Elena de White y otros pioneros de la Iglesia Adventista manifestaron desde el mismo principio mucho interés en el mensaje de la temperancia y la salud.
En efecto, la Hna. White tuvo su primera visión acerca de la salud en 1848, en la que se le mostró que “no sólo el tabaco es perjudicial; también el té y el café son ‘nocivos’ ”. Pero recién el 6 de junio de 1863 tuvo su primera gran visión acerca de este asunto, en Otsego, Michigan. Eso sucedió menos de tres semanas después de la adopción de los primeros estatutos de la Asociación General y de la elección de sus primeros administradores.
El foco de la visión fue la medicina preventiva personal y cómo disfrutar de mejor salud. El camino que se recomendó fue un estilo de vida natural. En tomo a 1866 se comenzó a publicar The Health Reformer (El reformador de la salud), y se abrió en Battle Creek, Michigan, el Instituto Occidental de la Reforma de la Salud. Ese instituto fue el precursor del gran sanatorio médico y quirúrgico establecido en 1878 bajo la dirección de un médico joven y talentoso, el Dr. John Harvey Kellogg.
Hoy la iglesia posee una red mundial de hospitales y clínicas de alta calidad, y se le da un énfasis especial a los esfuerzos de evangelización que tienen como centro los temas relacionados con la salud, como ser cursos de cocina vegetariana, seminarios para el control del estrés, cursos para dejar de fumar y beber y atención médica y odontológica en clínicas rodantes.
Además de esto, ciertos estudios científicos relacionados con las creencias adventistas acerca de la salud han suscitado en algunos círculos respeto y consideración por la iglesia, donde otros aspectos de sus creencias se consideran poco o nada atractivos. Importantes estudios e investigaciones han desempeñado un papel notable al demostrar a la comunidad científica que un régimen alimentario apropiado, especialmente vegetariano, y el estilo de vida que nosotros siempre hemos creído que es sano, promueven en realidad la buena salud. Nuestro concepto acerca de la salud y la alimentación se consideró por mucho tiempo una mera reminiscencia de algunos visionarios del siglo XIX. Pero la integración entre la religión y la salud es una realidad constante y creciente, reconocida por eruditos no adventistas.
Las conexiones
Posiblemente la primera conexión, y la más obvia, entre la religión y la salud, abarca el concepto de un Dios creador. El maravilloso poder creador del Señor, su formación del organismo humano con sus admirables y profundos componentes morales, sociales, psicológicos, bioquímicos y fisiológicos, merece la mayor atención de nuestra parte. Al obrar de manera inteligente, al aceptar el concepto de la creación, el individuo podrá ser conducido a la aceptación de un régimen vegetariano, no sólo por respeto a la vida de los animales, sino también tomando en cuenta el uso más prudente de los recursos de la Tierra.
La segunda conexión entre la religión y la salud se relaciona con el concepto de la existencia de un Dios de amor. Ese concepto nos lleva a comprender que el Señor se interesa en la preservación de la salud de sus criaturas, proporcionándoles orientación y guía, principios para promover la buena salud y una larga vida productiva. Los adventistas disponemos además de revelaciones adicionales acerca de la vida sana en los escritos de Elena de White. Esas informaciones son especialmente apropiadas para la prevención de las enfermedades que forman parte de una cultura complicada y rica.
Un estilo de vida que incluye un pesado régimen de alimentación basado en el consumo de carne y con poco ejercicio físico tal vez no haya sido problema en los tiempos bíblicos. Pero hoy, al considerar los extremos a que se llevan esos malos hábitos en las sociedades ricas e industrializadas, requiere de nosotros que prestemos más atención al tema del estilo de vida y su relación con la fe.
