Reflexiones sobre el diálogo de Job 41:1 al 11

El sufrimiento humano es uno de los temas más debatidos a lo largo de la historia. Muchos teólogos han dedicado tiempo y esfuerzo a tratar de encontrar respuestas. Desde esta perspectiva, el libro de Job ofrece una profunda exposición de la justicia divina ante el sufrimiento humano.[1] De esta manera, Job aborda el problema del justo que sufre.[2]

Curiosamente, algunos estudiosos dicen que el nombre Job significa “Alguien a quien Yahvé trata como a un enemigo”[3] o “Ser hostil”.[4] Otros afirman que el nombre deriva probablemente de una raíz hebrea que significa “Volver” o “Arrepentirse”.[5] En cualquier caso, estas interpretaciones presentan al menos dos ideas que se relacionan con el tema del libro: 1) la perspectiva del sufrimiento de Job por el hecho de que Dios lo trate como a un adversario, y 2) la idea de que este personaje se vuelve hacia el Señor cuando reconoce su insignificancia al final de la narración.

Desde esta óptica, en este artículo analizaremos el texto de Job 41:1 al 11, con el fin de comprender los versículos 9 a 11, que nos conducen a tres preguntas: (1) ¿Quién podrá enfrentar a Dios? (2) ¿Quién fue primero? (3) ¿Quién es el dueño de todo?

Contexto histórico y tema del libro

En primer lugar, es importante comprender el contexto histórico de esta obra bíblica. No es fácil datar la vida y la trayectoria de Job, ya que este relato no hace referencia a acontecimientos históricos y refleja un entorno cultural no hebreo.[6] La historia de Job no se desarrolla en un contexto israelita, eclesiástico, político o militar. Por el contrario, Job se muestra en un entorno doméstico, habitual en su época: un rico terrateniente, querido y honrado por sus coterráneos.[7]

En segundo lugar, por lo que respecta al tema central del libro, el dolor y la tragedia en la vida de los hijos fieles de Dios son abordados a través de la historia de Job.[8] Sin embargo, aunque la opinión común considera que el escritor canónico responde positivamente a la cuestión del sufrimiento en la vida de los inocentes, esta visión es correcta pero incompleta. Es la realidad de Dios, su justicia y su poder lo que está en el centro del debate del libro. Desde el principio, la intención del escritor es mostrar la divinidad de Dios y la fragilidad humana. Sin embargo, sin la revelación divina, “los esfuerzos del hombre por defender el comportamiento de Dios solo consiguen rebajar la divinidad al nivel de un ideal humano de justicia, y revelan así una forma intelectual de idolatría”.[9]

De este modo, una de las mayores contribuciones del libro es el cuadro que presenta de Dios, así como el concepto de fuerzas y poderes, celestiales y terrenales, que afectan a la vida de las personas –los justos pueden sufrir y los malvados prosperar–, pero solo Dios traerá la justicia final para todos.[10]

¿Quién podrá enfrentar a Dios?

En su diálogo con Job, Dios muestra que tanto el universo como la vida de su siervo están bajo el control divino. Mediante preguntas reflexivas, Dios pretende que Job se dé cuenta de que, en realidad, los seres humanos saben poco del Todopoderoso. Sin embargo, la respuesta divina implica la revelación de su presencia y su misericordia hacia los seres humanos.[11]

En este contexto, ¿quién puede hacer frente a Dios? Esta es la primera pregunta que se formula en Job 41:10. Este interrogante surge después de que el Señor ofreciera una descripción detallada del cocodrilo (o leviatán [heb. liwyathan], según la traducción) en los versículos 1 al 9. Se trata de un animal salvaje, feroz e indomable, con una gran boca y fuertes dientes. Su cuerpo está cubierto de escamas muy apretadas, como si fueran una cota de malla. El texto se centra en mostrar la fuerza superior del monstruo marino en comparación con la capacidad del hombre para enfrentarse a él.[12]

No hay posibilidad de atrapar al cocodrilo con un anzuelo (vers. 1), perforarle la oreja con un palo (vers. 2) o siquiera intentar domesticarlo (vers. 4). Seguramente, nunca intentarías “atarle una cuerda a una pata para que jueguen tus hijas” (vers. 5, TLA).[13] Lo cierto es que “la sola idea de luchar con el cocodrilo hace que desistas de intentar capturarlo” (vers. 8).[14]

Por tanto, el versículo 10 contiene la conclusión del argumento que Dios construyó durante esta conversación. Puesto que ningún hombre es lo bastante fuerte para luchar contra el cocodrilo, ¿cómo puede pretender oponerse al Señor? En otras palabras, si no puede luchar contra el cocodrilo, tiene aún menos posibilidades de enfrentarse a Dios. Así, “el objetivo es, sin duda, reprender a Job por su temerario deseo de discutir con Dios”.[15]

¿Quién fue primero?

