Cómo administrar las tensiones de la vida cristiana y de los embates pastorales.

Las características del siglo XXI conforman un conjunto de señales que indican la cercanía de la segunda venida de Cristo. Después del 11 de septiembre de 2001, por causa de lo sucedido en el ataque terrorista a las Torres Gemelas, y del 25 de diciembre de 2004, con el Tsunami ocurrido en el Sudeste Asiático, con más de 300.000 muertos y desaparecidos, nos damos cuenta de que sucederán asuntos inauditos que exigirán una preparación especial para enfrentarlos.

Estas señales producirían “en la tierra, angustia de las gentes” (Luc. 21:25). Angustias no solo por motivo de las grandes catástrofes, sino también por la falta de trabajo, la inseguridad, los asaltos, los problemas con los hijos, con los padres, con la familia; angustias por enfermedades y diversos problemas. Y aún más angustias, por no manejar bien las cargas de la vida.[1]

En la Biblia encontramos ejemplos de individuos que no asumían sus cargas, y de aquellos que asumían demasiadas. Moisés se quejaba ante Dios diciendo: “Has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí” (Núm. 11:11). Pero Dios no le había asignado semejante peso; por el contrario, le había indicado nombrar setenta ancianos con el objetivo de que le ayudaran a “sobrellevar a este pueblo” (vers. 16, 17, DHH). Incluso cuando Jetro, su suegro, vio su angustia y arduo trabajo, le aconsejó repartir las cargas entre jefes de diez, de cincuenta, de cien y de mil (Éxo. 18:13-27).

El ejercicio del pastorado implica la existencia de pesadas cargas, al igual que la vida cristiana individual. ¿Cómo podremos administrarlas? Hay por lo menos tres principios, con énfasis imperativo, que pueden ayudar a lograrlo.

Responsabilidad individual

Escribiendo a los gálatas, Pablo enseña que “cada uno tiene que llevar su propia carga” (Gál. 6:5, DHH). La palabra original griega fortion, que es traducida como carga, da la idea de una responsabilidad que no es transferible: es algo que debemos llevar sí o sí. Si no lo hacemos, somos infieles a Dios; somos irresponsables. Es un asunto de mayordomía, y a todos los seres humanos se los confrontará: “Da cuenta de tu mayordomía” (Luc. 16:2). Esta es la responsabilidad que se le ha conferido a cada ser humano.

La expresión “Cada uno llevará” nos indica una responsabilidad individual. El esposo, la esposa, el padre, la madre, el hijo o hija, el empleado, el patrón; es decir, cada uno tiene responsabilidades y dones asignados por Dios, que son intransferibles y se deben cumplir o desarrollar. Según Mateo 25:1 al 31, hubo siervos que recibieron cinco talentos, otro dos y otro uno; pero todos fueron responsables por igual ante Dios por sus cargas o responsabilidades. Las cargas pueden ser grandes, medianas o pequeñas, pero todos deben responder ante el Creador. “Si su iglesia es una iglesia ‘normal’, el 20% de su feligresía estará realizando el 80% del trabajo. Esto es conocido como el ‘Principio de Paretto’. Paretto fue un matemático italiano que vivió en el siglo XIX. Él constató que el 80% de los resultados proviene del 20% de los eventos o las personas”.[2]

Podríamos seguir porque, si su iglesia es una “iglesia normal”, el 20% de sus miembros estará llevando el 80% de la carga de la iglesia. Esta es una enfermedad denominada “Ociositis”, que afecta a muchas congregaciones. Esta es la razón de la situación deplorable de muchas iglesias.

El apóstol Pablo ha elegido palabras exactas. Cuando expresa “llevará su propia carga”, el original griego idios tiene mucha fuerza: designa “la carga de su propiedad”, “que le pertenece” y que, por consiguiente, es intransferible simplemente “porque es suya”. Cuando alguien no la cumple, alguna persona sufre. Entonces, tenemos hijos que afectan a sus padres; padres que afectan a sus hijos; profesores que afectan a sus alumnos y viceversa.

Los padres que alivian de todas sus cargas a sus hijos “para que no sufran como ellos”, les están haciendo un gran daño. Ellos están violando el primer principio imperativo que dice que “cada uno tiene que llevar su propia carga”.

Notemos los diferentes aspectos de los principios bíblicos para llevar nuestras cargas: 1) Todos llevan cargas. 2) Existen diferentes tipos de personas: ancianos, adultos, jóvenes y niños de ambos sexos; y todos llevan cargas. 3) Todas las cargas son diferentes. 4) Todos llevan sus cargas de diferentes formas.