Finalmente, surge una pregunta intrigante: La vida sana, ¿forma parte del proceso de la salvación? El argumento de Pablo, en el sentido de que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, presupone en primer lugar una sana conducta moral; pero también implica el llamado evangélico para preservar ese templo en buenas condiciones físicas. ¿Es posible, acaso, que la forma como nos alimentamos, la cantidad de horas que dormimos y los ejercicios físicos que hacemos o dejamos de hacer, puedan afectar a nuestro pensamiento y nuestra percepción, desde el punto de vista de la espiritualidad? En esto debemos pensar.
Necesidad de apoyo
El énfasis adventista en el tema de la salud personal está pasando por una crisis. Nuestro mensaje de salud original era una mezcla de medidas terapéuticas para quienes ya estaban enfermos, e incentivos para adoptar de manera preferente un estilo de vida correcto como prevención de la enfermedad. A decir verdad, nuestro énfasis tradicional acerca de la vida sana no ha sido completamente abandonado. Lo que realmente ha sucedido es que se produjo una merma del apoyo y el énfasis corporativos al respecto. Siendo que esto es así, surge una inquietud: ¿Hasta cuándo vamos a poder seguir sosteniendo nuestro mensaje de salud?
¿Estamos tan compenetrados como podríamos estarlo en la obra de promover y divulgar en la comunidad los principios de la salud, que forman parte de nuestras creencias? ¿Cuánto tiempo ha pasado, mi querido pastor, desde que usted oyó o predicó por última vez un sermón acerca de la importancia de la salud personal? En algunos campos el departamento de Salud y Temperancia parece sólo un apéndice, una especie de contrapeso de las actividades de los directores de departamentos. Es, en cambio, un asunto que requiere un liderazgo eficaz y una intensa actividad educativa. ¿Acaso se encuentran en el pasado los días de gloria de la enseñanza y la práctica del mensaje de salud de la Iglesia Adventista?
Los administradores de la iglesia tienen muchas prioridades y presiones. Por esta razón ellos caen muchas veces en la tentación de no ver el ministerio de la salud como un asunto importante y urgente. En algunos casos se califica de ultra conservadores a los grupos de pensadores adventistas que ponen énfasis en el mensaje de la salud, con ideas que van a contrapelo con el buen sentido y los conocimientos de la medicina moderna.
Algunos de nuestros teólogos también, al parecer, no le dan la debida importancia al tema de la salud como parte de nuestro sistema de creencias. Aunque muchos estén personalmente comprometidos con un estilo de vida sano, la salud, como un principio de fe, aparentemente es para ellos algo embarazoso, que se presenta algunas veces como un resabio del pasado. Por consiguiente, se expone con mucha pobreza la teología de la salud. Junto a todo ello está el estigma del legalismo que se le adjudica a los adventistas que insisten en practicar y propagar con eficacia el mensaje de la salud.
Metas contemporáneas
¿Ha alcanzado nuestro método de promoción de la salud, dentro y fuera de la iglesia, menos éxito del esperado? Si bien es cierto el tema de la prevención de la enfermedad despierta el interés de la gente, los estudios acerca de los efectos positivos del estilo de vida adventista obtienen un éxito impresionante. Publicaciones respetables, como el American Journal of Epidemiólogo 112 (La gaceta norteamericana de epidemiología 112), de 1960, se refiere al asunto en las páginas 196 a 313. También hemos alcanzado notables resultados con nuestro mensaje de salud cuando lo hemos usado como una “llave” que le abre las puertas a la evangelización.
Los predicadores, evangelistas o pastores e instructores voluntarios pueden causar una profunda impresión espiritual y física sobre la gente interesada, por medio de una cuidadosa aplicación de los principios relativos a la salud. Para que aún sean más eficaces y tengan más éxito, esas medidas preventivas deben ser administradas en un contexto de amor y compasión, sin ninguna clase de imposiciones ni actitudes pretensiosas.
