El Espíritu Santo obra en todos. Y tiene muchas maneras de llevarnos a la gente.
La mayor parte de los adventistas ya oyó que “la iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres” (Los hechos de los apóstoles p. 9). Y, nuestros hermanos, de manera general, desean ver gente que se añada a la iglesia por medio del bautismo. Pero, a veces, muchos de ellos parecen desorientados en cuanto a la misión, y no están seguros de lo que deben hacer para llevar gente a Cristo y al bautismo.
Se me ocurrió ofrecer alguna ayuda con el objetivo de capacitar y fortalecer la obra de estos fieles hermanos, a fin de que sean más eficaces en su testimonio personal. Los tres pasos que presentamos a continuación pueden contribuir también al mejoramiento de nuestra obra pastoral.
Recuerde que la cosecha es grande
El Espíritu Santo obra en el corazón que cada uno desde el momento en que llega al mundo hasta el día de su muerte (Juan 3:5-8; 16:8; 2 Ped. 3:9). Algunos son muy sensibles y aceptan el mensaje en cuanto lo reciben. De acuerdo con el evangelista Mark Finley, el 5% de la gente, en todas partes del mundo, desea desesperadamente experimentar algo mejor de lo que tiene, sabe o siente.
Mientras residía en Wenatchí, Estado de Washington, cierto domingo tenía que viajar, pero cuando llegué al aeropuerto se me informó que mi vuelo había sido cancelado por causa del mal tiempo.
-¿Cómo puedo viajar a Alaska, donde tengo un compromiso esta noche? -pregunté.
-Puede viajar a Seattle -me contestaron-, e intentar conseguir un vuelo desde allí. Si sale ahora mismo, tiene tiempo de sobra. ¿Le gustaría que tratara de conseguirle una reserva desde aquí?
Respondí afirmativamente. Un muchacho y una chica estaban de pie junto al mostrador, y me pidieron que los llevara a Seattle. Acepté.
Nos fuimos a buscar el auto. Los “pasajeros” pusieron sus equipajes en el asiento trasero y la chica se dio vuelta hacia el muchacho y le dijo “Adiós” mientras se acomodaba en el asiento delantero, junto al mío. De golpe, la situación cambió totalmente. Esto yo no me lo esperaba. Pensé: “¿Qué hago ahora, Señor?” La respuesta de Dios fue clara: “Ora en voz alta”. Entonces, le dije a la joven:
-Me gusta orar antes de salir de viaje.
La chica comenzó a llorar, y entre sollozos me dijo:
-¡Usted es cristiano! ¡Esta es otra respuesta a mis oraciones!
También le mencioné que normalmente no viajo solo con una dama que no sea de mi familia. Me dijo que era una azafata, ansiosa por llegar a casa para encontrarse con sus tres hijos. Un año antes, el hombre con quien estuvo casada durante doce años la abandonó por otra mujer de 21 años, que estaba embarazada de siete meses de otro hombre. Cuando se dio cuenta de que su mundo se desmoronaba, clamó a Dios con angustia de alma, y sintió que el Señor les estaba enseñando a ella y a los chicos a confiar en él cada día. Una de esas lecciones le fue dada en el mes de diciembre anterior al de nuestro encuentro. Les había anticipado a los chicos que no recibirían nada en Navidad. Pero, en el curso de la semana siguiente, recibieron mil dólares de un dador anónimo que sintió el deseo de ayudar a alguien que lo estuviera necesitando.
Y continuó su historia:
-Este fin de semana viajé gratis a Wanatchí con el propósito de resolver un problema, y pedí a Dios que me proporcionara un medio para volver a casa. Él me respondió mediante este viaje con usted, y pronto estaré en casa.
Mientras pasaba el tiempo, me contó otras experiencias de oraciones respondidas. En cierto momento, manifestó pena por haber perdido el culto de esa mañana en su iglesia, pero añadió:
-En este viaje encontré una iglesia.
