Los desafíos del mundo moderno son la oportunidad de Dios. Podemos aprovecharlos.

Enfrentar los cambios que se producen hoy en el mundo se ha convertido en un desafío muy grande para la predicación del evangelio.

Han sido tan frecuentes e intensos, que casi no los hemos podido seguir, pero afectan nuestro trabajo. Tenemos que estar en condiciones de enfrentar los cambios y sacar provecho de ellos.

“El evangelio de Jesucristo se proclamó en todas las eras con poder para convertir los corazones humanos. Hoy es la respuesta a los anhelos de la generación posmoderna. Nuestra misión, como discípulos de Cristo, consiste en encarnar y transmitir las eternas buenas nuevas de la salvación de manera que la nueva generación las pueda comprender. Solo de ese modo nos podremos convertir en instrumentos del Espíritu Santo, dando así a la gente la posibilidad de experimentar el mismo encuentro transformador con el Dios trino y uno que le da significado a nuestra vida.”[1]

Si estamos atentos a la realidad actual, nos daremos cuenta de que, “para alcanzar a los que todavía no han sido alcanzados, para llevar a la iglesia a los que no tienen iglesia y para salvar a los que no están salvados, necesitamos entender que la gente de la generación actual no está dispuesta a vivir seis días por semana en el siglo XXI, para después ir a una Escuela Sabática, cultos o reuniones evangélicas que desarrollan programas de la década de 1970”.[2]

Cambios

En términos generales, podemos decir que la actitud dominante en la sociedad actual es la secularización, que se funda en la supervaloración del ego. El ser humano ha llegado a ser el centro de las atenciones. Los sentimientos, los intereses y las convicciones personales ocupan un lugar preponderante en muchos corazones. La suficiencia propia albergada en el corazón suplanta la espiritualidad, al punto que los preceptos bíblicos legítimos pierden su importancia. Por eso, el comportamiento de mucha gente queda afectado, y pierden de vista la soberanía de Dios. No es fácil presentar los encantos de Jesús ante gente secularizada; las barreras que crea esta actitud obstaculizan la predicación.

Otro factor que impulsa la secularización es el desarrollo tecnológico. Es evidente que la tecnología facilita la vida de la gente; e inclusive sirve para la predicación del evangelio. Al mismo tiempo, el precio relativamente bajo de los bienes, el incremento de la capacidad productiva y el mayor poder adquisitivo han creado una nueva condición social: el consumismo. El estímulo para adquirir toda clase de productos capta el interés de la gente, y genera compromisos financieros que ponen en dificultades la administración personal.

El progreso tecnológico ha transformado al mundo en un “aldea global”. Los servicios de Internet, la telefonía celular y las transmisiones vía satélite acabaron con las distancias, Las culturas están más próximas; pero cada vez son más diferentes. Las particularidades son más evidentes, y eso exige una atención y un abordaje especiales. Lo que no es muy diferente son las clases o grupos sociales de una misma cultura. “Como resultado de los constantes cambios que ocurren en nuestra cultura, toda iglesia se puede adaptar a ellas sin perder su importancia ni el valor de su mensaje”.[3]

Los métodos

En esta tarea, es indispensable la acción del Espíritu Santo a fin de orientar e iluminar nuestra mente. Pero no podemos descuidar nuestra responsabilidad tampoco. Esta implica aceptar que debemos aprender nuevos métodos, y la disposición a abandonar los antiguos. También debemos tener la humildad suficiente para descartar algunas ideas, ampliar nuestra visión espiritual a fin de desarrollar nuevos métodos y nuevas estrategias, y superar los desafíos que aparezcan.

En cuanto a la metodología, Elena de White nos aconseja de este modo: “Nuestro procedimiento es: No destaquéis los rasgos objetables de nuestra fe, los que van más decididamente en contra de las prácticas y las costumbres de la gente, hasta que el Señor dé al pueblo una oportunidad buena de conocer que somos creyentes en Cristo, que creemos en la divinidad de Jesús y en su preexistencia”.[4] Establecer relaciones y evitar conflictos es un paso muy importante; en realidad, es el más importante. Si no obramos de esta manera, la gente reaccionará de manera diferente de lo que estamos acostumbrados. Su condición, hoy, es diferente, y el primer paso que debemos dar consiste en alcanzarla allí donde se encuentre. El concepto actual acerca de la religión es que está relacionada con la satisfacción de necesidades, y la realización de obras bondadosas como estilo de vida.

