No importa dónde. No importa quién sea. Todo traslado que tenga que ver con un pastor produce suspenso y especulación. ¿Por qué? ¿Por causa de las dificultades relacionadas con la nueva ubicación? ¿O porque la mudanza puede afectar el porvenir del ministro?

¿Despierta tanto interés el tema de la mudanza por causa de la emoción de asumir una nueva tarea, o por la oportunidad de escapar de los “atormentadores”? ¿O será porque la nueva ubicación le ofrece al pastor una oportunidad para reflexionar acerca de los éxitos y fracasos de su ministerio?

Creo que hay algo de verdad en todas las preguntas que acabamos de formular. Pero, por encima de todo, lo más saludable de la mudanza de un pastor es su posible contribución al cumplimiento de la misión de la iglesia.

Las bases para la distribución de pastores

Durante años he observado que los administradores de los campos distribuyen a los pastores en los distritos sobre la base de lo que consideran los mejores métodos. Algunas de estas mudanzas han sido verdaderos éxitos y otros rotundos fracasos. En la mayor parte de los casos se observa un término medio con una posible tendencia hacia lo peor. Las lecciones que derivamos de este proceso son interesantes, y posiblemente importantes y útiles para el desarrollo de un objetivo misionero más definido. A pesar de que no disponemos de demasiados datos empíricos para llegar a conclusiones exactas con respecto a cómo se puede ajustar el pastor a su iglesia, la evidencia que se logra obtener de los diferentes casos indica en general que existe cierto patrón y una base para estos traslados. Me parece que hay por lo menos cuatro modelos diferentes, y hasta es posible que podamos proponer un quinto.

1. El modelo basado en el prestigio. Este modelo clasifica a las iglesias de acuerdo con cierta escala, y presupone que valen más o menos en función de factores tales como la demografía, el nivel socio económico, el grado de educación de los miembros, el tamaño y la belleza de los edificios, su ubicación (ya sea en el centro, en un barrio o en una zona rural) y su contribución al campo. Al mismo tiempo se clasifica a los pastores tomando en cuenta algunas características más o menos perceptibles, como ser su nivel de educación, cierto carisma, modo de vestir y de hablar, etc. Las responsabilidades se distribuyen tomando en cuenta esas dos escalas, a saber, las iglesias y los distritos, y los pastores disponibles. De acuerdo con este modelo, la “iglesia más importante” recibe al pastor que posee rasgos de carácter y habilidades destacados, mientras que “los pastores menos brillantes” van a parar a los “lugares apartados”. Un pastor dijo cierta vez: “El lugar adonde te envían es la más exacta evaluación que puedes esperar o desear. Lo que la administración piensa acerca de ti resulta evidente en el momento del traslado”.

2. El modelo premio/castigo. Para clasificar las iglesias, este modelo emplea una escala que se basa en la cantidad de miembros, los edificios, las finanzas y la ubicación. La designación de los pastores, al mismo tiempo, se basa en el aprecio que tenga de él la administración, o la falta de aprecio que manifieste hacia él. Los “puestos más codiciados” se destinarán a “los partidarios de la administración”, mientras que las zonas más desfavorecidas quedarán a cargo de los que se considera que “no son tan partidarios de la administración”. Un pastor que fue trasladado no hace tanto comentó: “Yo ya sabía que el presidente no me quiere. Esta mudanza demuestra que yo estaba en su ‘lista negra’ ”.

Otro factor que cabe en este modelo es la confianza de los administradores. Las iglesias más influyentes se destinan a los que se consideran más leales o que podrían apoyar a la administración en situaciones difíciles.

  1. El modelo del ajuste. Este modelo precisamente propone un “ajuste” entre las características peculiares de una iglesia y los rasgos personales más destacados del pastor. La pretensión de este modelo consiste en “casar” a la iglesia con la personalidad del pastor, para que la operación se lleve a cabo con los menores roces posibles.
  2. El modelo de las relaciones humanas. Este modelo es multidimensional. Las decisiones se toman en función de ciertas circunstancias, como ser: la casa propia del pastor, el trabajo de la esposa, la escuela de los hijos o la edad del ministro en relación con el clima o la topografía del lugar, etc. Este modelo se atiene a la siguiente máxima: “La salud de la organización depende de la comodidad del obrero”.

Análisis de estos modelos

Se entiende que haya ventajas y circunstancias que pueden justificar la preferencia de un modelo sobre los otros. Existen también suficientes evidencias para sugerir que los períodos pastorales relativamente cortos de los ministros adventistas rinden más, o por lo menos lo mismo, que los períodos más largos. Entonces, la pregunta que surge no es si el traslado de los pastores es saludable o no para nuestras iglesias. Antes es necesario considerar algunos puntos. ¿Qué modelo ayuda más o perjudica más a la iglesia en el cumplimiento de su misión cuando llega la hora de trasladar al pastor? ¿En qué condiciones se pueden obtener mayores beneficios con una mudanza?