El doctor W. A. Visser’t Hooft, secretario general del Concilio Mundial de Iglesias en 1966, en un discurso en Nueva York tiempo atrás, decía que, para el cristiano, no alcanza con practicar la “coexistencia”, que es “vivir y dejar vivir”. El auténtico cristianismo debe llegar a la “proexistencia”, que es “vivir y ayudar a vivir”.[3]

Responsabilidad de grupo

“Sobrellevad los unos las cargas de los otros” (Gál. 6:2). El contexto de las iglesias de Galacia era problemático. Se estaban dando los frutos de la carne como el egoísmo, y estaban ausentes los frutos del Espíritu. Esta situación aumentaba las cargas de la vida. Pablo los estaba amonestando a recordar el sentido corporativo usando una expresión común en el cristianismo primitivo: “unos a otros” que aparece más de cien veces en el NT.

Les dice: “servíos por amor los unos a los otros. […] Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gál. 5:13, 14). Luego, desafía a los cristianos que son espirituales a restaurar, o “entablillar”, al que fuere sorprendido en alguna falta.

“Entablilladle” es una expresión médica equivalente en la actualidad a “enyesadle”. Se la usaba cuando alguien era tratado por quebradura de huesos. Para Pablo, el pecador es alguien que está “quebrado” y necesita ayuda para ser restaurado. Este es “el espacio de cariño” que debe crearse a fin de que la iglesia sea realmente aquella que Jesús quiso que fuera. Es en este contexto que aparece el segundo principio imperativo.[4]

 “Ayúdense entre sí a soportar las cargas” (Gál. 6:2, DHH). La expresión griega báros, que también se traduce como “carga”, tiene el sentido de “peso” “Las cargas’ del versículo 2 pueden ser puestas a un lado con cierta facilidad si fuera necesario, mientras que la ‘carga’ (Fortion) del versículo 5 es de tal naturaleza que, no importa cuáles sean las circunstancias, deben siempre llevarse”,[5] porque son cargas intransferibles. La Nueva Versión Internacional de la Biblia traduce de manera un poco diferente esta expresión. Dice: “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas” (Gál. 6:2). “Sobrellevar” significa “llevar uno encima, o a cuestas, una carga o peso para aliviar a otro”. No podemos tomar la “responsabilidad” (fortion) de otra persona porque es intransferible, pero podemos aliviar el “peso” (baros) provocado por diversas causas.

Muchas veces, diferentes responsabilidades o problemas de la vida hacen de esta una carga insoportable, que la dimensión grupal de la iglesia puede ayudar a aliviar Pablo mencionó: “de esta manera cumplirán la ley de Cristo” (Gál 6:2, DHH). La ley de Cristo “Que os améis los unos a los otros” (Juan 13:34), según Pablo, es cumplida en forma práctica ayudándonos mutuamente a soportar las cargas de la vida. “La ley de amor enunciada por Cristo pide que se alivie a la gente de sus cargas y no que se le impongan nuevas cargas”.[6]

 Cristo esperaba y creía que cada uno, con actos sencillos, podía hacerlo, porque “[…] las palabras de bondad, las miradas de simpatía, las expresiones de gratitud, serían para muchos que luchan solos como un vaso de agua fría para un alma sedienta. Lina palabra de simpatía, un acto de bondad, alzarían la carga que doblega los hombros cansados”.[7]

Un tercer consejo bíblico puede ayudamos a manejar nuestras cargas, y está relacionado con la ley de Cristo.

Promesa divina

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Ped. 5:7). “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará” (Sal. 55:22). David da este consejo en medio de una desesperada conspiración. Él sabía cómo se encuentra alivio del peso y las angustias abandonándolos sobre aquel que “no dejará para siempre caído al justo” (Sal. 55:22).

Cuando las responsabilidades (fortion) se hacen pesadas, (baros) pueden llegar a convertirse en una “ansiedad” (merimna) casi insoportable; y esto solo puede aliviarse con la ayuda de Dios. Y es por eso que el salmista indica la orientación correcta en la que colocar nuestras cargas o “ansiedades”.

Esta misma sabiduría puede aliviar las cargas en el siglo XXI cuando vivimos el cumplimiento de una de las señales de la segunda venida que dice que en la tierra habría “angustia de las gentes, confundidas […], desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra” (Luc. 21:25, 26). Hoy, con la ayuda de cada uno en forma individual, la iglesia, en forma corporativa y especialmente con la ayuda de Dios, podrá aliviarnos de nuestras cargas. Porque la verdadera iglesia de Cristo alivia las opresiones.

