¿Qué es? ¿Cuál es su importancia? Una mirada a esta veta de la predicación, que apunta a desafiar y señalar abiertamente el pecado.

Ministerio (M): En los últimos años, ha aumentado el interés en la predicación profética. Comencemos con una definición.

Hyveth Williams (HW): Consiste en una proclamación basada en la Escritura, en la que el predicador ejerce la autoridad divina para ser el portavoz de Dios. Al decir “autoridad”, me refiero a la que Jesús tenía. Esta generó que, “cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mat. 7:28,29). Aunque el poder es un derivado natural de la autoridad, ejercerlo solo por medio de nuestra fuerza de voluntad puede resultar peligroso y opresivo. Sin embargo, cuando el poder proviene del don de la autoridad divina, se convierte en un elemento liberador y redentor.

M: ¿No se supone que esto debiera ocurrir en todas las predicaciones bíblicas? ¿Qué es lo que distingue a la predicación profética?

HW: Sí, todos los predicadores deben ejercer esta autoridad, pero la predicación profética levanta la voz a favor de la justicia de Dios en una forma que es diferente y, a la vez, relevante en cuanto a las necesidades o luchas de los que oyen. La predicación profética desafía el statu quo. Los predicadores proféticos no tienen como objetivo ser políticamente correctos, sino que, con la autoridad divina, están dispuestos a enfrentar las injusticias en la nación al igual que en sus comunidades locales. Jesús les otorgó esa autoridad a sus discípulos (Luc. 9:1,2). Los oyentes pueden identificar esto al recibir el mensaje, debido a que los mensajeros tienen la santa valentía que les otorga el Espíritu Santo. Yo me ciño al ejemplo dado por Elena de White, cuando enfrentó el tema de la esclavitud en un poderoso sermón, el 21 de marzo de 1891, a un grupo de líderes de la Asociación General.

M: ¿Puedes compartir parte de ese sermón con nosotros?

HW: Por supuesto. Ella dijo: “Existe gran perplejidad sobre cómo nuestros obreros deben tratar el tema de la ‘raza de color’. Algunos se han preguntado hasta qué punto deben tolerar el prejuicio reinante en contra de la gente de color. El Señor nos ha dado luz respecto de tales temas. Existen principios en su Palabra que debieran guiamos al abordar estas preguntas. El Señor Jesús vino a este mundo para salvar a hombres y a mujeres de todas las nacionalidades. Él murió por la gente de color en el mismo grado que lo hizo por la raza blanca”[1] Créeme, ella no dejó indiferentes a los hermanos y pagó un precio por su valentía.

M A esto se refiere Leonora Tubbs Tisdale, en su libro Predicación Profética: una aproximación pastoral, cuando escribe “La predicación profética es contracultural y desafía el statu quo”.[2]

HW: Exactamente. La predicación profética no solo desafía el statu quo, sino también ofrece vislumbres teológicas y bíblicas al estado actual del ser humano, desde la esclavitud de un individuo al pecado hasta el clamor por la libertad en masivas protestas mundiales. Provee estrategias orquestadas divinamente para salir de la desesperación por medio de la determinación y la esperanza.

M Tisdale también afirma que “La predicación profética enfrenta los males y desafíos del presente orden social y, a menudo, está enfocado en los temas corporativos y públicos, más que en los temas individuales o personales”.[3]

HW: El pecado corporativo está íntimamente ligado a las transgresiones individuales. De hecho, el pecado corporativo tiene su origen en la cabeza de un individuo antes de entrar en el sistema, y lo contamina y lo pervierte. Por este motivo, es importante confrontar el pecado individual antes de que se convierta en la raíz del mal corporativo. Por ejemplo: existe una unión concluyente entre el adulterio y la corrupción corporativa ya que es probable que una persona que le es infiel a su conyugue, también lo sea en su honestidad en el comercio. Los predicadores proféticos deben hablar con claridad y con poder respecto de los aspectos en los que hemos fallado en el plano personal y, luego, indicar cómo volver a la senda divina, tanto individual como corporativamente.

