Cómo llegar a ser un líder emocionalmente inteligente.

El pastor Alfa[1] se graduó en el seminario como el primero de su clase. Sacó notas excelentes en Griego, Hebreo y Teología, y continúa siendo experto en hermenéutica bíblica. Puede explicar difíciles profecías bíblicas y complejas verdades teológicas, y puede citar de memoria una cantidad asombrosa de textos. Cuenta con un extenso vocabulario, una voz llena y resonante, la habilidad de pintar poderosos cuadros verbales y de dominar a la audiencia con una dramática expresión corporal. Es de elevada estatura, y su personalidad y su apariencia son impresionantes. Está felizmente casado. Parece ser el candidato ideal para el puesto de pastor, y da la impresión de que su futuro es promisorio.

Desgraciadamente, no obstante, el ministerio del pastor Alfa en realidad no ha emprendido vuelo todavía. Entrampado en la mediocridad, se lo ha transferido de un distrito al otro, y ha dejado atrás una maraña de problemas, quejas y feligreses disgustados. En todos los lugares en los que ha servido, la historia ha sido la misma. Tiene talento y habilidades, pero no se lleva bien con la gente.

El pastor Alfa carece de la capacidad de tratar con sus propias emociones y las de los demás. Aunque intelectualmente es brillante, carece del dominio necesario de sus emociones para relacionarse bien con sus semejantes. Como resultado de ello, sigue fallando en su relación con sus feligreses.

En el siglo XXI se espera que los pastores, los ministros y los administradores de la iglesia posean ciertas habilidades: profundo conocimiento de la Biblia, capacidad de liderazgo, experiencia como comunicadores, una amplia formación espiritual, capacidad para motivar y resolver problemas; y estas son solo unas pocas. Podríamos llamarlas habilidades sólidas. Pero, en las décadas recientes, cada vez más se espera que los líderes posean algunas habilidades blandas o suaves, que facilitan las buenas relaciones interpersonales, la sensibilidad, y diversas experiencias y situaciones. Una de ellas es la inteligencia emocional.

Una buena definición: Inteligencia Emocional (IE) es “la capacidad de reconocer y manejar nuestros propios sentimientos, y reaccionar ante los sentimientos de los demás de manera que se obtengan resultados positivos” Pocas habilidades son tan importantes para el obrero cristiano como esa capacidad, con base espiritual, que nos permite comprender nuestras propias emociones y las de los demás, y relacionarnos adecuadamente con ellas.

Muchos líderes cristianos carecen de inteligencia emocional. El problema es que, con frecuencia, no son conscientes de esta falencia. Se puede afirmar que la inteligencia emocional es una de las herramientas más esenciales para que el ministerio tenga éxito, ya sea en el trato con las personas, en la conducción de congregaciones locales o en la estructura administrativa de la denominación. Pero, en muchos centros de preparación de ministros se piensa poco en la inteligencia emocional, y se habla menos aún de ella.

Los cristianos a menudo suponen que con el mandato bíblico de amar (por ejemplo: 1 Cor. 13; Efe. 5; 1 Juan 3) alcanza. Es decir, el deseo de amar sería equivalente a amar o a saber cómo obra el amor. Por lo mismo, se cree que la inteligencia emocional de un pastor surge automáticamente de su deseo de amar.

“Se nos mide con una nueva vara que no es ni nuestra inteligencia, ni nuestra preparación ni nuestras capacidades, sino como nos manejamos a nosotros mismos y a los demás”, afirma Daniel Goleman en su libro Working With the Emotional Intelligence and Primal Leadership [Trabajemos con inteligencia emocional para conseguir un liderazgo destacado). Las investigaciones de Goleman han demostrado que, cuando se trata de organizar, la inteligencia emocional es dos veces más importante para liderar en forma eficiente que la combinación de un alto cociente de inteligencia con el dominio de diversas habilidades técnicas.

¡Hay esperanza para todos los que padecen del síndrome del pastor Alfa! Al incorporar los principios de la inteligencia emocional a la predicación del evangelio -y si se toman en cuenta los valores bíblicos-, se puede producir una verdadera transformación en la vida del líder cristiano. Hay cinco pasos que se debe dar para producir un cambio positivo en las relaciones del liderazgo ministerial:

  1. Acepte la IE y su relación con la gente

El ministerio tiene que ver con la gente. Amar a gente de todas las clases y relacionarse con ella es el corazón de un ministerio eficaz. Jesús es el verdadero modelo de liderazgo, y su ministerio estuvo relacionado con la gente desde el principio hasta el fin (vea Luc. 2:52). “El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad. Solo por la simpatía, la fe y el amor pueden ser alcanzados y elevados los hombres”.[2]

Entender esto es sumamente importante. El conocimiento, las habilidades y las especialidades son importantes, pero no se las puede separar de una sana inteligencia emocional. Es una necesidad real para que el ministerio y el liderazgo tengan éxito.