Algunos evangelistas complementan la presentación de los temas bíblicos con asuntos relacionados con la salud. Es sin duda una buena práctica, porque muchos de los que asisten a las reuniones pueden ser atraídos por esos asuntos, mientras que los temas bíblicos les pueden causar inicialmente alguna tensión. Y hasta cuando se acepta la Biblia plenamente, tendrán la ventaja de haber aprendido algo acerca de la salud, con la solución de muchos problemas personales, aunque eso implique cambios importantes. En cualquier caso, los temas de salud refuerzan el compromiso de los conversos con la iglesia.
Hay un asunto muy importante cuando se trata de darle continuidad a un fuerte ministerio de la salud, y que ha sido descuidado: la instrucción de los miembros antiguos. Si creemos que el mensaje de la salud es valioso, se lo debe presentar en la iglesia. Pero eso no sucederá a menos que se combinen seriamente los intereses y recursos de las iglesias y las instituciones. Los programas dirigidos a los miembros deben ser de buena calidad para que puedan beneficiarlos, y por medio de ellos a la comunidad.
Aunque disponemos de los excelentes escritos de la Sra. White acerca del tema de la salud, debemos recordar que el material que presentemos en cualquier ocasión necesita ser actualizado para que refleje el nivel de conocimientos y descubrimientos en la materia que se ha alcanzado hoy. Los oyentes y los miembros de iglesia estarán menos propensos a reaccionar diciendo: “Ya oí eso antes”, si tenemos el cuidado de poner al día los temas de acuerdo con las informaciones de que disponemos hoy.
Aun así, la repetición del material básico es en ocasiones conveniente y valiosa, como refuerzo de lo que se enseña. El asunto de la salud está presente en todos los medios de comunicación oral y escrita, en las aulas y en los debates. Por eso mismo, si no lo adaptamos a ciertos patrones de información y presentación, terminaremos ejerciendo una influencia sumamente negativa sobre la iglesia.
Sin el incentivo motivador que existe cuando se combinan la salud y la fe, muchos no adventistas encontrarán serias dificultades al pasar de los antiguos hábitos a un estilo de vida sano, y eso a pesar de la profusión de evidencias científicas y el material educativo e informativo favorable que existe. Esto también es un peligro para los miembros de la iglesia. Imaginemos que el énfasis sobre el tema de la salud sigue perdiendo su conexión con la fe, o se lo presenta y expone en la iglesia sin darle mucha importancia, sumado al hecho de que los dirigentes le prestan cada vez menos apoyo. ¿Por qué los miembros de la iglesia no habrían de experimentar las mismas dificultades de los que no lo son, cuando se trata de cambiar efectivamente los hábitos con respecto a la salud y adoptar los nuevos?
Por consiguiente, existe una necesidad real de presentar permanentemente el sano vivir como parte de nuestra fe y nuestra práctica religiosa. Por lo demás, la base del mensaje acerca de la salud es bíblica, ya que tuvo su origen en la creación del hombre, y continuó hasta los días del Nuevo Testamento. Junto a eso, tenemos el énfasis que le dan al tema los escritos de Elena de White. Estudios recientes ofrecen cada vez más evidencias de que la fe en Dios contribuye a que los seres humanos nos relacionemos mejor con nosotros mismos y nuestros semejantes, y de esa manera llegamos a disfrutar de mejor salud.
Un proceso global
La cuestión fundamental que debemos aceptar en plenitud y no perderla de vista es el hecho de que el proceso redentor del evangelio incluye la totalidad del ser humano: cuerpo, mente y espíritu. ¿Puede la fe en Dios contribuir para que alguien mantenga mejores relaciones con sus semejantes, consigo mismo, y que aumente así la posibilidad de gozar de mejor salud? La repuesta es sí.
