La fecha es un día cualquiera en el futuro cercano. ¿Dónde? En un Boeing 747 que vuela sobre el Atlántico hacia Londres. La mayoría de los pasajeros está durmiendo o haciendo cualquier otra cosa. Súbitamente, casi la mitad de ellos desaparece en medio del aire. Primero, uno; luego, otro. Finalmente, los que quedan gritan de miedo al ver que el lugar que se encuentra a su lado está vacío. Muchos gritan y lloran. Los padres buscan frenéticamente a sus hijos que han desaparecido.
¿Ciencia ficción? No del todo; esta es la primera escena de una serie titulada Left behind.[1] Escrita por Tim Lahaye y Jerry Jenkins, esta serie está basada en la teoría de que, siete años antes de la segunda venida de Cristo, los cristianos fieles serán arrebatados por Dios. ¿Por qué siete años? Porque uno de los fundamentos de esta teoría es que la última de las setenta semanas proféticas de Daniel 9:24 se desarrollará en el futuro.
Las raíces
Los orígenes de esta teoría pueden rastrearse hasta la Contrarreforma. Los reformadores del siglo XVI identificaron al papado como el anticristo de la profecía.[2] Muchos eruditos jesuitas asumieron la tarea de defender al Papado contra esta acusación. El cardenal Roberto Belarmino (1542-1621), director del Colegio Jesuita de Roma, procuró invalidar el principio “día por año” de la profecía como prueba de los 1.260 años de supremacía papal.[3]
El jesuita español Francisco de Ribera (1537- 1591) proyectó la profecía del anticristo hacia el futuro (futurismo) y, otro español, Luis de Alcázar (1554-1613), defendió la idea de que estas profecías ya habían ocurrido en el tiempo del Imperio Romano (preterismo).
El preterismo de Alcázar fue adoptado por el calvinista Hugo Grotius (1584-1645) en Holanda, y se convirtió en el método favorito para interpretar la profecía bíblica entre los teólogos liberales.
Ribera aplicó las profecías del anticristo al futuro anticristo personal que aparecería en el tiempo del fin, y que tendría poder por tres años y medio.[4] Durante casi tres siglos, el futurismo fue confinado en la Iglesia Católica Romana, hasta que, en 1826, Samuel Maitlend (1792-1866), bibliotecario del arzobispo de Canterbury, publicó un panfleto de 72 páginas[5] en el que promovía la idea de Ribera. Luego, otros clérigos protestantes adoptaron esta idea y la propagaron ampliamente. Entre ellos estaba John Newman, líder del movimiento de Oxford, que luego se convirtió en un cardenal católico romano, y Edward Irving, ministro presbiteriano escocés.
Dispensacionalismo
El futurismo de Ribera estableció el fundamento para el dispensacionalismo. Este enseña que Dios se ha relacionado de forma diferente con la humanidad por medio de diferentes eras en la historia bíblica. John Nelson Darby (1800-1882) es considerado el padre del dispensacionalismo. Él era un abogado y pastor anglicano que, en 1821, desilusionado por la frialdad espiritual de la iglesia, se unió a un grupo religioso conocido como “El movimiento de los hermanos”. Darby tenía una mente brillante. No solo predicaba con fluidez en francés y en alemán, sino también tradujo el Nuevo Testamento al alemán, el francés y el inglés. Fue autor de más de cincuenta libros y, en 1848, se convirtió en el líder del grupo “Hermanos exclusivos”.
Darby desarrolló una filosofía de la historia por la que dividió esta en ocho eras, o dispensaciones: “Cada una posee un orden distinto en el que Dios operó su plan de salvación”.[6] Además, Darby afirmaba que la venida de Cristo podría ocurrir en dos etapas. La primera, el invisible “rapto secreto” de los fieles, lo que cerraría el “paréntesis”, o la era de la iglesia, que se inició cuando los judíos rechazaron a Jesús. Luego del rapto, las profecías del Antiguo Testamento concernientes a Israel serían cumplidas literalmente,[7] lo que conduciría a la gran tribulación que terminaría en la segunda venida de Cristo. En ese tiempo, el Señor establecería un reino literal de mil años sobre la Tierra, con Israel como centro.
La visión escatológica de Darby predominó en el fundamentalismo estadounidense de la década de 1920, cuando los cristianos conservadores defendieron al cristianismo protestante de los desafíos del darwinismo y de la teología liberal. Hoy, la mayoría de los cristianos evangélicos acepta los principios generales de la escatología de Darby.
El concepto de un rapto antes del período de tribulación final realmente no fue un invento de Darby. “Pedro Jurieu, en su libro Approaching Deliverance of the Church (1687), enseñó que Cristo podría venir para arrebatar a los santos y regresar al cielo antes del Armagedón. El comentario del Nuevo Testamento de Philip Doderidge y el comentario, también del Nuevo Testamento, de John Gilí, usaron el término ‘rapto1 y creían que su cumplimiento era inminente. Esos hombres creían que ese acontecimiento precedería al descenso de Cristo a la Tierra y el tiempo del Juicio. El propósito era preparar a los creyentes para el tiempo del juicio”.[8]
La doctrina del rapto fue esparcida alrededor del mundo, primariamente por medio de “El movimiento de los hermanos” y de la Biblia de estudio Scofield. En el siglo XX, fue enseñada en escuelas como el Instituto Moody y el Seminario Teológico de Dallas. El futuro del gran planeta Tierra, de Hal Linsdey, y muchos otros libros propagaron esta doctrina.