“Se calcula que cerca del 60% de la gente no responde a las invitaciones espirituales. Están cansados de la religión, de los pedidos de dinero, de los trucos que se usan para atraer a la gente a la fe, y de los intereses políticos. Pero sí asistirían a programas que satisficieran sus necesidades, tales como cursos de salud, seminarios acerca de la administración del tiempo, la vida familiar, el control del estrés, la nutrición, el estilo de vida, la alfabetización, el estudio de idiomas, etc.”[5]

Stanley Grenz añade este pensamiento: “Ya que tiene como foco la comunidad, el mundo posmoderno nos estimula a reconocer la importancia de la comunidad de la fe en nuestros esfuerzos evangelísticos. Los miembros de la nueva generación generalmente no se impresionan con la presentación verbal del evangelio: desean ver gente capaz de vivir el evangelio mediante relaciones integrales, auténticas y sanadoras. Al hacer del ejemplo de Jesús y de los apóstoles el centro de su exposición, el evangelio cristiano de la era posmoderna invitará a la gente a integrarse en la comunidad de los que tienen como meta suprema la lealtad a Dios que se manifestó en la vida de Jesucristo. Los participantes de esta comunidad procurarán atraer a otros a Cristo, incorporando el evangelio a la comunión que comparten”.[6] De este modo, la verdad tendrá poder sobre la vida de los hombres, las mujeres, los jóvenes y los niños que están envueltos por las tinieblas del tiempo, despertando en ellos el deseo de conocer al Salvador.

Estamos convencidos de que formamos parte de un movimiento mundial llamado a cumplir una misión; y mientras más creyentes participen, mayor será el alcance de este. Cristo nos aconsejó que oráramos para pedir obreros (Mat. 9:37, 38). “Dedicado a la carrera evangélica, Moody se convenció de que la única esperanza de un despertar religioso nacional dependía del aumento del número de obreros capaces de llevar el fuego del reavivamiento a sus comunidades”.[7]

La unión de los esfuerzos

Se nos ha advertido que en la obra de Dios “no debe haber reglas fijas. Nuestra obra es progresiva, por lo tanto, hay que dar lugar para que los métodos mejoren. Pero, bajo la dirección del Espíritu Santo, se debe preservar la unidad de la fe”.[8] Lo que no debe suceder es que se obstaculicen las nuevas posibilidades. “Algunos de los métodos que se usarán en esta obra serán diferentes de los que se pusieron en práctica en lo pasado; pero que nadie, por causa de esto, cierre el camino recurriendo a la crítica”.[9]

Mejor que trabajar con métodos nuevos o antiguos, es hacerlo con métodos nuevos y antiguos. Algunos dirigentes pareciera que trabajaran motivados por la conjunción “o”: o esto o aquello; o evangelización o grupos pequeños. El ideal es que nos motivemos con la conjunción “y”. La combinación de fuerzas es más eficaz. Podemos hacer “esto y aquello”; predicación y estudios bíblicos, evangelización y Grupos pequeños. No debemos despreciar ningún método. Todos son útiles. Algunos sirven para grupos determinados; ningún método alcanza a todos los sectores. Una acción amplificada a todos los frentes posibles ejerce una influencia positiva sobre más gente.

Cada feligrés recibe dones que están relacionados con determinados ministerios. Una buena parte de los miembros inactivos se contagiará por la actividad, aunque sea alocada, de ministerios que sean afines con los suyos. No todos los miembros padecen de frialdad espiritual, pero corren el riesgo de caer en ello si no reciben la correcta inspiración ni el debido entrenamiento. Si las actividades se programan de acuerdo con los dones disponibles en la congregación, o si se aplican nuevos métodos, atraerán a una mayor cantidad de participantes.

Si sometemos al poder del Espíritu Santo todos los métodos y los recursos, serán útiles y eficaces en pro de llevar a cabo la misión. En realidad, con el propósito de evangelizar al mundo en este momento solemne y desafiante de la historia, “necesitamos del bautismo del Espíritu Santo. Sin ello, no estaremos en mejores condiciones de ir al mundo de lo que estaban los discípulos después de la crucifixión del Señor”.[10] Dirigidos, capacitados y unidos por su poder, cumpliremos la misión y pronto veremos el regreso de Jesús.

Sobre el autor: Pastor en la Asociación Paulista del Este, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Stanley J. Grenz, Posmodernismo, p. 250.

[2] Jere D. Patzer, Rumo ao Futuro [Rumbo al futuro], p. 59.

[3] Chuck McAlister, “Como fazer a transido numa igreja estebelecida” [Como manejar la transición en una iglesia ya establecida]

[4] Elena G. de White, Testimonios para los ministros, pp. 526, 527.

[5] Emilio Dutra Abdala, Ministerio (septiembre-octubre de 1999), p. 13.

[6] Stanley J. Grenz, Ibíd., pp. 244,

[7] Emilio Dutra Abdala, Ministério (mayo-junio de 2001), p. 24.

[8] Elena de White, El evangelismo, p. 81

[9] Ibid. Pp 129 y 130

[10] _____________, Review and Herald (18 de enero de 1890).