Todos los días, en todas partes, encontramos gente con las cuales Dios está trabajando: el cartero, el alumno, el profesor, el vendedor, el vecino, el pasajero que viaja a nuestro lado en el ómnibus o en el avión, el encargado de la estación de servicio, la vendedora, la lavandera, el cobrador de impuestos, el policía, el cajero del banco, el gerente, el farmacéutico, el médico, la cajera del supermercado, el pariente y el amigo que nunca manifestaron interés por las cosas espirituales, etc., etc.
Cada día debemos orar para que el Señor nos guíe a las personas a las que está impresionando el Espíritu Santo, en el sentido de que nos ayude a ponernos en contacto con ellas. Como pastores, podemos cooperar con Dios y orientar a nuestras congregaciones para que hagan lo mismo, a fin de alcanzar a la gente sincera.
Usted debe conocer el ciclo de la cosecha
Es necesario que conozcamos el ciclo de la cosecha, y hagamos nuestros planes de acuerdo con él. El último trimestre de 2004 participé en una reunión de planificación de la obra evangélica de una iglesia para el año siguiente. Busqué a uno de los miembros de esa comisión, que era jefe de diáconos y que yo sabía que cultivaba manzanas. Le pregunté en público:
-Hermano Miguel: durante estos últimos cuatro años he observado la cosecha de manzanas, y me gustaría hacerle algunas preguntas: ¿Por qué los que cosechan no ponen esas grandes cajas debajo de los manzanos y se sientan a esperar que el Señor les ponga las manzanas adentro?
-Como cultivadores -me respondió-, sabemos muy bien cuál es la parte de Dios y cuál es la nuestra. Podemos plantar, cultivar, regar y cosechar. Pero solo Dios puede hacer que la lluvia caiga, el sol brille y la fruta crezca. Hay una secuencia que necesitamos seguir.
-¿Hace cuánto tiempo que está dedicado usted a cosechar manzanas? -le pregunté.
-Hace ya treinta años -me contestó-. Comencé cuando tenía 10 años, y contra mi voluntad, por cierto. Me obligaron a ayudar a mi padre, que tenía este mismo oficio.
-¿Ha logrado mejorías a lo largo de estos treinta años? -insistí.
-Por supuesto -respondió-; cada cosecha es mejor que la anterior, y siempre trato de aprender algo, procurando que la del año siguiente también sea mejor. Por eso me convertí en instructor de una gran empresa de la región.
Le dije que, al ser instructor, ya no necesitaba participar personalmente en la tarea de la cosecha. Me contestó:
-¡Oh, no! Tengo que participar directamente. Si no lo hiciera, me olvidaría de lo que realmente funciona. Cuando llega el tiempo de la cosecha, todo gira en torno de ella: es posible que al galpón le falte pintura, o al cerco algunas reparaciones, pero esas cosas tendrán que esperar. Cuando llega el momento, necesitamos que todos, empleados y voluntarios, estén dispuestos para la cosecha.
-En el momento de la cosecha, ¿se sacan todas las manzanas? -le pregunté.
-No -me contestó-. Los cosecheros deben aprender a hacer el trabajo. Si la manzana se desprende sola, está madura. Pero, si no ocurre eso y se insiste en sacarla, se puede dañar y, una vez en la caja, puede malograr a las otras. Si los cosecheros no sacan las manzanas en el momento oportuno, caerán en tierra y se echarán a perder. Con ciertas especies de manzanas necesitamos recorrer cuatro veces la plantación para conseguir la mayor cantidad de fruta, porque maduran en momentos diferentes.
Durante esta conversación, todos estaban tomando nota y sacando conclusiones, que resumo a continuación:
- Muchos miembros de iglesia se limitan a observar el trabajo de buscar y cosechar nuevos conversos, y nunca se implican personalmente en la tarea.
- En la cosecha de almas, Dios hace su parte y nos ayuda a desempeñar la nuestra. No deberíamos limitarnos a ver “caer” en el bautisterio a las almas. Tenemos que sembrar, regar, cultivar y cosechar.
- Hay que seguir una secuencia, si queremos mejorar nuestras cosechas de almas. Si hacemos nuestros planes recordándolo, veremos más gente que participará en las tareas de evangelización, en la cosecha y en la tarea de lograr que los nuevos miembros se conviertan en discípulos.
