Autoridad y el clero: esta no ha sido siempre una buena combinación. Pero ¿puede el clero ejercer sin autoridad?
La historia registra varios ejemplos de abusos de poder efectuados por los clérigos. En ocasiones, usaron su influencia secular para imponer sus puntos de vista. Algunos declaran haberlo hecho por el bien del pueblo; pero a veces, el resultado fue la violencia y, frecuentemente, la muerte. Eso es inexcusable.
Actualmente, somos bombardeados por noticias sobre los abusos sexuales del clero. Me causan dolor aquellos informes que detallan estos abusos. Con frecuencia, quedan impunes. Si cree que en su denominación no ocurren estas cosas, piénselo dos veces.
Recientemente, vi una tira cómica en el Washington Post (29/03/2010) que refleja lo que muchos piensan sobre el clero. El dibujo consistía en una imagen de Jesús y en la base decía: “Dejen a los niños venir a mí”. Al frente de la imagen, un clérigo sostiene un lazo; junto a él, otro exclama: “¡Qué buen afiche para el reclutamiento!” La tragedia es que muchos se comportan así y usan su autoridad para cumplir objetivos ruines. Los días cuando se confiaba incondicionalmente en el clero han desaparecido; o tal vez, nunca existieron.
¿Y ahora qué?
Podríamos dar muchos ejemplos de abuso de autoridad; pero ¿significa esto que el clero no tiene autoridad? Si la posee ¿qué tipo de autoridad es, y cómo se percibe y ejerce? Mateo nos dice que Jesús enseñaba “como quien tiene autoridad” (Mat. 7:29). Lucas expresa que los de Capernaum “se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Luc. 4:32). En su encargo final, Jesús dijo a sus discípulos: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Lo que sigue no es: “vayan, por tanto, a ser autoritarios”, sino “[…] id, y haced discípulos a todas las naciones […]” (Mat. 28:18,19). La autoridad a la cual se refería Jesús no es la que se ejerce sobre la gente, sino la que se reconoce por la enseñanza del evangelio y sus resultados. Los ministros del evangelio no son oficiales militares. Son testigos de transformación y conversión, e invitan a otros a esa experiencia.
Autoridad y vida espiritual
La autoridad secular, a menudo se relaciona con el poder. La autoridad clerical está ligada a nuestra vida espiritual y al reconocimiento de nuestra fidelidad a los principios espirituales. La autoridad secular puede depender de un documento legal que la confiere; la espiritual proviene de la Palabra de Dios. Cuando un líder espiritual desea ejercer autoridad que no le compete o es inapropiada, traiciona al pueblo de Dios y su propia vida espiritual se ha dañado, o incluso, destruido.
Para desarrollar una autoridad espiritual saludable, recuerde que ella proviene de Dios. La autoridad proviene de nuestra fidelidad a él y a su Palabra; reside en nosotros, no como un derecho, sino como un don. La autoridad espiritual debe ser cultivada para que no se vuelva opresiva ni dañina. Yo trabajé con personas destacadas que fueron mis supervisores. Eran figuras de autoridad, no por su cargo, sino por el tipo de persona que eran. Un título puede describir lo que la persona hace, pero no le otorga autoridad espiritual. Aquellas personas tenían mi respeto, independiente del cargo que tuvieran.
La autoridad espiritual se asocia con la credibilidad de la persona. ¿Se puede confiar en ella? ¿Vive lo que enseña? ¿Su autoridad proviene de un título o de su fidelidad al plan de Dios para su vida? No podemos tomar prestada la autoridad espiritual; es parte de nuestro carácter.
¿Es esquiva la autoridad espiritual, de manera que solo algunos la pueden alcanzar? No: Solo debemos buscarla en los lugares correctos -Dios y su Palabra interiorizados en nuestra vida. La fidelidad a Dios -en público y en privado- nos da autoridad espiritual.
Sobre el autor: Editor de la revista Ministry.