aspecto. Estos líderes combinan la fortaleza y la sabiduría de Dios con la diligencia humilde. Aunque ella anima a los líderes a que sean productivos, aprovechando al máximo las oportunidades presentes, ella desalienta con fuerza la aspiración a un mayor estatus o un cargo más elevado.[16] De acuerdo a Elena de White, un líder siervo ama a su gente y trabaja con sacrificio y compasión para salvarlos para el Reino de Dios. Ella creía que el carácter del líder espiritual se desarrolla y se fortalece al trabajar activamente para ayudar a los pobres y marginados.[17]

5. Liderazgo compartido. Elena de White entrega consejos abundantes a los líderes que abusan de su autoridad. Para ella, nadie debe considerarse infalible, con autoridad suprema, o usar métodos dictatoriales o arbitrarios. Ella se opuso vehemente a la centralización del poder y el control, y al mismo tiempo advirtió sobre los peligros del congregacionalismo. La autora fue particularmente fuerte en sus acusaciones contra la explotación y las injusticias. Incluso, los miembros de las comisiones deben ser elegidos de manera tal que representen los diferentes puntos de vista, no porque compartan los puntos de vista del líder.[18] Líderes que no tratan a las personas con respeto y dignidad están abusando de su autoridad.[19]

Al comparar los estilos de liderazgo de Moisés y de Aarón, Elena de White ¡lustra los beneficios del uso positivo de la autoridad, contra un estilo vacilante, débil y que busca popularidad. Si bien rechaza del todo un liderazgo autocrático, ella sostiene que, en momentos de crisis, un líder debe demostrar firmeza, decisión y valentía inquebrantables. La diferencia radica en la motivación del líder; un líder dominante puede ansiar poder y control, mientras que un líder resolutivo anhela promover el honor de Dios.[20]

6. Liderazgo incluyente y habilitados Elena de White fue una defensora de la inclusión y habilitación de gente para el servicio y el evangelismo. Para ella, el pueblo de Dios representa un pueblo unido, en donde el prejuicio no debiera existir. El Espíritu Santo tiene la libertad de ungir a quien quiera, y nadie debe quedar inhabilitado de participar en el ministerio.[21]

7. La habilidad de afiliarse con otros. Uno de los atributos más necesarios de un liderazgo fuerte y piadoso es la habilidad cultivada de afiliarse a otros. Elena de White se refiere en reiteradas ocasiones a la necesidad de mentores que amparen a jóvenes con menos experiencia, para animarlos y motivarlos, proveyéndoles oportunidades para crecer por medio de éxitos y fracasos. Ella incluso asigna como un deber para el líder reconocer y desarrollar el potencial de otros.[22]

8. Un liderazgo que es capaz de simpatizar. Los líderes deben abordar las faltas con simpatía cristiana, ofreciendo esperanza y redención, incluso en medio de los fracasos. Aunque Elena de White reconoce que una corrección o un reproche a veces son necesarios, la disciplina nunca debe administrarse de forma áspera, sino, con el espíritu del amor perdurable de Cristo. Ella aboga por una interacción tenaz, paciente y tierna con aquellos que cometen errores, toman decisiones necias o atraviesan fracasos personales. Los líderes que poseen amor cristiano promueven justicia, corrigen el pecado y combaten el error, sin dejar de cuidar y manifestar compasión.[23]

9. Un liderazgo visionario. Las planificaciones proactivas y visionarias deben ser guiadas por el Espíritu. Las decisiones no deben ser tomadas hasta que el equipo del líder se haya dedicado a la oración y, a veces, al ayuno, para asegurar que están actuando conforme a la voluntad de Dios. Elena de White proponía una capacidad visionaria, expansiva, con pensamientos de horizontes amplios y con la posibilidad de asumir riesgos bien pensados. En este contexto, ella anima a los líderes a que deleguen planes futuros en quienes poseen menos experiencia, con tal de que desarrollen su potencial como líderes. Adicionalmente, ella reconoce que cada sector tiene sus propios desafíos, por lo tanto, no se deben trazar planes administrativos a distancia.

10. Un liderazgo que cuida. Nada la preocupa más a Elena de White que el rol del líder en el cuidado de los pobres, los necesitados, y los marginados. En medio de la prosperidad de nuestras naciones, ser negligentes con el necesitado se debe a la pobreza espiritual. “La búsqueda constante de propósito en el lugar de trabajo puede hallarse en quienes han aplicado el consejo de Elena de White, de hacer de la ayuda al necesitado, su prioridad personal”.[24]

Conclusión

Todo líder, incluso uno renombrado, se puede hallar en situaciones complejas donde su rol puede ser desafiado, o sus alternativas parecen peligrosamente reducidas. En una época de inmensa diseminación de información, velocidad de la información, terrorismo, Sida, globalización, debates financieros y desintegración familiar, nuestro mundo puede parecer muy diferente al de Elena de White. Sin embargo, su consejo de cultivar una confianza quieta en Dios, al enfrentar los elementos estresantes del mundo se vuelve muy relevante.[25]

Pero al cultivo de una confianza tranquila en Dios se le debe sumar la transferencia de sus bendiciones a quienes nos rodean. Esta es la función de cada líder en la iglesia, y la que nos corresponde a cada uno de nosotros.

Sobre el autor: Directora asociada del Centro de Investigaciones White, en Silver Spring, Estados Unidos.


Referencias

[1] Elena de White, Hijos e hijas de Dios, p. 284.

[2] Carta 7 a J. H. Kellogg, 26/04/1886.

[3] Palabras de vida del gran Maestro, pp. 150, 151.

[4] Los hechos de los apóstoles, p. 77

[5] Profetas y reyes, pp. 17, 18.

[6] Testimonios para la iglesia, t. 7, pp. 234-237.

[7] Joyas de los testimonios, t. 3, p. 145.

[8] Eventos de los últimos días, pp. 194, 195.

[9] Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 249.

[10] Palabras de vida del gran Maestro, p. 97, 98.

[11] Obreros evangélicos, pp. 312-315.

[12] Profetas y reyes, pp. 20, 21.

[13] Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 249.

[14] Testimonios para los ministros, pp. 283, 284.

[15] Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio, p. 262.

[16] Profetas y reyes, pp. 20-22.

[17] Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 24.

[18] Notas biográficas de Elena de White, pp. 352, 353.

[19] Exaltad a Jesús, p. 219.

[20] Patriarcas y profetas, pp. 331-333.

[21] “The duty of the minister and the people”, Review and Herald (9 de julio de 1895).

[22] Obreros evangélicos, p. 433.

[23] Ibíd, pp. 30, 31.

[24] Cindy Tutsch, Ellen White on leadership: Guidance for Those Who Influence Others (Nampa, ID: Pacific Press, 2008), p. 149.

[25] Elena de White, Alza tus ojos, p. 53.