- Mientras más tiempo dediquemos a la cosecha, mejor la haremos si somos humildes aprendices. No deberíamos decir: “Traté de llevar a alguien a Cristo, pero no funcionó”. Es mejor que nos preguntemos: “¿Qué puedo aprender de las experiencias anteriores para mejorar mi rendimiento la próxima vez?”
- Algunos que participaron en esta tarea retrocedieron al principio, pero finalmente llegaron a amar el trabajo. Al observar cómo lo está usando Dios en su obra, usted se entusiasmará cada vez más.
- Los misioneros voluntarios y los evangelistas de éxito se sienten incentivados por sus logros; crecen y se transforman con el tiempo en buenos instructores: pasan a entrenar a otros.
- Todos los pastores y cada miembro de iglesia necesitan participar personalmente en las actividades evangélicas; especialmente en el caso de los miembros, si son líderes de la congregación. Los instructores -que reciben salario por sus tareas: pastores de distrito, administradores, directores de departamentos y algunos obreros de otras áreas de la iglesia, como también los que dirigen la iglesia local- necesitan participar directamente en la tarea que el Señor les asignó.
- Durante las campañas de cosecha, todo en la iglesia debe funcionar en torno de esta actividad, porque todo lo que hay en ella tiene ese objetivo, y se necesita a cada miembro para alcanzarlo.
- Al invitar a la gente a que se bautice, deberíamos hacerlo con suavidad, es decir, debemos hacer llamados. Si la persona está “madura”, tomará la decisión. Si no lo está y forzamos la decisión, podrá hacerlo, pero después causará problemas a la iglesia.
- Si la gente no está lo suficientemente “madura” para decidirse, no debemos dejar pasar mucho tiempo antes de extender un nuevo llamado. Durante ese lapso, podría haber madurado. Al terminar la campaña de cosecha, valdrá la pena disponer de un plan para seguir la obra: los indecisos deben tener una nueva oportunidad para decidirse.
En esa reunión resolvimos que tendríamos dos ciclos de cosecha durante el año siguiente. Escribimos una introducción e hicimos una lista de cinco actividades fundamentales necesarias, basadas en las enseñanzas de Jesús relativas a los nuevos conversos.
“Creemos que el Espíritu Santo está trabajando continuamente para atraer y preparar a gente de todas partes, a fin de que sean misioneros y difundan el mensaje adventista. A continuación, presentamos cinco cosas que podemos hacer para colaborar con él en su tarea.
“Orar y ayunar. Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno” (Mat. 17:19-21).
“Sembrar. Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y así alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:13-16).
“Cultivar. ‘Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado’ (Mat. 28:20)
“Cosechar. ‘Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán’ (Sal. 126:5).
“Hacer discípulos. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo’ (Mat. 28:18-20)”.
Defina cuáles son sus metas y actividades
En el ciclo de cosecha, los blancos y las actividades deben estar bien definidos: ¿Cuántos interesados se desea alcanzar? ¿Cuántos estudios bíblicos se deben dar? ¿Cuál será el blanco de bautismos? ¿Cómo, cuándo y por qué se continuará la campaña de cosecha? ¿Quiénes formarán parte de las comisiones de música, recepción, oración, visitas, atención de los niños, ornamentación, equipos de sonido, etc.? ¿Cuánto costará el proyecto? ¿De dónde vendrán los recursos? Es indispensable trabajar con un presupuesto.
Nunca podremos medir los resultados reales de una campaña de evangelización; solo en la eternidad lo sabremos. Allí, durante los siglos sin fin, estaremos con la gente que ayudamos a llevar a Cristo por medio de nuestro trabajo personal, como “instructores” de la iglesia o mediante el entrenamiento, la orientación y la capacitación dadas a los miembros. Esta es una escena que podemos imaginar: “Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles ‘en el gozo de su Señor’. El Salvador se regocija al ver en el Reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y estos a otros más, para ser todos llevados al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y lo alabarán durante los siglos sin fin de la eternidad” (El conflicto de los siglos, p. 705).
Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Unión del Norte del Pacífico, con sede en Vancouver, Canadá.