M: Comparte con nosotros algunos pasos específicos en la preparación de un sermón profético.

HW: El primer paso es estudiar la Palabra de Dios e integrarla en nuestra mente y en nuestro ser. Esto debe preceder a la preparación de cualquier sermón ya que el predicador profético debe hablar de un Dios al que conoce personalmente y que puede ser amado por todos. Recientemente, estudiaba 2 Timoteo 2:15: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. La palabra griega spoudazo (diligente), que también se puede traducir como “estudiar”, significa “estar muy activo”, lo cual implica más que solo estar familiarizado con la información, también se deben poseer los rasgos nobles que distinguen a los siervos productivos de Dios.

M: Así que, el primer paso es estar lleno de la Palabra de Dios, no solo teóricamente, sino también de una forma que transforma la vida. ¿Cuál es el segundo paso de la predicación profética?

HW: El predicador profético necesita examinar con cuidado la condición cultural, social y religiosa para situarla dentro de una perspectiva bíblica. Esto se logra haciendo algunas preguntas pertinentes: ¿En qué se han equivocado las personas? ¿Cómo se han alejado del ideal de Dios? ¿Qué rol tuvieron sus líderes en este error? En 2006, el Dr. Calvin Butts, de la Iglesia Bautista Abyssiniana de Nueva York, predicó un sermón en la Universidad de Oakwood, llamado “Sobre torres y luz”. El comparó la caída de las Torres Gemelas con el relato de la Torre de Babel, de Génesis 11. Mostró como la actividad de los líderes había destruido la honra y habían corrompido la belleza. Destacó cómo el lenguaje de la comunidad financiera se había vuelto confusa. Luego, habló de parte del Señor para llamar a la gente a que restableciera el lenguaje de la santidad en todas sus actividades. Ese es un excelente ejemplo de un sermón profético.

M: Entonces, la predicación profética va más allá de solo indicar lo que está mal en el orden social o en la vida privada. Tisdale destaca que “la predicación profética requiere que el predicador identifique lo que no es de Dios en el mundo (crítica) y la nueva realidad que Dios introducirá en el futuro (motivación)”.[4] Háblanos acerca de cómo proclamar esa nueva realidad.

HW: Tenemos un mensaje especial para proclamar en estos últimos días de la historia humana. Dios creó a la familia humana para que viva con él por la eternidad. Nos hemos apartado de ese ideal, pero el Señor ha ideado un plan a fin de restaurar el compañerismo con él. Más que tan solo informarnos, la predicación profética apunta a redimir y a transformar, a que las personas vuelvan a una relación salvífica con Dios. No tenemos mucho tiempo para regresar. Por esta razón, la predicación profética tiene un sentido de urgencia. Permítanme ilustrarlo de la siguiente manera: Si ves una casa en llamas con una madre y su hijo atrapados en su interior, ¿te quedarías parado afuera y dirías “Tal vez debo llamar a los bomberos”? ¡No! Más bien entrarías en acción independientemente del costo que deberías pagar. El mundo está en llamas, moralmente y espiritualmente. Ha llegado la hora en que los predicadores proféticos se levanten y adviertan a los habitantes del mundo para que puedan escapar antes de la conflagración final, a fin de que encuentren refugio en Jesucristo antes de su regreso.

M: ¿Qué es lo que más te atrae de la predicación profética?

HW: La Biblia nos informa que Jesús “les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mar. 1:22). Me gusta la predicación apostólica porque me desafía -de hecho, nos desafía a todos- a hablar con autoridad. Jesús le dijo a sus discípulos: “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mat. 28:18), y luego les dio autoridad para que hicieran “discípulos a todas las naciones” (Mat. 28:19). Muchos predicadores parecen haber perdido esa autoridad. Varios parecen más “animadores” que líderes llenos del Espíritu Santo y que hablan con autoridad. Hace algunas generaciones, la gente respetaba a los predicadores y los consideraba importantes figuras de autoridad. Hoy, somos ignorados y somos caricaturizados en los medios avaros y aduladores. Ya es hora de que reclamemos el don de la predicación profética. Necesitamos dar un paso hacia delante y declarar “Así dice el Señor”, para que la gente se detenga y escuche lo que tenemos para decir. Luego, no tendrán excusa, y responderán a aquel que nos llamó para proclamar justicia y hablar valientemente en contra del pecado.