Pablo también destacó la importancia de la inteligencia emocional en el liderazgo. Descubrió que esas cualidades provienen del Espíritu Santo, pero que el creyente las debe cultivar y alimentar en su vida. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5:22-25).

Pablo también identificó algunos aspectos de la inteligencia emocional: ciertas emociones y actos que se deben evitar (vers. 19-21): “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

Es evidente que las tareas emocionales de los pastores y líderes cristianos se centran en la gente. Esta importancia se destaca en la lista de etapas de desarrollo espiritual que aparece en 2 Pedro 1:3 al 10. El afecto fraternal y el amor están aquí en primer lugar. Esta misma relación figura en 1 Corintios 13, el tan conocido “capítulo del amor”. Después del amor a Dios viene una relación amante, auténtica y sensible con los demás, como los rasgos fundamentales y más importantes del carácter cristiano.

La inteligencia emocional, entonces, proporciona la plataforma y el contexto que el amor necesita para manifestarse. Sus efectos son obvios. Cuando el pastor da un ejemplo de amor y autenticidad, y fomenta la espiritualidad entre los miembros, la iglesia crece y se desarrolla notablemente. Si, por el contrario, manifiesta egoísmo y asume actitudes negativas, la espiritualidad sufre y la vitalidad se desploma.

  • Admita que se necesitan cambios

Si alguien tiene problemas para controlar sus emociones y se relaciona mal con los demás, debe asumir la responsabilidad por lo que está ocurriendo en su vida y en su ministerio. Pero, es sabido que solo el veinte por ciento de la gente acepta que debe cambiar en algún momento. A menudo, se necesita una crisis para que el dirigente se dé cuenta de que tiene problemas y necesita cambiar. Estos cambios, sin embargo, tienen que comenzar con la persona misma.

La gente tiene que enterarse de que debe aprender y cuándo debe hacerlo. Pero, para que el proceso de cambios comience, los que son como el pastor Alfa deben tener interés en cambiar, motivación para hacerlo y la suficiente dedicación como para ver su necesidad y admitir que su ministerio no funciona.

Una situación que se da a menudo en el liderazgo es que la gente no le dice al dirigente cómo se lo ve hasta que es demasiado tarde. Este sufre de lo que podríamos llamar “miopía pastoral”; es decir, no es capaz de verse con claridad, y así se daña a sí mismo sin siquiera darse cuenta.

Algunos indicadores que señalan la necesidad de cambios, y que generalmente se pasan por alto, son: frecuentes desacuerdos, falta de cooperación, sensación de aislamiento, ansiedad, una vida espiritual desordenada, descenso de las normas espirituales y trabas constantes en el desarrollo profesional.

El líder que puede descubrir zonas de peligro personal es ciertamente afortunado. También lo es el que recibe información de gente preocupada, de manera que pueda hacer algo al respecto.

  • Use el poder transformador del espíritu de la IE

Cuando resulta claro que un líder necesita ayuda, ¿qué debe hacer? Aunque el Espíritu Santo es la fuente y el catalizador de todo cambio genuino, la inteligencia emocional es una herramienta fundamental para producir una auténtica mejoría en un líder espiritual. El desarrollo y la práctica de una disciplina espiritual provee los nutrientes espirituales que necesita el creyente (ver 1 Tim. 4:7, 8). La oración, el estudio de la Biblia, el servicio, la mayordomía y la comunión de los creyentes fomentan el crecimiento, la fortaleza, la sabiduría y la fidelidad. La disciplina espiritual proporciona la energía y la autenticidad que permiten lograr efectos positivos en la inteligencia emocional de alguien.

Es probable que ningún otro concepto haya desempeñado un papel más importante en el desarrollo del liderazgo durante estas últimas dos décadas que la inteligencia emocional. Los psicólogos John D. Mayer y Peter Salovey lo desarrollaron y definieron en la década de 1990. Pero la idea básica y los principios correspondientes han estado con nosotros desde hace mucho tiempo.

La inteligencia emocional reconoce que todos los líderes experimentan emociones como felicidad, tristeza, ira, éxtasis, terror, desesperación y temor. Esos sentimientos son útiles en el sentido de que nos brindan información acerca de cómo estamos. Por ejemplo, la felicidad significa que hay una relación armoniosa, mientras que el temor nos dice que estamos amenazados. Las emociones, por lo visto, relacionan los pensamientos, los sentimientos y la acción. Se vuelven problemáticas cuando dominan y controlan a la persona.

