El sábado sirvió en los tiempos del Antiguo Testamento como tipo de la futura redención mesiánica. El hecho de que haya una tipología de la redención en la observancia del sábado ha inducido a muchos cristianos a creer que ya no lo necesitamos guardar, ya que Cristo cumplió todo eso.

En este artículo vamos a examinar brevemente el tema del sábado en Lucas, Mateo y Marcos, para descubrir si el ministerio redentor de Cristo aparece en el Nuevo Testamento como una manera de ponerle fin, o en cambio como una forma de actualizar el sábado del Antiguo Testamento.

Lucas presenta a Cristo como alguien que tenía la costumbre de guardar el sábado (“conforme a su costumbre”, Luc. 4:16) y que predicó su primer sermón en la sinagoga de Nazaret durante un sábado. En esa ocasión leyó y comentó un pasaje que se encuentra en Isaías 61:1 al 3, aunque también mencionó Isaías 58:6: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Luc. 4:18, 19).

En este pasaje, Isaías emplea la imagen del sábado para describir la liberación que el Mesías le traería a su pueblo. Y Cristo usó el mismo pasaje para presentarse ante su pueblo como el cumplimiento de sus expectativas mesiánicas. Eso queda en claro en la breve explicación que dio a continuación: “Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros” (vers. 21). Este tema de la promesa y su cumplimiento se repite en todos los evangelios, inclusive en Lucas. (Luc. 24:44, 26, 27.) Pero, ¿dónde encontramos el sábado aquí? Una mirada a las enseñanzas de Jesús acerca del sábado en su ministerio puede ayudarnos a contestar esta pregunta.

Las primeras curaciones en sábado

El anuncio de Cristo en Nazaret de que él era el Mesías tiene como secuencia, en el evangelio de Lucas, dos episodios relacionados con curaciones efectuadas en sábado. El primero ocurrió en la sinagoga de Capernaum, durante una reunión sabática, y resultó en la sanidad espiritual de un hombre poseído por el demonio. (Luc. 4:31-37; Mar. 1:21-28.)

La segunda curación se produjo inmediatamente después del culto celebrado en la casa de Simón, y resultó en la restauración física de la suegra de éste. (Luc. 4:38, 39; Mar. 1:29-31.) Como consecuencia de esta última curación, toda la familia se regocijó y rindió adoración: “Y levantándose ella al instante, les servía” (Luc. 4:39).

Asuntos tales como liberación, regocijo y adoración, que están presentes en forma embrionaria en esas primeras curaciones, se relacionan más explícitamente con el significado del sábado en el subsiguiente ministerio de Cristo.

La curación de la mujer encorvada, relatada solamente por Lucas, aclara la relación que existe entre el sábado y el ministerio salvador de Cristo. En la breve narración (Luc. 13:10-17), el verbo lúo, traducido por lo general por “librar, desatar o soltar”, es usado tres veces por el Señor, lo que sugiere que no lo hizo por casualidad, sino en forma intencional.

La primera vez Cristo usó ese verbo cuando dijo: “Mujer, eres libre de tu enfermedad” (vers. 12). En otras dos ocasiones Cristo usó el verbo para responder a la indignación del dirigente de la sinagoga: “¡Hipócrita! —le dijo—, ¿no desatáis vosotros vuestro buey o vuestro asno del pesebre y lo lleváis a beber en sábado? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en sábado? (vers. 26,16, RVR 1995).

Por medio de esta comparación Cristo demostró cómo se estaba distorsionando el tema del sábado. Se podía soltar legítimamente a un buey o un asno en sábado para que pudieran beber (posiblemente porque si pasaban un día entero sin beber perderían peso y consiguientemente disminuiría su precio en el mercado), pero no se podía librar en sábado de algunas de sus enfermedades físicas y espirituales a una mujer que sufría.

Cristo obró deliberadamente en contra de las ideas preconcebidas de sus oponentes, con el propósito de devolverle al sábado el propósito establecido por Dios en el principio. Se debe notar que en ésta, como en otras curaciones realizadas en sábado, no estaba poniendo en tela de juicio la validez del mandamiento relativo al sábado, sino que estaba discutiendo su verdadero significado, que había sido oscurecido por la multitud de tradiciones e innumerables restricciones de los judíos.

