El pastor debe controlar y dirigir su trabajo, haciendo de él un instrumento de servicio eficaz.

¿Qué se espera de un pastor? Una investigación especial acerca del asunto[1] ya descubrió mil doscientas descripciones de las actividades que, supuestamente, debe llevar a cabo un pastor. No nos queda duda de que esto es demasiado, incluso para los que se consideran o los consideran superpastores. Pero la realidad es que el promedio de los pastores trabaja bajo tremendas presiones que incluyen predicar, aconsejar a la gente, coordinar los cultos, resolver los conflictos que se producen entre los miembros de la congregación, el crecimiento de la iglesia y su administración financiera.

Hace dos años, la Unión Checa nos autorizó a realizar un estudio acerca de la relación que existe entre el tiempo del que disponen los pastores y las tareas que deben cumplir. La investigación abarcó a 259 pastores y algunos laicos seleccionados, para obtener así diferentes perspectivas.

Los resultados de este estudio revelaron que el promedio de los pastores adventistas trabaja 65 horas por semana, y algunos llegan a las 85.[2] Estos números concuerdan perfectamente bien con las conclusiones obtenidas en otras partes del mundo y con los estudios hechos por varias denominaciones.[3] Esas largas horas de trabajo le cobran su tributo a la familia del pastor, a su salud y a su desarrollo personal, profesional, espiritual y social. Lo que se debe hacer es planificar con cuidado y con toda intención tanto el tiempo como las prioridades en el trabajo.

El trabajo, al parecer, de alguna manera tiende a convertirse en un tirano en nuestras vidas, aunque el Creador jamás haya tenido la intención de que eso sucediera. Al contrario, deberíamos ser dueños de nuestro trabajo, para hacer de él un instrumento de servicio eficaz. En otras palabras, debemos controlar y dirigir nuestro trabajo.

El estudio que hicimos suscitó cinco preocupaciones estratégicas: ¿Cuál es el papel del pastor? ¿Cuál es la tarea pastoral más importante? ¿Cómo deberían administrar su tiempo los pastores? ¿Cómo pueden llegar a ser más eficientes? ¿Cuál sería una carga razonable de trabajo para ellos?

El papel del pastor

El estudio definió la obra pastoral como un trabajo compuesto por cinco grandes tareas. Cada una de ellas se dividió, a su vez, en una cantidad de tareas menores, como sigue:

La predicación: Incluye la preparación y la presentación de los sermones, la planificación de los cultos, la conducción de los servicios de culto y la planificación del calendario anual de sermones.

La administración: Implica las juntas y las comisiones, la comunicación con la congregación (preparación del boletín de la iglesia y los contactos telefónicos, por ejemplo), la planificación estratégica y las finanzas de la iglesia.

La atención pastoral: Tiene ver con las sesiones de consejo, las visitas a los enfermos, las visitas a los hogares, la participación en la vida social de la iglesia, la disciplina eclesiástica y la orientación general de la congregación.

La enseñanza: Incluye la enseñanza propiamente dicha y las sesiones de entrenamiento, los estudios en los Grupos pequeños, las clases bíblicas, el ministerio en favor de los jóvenes y la devoción personal.

La evangelización: Tiene que ver con los estudios bíblicos dados a los interesados en el mensaje, la evangelización por parte de los laicos, el rescate de los miembros apartados, el bienestar de la comunidad y la evangelización pública.

Los pastores no deben esperar hacer solos todas estas tareas; en realidad, deben ejercer un ministerio compartido, ayudando a los miembros de la iglesia a descubrir sus respectivos dones espirituales y a ejercitarlos, entrenándolos para que asuman las responsabilidades correspondientes al desempeño de esas actividades.

La tarea más importante

De entre las cinco actividades pastorales, ¿cuál es la más importante? Nuestro estudio reveló algunas respuestas previsibles y otras sorprendentes conclusiones. En primer lugar, tanto los pastores como los laicos señalaron la vida devocional del pastor como la más importante de todas las actividades pastorales. Aunque no aparezca en la lista, su carácter prioritario no debería sorprendernos, pues los miembros de la iglesia ven al pastor, antes que nada, como un líder espiritual de la comunidad.

