Según el mismo Jesús, “Nadie conoce… quien es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Luc. 10:22). El Evangelio de Juan muestra la incapacidad de la mente Humana ante el gran misterio que es Dios; y Pablo nos enseña que Dios solo puede ser conocido en la medida que el Espíritu Santo actúa en el corazón que el busca, en un acto de autorrevelación.
El deseo de saber aquello que no se puede saber, comprender al Incomprensible, tocar y probar al Intangible, es común al ser humano y, podemos decir, es lo que dio origen a la teología. El espíritu humano siente sus orígenes y anhela volver a su Fuente. Aunque los eruditos de la Biblia aparentemente se han apropiado de ese conocimiento, este puede y debe ser accesible a todo creyente, por medio de nuestro Señor Jesucristo. En Jesús, Dios se revela en la fe y el amor. Vino hasta nosotros mediante la encarnaci6n; en la expiación nos reconcilia consigo mismo; y, a través de la fe y del amor, tenemos acceso a dl. Esa teología está disponible para todo aquél que cree.
Como escribió Richard Rolle en su libro El perfeccionamiento de la vida, “verdaderamente Dios es de una grandeza infinita, más de lo que podemos imaginar… Pero aun aquí y ahora, siempre que el corazón busca a Dios, es capacitado para recibir la luz increada e, inspirado y lleno de los dones del Espíritu Santo, experimenta las alegrías del Cielo”.
En esta edición, Ministerio aborda este asunto en el artículo del Dr. Juan Millanao, quien responde a muchas preguntas relacionadas con la teología, su evolución en la iglesia cristiana, su importancia y aplicación practica en la Iglesia Adventista.
En adición a este tema profundo y palpitante, la revista trae otros temas oportunos para el crecimiento personal, familiar, espiritual y profesional del pastor.
Recuerde, lector: el tiempo pasa, pero el compromiso de promover su crecimiento permanece inalterable. En busca de este objetivo, no habrá economía de esfuerzos.