“Actualmente la causa de Dios necesita hombres y mujeres dotados de cualidades extraodinarias y de facultades administrativa superiores.”

Uno de los mayores desafíos que enfrenta un líder en los días actuales, es el de coordinar el trabajo de tal forma que no dé lugar a insatisfacciones ni quejas. El líder define el rumbo del grupo e incluso hasta de la institución a la que sirve. Por eso mismo, además de tener vocación, necesita preparación adecuada y ser ejemplo de vida.

Imaginemos una batalla trabada entre un grupo de ovejas y uno de leones. Lógicamente hablando, ¿cuál sería el grupo vencedor? Ciertamente, apostaríamos al grupo de los salvajes leones, pues son más fuertes, feroces, y son carnívoros, y fácilmente devorarían a las frágiles ovejas. Pero todo puede depender del guía. Como ya dijo alguien: “Un ejército de ovejas liderado por un león vencería a un ejército de leones liderado por una oveja”. En verdad, la victoria o la derrota, el éxito o el fracaso, dependen del líder.

Los especialistas afirmaron que hay tres métodos de liderar: tirar, empujar y conducir. En el primer caso, es necesario tener paciencia, perseverancia… y mucha fuerza. Es un método ineficiente y cansador; lastima y estresa al líder. El método del empuje exige fuerza exagerada, autoritarismo y, a veces, algo de crueldad y sentido de deshumanización. Además de ser también ineficiente y muy agotador, termina lastimando al líder y a los liderados. La conducción es, por lo tanto, el método ideal. Es eficiente, poco agotador y nada estresante. Ese fue el método ejemplificado y recomendado por Cristo, el líder por excelencia.

El ejemplo supremo

Conociendo las condiciones bajo las cuales Jesús nació, los preconceptos en contra de la ciudad en la que creció, ¿quién hubiera creído que Nazaret daría al mundo el mayor líder de la historia? Ningún otro líder causó tanto impacto como Jesús, el nazareno. Traduciendo sus cualidades de Buen Pastor y manso Cordero de Dios a nuestros tiempos, podemos afirmar que alguien solo podrá ser un líder por excelencia si está revestido de esas cualidades. Como buen pastor, será competente para conducir. Como cordero, será manso, amoroso, humano y humilde.

Como líder supremo, Jesús fue hábil en el manejo de su cayado. Al utilizarlo, lo hacía cuidadosamente, solo como instrumento para conducir a las ovejas, jamás para castigarlas o herirlas. Aun cuando expulsó a los cambistas y los vendedores del Templo, tuvo cuidado de no agredir. Estaba con el corazón herido, pero no hirió a nadie. En ese momento, todas sus palabras fueron de amor y el celo por la misión que le fuera encomendada por el Padre. Como fundador y dirigente de la iglesia en la tierra, estuvo siempre dentro de los parámetros celestiales. Vivió como hombre entre los hombres, pero jamás pisó en falso. Estaba al servicio del Padre, y eso era suficiente para que viviera según el corazón de él. Las Escrituras afirman que anduvo haciendo el bien, solamente el bien (Hech. 10:38). Fue imparcial. Su actitud jamás fue de superioridad autoritaria y egoísta. Lloró con el sufriente y festejó con el victorioso. Fue perseguido por sus enemigos, pero no persiguió a nadie. Jamás falló. Era sincero y directo, pero amoroso y dócil. Sus liderados lo veían con simpatía, respeto y admiración. Su presencia transmitía satisfacción y seguridad.

Cristo ejerció un liderazgo participativo, permitiendo que sus conducidos se desempeñaran todo lo que les fuera posible. Estaba comprometido con todos, en el sentido de hacerles comprender su misión y la voluntad del Padre. La transparencia y la integridad fueron características notables de su liderazgo. Al realizar hechos extraordinarios, atribuía la honra y la gloria al Padre, no a sí mismo. Vivió únicamente para servir. De hecho, la humildad, el desprendimiento y el amor profundo por sus liderados marcaron la diferencia en su vida.

