Me quedé en casa hoy por la mañana, para escribir estas líneas. Al nacer el sol, tuve un momento de oración y luego una corta caminata. La temperatura estaba agradable, casi fría, y esto hizo necesario el uso de calcetines. Tomo el desayuno, y estoy ansioso por empezar el trabajo. Pero, antes necesito cumplir con un compromiso personal que asumí hace bastante tiempo: buscar la presencia de Dios en primer lugar. Es como si necesitara una dosis diaria de una medicación.

El sol ya salió, y en mi corazón deseo enviar el texto luego, pues ya está atrasado. Pero, contrariando mis impulsos, tomo la silla, la Biblia, el folleto de Escuela Sabática y El gran conflicto, y busco un lugar donde estar al sol.

Mi esposa me llama, y me pregunta cómo va el artículo, y le respondo que aún no lo empecé. “Pero ¿no te quedaste para escribir el artículo?”, me dice ella. Y tiene razón. Pero son muchas las cosas que necesitaría estar haciendo ahora: finalizar la venta del auto, planificar la videoconferencia de hoy, ajustar algunos detalles del concilio de la División, estudiar los sermones de Semana Santa, preparar el próximo viaje de diez días… Y este texto.

Desconecto el teléfono, y mi mente comienza a revolotear en torno a todas estas urgencias. Pero el Señor me llama, con una voz suave, y me recuerda que si por la fe miro por sobre todo esto, él se encargará del resto (Mat. 6:33).

Durante el estudio, el texto de Génesis 3:8 capta mi atención: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día”. La NVI traduce que el Señor recorría el jardín “cuando el día comenzó a refrescar”. Ahí estaba yo, en el jardín, en la hora fresca del día, buscando el sol para calentarme. Y mi mente también huía del Señor…

Me asaltó la idea de que, en momentos como estos, el Señor desciende a buscarnos, en un momento del día en que la jornada, con sus luchas, aún no se ha calentado o cuando ya se enfrió. ¡Pero mi cabeza sigue acalorada! En estos momentos, nuestro Dios desea fortalecernos para las luchas que vendrán.

Es por esto que Dios enfatiza la importancia de la parte fresca del día, tanto para la comunión personal con el Creador como con la familia -el culto familiar. Jesús buscaba al Padre en este momento (Mar. 1:35); nuestros Seminarios de Enriquecimiento Espiritual (SEE) tienen el propósito de desarrollar este hábito; Abraham y tantos otros también utilizaban estos momentos con el fin de conducir a la familia a un encuentro con el Señor… Hacían esto, porque en esas horas Dios descendía.

Así como Adán y Eva huían del Señor, también soy tentado cada día a esconderme de él, detrás de los árboles de los compromisos, las necesidades y las emergencias. Pero, como pastor, sé que antes de salir primero necesito ser apacentado, recreado por el Padre. Sé que mi llamado no es principalmente la venta o la compra de un vehículo, o incluso la preparación de programas de trabajo, sino que en primer lugar conozca a Dios, ande con él y busque algo que no es natural en mí: un corazón puro y santo; y que ame a otros pecadores como yo, por quienes debo trabajar… El teléfono suena. Es mi esposa, invitándome a almorzar. ¡Me fui, con el artículo terminado!

Sobre el autor: Secretario ministerial asociado de la División Sudamericana.