En segundo lugar, tanto los pastores como los laicos estuvieron de acuerdo en que el entrenamiento de la congregación para el servicio es crucial para la vida y el crecimiento de la iglesia; donde se entrena a los laicos y se les da participación, se facilita considerablemente la tarea del pastor y se obtienen muchas otras ventajas.

El tercer punto: los pastores y los miembros consideran que la participación de los laicos en la evangelización es indispensable para la eficacia de la tarea del pastor. Eso ciertamente es animador, porque revela que los miembros desean las mismas cosas que alivian la carga del pastor y que, al mismo tiempo, aseguran el efectivo crecimiento de la congregación.

En cuarto lugar, y en cierto modo como algo sorprendente, aunque Los pastores pusieron la preparación de sermones en primer lugar, los laicos eligieron el ministerio en favor de los niños y los jóvenes como la tarea más importante. Eso indica la preocupación de la congregación por el bienestar espiritual de sus jóvenes, además de enviarles a los pastores un mensaje muy importante.

Finalmente, en quinto lugar, mientras que los pastores consideraron que la planificación estratégica visionaria era de suma importancia, la comunidad laica puso en primer lugar las visitas a los enfermos y a los hogares. Esto significa que los pastores tienden a invertir mucho tiempo en el estudio, mientras que los miembros desean que estén más tiempo con ellos para guiar y nutrir al rebaño.

La distribución del tiempo

¿Cómo debería distribuir el pastor durante la semana esas y otras importantes tareas? Determinar cuánto tiempo debe destinar el pastor a las diversas actividades diarias es algo que requiere un delicado equilibrio. Verificaremos cuánto tiempo les asignaron los pastores a algunas de las principales tareas comprendidas en las cinco prioridades enumeradas más arriba.

La devoción personal. Aunque consideraron que ésa era la tarea más importante, el tiempo invertido por los pastores en el estudio y la devoción personal varió desde una hora o menos por semana, hasta doce y veinte horas. El promedio fue de 5,4 horas por semana.

Cuando se trata de la relación personal con el Señor, es imposible prescribirles a otros la cantidad exacta de horas que deberían dedicar a la devoción espiritual; pero, sin duda, nuestro ministerio carecerá de poder y será deficiente si no separamos cada día una cantidad de tiempo regular para dedicarlo al estudio devocional y a la oración.

El entrenamiento de los laicos. El promedio de tiempo invertido en el entrenamiento de los laicos por los 259 pastores que respondieron a nuestros cuestionarios fue de 4,2 horas por semana. Además de impartir conocimientos esenciales para el desempeño de la misión, esos pastores les ayudaron a descubrir sus respectivos dones espirituales y los inspiraron para que hicieran frente a sus responsabilidades.

Participación en el crecimiento de la iglesia. Los pastores incluidos en este estudio invirtieron un promedio de 2,8 horas semanales de trabajo real, con los miembros laicos, en los diversos ministerios relacionados con el crecimiento de la iglesia. En las congregaciones donde se manifiesta una evidente interacción de los pastores con los miembros, el número de conversos aumenta constantemente y el trabajo del pastor disminuye en forma sensible.

Preparación de sermones. El tiempo empleado en la preparación de sermones osciló entre una y veinte horas.

¿Significa esto que los pastores que dedican poco tiempo a la preparación de sermones son más experimentados y competentes que los que invierten veinte horas? ¿O será más bien que algunos pastores no están tomando en serio el tema de la preparación de los sermones?

Una sencilla pero desafiadora regla homilética establece que por cada minuto que alguien piensa dedicar sobre el púlpito, debería invertir una hora en la preparación del sermón. De acuerdo con esta regla, mejoramos la calidad de nuestra predicación y disminuimos la cantidad de sermones excesivamente largos. En ningún caso se debe comprometer la calidad del sermón. Ningún miembro de iglesia quiere ver esto.