Por lo común, ese dominio se desarrolla lentamente, y por eso mismo no es consciente. Cuando ocurre en un líder, hay una fuerte inclinación a desarrollar actitudes y conductas que destruyen la confianza en las relaciones y complican la toma de decisiones. Otro problema es el hecho de que la inteligencia emocional demora en desarrollarse, ya que el sistema emocional no cambia con facilidad ni rapidez. En efecto, lograr cambios importantes puede tomar un año o más. Por otra parte, para que esos cambios sean duraderos, tiene que haber una intensa interacción social. Los cambios notables muy pocas veces se producen en la soledad, el aislamiento o al margen de las relaciones que pueden ayudar.

* La inteligencia emocional se adquiere por medio de la experiencia en las relaciones. Requiere tiempo y diligencia, pero los beneficios son obvios y sumamente alentadores. Las emociones y las acciones quedan bajo control. Descienden los niveles de estrés. El líder está en mejores condiciones de evitar decir o hacer algo que más tarde va a lamentar. Se comunica mejor, y puede ejercer influencia sobre los demás sin provocar conflictos. Además, mejoran las relaciones con los feligreses, los colegas y la familia.

Las emociones desempeñan un papel fundamental en la conformación del pensamiento y la lógica. Las nuevas investigaciones en el campo de la neurofisiología verifican la relación vital que existe entre los valores, el intelecto y las emociones.

Cuando se experimentan emociones como ira, tristeza o temor, el cerebro humano está programado para reaccionar ante la amenaza, y se activa la respuesta emocional. Se debería tomar tiempo, primero, para reflexionar acerca de la situación. Con oración y la ayuda del Espíritu Santo, esa respuesta puede ser racional e intencional. Entonces, la dinámica de la inteligencia emocional se pone en marcha. Una mente clara, bajo la dirección del Espíritu Santo, proporciona una dirección positiva para la acción subsiguiente.

  • Amplíe el horizonte de su IE

En su libro Primal Leadership: Realizing the Power of Emotional Intelligence [Un liderazgo importante: Cómo entender el poder de la inteligencia emocional],[3] Daniel Goleman sugiere que se necesitan dos factores para desarrollar la inteligencia emocional: “la competencia personal”, es decir, la capacidad de controlarnos a nosotros mismos; dicho de otra manera, ser conscientes de nuestra situación y ser capaces de manejarnos; y “la competencia social”, la capacidad de manejar las relaciones, que incluye conciencia social y juicio para manejar situaciones. Estos factores ofrecen a los líderes infinidad de oportunidades para evaluarse y mejorar.

* Tener conciencia de uno mismo. Esta es la primera cualidad que se debe manifestar en nosotros, si queremos ser competentes. Se considera que es uno de los aspectos más importantes en la vida de un líder. Es tener conciencia de las propias emociones y de la influencia que estas ejercen sobre los demás. Esta cualidad comprende ciertas características, como ser conscientes de las propias emociones, tener una evaluación acertada de uno mismo y confianza en sí mismo.

* El dominio de uno mismo. La siguiente cualidad que tiene que ver con la competencia personal es la capacidad necesaria para conseguir que las emociones obren en favor, y no en contra de nosotros. Incluye el dominio propio emocional, la transparencia, la capacidad de terminar tareas, la iniciativa y el optimismo.

* La conciencia social. Significa comprender, aceptar y ser sensible a las emociones y las perspectivas de los demás. Esta cualidad incluye la empatía, la capacidad de organizar y el servicio.

* Finalmente: el buen manejo de las relaciones. Se trata de mantener relaciones satisfactorias y de colaboración con la gente. Incluye un liderazgo inspirador, buena influencia, el desarrollo positivo de los demás, la formación de vínculos, el trabajo en equipo y la colaboración.

Por supuesto, aunque estar al tanto del vocabulario propio de la inteligencia emocional es bueno, los líderes pueden actuar de acuerdo con la inteligencia emocional sin conocer todas las cualidades, características y el vocabulario de esta. El conocimiento y el entrenamiento en ciertos aspectos específicos de la inteligencia emocional puede ser de gran ayuda, pero no es de valor absoluto.

Un líder puede decidir disponer de inteligencia emocional por la gracia de Dios, y con un creciente esfuerzo personal e interpersonal. Al tomar conciencia de qué son las emociones y cuál es su influencia, al practicar las habilidades necesarias para manejarlas mejor y relacionarse mejor con ellas, se puede adelantar. Al recabar el consejo de otras personas mientras se dedica energía a la tarea, también se puede progresar.