La siguiente pregunta se refiere al elemento temporal: “¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya?” (vers. 11, RVR). En esta pregunta, Dios insta a Job a responder quién fue el primero. Entendemos que para cada cosa hay un creador/originador detrás. Sin embargo, Dios “no requiere materia independiente preexistente”, ni está “limitado por el espacio y el tiempo como lo están las criaturas”.[16] En este contexto, Dios intenta hacer reflexionar de algún modo a Job sobre la existencia de los seres creados y de su Creador, porque frente a la creación, el Señor muestra que no necesitó la opinión de su criatura para que las cosas fueran creadas.

Considerando el amplio contexto de las indagaciones de Dios, en el capítulo 38 el Señor formuló una pregunta que llevó a Job a reflexionar sobre quién fue realmente el primero en existir. “Que diga dónde estaba cuando este mundo inferior fue creado, y si proporcionó consejos para ayudar en aquella obra maravillosa” (vers. 4): “ ‘¿Dónde estabas tú cuando yo puse los cimientos de la tierra?’ ”[17] Dios interrogó a Job sobre su conocimiento del origen y la función del mundo. El Creador le preguntó sobre “los misterios de las cosas creadas no visibles al ojo humano”.[18]

En cierto modo, Dios quería que Job comprendiera que tanto su existencia como su sabiduría eran muy limitadas comparadas con las del Señor. Francis Nichol añade: “Estas expresiones recuerdan a Job cuán limitados [sic] son en realidad sus conocimientos”.[19] Hasta el punto de que el propio Eliú declaró: “Mira, Dios es más grande de lo que podemos comprender; sus años no se pueden contar” (Job 36:26, NTV).

De esta forma, Job se dio cuenta de lo limitado que era para comprender la grandeza de Dios. Hartley afirma: “Ciertamente Dios es grande más allá de nuestro entendimiento (cf. Ecl. 8:17). Y es eterno más allá de la limitación de los años; el número de sus años es insondable. Job debería haber sido consciente de que un Dios así es digno de alabanza, en lugar de buscar un desafío legal con él”.[20]

¿Quién es el dueño de todo?

Esta pregunta está implícita en la declaración que Dios hace al final del versículo 11: “Todo lo que hay debajo del cielo es mío” (NTV). En la conversación entre Dios y Job, el Señor hace preguntas y afirmaciones para expresar quién creó realmente todo y a quién pertenecen todas las cosas. Es como si el Eterno dijera: “¡Déjame sorprenderte con la complejidad de todo esto!”

Considerando la maldad presente en la Tierra desde la caída del hombre (Gén. 3), y que la causa del sufrimiento se atribuye a veces a Dios, Matthew Henry declaró que estamos en deuda con la paciencia divina, pues “Dios tiene poder suficiente para sacudir la Tierra bajo esta raza culpable, bajo esta humanidad que la hace gemir bajo la carga del pecado, y así sacudir a los malvados de ella (Job 38:13)”.[21]

Así, podemos ver que las preguntas de Dios a Job pretendían que el patriarca se diera cuenta del alcance de la grandeza de Dios, mientras reflexionaba sobre las cosas creadas. Ante la sabiduría de su Creador, Job enmudece, pues el Eterno tiene poder sobre todas las fuerzas del universo (38:2-42:6); sobre el hipopótamo (40:15-24); sobre el leviatán (41:1-26); y sobre todos y cada uno de los enemigos (41:27-34).[22] Dios tiene el control de todas las cosas, como afirmó el propio Job: “Dios es tan sabio y tan poderoso. ¿Quién lo ha desafiado alguna vez con éxito? Él mueve las montañas sin dar aviso; en su enojo las voltea” (Job 9:4, 5, NTV).

En este sentido, el Señor es anterior a la naturaleza y a las demás cosas creadas, puesto que es su Dueño. De este modo, ya que también tiene señorío sobre la fuente de todo conocimiento, “el hombre debe buscar la sabiduría en Dios. El hombre solamente puede participar de ella a través del conocimiento de la mente revelada de Dios”.[23]

Ante tal soberanía, Eliú informa que Dios, en su autoridad, está muy por encima de los seres humanos (Job 33:12). Es inútil contender con él. “El Señor hace lo que le parece mejor, y no necesita explicar las razones de sus actos”.[24] Por tanto, ningún ser humano tiene argumentos para cuestionar los atributos de Dios o su forma de actuar, ya que, desde el punto de vista teológico, los planes de Dios están mucho más allá de la comprensión humana. Isaías escribió las siguientes palabras divinas: “Como es más alto el cielo que la tierra, así son mis caminos más altos que sus caminos, y mis pensamientos más que sus pensamientos” (Isa. 55:9).