El ministerio en favor de los jóvenes. Ésta es una actividad muy importante para nuestros líderes voluntarios, pero el estudio reveló que los pastores dedican en promedio 1,8 horas por semana a trabajar en favor de los niños y los jóvenes. El tiempo invertido en esto tal vez tenga que ver con la cantidad de jóvenes que hay en la iglesia o con la eficiencia de los dirigentes laicos dedicados a servir a los jóvenes; pero, para la hermandad, es indispensable la participación directa de los pastores en la vida de los niños, los jóvenes y los adultos.

La planificación estratégica. De todas las responsabilidades administrativas del pastor, la más importante consiste en conseguir que la congregación tenga una visión de lo que Dios las ha llamado a hacer; a partir de allí debe trabajar para que esa visión se convierta en realidad. Nuestro estudio puso de manifiesto que los pastores dedican un promedio de 1,8 horas semanales a esta responsabilidad.

Visitas a los enfermos. Cuando visitamos a los enfermos, seguimos el ejemplo de Jesucristo. Los pastores que entrevistamos respondieron que dedicaban aproximadamente 3,8 horas semanales a visitar a enfermos, minusválidos, viudas, huérfanos y desanimados. En las congregaciones donde el número de ancianos y enfermos es más bien grande, esta tarea puede requerir más tiempo.

Hasta aquí hemos visto cuánto tiempo dedicaron los pastores que participaron en este estudio al desempeño de las actividades que consideraban más importantes. Ahora vamos a analizar el tiempo que invirtieron en atender las tareas que, según ellos mismos, eran menos importantes.

El boletín de la iglesia. Tanto los pastores como los laicos estuvieron de acuerdo en que la eventual obligación del pastor de publicar un boletín semanal y un pequeño periódico es algo de menor importancia. No obstante, la mayoría de los pastores informó que le dedicaba 1,2 horas por semana a esta actividad. El valor de la comunicación con la congregación por medio de la página impresa parece obvio, pero la participación del pastor y el tiempo que él invierte en esa actividad debería ser lo mínimo posible.

Las finanzas de la iglesia. Los pastores y los dirigentes voluntarios concordaron en que el manejo de las finanzas de la iglesia y su participación en los esfuerzos para recaudar fondos son tareas que las desempeñan mejor otras personas; sin embargo, el estudio reveló que los pastores dedicaron una hora o más a esa actividad.

No todas las denominaciones ni las congregaciones están de acuerdo con que se debe excusar a los pastores de la tarea de recaudar fondos. Y cuando hay grandes proyectos, como la construcción de un templo, por ejemplo, que se vuelve el centro de la atención, la promoción extraordinaria y la participación del pastor son, sin duda, buenas. De todos modos, parecería que esas responsabilidades podrían ser adecuadamente atendidas por otras personas capaces, de modo que el tiempo del pastor sea dedicado a otras cosas más apremiantes.

La ayuda a los necesitados. La manera en que tratamos a los hambrientos, los desnudos y los encarcelados realmente le importa a Jesús (Mat. 25:45); sin embargo, tanto los pastores como los laicos ubicaron este trabajo casi en el último lugar de la lista, aunque los que respondieron a nuestros cuestionarios dedicaron cerca de 1,2 horas por semana a esta actividad.

Es posible que los pastores que trabajan en ciudades del interior, en medio de las comunidades más pobres, puedan tener una participación más directa para aliviar el sufrimiento que los que participaron de nuestro estudio. Muchos de ellos trabajaban en congregaciones más privilegiadas, de clase media.[4]

Llamadas telefónicas. La cuarta actividad menos importante de la lista, según este estudio, es la tarea administrativa de hacer llamadas telefónicas y responderlas, atender la correspondencia de la iglesia, llenar formularios, etc. El tiempo dedicado a esto osciló entre media y quince horas, con un promedio de 4,5 horas por semana. Una buena secretaria voluntaria puede facilitar el manejo del teléfono y la correspondencia, aunque algunas llamadas y cartas inevitablemente deban ser atendidas por el pastor mismo.

Las actividades sociales de la iglesia. Se espera que los pastores participen de la vida social de la congregación. Aunque muchos aceptan esto como una obligación pastoral, esta tarea ocupó el lugar número 20 en importancia en la lista, pero de todos modos absorbió aproximadamente 2,3 horas por semana del tiempo de los pastores.