Fundado sobre la revelación de principios, y apoyado por las evidencias científicas, el énfasis que el adventismo le ha dado a la salud ha sido por muchos años una fuerza para el bien en su obra en favor de la comunidad, tanto la de adentro como la de afuera. Este aspecto del mensaje realmente nos llevará a disfrutar de mejor salud, para honra y gloria de Dios. Por cierto, no debemos emplear nuestros hábitos de salud como si fueran “las obras del estilo de vida”, como prueba de una espiritualidad más elevada o como base de nuestra crítica dirigida contra los hermanos que no creen en el mensaje de la salud. (Véase Romanos 14.) Además de proporcionar buena salud, el estilo de vida puede ser valioso como una disciplina más que nos ayuda en el camino del desarrollo espiritual.
Para reflexionar
“Dios desea que alcancemos el ideal de perfección hecho posible para nosotros por el don de Cristo. Nos invita a que escojamos el lado de la justicia, a ponemos en relación con los agentes celestiales, a adoptar principios que restaurarán en nosotros la imagen divina. En su Palabra escrita y en el gran libro de la naturaleza ha revelado los principios de la vida. Es tarea nuestra conocer estos principios y por medio de la obediencia cooperar con Dios en restaurar la salud del cuerpo tanto como del ser moral” (El ministerio de curación, pp. 77, 78).
“Prestad atención, no sea que por nuestro ejemplo coloquéis en peligro a otras personas. Es algo terrible perder la propia vida, pero es todavía más terrible seguir un comportamiento que cause la pérdida de otra persona. Es terrible pensar que nuestra influencia pudiera resultar en sabor de muerte para muerte y, sin embargo, eso es posible. Entonces, con cuánto celo santificado debiéramos proteger nuestros pensamientos, palabras, hábitos, disposiciones y caracteres. Dios requiere una santidad personal más profunda de nuestra parte. Únicamente mediante la revelación de su carácter podemos colaborar con él en la obra de salvar a la gente” (Consejos acerca de la salud, p. 568).
“El Señor ha dado a su pueblo un mensaje en cuanto a la reforma pro salud. La luz ha estado brillando sobre su camino durante treinta años, y el Señor no puede sostener a sus siervos en un curso de acción que la contradiga. Experimenta desagrado cuando sus siervos actúan en oposición a su mensaje sobre este tema, el cual les ha dado para que lo enseñen a otros. ¿Podemos sentir agrado cuando la mitad de los obreros que trabajan en un lugar enseñan que los principios de la reforma pro salud se encuentran tan estrechamente ligados al mensaje del tercer ángel como el brazo lo está con el cuerpo, mientras sus colaboradores, por medio de lo que practican, enseñan principios completamente opuestos? Esto se considera un pecado ante la vista de Dios” (Ibíd., pp. 563, 564).
“El cuerpo es el único medio por el cual la mente y el corazón se desarrollan para la edificación del carácter. De ahí que el adversario de las personas encamine sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de las facultades físicas. Su éxito en esto envuelve la sujeción al mal de todo nuestro ser. A menos que estén bajo el dominio de un poder superior, las propensiones de nuestra naturaleza física acarrearán ciertamente ruina y muerte” (El ministerio de curación, pp. 91, 92).
“Sin el poder divino, ninguna reforma verdadera puede llevarse a cabo. Las vallas humanas levantadas contra las tendencias naturales y fomentadas no son más que bancos de arena contra un torrente. Sólo cuando la vida de Cristo es en nuestra vida poder vivificador podemos resistir las tentaciones que nos acometen de dentro y de fuera” (Ibíd., p. 92).
“Los hombres necesitan aprender que no pueden poseer en su plenitud las bendiciones de la obediencia, sino cuando reciben en su plenitud la gracia de Cristo. Ésta es la que capacita al hombre para obedecer las leyes de Dios y para liberarse de la esclavitud de los malos hábitos. Es el único poder que puede hacerlo firme en el buen camino y permanecer en él” (Ibíd., p. 78).
Sobre el autor: Es doctor en Filosofía y profesor en la Facultad de Medicina en la Universidad de Loma Linda, California, Estados Unidos.