Conclusión

En Job 42:1 y 2, el patriarca confiesa, ante la grandeza de Dios: “Entonces Job respondió al Señor: ‘Reconozco que todo lo puedes, y que ningún plan tuyo puede ser frustrado’ ”. Estos textos muestran que Dios nunca ha dejado de manifestarse ante las dificultades de sus hijos. Aunque el hombre no lo entienda, los planes del Señor siempre serán más grandes y mejores.

A pesar de que Dios no dio una respuesta completa a las preguntas de Job, manifestó su preocupación por su siervo. Incluso en los peores momentos de la vida de su hijo, en medio de las tinieblas de la existencia, el Señor quiso que recordara lo que había aprendido cuando estaba en la luz. Esto nos enseña que las preguntas dirigidas a Job no pretendían explicar la causa del mal, sino revelar al fatigado patriarca quién es Dios. Francis Nichol añade: “Dios no explicó por qué prosperan los impíos ni por qué sufren los justos. […] La respuesta divina no solo hizo que Job conociera hechos, sino que conociera a Dios”.[25]

Por eso, cuanto más cerca estemos del Señor, mejor percibiremos su grandeza y también nuestra pequeñez. Job admite que su idea anterior de Dios se basaba en experiencias ajenas, es decir, en lo que había oído: una relación cimentada en la tradición. Ahora, sin embargo, su experiencia religiosa se había arraigado en la comunión personal con el gran Dios.

Sobre el autor: Ezinaldo Pereira es Profesor de Teología en la Facultad Adventista da Amazônia, Carlos Silva es pastor en Rondonia y Felipe Macedo es pastor en Parauapebas, Pará.


Referencias

[1] Kenneth Barker, org., Bíblia de Estudo NVI (São Paulo: Vida Nova, 2003).

[2] W. C. Kaiser, org., Bíblia de Estudo Arqueológica NVI (São Paulo: Vida Nova, 2014).

[3] Frederic Bush, David Hubbard y William Lasor, Introdução ao Antigo Testamento (São Paulo: Vida Nova, 2002).

[4] Samuel Terrien, Jó: Grande Comentário Bíblico (São Paulo: Paulus, 1994), p. 8.

[5] Gleason L. Archer, Panorama do Antigo Testamento (São Paulo: Vida Nova, 2012), p. 570.

[6] Ibíd., p. 570.

[7] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (Florida, Bs. As.: ACES, 1994), t. 3, p. 494.

[8] Archer, Panorama do Antigo Testamento, p. 570.

[9] Terrien, Jó: Grande Comentário Bíblico, p. 7.

[10] Nichol, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 494.

[11] Claudionor de Andrade, Jó: O Problema do Sofrimento do Justo e o seu Propósito (Río de Janeiro: Casa Publicadora das Assembleias de Deus, 2012).

[12] Milo L. Chapman, ed., Comentário Bíblico Beacon (Río de Janeiro: Casa Publicadora das Assembleias de Deus, 2005), t. 3, pp. 20-100.

[13] Ibíd., p. 93.

[14] Matthew Henry, Comentário Bíblico Antigo Testamento: Jó a Cantares de Salomão (Río de Janeiro: Casa Publicadora das Assembleias de Deus, 2015), p. 687.

[15] Chapman, Comentário Bíblico Beacon, p. 687.

[16] Fernando Canale, “Dios”, en Tratado de teología adventista del séptimo día, Raoul Dederen ed. (Florida: ACES, 2009), pp. 133, 134.

[17] Henry, Comentário Bíblico Antigo Testamento, p. 186.

[18] Frank E. Gaebelein, The Expositor’s Bible Commentary

(Grand Rapids: Zondervan, 1988), p. 1036.

[19] Nichol, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 604.

[20] John Hartley, The Book of Job (Grand Rapids: Eerdmans, 1988), p. 479.

[21] Henry, Comentário Bíblico Antigo Testamento, p. 687.

[22] Russell N. Champlin, O Antigo Testamento Interpretado (São Paulo: Hagnos, 2001). t. 3, p. 2029.

[23] Gaebelein, The Expositor’s Bible Commentary, p. 976.

[24] Nichol, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 591.

[25] Ibíd., p. 603.