Nuestro estudio reveló que el pastor necesita cerca de 75 horas por semana para poder cumplir con todas las tareas básicas que se espera que lleve a cabo, de acuerdo con la información solicitada acerca del uso del tiempo. Lo que nos preocupa es lo siguiente: ¿Es razonable esperar que el pastor tenga que dedicar 75 horas semanales al cumplimiento de sus tareas? ¿Serían razonables, incluso, 60 horas? Esta expectativa no es otra cosa que el sometimiento del pastor a la tiranía de intentar hacer más de lo que se puede.

La expectativa de 75 horas de trabajo por semana debería ser una clarinada de alarma para la iglesia y sus administradores. La obra pastoral no se puede hacer efectivamente si no hay una concreta delegación de responsabilidades en los laicos. Ésta es, posiblemente, la lección más importante que arrojó este estudio.

Eficiencia pastoral

El estudio también analizó la eficiencia pastoral. Algunos pastores son extremadamente perfeccionistas, mientras que a otros, por lo común, no les interesa un trabajo de calidad. Para evaluar la calidad de la actividad de un pastor, solicitamos a los secretarios de la Asociación Ministerial que nos informaran acerca de los pastores más eficientes y los menos eficientes en sus respectivas asociaciones. También comparamos a los pastores que bautizaron cincuenta personas o más en una iglesia durante un período de tres años, con los que habían bautizado a diez o menos en el mismo período.

Las conclusiones de este estudio fueron fascinantes: la evaluación que hicieron los pastores de su propio desempeño casi coincidió con la que hicieron los secretarios de la Asociación Ministerial. Después, les pedimos a los líderes voluntarios que evaluaran la calidad del trabajo de sus pastores. Los resultados no fueron demasiado diferentes de las otras evaluaciones.[5]

Aunque muchos factores influyen sobre la eficacia y la productividad del trabajo del pastor,[6] es claro que los ministros cuya calidad es mayor que el promedio son superiores a los que se encuentran por debajo de ese promedio. Esto significa que no se puede aceptar un concepto mediocre e inferior del trabajo. No importa cuáles sean las razones de un bajo rendimiento, los pastores que se encuentran en esa situación deben hacer lo posible por remediarla. Probablemente, tengan que pasar por un período de actualización, de educación continua o de entrenamiento en alguna de las áreas de deficiencia, para que corrijan sus defectos.

Nuestras conclusiones también demostraron que, aunque algunas grandes congregaciones tienen el privilegio de contar con el liderazgo de pastores especialistas en predicación, evangelización, obra pastoral, finanzas, ministerio de la familia, etc., la mayor parte de las iglesias necesita pastores tipo “clínico general” que, con la ayuda de miembros bien entrenados, puedan satisfacer las necesidades de la congregación.

Cada iglesia tiene sus desafíos particulares y aspectos que merecen una atención especial. Aunque la expansión educacional, por ejemplo, podría ser prioritaria cierto año, otros aspectos de la misión podrían ejercer presión sobre la capacidad del pastor en años sucesivos. Los buenos “clínicos generales” deben ser intencionalmente selectivos cuando se trata de orientar la inversión de sus energías, para no sobrecargarse sólo porque se creen capaces de hacer muchas cosas.

Aunque no podamos alcanzar una eficiencia notable en cada uno de los cinco papeles pastorales, ciertamente podemos luchar por alcanzar la excelencia en cada aspecto del ministerio. Los pastores pueden controlar su propio trabajo, al evaluarlo periódicamente. Las esposas y los hijos con frecuencia se comportan como valiosos críticos.

Los miembros de la iglesia son la mejor fuente de ayuda en la comprensión de nuestra eficiencia. Sus opiniones nos proporcionan un equilibrio saludable para nuestra evaluación regular acerca de cómo estamos progresando con respecto a nuestros objetivos personales y los de la congregación.

