Te daré mi voz
Al escuchar el susurro ronco de su madre causado por un resfrío, la niña de 3 años preguntó qué pasaba.
-Perdí mi voz -replicó su madre.
Deseando ayudar, la pequeña niña dijo:
-Te daré mi voz.
Algunas veces, los ministros del evangelio necesitan dar sus voces a otros, porque de lo contrario algunas personas nunca serán escuchadas, nunca tendrán una voz. Nuestro mundo tiene problemas con toda clase de contaminaciones, incluyendo la contaminación del ruido. Es difícil alejarse de esta clase de contaminación: ruido de autos, aeroplanos, ciudades superpobladas y motocicletas, además del ruido de las ciudades llenas con millones de personas.
Algunas veces debemos gritar para ser escuchados.
A algunos, sin embargo, se los escucha menos que a otros, y a algunas personas nunca se las escucha. A la gente importante generalmente se la puede escuchar, mientras que las voces de muchos otros quedan ahogadas. ¿Hemos sido entrenados para ignorar a ciertas personas? Como ministros (pastores, capellanes, maestros, líderes de la iglesia), necesitamos darles nuestra voz, de modo que puedan ser escuchadas de tal manera que sus necesidades, es de esperarse, puedan ser suplidas. Pero, concederle a alguien nuestra voz tiene más que ver con la acción que con palabras reales. Significa reconocer sus necesidades, admitiéndolas y haciendo lo que podamos para asistirlas. Todo esto debiera ser hecho de tal manera que preserve la dignidad de la otra persona, al mismo tiempo que la realce.
Jesús hizo esto cuando les dio su voz a otros. Por ejemplo, Jesús dedicó tiempo para mostrar que los niños eran importantes para él, aunque los discípulos no estaban complacidos. Marcos escribe que Jesús, “tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía” (Mar.10:16). Su acción sorpresiva demostró su preocupación por los niños, niños ignorados porque, demasiado a menudo, a la vista de los adultos, ellos no son importantes.
Jesús se identifica a sí mismo
Porque sanar fue una de las actividades favoritas de Jesús, y una parte central de su ministerio, los evangelios registran numerosos relatos de sanidad. En ese momento, Juan el Bautista estaba en prisión: él envió a sus discípulos a Jesús para descubrir si él era el “que había de venir”. La respuesta pudo haber sorprendido a los discípulos de Juan; verdaderamente me sorprende a mí.
Jesús les dijo a los discípulos de Juan: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mat. 11:3-5).
Noten lo que Jesús dijo acerca de su misión. Su declaración se centró en las necesidades de individuos a menudo olvidados: los ciegos, los niños, los leprosos, los sordos y otros que también son olvidados demasiado a menudo. El escogió no hacer otra declaración teológica que la referida a la predicación de las buenas nuevas; hasta la enfocó en los pobres, otro grupo olvidado y a menudo ignorado.
Identificándonos a nosotros mismos
¿Cómo nos solemos identificar? ¿Cómo se identifican nuestras congregaciones? ¿Recordamos a la gente que era importante para Jesús?
Varios artículos, en este número, se refieren a las necesidades y las posibilidades de personas que son a menudo pasadas por alto. Nos centraremos en individuos con varios desafíos; aquellos que son sordos, ciegos, cojos o de alguna otra manera discapacitados; aquellos a quienes podríamos considerar demasiado jóvenes para ser importantes; aquellos demasiado ancianos como para ser útiles; los divorciados y los oprimidos. A esta lista podríamos haber añadido a los enfermos, los pobres y otros. Queremos hacerlo en un número más adelante. Pero, ¿qué estamos haciendo por las personas que enfrentan los desafíos planteados en nuestros artículos? ¿Sabemos siquiera que ellos existen, a menudo en nuestras comunidades?
¿Estamos otra vez pidiendo a pastores recargados y a congregaciones que ya están enfrentando varios desafíos que tomen un ministerio adicional? Sí, lo estamos haciendo, porque la mayoría de los ministerios se realizan en el contexto de la congregación, cuyo liderazgo consiste en líderes laicos y pastores. Además, coordinar y organizar cuerpos tales como asociaciones provee sostén y estructura. Tal vez su congregación no puede ocuparse de tres o cuatro nuevos ministerios. Bueno, ¿qué tal sería considerar dos nuevos ministerios o quizás un nuevo ministerio? ¿Qué tal sería orar con el fin de que Dios guíe a su congregación para determinar qué ministerio adicional puede incluir? Tal vez ese ministerio podría ser hacia individuos que son a menudo olvidados.
Dar una voz
Escuche lo que la gente ignora a menudo. Comparta su voz con ellos. Su voz los ayudará a ser escuchados, de modo que, como iglesia, suplamos sus necesidades. Después de todo, ¿no es eso lo que hizo Jesús?
Sobre el autor: Editor de la revista Ministry.