La religión del tiempo de Jesús, y especialmente los escribas y los fariseos, aumentaban las imposiciones. Jesús advirtió que estos religiosos ataban “cargas (fortion) pesadas (baros) y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mat. 23:4). Algunos se quejaban, pero seguían yendo a la sinagoga y al Templo. Pero los publicanos y los pecadores abandonaron toda esperanza.

Ser religioso en Jerusalén era un peso insoportable: se trataba de la religión de la apariencia. Se hacían las “obras para ser vistos de los hombres” (Mat. 23:5), y se colocaban duras cargas, o “responsabilidades pesadas” (fortiones bateas), sobre los pecadores. El objetivo de Jesús fue eliminar esa falsificación de la religión; vino para aliviar las cargas. Y siempre que la iglesia sea fiel a Cristo ayudará en este mismo sentido. Dijo Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat. 11:28-30).

Al igual que en el siglo I, en el siglo XXI la gente soporta pesadas cargas que la doblegan: cargas de ancianos; de gente sin salida; de familias y de discapacitados. Pero todos pueden encontrar alivio de “sus cargas” llevando el peso del yugo de Cristo.

La expresión “ligera mi carga”, o “carga liviana”, contrasta con las “pesadas cargas” que los dirigentes eclesiásticos imponían a los religiosos en la época de Jesús. Pareciera que Cristo estuviera aplicando más carga al colocar “su yugo” sobre nosotros. Pero quienes conocen cómo funciona un yugo se darán cuenta de que esto alivia la carga, porque es “el yugo de Cristo”. Cuando llevo mis cargas uncido al yugo de Cristo, es Cristo quien está en la otra punta del yugo soportando el mayor peso. Cuando, mediante la fe y la oración, aprendo a dejar mis cargas sobre Cristo, estas se alivian. Porque, como repite varias veces en su libro sobre la oración Joe Engelkemier: “Dios puede hacer más en un momento por medio de su Espíritu, que lo que podemos hacer nosotros con nuestro esfuerzo de toda la vida”.[8]

Reflexionar para cambiar

A esta altura, conviene enumerar algunos aspectos conclusivos, dignos de reflexión, que deben conducirnos a cambios en nuestro modo de actuar teniendo en vista nuestro beneficio personal, familiar, como líderes y para el bien de nuestras iglesias.

  • Muchos miembros de iglesia afectados por el individualismo exagerado por tan solos sus cargas y no ayudan a nadie a llevarlas. Esto no es iglesia.
  • Lo más común en nuestras congregaciones es la enfermedad de la ociositis, por la que uno lleva la carga de cinco, cumpliendo así el desastroso “principio de Paretto”, que postula que el 20% de los hermanos llevan el 80% de las responsabilidades de la iglesia.
  • Hay grupos religiosos que, afligidos por los problemas, bajan los brazos y nadie desea llevar cargas.
  • Existen, también, iglesias que repiten la enfermedad farisaica de aumentar las cargas de la vida a sus semejantes. Todas estas formas son aberraciones de la iglesia de Cristo.
  • Realmente existe una iglesia (comunidad) cuando cada uno lleva sus propias cargas con responsabilidad y luego, con amor cristiano, ayuda a los demás a sobrellevarlas, y cuando, juntos, colocamos nuestras angustias y responsabilidades pesadas sobre aquel que se ofrece a llevarlas por nosotros.
  • Por sobre todas las cosas, la plenitud del bienestar espiritual será experimentada, individual y colectivamente, cuando aprendamos a colocar nuestras angustias, ansiedades, preocupaciones y responsabilidades pesadas sobre el Señor Todopoderoso.

Sobre el autor: Secretario académico de la Facultad de Teología de la Universidad Adventista del Plata, Rep. Argentino.


Referencias

[1] América Noticias, jueves 19 de mayo de 2005.

[2] Fred Smith, La dinámica del iglecrecimiento (Miami, Florida: Caribe, 1993), p. 69.

[3] Tomás A. Davis, Preludios para la oración (Buenos Aires: ACES, 1967), p. 287.

[4] Betty de Carroll, Norma C. de Armengol y José Tomás Poe, editores, La nueva concordancia greco-española del Nuevo Testamento con índices (El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1980), p. 30.

[5] Francis D. Nichol, Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 984.

[6] Norval F. Pease, En esto pensad (Buenos Aires: ACES, 1969), p. 304.

[7] Elena G. de White, Servicio cristiano (Buenos Aires: ACES, 1959), p. 236.

[8] Joe Engelkemier, Grandes oraciones de la Biblia y quienes las elevaron (Buenos Aires: ACES, 2000), pp. 9, 35, 52, 61, 66, 68.