Se debe tomar nota de que los hábitos personales de salud o la falta de ellos también ejercen influencia. La falta de sueño, una alimentación pobre, poco o nada de ejercicio, etc., contribuyen a que resulte más difícil lograr una plena inteligencia emocional. Cuando somos responsables en estos aspectos, puede mejorar el desarrollo de la inteligencia emocional en el hogar, en la iglesia y en los círculos sociales.

5. Desarrolle una estrategia de cambio

El pastor Alfa está trabajando a fin de mejorar sus habilidades para relacionarse con los demás. Está dispuesto a hacer algo con su historia de falta de inteligencia emocional, y quiere eliminar los escollos emocionales que hay en su camino. Pero, necesita un plan.

Richard Boyatzis, autor junto con Daniel Goleman del libro Primal Leadership, sugiere tres pasos a cualquiera que desee mejorar su inteligencia emocional:

Primero, evalúe honesta y francamente la actual condición de su inteligencia emocional. Lo puede hacer solo o con la ayuda de alguien. Segundo, decida adonde quiere llegar; es decir, a un estado ideal. Finalmente, desarrolle un plan claro para llegar a ese estado. Evalúe con frecuencia sus progresos, con el fin de verificar que efectivamente haya cambios y que avanza. La ayuda informal de un monitor o un amigo puede facilitar en gran medida el proceso de desarrollo de su inteligencia emocional.

El pastor Alfa se ha dado cuenta de que una gran parte de su problema ha sido volverse consciente de sus emociones y del efecto negativo que estas han ejercido sobre los demás. Ha decidido que tiene que hacer algo al respecto. Ha orado, y ha comenzado deliberadamente a prestar atención a la manera en que se había relacionado antes con la gente y a las reacciones de los demás.

Ahora piensa más en el momento y en la persona con los que se está relacionando que en su punto de vista personal o en el proyecto que tiene entre manos. Pregunta, a los que están con él, cómo reaccionan frente a sus emociones y sus actos; ha empezado a escuchar. Ha decidido intencionalmente aumentar su propia conciencia emocional y su dominio propio, mediante su autoevaluación y la de otros.

Finalmente, ha resuelto establecer vínculos, y aumentar el nivel del trabajo en equipo y de colaboración. Se mantiene concentrado en su plan. Periódicamente reflexiona en forma personal, y también se reúne con amigos de confianza para evaluar lo que está haciendo.

El plan ha dado resultados. El pastor Alfa ha puesto en práctica con éxito este plan de tres pasos: se ha evaluado a sí mismo para verificar su condición actual y para desafiarse a fin de alcanzar su ideal: un objetivo específico y alcanzable. Ha desarrollado un plan sencillo a fin de llegar de donde estaba hasta donde está ahora. El plan comprendía frecuentes evaluaciones. Está contento porque, con la ayuda de Dios, su dedicación y el apoyo de sus amigos, ha visto progresos.

Conclusión

Así termina esta historia ideal. El líder que se da cuenta de que adolece de carencias en este aspecto es privilegiado. Es raro, porque la gente en general, y en especial los dirigentes, no se dan cuenta de que les falta inteligencia emocional.

Se necesita valor y humildad para que un líder cristiano lo reconozca. Se necesita determinación para abocarse al desarrollo de un plan. A medida que los líderes aumentan su conocimiento acerca de la naturaleza humana y su influencia en todos los aspectos de la vida, algo es evidente: los cambios pueden ocurrir y ocurren, aunque no de la noche a la mañana. Mientras que algunos efectos son reales e inmediatos, otros son graduales y toman tiempo.

Está claro que nunca nos graduaremos de nuestra necesidad de mejorar nuestra inteligencia emocional. Es verdaderamente la obra de toda una vida. Por la gracia de Dios y con la ayuda del Espíritu Santo, unidas a nuestro propio esfuerzo, nuestro ministerio se puede transformar.

El desafío de ser líderes-siervos auténticos, genuinos y amantes nos puede remontar a nuevas alturas. Nos puede animar. El poder del evangelio unido a la voluntad humana puede llevar a cabo hazañas verdaderamente asombrosas. Nuestro ministerio y nuestras vidas se pueden transformar.

Sobre el autor: Doctor en Filosofía. Director del Colegio Oakwood, Huntsville, Alabama, Estados Unidos.


Referencias

[1] Es un seudónimo.

[2] Elena G. de White, La educación (Florida, Buenos Aires: ACES, 1964), p. 74.

[3] Daniel Goleman, Primal Leadership: Realizaing the Power of Emotional Intelligence (Un liderazgo importante: cómo entender el poder de la inteligencia emocional) (Harvard Bussiness School Press, 2002).