La redención en el sábado

La imagen de libertar a una víctima del cautiverio de Satanás durante el transcurso del sábado (Luc. 13:13) nos lleva de nuevo al anuncio de Cristo relativo a su misión de “pregonar libertad a los cautivos” (Luc. 4:18). ¿No será que el acto realizado por Jesús de librar en sábado de sus problemas físicos y espirituales a una hija de Abraham es un buen ejemplo de cómo se estaba cumpliendo la liberación mesiánica? (vers. 21).

La relación que existe entre el sábado y la liberación del pecado la reconoce, por ejemplo, Paul K. Jewett, quien afirmó acertadamente: “En las curaciones efectuadas por Jesús durante el sábado no tenemos sólo actos de amor, compasión y misericordia, sino verdaderos actos sabáticos, hechos que demuestran que la redención mesiánica sabática —el cumplimiento del reposo sabático del Antiguo Testamento—, se estaba introduciendo en el mundo. Por lo tanto, de entre todos los días, el sábado es el más apropiado para llevar a cabo actos de curación”.[1]

Sanar a gente como la mujer encorvada no es sólo un acto de amor y compasión, sino verdaderos “actos sabáticos” que revelan cómo la redención llevada a cabo por el Mesías, tipificada y prometida por medio del sábado, se cumplió totalmente a través del ministerio salvador de Jesucristo. Al sanar cuerpos y espíritus en sábado, Cristo le estaba confiriendo al día un significado que nos recuerda el éxodo del espíritu, que sale de las cadenas de Satanás para dirigirse a la libertad del Salvador.

El sábado y el reposo

Mateo reúne a propósito dos episodios sabáticos (12:1-14) con el gran ofrecimiento de reposo de Cristo que aparece en Mateo 11:28 al 30: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.

Para comprender la naturaleza del reposo ofrecido por el Salvador es necesario recordar una vez más que el reposo sabático en los tiempos del Antiguo Testamento servía para nutrir la esperanza de la redención por medio del Mesías. Se esperaba la era mesiánica como “un verdadero sábado y reposo para la vida eterna”.[2] A la luz de esa interpretación, al ofrecer su reposo, Cristo se reveló como el Mesías que había venido a traer la paz y el descanso tipificados por el sábado.[3]

La relación que existe entre el reposo ofrecido por Cristo y el sábado también la percibió Mateo al ubicar este pasaje (11:28-30) inmediatamente antes de los sucesos acaecidos en sábado que se relatan en Mateo 12:1 al 14. El ofrecimiento de reposo hecho por Jesús y los acontecimientos ocurridos en el sábado no están relacionados sólo estructuralmente sino temporalmente también por medio de la frase: “En aquel tiempo” (12:1), lo que algunos estudiosos han notado también.[4] El tiempo mencionado es el sábado, durante el cual Jesús y los discípulos entraron en el campo.

La relación teológica entre el reposo ofrecido por el Salvador y el sábado se aclara cuando se analizan los dos acontecimientos. El primero se refiere a los discípulos que recogían espigas en sábado (vers. 1-8), e interpreta el reposo ofrecido por Jesús como redención. Eso se aclara más aún cuando Cristo evoca el ejemplo de los sacerdotes, que trabajaban intensamente durante el sábado en el templo “y son sin culpa” (vers. 5).

Los sacerdotes no eran culpables, aunque en el sábado ofrecían mayor cantidad de sacrificios y holocaustos que los demás días. (Núm. 28:8, 9.) No eran culpables, como consecuencia de la naturaleza redentora del servicio que llevaban a cabo durante el sábado. Cristo consideró esa obra redentora —realizada como símbolo por los sacerdotes— como suficiente para justificar su ministerio en sábado, por el hecho de que él se consideraba a sí mismo como “mayor que el templo” (Mat. 12:6). La redención ofrecida simbólicamente por medio de las ceremonias y los sacrificios del templo,[5] se cumplía ahora por medio de la misión salvadora del Hijo del hombre, el Mesías.[6] Por lo tanto, así como los sacerdotes no tenían culpa al trabajar los sábados en el templo, lo mismo sucedía con los discípulos de Jesús que estaban sirviendo a Alguien que era mayor que el templo.[7]