Una carga razonable

Una de las realidades que demostró nuestro estudio es que los pastores están sumamente presionados. Tienen mucho que hacer, y hacerlo todo eficazmente es muy difícil, si no imposible. Esa tiranía del exceso de trabajo puede ser algo que nosotros mismos creamos; también puede ser la consecuencia de las muchas demandas que otras personas nos imponen. De cualquier manera, esa tiranía debe ser derrocada.

¿De qué manera podemos, los pastores, cumplir con las tareas que se espera que llevemos a cabo y aun así disponer de una carga razonable de trabajo? El estudio que hicimos nos ayudó a elaborar cuatro sugerencias.

La primera nos aconseja establecer un límite máximo de horas de trabajo por semana, durante las cuales podamos y estemos en condiciones de trabajar, después de dedicar tiempo para atender a la familia, la salud y otras obligaciones personales. Para algunos ese período puede ser de sesenta horas; para otros cincuenta o cuarenta puede ser más realista. No nos debemos olvidar de reservar un 10% de nuestro tiempo para emergencias.

La segunda sugerencia consiste en distribuir el tiempo de trabajo entre las cinco funciones pastorales. Mientras calcula la cantidad de tiempo que le dedicará a cada función, considere también que cada una de las tareas pastorales relacionadas con ese papel se lleve a cabo en el tiempo establecido. Asegúrese de entrenar y organizar a los hermanos para que lo ayuden a realizar algunas de las tareas pastorales.

La secuencia enseñar-evangelizar- afirmar se podría repetir durante los años sucesivos; en realidad, los cambios en los blancos y en las necesidades de la congregación pueden exigir diferentes maneras de administrar el tiempo del pastor.

La tercera sugerencia es ésta: determine lo que quiere hacer cuando planifique la conclusión de cada tarea. La cuenta regresiva es importante cuando se deben cumplir ciertos plazos. Si usted establece y sigue un programa, debe estar seguro de que el tiempo determinado para las diferentes prioridades se cumplirá de acuerdo con lo planificado. Recuerde que un programa es sólo una ayuda para tomar decisiones inteligentes y oportunas, a fin de que usted alcance sus blancos de manera eficaz y significativa.

Finalmente, la cuarta sugerencia: ponga en funcionamiento su plan. Haga los ajustes necesarios, a medida que avanza, para asegurarse de que se alcanzarán sus objetivos estratégicos. Nunca se olvide de que la misión de la iglesia es mucho más importante que los métodos que se empleen para cumplirla. No importa cuán honorable o bien establecida sea una determinada práctica, si ya no contribuye a la vida de la iglesia o no sirve para alcanzar las metas de la congregación, merece que se la estudie de nuevo. Al eliminar lo que no es esencial, disminuimos las distracciones y enfocamos nuestros mejores esfuerzos donde son más necesarios.

Sea rigurosamente selectivo con los temas nuevos y urgentes que reclaman un lugar en su “lista de las cosas que se deben hacer”. Decirle “No” a las actividades que no concuerdan con la esencia de nuestra misión es un deber sagrado. Al descartar deliberadamente lo superfino y concentramos deliberadamente, también, en las tareas importantes, podemos aumentar al máximo nuestra eficiencia y administrar con sabiduría nuestro tiempo.

El establecimiento de las prioridades adecuadas y la administración del tiempo son las siervas que nos ayudarán a ser pastores más eficientes.

Sobre el autor: Doctor en Filosofía. Profesor ayudante de Atención Pastoral en el Seminario Teológico de la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, Estados Unidos.


Referencias

[1] D. S. Schuller, M. P. Strommen y M. L. Brekke, Ministry in America [El ministerio en los Estados Unidos] (Nueva York: Harper y Row, 1980).

[2] Estudio acerca de las actividades pastorales, no publicado, desarrollado por el autor en el año 2001, para una Asociación.

[3] Peter Swanson, Pastoral Effectiveness: A Study of Differences Among Comparison Groups of Seventh-day Adventists Clergy [Eficiencia pastoral: un estudio comparativo de los diferentes grupos de ministros adventistas] (Tesis doctoral, 1999), pp. 41-58.

[4] Ibíd., pp. 10, 290.

[5] Ibíd., pp. 263-265.

[6] Ibíd., pp. 22-61, 78-91.