Hemos dicho, leído y escrito mucho acerca del pastor perfecto. ¿Por qué decimos tan poco acerca de Jesús, la insuperable expresión de este ideal?
Cuando Jesucristo y los escritores del Nuevo Testamento se refieren repetidas veces a él como Pastor, usan un calificativo que identifica a alguien que dispensa un cuidado tierno, celoso y sin medida por el rebaño. En los idiomas latinos, el sentido del término es el mismo. De manera que, cuando el Nuevo Testamento y el mismo Jesús hablan del “buen pastor”, se puede decir que se refieren a Cristo, el “buen Pastor”.
¿Qué significa esto para nosotros? La forma más directa de descubrirlo consiste en reflexionar acerca de algunos de los bien conocidos pasajes que se refieren al pastor. Juan 10:11, por ejemplo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” Y Pedro aconseja: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto. […] Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 Ped. 5:2, 4). Éste es otro ejemplo: “A nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas” (Heb. 13:20).
El cuadro que Jesús pinta de sí mismo como el “buen pastor” proporciona a los pastores modernos un medio fundamental para no sólo contemplar a Cristo, sino también examinar el corazón mismo de la tarea pastoral. Jesús, como el Pastor por antonomasia, nos proporciona esa identidad única de hombres llamados por Dios para amar a la gente, dirigirla espiritualmente, evangelizarla, curarla, animarla, enseñarle, y proclamarle esperanza y fe.
Cuando examinamos detenidamente la función que se le dio a Jesucristo, comprendemos que no sólo implica un concepto especial, encantador y emocionante respecto del ministerio de Jesús, sino también es el modelo que hemos sido llamados a imitar. La forma en que Jesús trató a los seres humanos, lo que sintió por ellos, qué actitudes asumió frente a ellos, cómo pensaba, enseñaba, vivía y amaba; todo eso define para nosotros lo que es ser pastor.
El modo en que Jesús ejercía el oficio de pastor es nuestro modelo. Él es nuestro Mentor antes que cualquiera y que cualquier cosa. Está por encima de los mejores libros y seminarios, y de nuestros más inspiradores modelos humanos. Como el buen Pastor, Jesucristo se encuentra mucho más allá y muy por encima de los más estupendos conjuntos de ideas y conceptos acerca de la tarea pastoral. No se trata de que esos conceptos no tengan lugar, sino que deben ocupar un sitio secundario mientras tratamos de descubrir en la persona de Jesús la esencia de nuestro llamado.
Debemos consultarlo siempre, puesto que es nuestro oráculo final, para que realmente grabe en nuestra alma la esencia de la obra que debemos llevar a cabo. Por medio de sus divinas declaraciones, que encontramos en el Nuevo Testamento, y a través de las revelaciones del Espíritu Santo, él debe llegar a ser, para nosotros, nuestro Consejero más importante y nuestro Consultor insustituible e insuperable.
En su libro titulado Jesus, the Pastor [Jesús, el Pastor], John Frye se refiere a la manera en que consideraba Jesús la obra pastoral, que se puede apreciar por medio de su ministerio en favor de la gente. Frye aborda temas como la esencia de la visión pastoral revelada en la diaria labor del Maestro. Y, a la luz de lo que él hacía, Frye apunta a lo que realmente otorga un poder auténtico a la tarea que desempeña el pastor.
El último capítulo de este libro, aunque fuera el único, ya valdría la pena leerlo. Una de sus más notables declaraciones, que me impresionó profundamente, dice así: “Hay ocasiones en las que el mejor entrenamiento, los más sabios principios y los procedimientos más eficaces resultan inútiles frente a las realidades de la obra pastoral. ¿Cuántas veces usted deseó disponer, en esas circunstancias, no de un método sino de un mentor, alguien lo suficientemente considerado como para unirse con usted en las profundidades, y lo suficientemente sabio para guiarlo con seguridad a través de los problemas más difíciles? Esa persona existe: es Jesús”.
Aunque alguien pueda pensar que este clamor es sólo una exageración típica de las pretensiones extravagantes que a veces alimentamos, la verdad es que expresa una experiencia que es real en nuestro ministerio.
Sobre el autor: Director de Ministry.