El segundo episodio, la curación del hombre con la mano seca (vers. 9-14), destaca una cura mesiánica y la restauración tipificadas por el sábado. De acuerdo con Donald A. Carson, la curación de ese hombre “presenta a Jesús como si estuviera realizando una curación mesiánica en ese día. ¿No es ése uno de los principales temas de Mateo? El descanso real y verdadero, al cual el sábado siempre señalaba, se estaba cumpliendo entonces”.[8]

De esa manera se ve como si Cristo estuviera actualizando en Mateo el reposo sabático del Antiguo Testamento, y ofreciendo al mismo tiempo a sus seguidores el reposo mesiánico. Los dos acontecimientos mencionados por Mateo le dan al descanso sabático el significado de la redención y la restauración mesiánicas. Cuando se los examina dentro de su contexto, no invalidan el sábado sino que lo revitalizan y lo renuevan gracias a la influencia del Mesías.

Vale la pena tomar nota de que los siete milagros de curación llevados a cabo por Cristo en sábado, relatados por los evangelios, tuvieron como sujetos a gente que padecía de enfermedades crónicas. Esos actos intencionales de curación en favor de personas que padecían enfermedades incurables, sirven para demostrar de qué manera cumplió Jesús las esperanzas mesiánicas contenidas en la observancia del sábado.

Cómo guardar el sábado

El significado redentor del sábado se refleja en la manera de guardarlo. Los diversos pasajes que aparecen en los evangelios ponen de manifiesto que existía cierta controversia con respecto a la observancia del sábado entre los seguidores de Cristo y las sinagogas judías, que en algunos casos estaban totalmente enfrentados.

El conflicto tenía que ver básicamente con la manera de guardar el sábado. ¿Se lo debería hacer como “sacrificio”, es decir, como una demostración externa del cumplimiento de la ley del sábado? O, ¿se lo debería guardar como “misericordia”, es a saber, como una oportunidad para manifestar compasión y hacerle el bien a quien lo necesitara? (Mat. 12:7).

Para defender el nuevo enfoque cristiano de la observancia del sábado como un día para celebrar la redención mesiánica, manifestando misericordia y haciéndole el bien a los necesitados, los autores de los evangelios invocan el ejemplo y la enseñanza de Jesús. Por ejemplo, en el caso de la mujer encorvada, Lucas estableció un contraste entre dos diferentes maneras de guardar el sábado: la del dirigente de la sinagoga y la de Cristo. Para el dirigente, la observancia del sábado consistía en una serie de reglas que se debían observar, y en su concepto no cabía la gente que se debía amar. (Luc. 13:14.) Para Cristo el sábado era un día cuando se podía llevar libertad física y espiritual a los necesitados (vers. 12-16).

Esta interpretación humanitaria del sábado se manifiesta también en el caso de la curación del hombre de la mano seca, que aparece en los tres evangelios sinópticos. (Mar. 3:1-6; Mat. 12:9-14; Luc. 6:6-11.) En esa oportunidad Jesús respondía una pregunta formulada por los fariseos acerca de si eran lícitas o no las curaciones llevadas a cabo en sábado. En su respuesta el Señor planteó una cuestión de principios: “En sábado, ¿es lícito hacer bien o hacer mal?, ¿salvar la vida o quitarla?” (Mar. 3:4; Luc. 6:9, RVR 1995).

Es interesante notar que tanto en Marcos como en Lucas se podría haber usado el verbo sanar en lugar de “hacer el bien” o “salvar”. Jesús evitó ese verbo porque quería ubicar dentro de la intención de la ley del sábado no sólo las curaciones, sino todo acto de bondad.