M: Hablemos sobre la vida personal de un predicador profético. Un personaje de las Escrituras que se nos viene a la mente como un poderoso predicador es Juan el Bautista. Él enfrentó los males de su tiempo, y llamó a la gente al arrepentimiento, y a que buscaran a Dios y el ideal de este para sus vidas. Además, vivía con tal santidad que algunos incluso creyeron que podría ser el Mesías. ¿Cuán importante es el ejemplo del predicador profético para darle credibilidad al mensaje que proclama?

HW: No todos los que han sido llamados a predicar proféticamente serán como Juan el Bautista, del cual Jesús mismo dijo: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (Mat. 11:1). Sin embargo, un testimonio personal consecuente de parte del predicador profético es fundamental. También puedo decir, de mi experiencia personal, que Dios puede elegir a las personas menos probables, incluso vasijas rotas pueden ser sus predicadores proféticos. Lo único que se requiere de ellos es que rindan su vida a Jesús como su Salvador personal. Esto significa que, cuando sean tentados a ceder en lo poco, no lo hagan, y que cuando hablen en público no haya alguien de su familia pensando: “Vaya, deberías ver a esta persona en casa”. Esto significa que son consistentes y fieles con el alto llamado que Dios les ha presentado.

M: Cuando observas a predicadores proféticos, tanto en las Escrituras como en la historia, pareciera que hay un precio que debe ser pagado al confrontar una cultura que se ha apartado del ideal divino.

HW: Tienes razón. Muchos de lo que levantaron la voz a favor de Dios acabaron siendo apedreados, encarcelados, ridiculizados, torturados y crucificados (Heb. 11). Esto sigue siendo una realidad en esta época. Un predicador del siglo XX que se nos viene a la mente es el Dr. Martin Luther King Jr. Otros que han pagado el precio son personas anónimas que solo conoceremos cuando Jesús regrese. En cierta ocasión, Elena de White dijo, como lo haría todo predicador profético: “Sé que lo que digo me causará conflictos. No deseo esto para mí, ya que los conflictos han sido recurrentes en estos últimos años; pero no seré una cobarde, dejando mi trabajo sin concluir. Debo seguir las huellas de mi Maestro”.[5] Yo comparto estas palabras y sentimientos. Algunas personas te aislarán y dirán: “¡No escuchen a este loco predicador!” Pero, Jesús aseguró: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mat. 5:11,12).

M: Ciertamente es importante recordar que no elegimos el sendero del predicador profético porque es fácil o popular. ¿Qué palabras alentadoras le dejarías a un predicador que ha sido marcado por esta entrevista, pero siente temor del precio que debe ser pagado?

HW: Yo les diría:” ¡Bendecido sea Dios porque te sientas incapaz de esta tarea!” Me preocupa el que no está asustado. Huye del predicador que es demasiado confiado y que se promociona a sí mismo. Esa persona es un falso profeta. Cuando percibas la grandeza de la tarea que tienes por delante, tendrás algo en común con los grandes profetas tales como Jeremías e Isaías, que temblaron en la presencia de Dios, pero avanzaron y predicaron de todas maneras; que dependieron plenamente del poder de Dios.

Sobre los autores: Derek Morris: Editor de Ministry.

Hyveth Williams: Profesora de Homilética en el Seminario Teológico de la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias

[1] Elena de White, The Southern Work (Washington, DC: Review and Herald Pub. Assn., 1996), p. 9.

[2] Leonora Tubbs Tisdale, Prophetic Preaching: A pastoral approach (Louisville, KY; Westminster John Knox Press, 2010), p. 10.

[3] lbíd.

[4] lbíd.

[5] White, ibíd, p. 11.