Características

El líder cristiano actual debe poseer las siguientes características especiales:

  • Valora a las personas; siempre está dispuesto a elogiar.

Utiliza frecuentemente las palabras clave: “Por favor” y “Muchas gracias”.

  1. Invierte, constantemente, en el crecimiento personal y el de los liderados.
  2. Lucha con dignidad con el fin de alcanzar sus ideales.
  3. Se arriesga, aun cuando no tenga la certeza de que tendrá éxito.
  4. Reconoce sus errores y debilidades, antes de señalar fallas en sus liderados.
  5. Es responsable, íntegro, justo y honesto. Tiene buena reputación y procura mantenerla.
  6. Es seguro y consciente, sin tener motivos para la envidia.

Se interesa por la persona, más que por el rendimiento del grupo.

  • Es simpático, amigo y sincero.
  • Llama la atención a los errores cometidos con la dignidad y el amor de Cristo.
  • No deja margen para las murmuraciones.
  • Facilita el diálogo sincero, y no es vengativo.
  • Preserva la buena imagen y promueve el crecimiento de la institución a la que sirve. Sabe lo que es mejor para ella, por eso toma decisiones seguras.
  • Prefiere hacer lo que es correcto, en lugar de hacer lo que lo hace popular.
  • No es centralizador ni autoritario, sino dinámico y democrático.
  • Se reviste de la humildad de Cristo.
  • Es práctico y servicial.
  • Vive y trabaja en dependencia del Líder Supremo.

Sugerencias

Si la chimenea está sucia y obstruida, el hogar a leña retendrá el humo, ennegrecerá la casa, comprometiendo así la limpieza de las paredes, el tejado, y hasta la salud de los moradores. Mientras que la válvula esté libre de residuos, sin obstrucción de grasa, la olla a presión no ofrecerá peligro de explosión. Por lo tanto, si desea ser un líder por excelencia, preste atención a las siguientes sugerencias:

  • Manténgase limpio de manos y puro de corazón. Conserve la conciencia limpia; examínese constantemente.
  • No permita que la inmadurez o la arrogancia ofusquen el brillo de su eficiencia.
  • En todo, haga la voluntad de Dios. El que actúa según la propia voluntad o la voluntad de los hombres, dejará de formar parte de los escogidos del Señor.
  • No se empeñe en sacar ventajas de su liderazgo, ni para usted ni para los más allegados.
  • Que su única meta sea alcanzar los objetivos de Dios. Para eso fue escogido.
  • Todo lo que le venga a sus manos para hacer, hágalo con la certeza de agradar a Dios, aun cuando desagrade a la mayoría de las personas.
  • Colóquese en las manos de Dios y déjese guiar por él a cada instante. El Señor del universo deja de llamar a muchos altamente capacitados, pero orgullosos, para escoger y capacitar al siervo humilde.

“Actualmente, la causa de Dios necesita a hombres y mujeres dotados de cualidades extraordinarias y de facultades administrativas superiores; hombres y mujeres que examinen las necesidades de la obra paciente y cabalmente en los diversos campos; personas que posean una gran capacidad de trabajo; dotadas de corazones bondadosos y acogedoras, de cabeza serena, cabales y de juicio imparcial; que se hallen santificadas por el Espíritu de Dios y puedan decir intrépidamente ‘No’, o ‘Sí’ y Amén a las propuestas que escuchen; que sean de condiciones firmes, discernimiento claro, y corazones puros y llenos de simpatía; personas que pongan en práctica las palabras: ‘Todos ustedes son hermanos’; que luchen por elevar y restaurar a la humanidad caída” (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 237).

En suma, el líder por excelencia se entrega por completo al trabajo, sin esperar recompensa terrena. Tienen sus ideales dirigidos hacia la eternidad, en consonancia con el consejo de Pablo: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:2).

Sobre la autora: Esposa de pastor, trabaja en la Asociación Brasilera Central Rep. del Brasil.