La nueva comprensión cristiana del sábado se puede percibir también en un antiguo documento conocido como Epístola a Diogneto (de entre el 130 y el 200 d.C.), en el cual se acusa a los judíos de calumniar a Dios porque decían: “ ‘Él (Dios) nos ha prohibido hacer el bien durante el sábado’. ¿No es impiedad esto, acaso?”[9]

Conclusión

La idea de que la observancia del sábado tiene una faceta humanitaria se funda en el cumplimiento, por medio de Cristo, de su tipología relativa a la redención, que vemos expresada de diversas maneras en los evangelios. Por el hecho de que los creyentes del Nuevo Testamento percibieron que el descanso y la redención tipificados por el sábado del Antiguo Testamento se habían cumplido mediante la misión redentora de Cristo, pudieron considerar ese día como una ocasión para recordar y celebrar tanto el reposo como la redención mesiánicas, al manifestar misericordia hacia el prójimo y al hacerle el bien a los necesitados. Por lo tanto, en el contexto actual, se invita a los cristianos por medio del descanso sabático a celebrar no solamente la Creación sino también la Redención, al obrar misericordiosamente en favor de la gente en general.

Sobre el autor: Es doctor en Filosofía y profesor de Teología e Historia de la Iglesia en la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias:

[1] Paul K. Jewett, The Lord’s Day: A Theological Guide to the Christian Day of Worship [El día del Señor: una guía teológica para conducimos al día cristiano de adoración] (Grand Rapids, William B. Eerdmans, Ed., 1972), p. 42.

[2] Pirke del Rabí Eliezer, traducido al inglés por Gerald Friedlander (Nueva York, B. Bloom, 1971), p. 141.

[3] Un análisis más completo acerca del contexto literario y de la naturaleza sabática del reposo de Cristo se puede ver en mi trabajo “Matthew 11: 28-30. Rest and the Sabbath” [Mateo 11:28-30. El reposo y el sábado], Andrews University Seminary Studies, 22 [Estudios del seminario de la Universidad Andrews, 22] Autumn 1984, pp. 289-316.

[4] Véase, por ejemplo, J. Daniélou, The Bible and the Liturgy [La Biblia y la liturgia] (South Bend: Imprenta de la Universidad de Notre Dame, 1956), p. 228; Daniel Hill, The Gospel of Matthew [El evangelio de Mateo] (Londres, Imprenta Oliphant, 1972), pp. 208, 210; D. A. Carson, Ed., “Jesús and the Sabbath and the Four Gospels” [Jesús y el sábado y los cuatro evangelios] en: From the Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation [Una investigación bíblica, histórica y teológica] (Grand Rapids, Casa Editora Zondervan, 1982), p. 66.

[5] El libro de los jubileos explica que “quemar incienso y traer ofrendas y sacrificios delante del Señor nuestro Dios… se llevará a cabo en los días sábados en el santuario del Señor nuestro Dios, para que puedan hacer expiación con sacrificios en favor de Israel” (50:10,11).

[6] Este concepto cuenta con el apoyo de varios eruditos. Gerhardt Barth, por ejemplo, comenta que por medio de la frase “ ‘uno mayorque el templo está aquí…’ Jesús está queriendo decir indudablemente que por medio de él se consuma y se cumple el ministerio mesiáni- co, y que por lo tanto, él es mayor que el templo” (Tradition and Interpretation in Matthew [Tradición e interpretación en Mateo] (Filadelfia, Imprenta Westminster, 1963), p. 82.

[7] Elena de White anotó con mucha percepción lo siguiente: “Ellos (los sacerdotes) cumplían los ritos que señalaban el poder redentor de Cristo, y su labor estaba en armonía con el objeto del sábado. Pero ahora, Cristo mismo había venido. Los discípulos, al hacer la obra de Cristo, estaban sirviendo a Dios y era correcto hacer en sábado lo que era necesario para el cumplimiento de esta obra” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, Mountain View, California, 1955, p. 252).

  • [8] Carson, p. 75.
  • [9] Epistle to Diognetus, 4, 3, in The Anti-Ni- cene Fathers [Epístola a Diogneto, 4, 3, en Los padres antenicenos] (Grand Rapids, William B. Eerdmans, Ed., 1973, reimpresión), 1.1, p. 26.