El predominio del modelo que se basa en el prestigio, en virtud del cual el pastor mejor calificado recibe el mejor púlpito, puede contribuir a impedir el desarrollo del campo, pues se descuida a las iglesias débiles que por eso mismo siguen siendo subdesarrolladas. Como resultado de ello se debilitan aún más, se vuelven menos activas y reciben pastores cada vez menos capaces. El resultado es un círculo vicioso: los pastores menos eficientes se hacen cargo de las iglesias más débiles, donde se encuentran con una receta que ya está en marcha, cuyo resultado será un desarrollo cada vez menor de la iglesia, situación que generalmente empeora porque a la iglesia le faltan líderes calificados o motivados.

En los lugares donde el traslado de los pastores se basa en el esquema premio/castigo o simpatía/ antipatía, el resultado será un constante tire y afloje, un permanente juego de influencias, politiquería y ciertos manejos destinados a escalar posiciones, acompañados de subterfugios y del desmedro de la calidad profesional del pastor. Un resultado inevitable de este modelo es la creación de un clima extraño a la organización, con la pérdida del espíritu de camaradería, de la confianza y la motivación. Además, se le infiere un tremendo perjuicio al carácter sagrado de la vocación ministerial, como asimismo al rito de la ordenación. Al trabajar de acuerdo con este modelo, los pastores están expuestos a un enorme daño espiritual, profesional y psicológico, que desvía las energías que necesita la misión hacia la política denominacional.

El modelo de “ajuste” puede ser bueno para descubrir al pastor mejor calificado con el fin de satisfacer las necesidades de determinada iglesia, pero en general no es suficiente para lograr un aumento sensible del crecimiento. El modelo que se basa en las relaciones humanas, aunque tome bien en cuenta la comodidad del pastor, su esposa y sus hijos, no condice con la enseñanza bíblica relativa al altruismo, que siempre se debe manifestar en el ministerio.

Ya que estos cuatro modelos son deficientes, debemos encontrar la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Será que no existen otros elementos de juicio que puedan condicionar el método a aplicar cuando se trata de trasladar pastores, de manera que podamos resolver el problema?

La combinación de la habilidad con la necesidad

Me gustaría sugerir un modelo que toma en cuenta un plan o visión relacionado directamente con el desarrollo de la iglesia, y que implica un interesante aprovechamiento de las habilidades de los pastores, con la mira de satisfacer las necesidades de las iglesias.

Es necesario destacar la diferencia que existe entre este modelo y el del “ajuste”, que se basa precisamente en el ajuste entre las características de la iglesia y el comportamiento del pastor, con la intención de reducir la fricción y la tensión. En cambio, el modelo que se basa en la necesidad/habilidad pone énfasis en el ajuste que debe existir entre las habilidades del pastor y las necesidades de la iglesia, teniendo en vista precisamente su desarrollo. Para eso es necesario hacer los planes pertinentes y llevarlos a cabo con el fin de alcanzar un éxito completo. Lo más interesante es que ese ajuste entre las habilidades de los pastores y las necesidades de crecimiento de las iglesias, reales e identificadas, también termina dando solución a los conflictos, porque los problemas sociales contribuyen definidamente a la falta de rendimiento de las iglesias.

De esta manera el principio que determina el traslado del ministro se concentra en un solo factor: el fortalecimiento de cada iglesia, para que pueda cumplir la misión de predicar el evangelio en su vecindario. Si la misión debe ser la razón fundamental de nuestra existencia, las iglesias poco desarrolladas o con poco poder no serán capaces de cumplirla, y seguirán siendo frágiles hasta que reciban a alguien capaz de ayudarles en forma adecuada a crecer y a funcionar satisfactoriamente.

La base teológica de este modelo que se basa en las necesidades y las habilidades se puede encontrar en la comparación que hizo Pablo en Efesios 4 de la iglesia con un cuerpo humano. De la misma manera como cada parte del cuerpo es importante para su función y el cumplimiento de su misión, todas las iglesias son importantes para el desarrollo y el cumplimiento de la misión de la totalidad del cuerpo de Cristo. Si una Asociación designa a sus mejores pastores para que atiendan a sus iglesias más destacadas, eso irá en contra del principio divinamente expresado que establece que precisamente se debe dar la más cuidadosa atención y consideración a las mayores necesidades. Donde se aplique este modelo basado en las necesidades y las habilidades, o la designación de un pastor en función del desarrollo planificado por el campo, se enviará a los mejores pastores a las iglesias menos desarrolladas o que tienen necesidades más definidas. Este modelo

contribuirá a disminuir la diferencia que existe entre las iglesias que más crecen y las que padecen más necesidades en el territorio de la Asociación o la Misión, con las más desarrolladas. Las personas que son tan preparadas como Pablo, deben ir a regiones tan desfavorecidas como Macedonia (Hech. 16:7,10).

El ideal

La ubicación de los pastores en el campo tiende a reflejar las creencias y los compromisos de la organización con respecto a su misión. Cualquier consideración que se oponga a este sagrado ideal frustrará el concepto adventista relativo a la terminación de la obra. Si estamos interesados en concluirla, y si queremos usar el traslado de los pastores para fortalecer a la iglesia local, debemos adoptar el modelo que se basa en las necesidades y las habilidades. La importancia del ministerio debe ser evaluada en razón del desarrollo y las realizaciones del campo, y no en la designación de un púlpito destacado como demostración de una buena organización, de la fuerza de la iglesia o del cumplimiento de la misión.

Sobre el autor: Es pastor en la Asociación del Sur del Caribe.