Investigando la teoría
La teoría del rapto está basada en numerosas hipótesis. Debido a las limitaciones de espacio, podremos analizar aquí brevemente solo dos de ellas: 1) que la septuagésima semana de Daniel 9:24 al 27 aún está en el futuro; y 2) que la iglesia no pasará por la gran tribulación.
1. La septuagésima semana de Daniel 9:27. Aunque la idea de que esta semana se ubica en el futuro ya aparecía en los escritos de Ireneo (siglo II),[9] ella no jugó un rol significativo en la teología cristiana hasta el siglo XIX. Según esta teoría, la semana 69 termina con la entrada triunfal, y la 70 “está separada de las otras 69 por un periodo indefinido de tiempo”.[10] Esto se debería a que la era de la iglesia se considera como un paréntesis en el plan de Dios. Es decir, el reloj profético se detuvo el domingo de la Pascua, y solamente volverá a andar después del rapto, cuando Dios asuma la conducción de los asuntos de Israel en el futuro.
Sin embargo, no existe ninguna razón lógica o exegética para separar la semana 70 de las demás. No existe ninguna otra profecía de tiempo en las Escrituras que tenga un vacío como este.[11]
El tema principal en los versículos 26 y 27 es el Mesías, no el anticristo. De acuerdo con Daniel 9:25 y 26, el príncipe al que se refiere la frase “el pueblo de un príncipe” también puede referirse a Jesús.[12] Aunque el príncipe, en el vers. 26, se refiere a Tito (como tipo de anticristo) y no al Mesías, él no es el tema del versículo 27 porque, gramaticalmente, está en una posición subordinada a “el pueblo”. Es el pueblo el que destruye el Santuario y la ciudad, no el príncipe. El “él” del versículo 27 debe aludir al Mesías del inicio del versículo 26. En Daniel 9:27, leemos que “confirmará el pacto con muchos”.
La expresión hebrea “cortar una alianza” no se usa en este texto. El propio Mesías, dice el texto, fortalecerá o hará que lo concertado prevalezca. La referencia no es a un nuevo acuerdo, sino a uno que ya existe. Si fuese el anticristo el autor de esta alianza con muchos, el profeta habría usado una expresión más apropiada, es decir, “cambiar la alianza”.
Al contrario de la teoría dispensacionalista, la semana 70 presenta los puntos altos del ministerio del Salvador.[13] Durante la primera mitad de la semana, él fortaleció o confirmó el Pacto por medio de sus enseñanzas. Un ejemplo de esto es el Sermón del Monte, en donde Jesús tomó una selección de los Diez Mandamientos del Antiguo Pacto, y profundizó y fortaleció su significado. Entonces, a la mitad de la semana, él cumplió el significado teológico de los sacrificios, al entregarse para la salvación de la raza humana. De esta manera, el Pacto Eterno fue confirmado y ratificado por medio de la muerte de Jesucristo.
2. La iglesia y la gran tribulación. De acuerdo con el dispensacionalismo, la tribulación que ocurrirá luego del rapto de la iglesia durará siete años. Su propósito es “llevar a la conversión a una multitud de judíos”,[14] que experimentarán el cumplimiento del pacto hecho a Israel. El fundamento presentado para apoyar este concepto son pasajes tales como 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9; Romanos 5:9; y Apocalipsis 3:10.
Una exégesis cuidadosa de los textos que se encuentran en Tesalonicenses y en Romanos indica que la “ira venidera” se refiere a la ira de Dios que destruye al impío en ocasión de la segunda venida (2 Tes. 17-10).[15] Se trata, por lo tanto, de la manifestación de la ira de Dios en el Juicio Final, no de la tribulación que precede a la venida de Jesús. Pablo nos habla de que esperamos “de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tes. 1:10). Es la segunda venida de Jesús, en cuya ocasión se llevará a cabo el rapto que nos librará de la ira venidera. Consecuentemente, esa ira no puede venir antes de la segunda venida.
La “hora de la prueba que ha de venir” (Apoc. 3:10) se puede referir a la gran tribulación, pero el texto no dice que el pueblo de Dios no la experimentará. La expresión “te guardaré” se traduce de dos palabras griegas: tereo y ek. Tereo significa “velar”, “guardar”, “preservar”;[16] y la preposición ek significa, básicamente, “de”,[17] al referirse a la venida de alguien o algo. Otra preposición griega -cipo- expresa la idea de separación, “lejos de”.[18]
En su oración sacerdotal, Jesús dijo: “No ruego que los quites del (ek) mundo, sino que los guardes (tereo) del (ek) mal” (Juan 17:15). Al orar para que los discípulos fuesen guardados del mal, Jesús no estaba diciendo que Satanás no podría tentarlos. Simplemente, pide que el Padre los guarde, que vele sobre ellos, que impida que el enemigo obtenga la victoria sobre ellos.
De forma semejante, Pedro escribió: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 Ped. 2:9). El apóstol no está diciendo que el pueblo de Dios estará lejos de la tentación, sino que él los librará de (ek) ella en medio del proceso de ser tentados. De la misma forma, el apóstol Juan no está diciendo (Apoc. 3:10) que los creyentes serán protegidos de la hora de la prueba, sino que ellos estarán protegidos durante ese tiempo.
De esta manera, ninguno de los textos usados para apoyar la idea de que la iglesia no pasará por la gran tribulación está realmente diciendo esto. Las Escrituras enseñan claramente que los santos de Dios pasarán por la gran tribulación (Mat. 24:9; Mar. 13:11; Luc. 21:12-19; Apoc. 13:14-17).[19]
Tribulación y liberación
La teoría del rapto secreto ha captado la imaginación de millones de cristianos sinceros. Su enseñanza central -que el cumplimiento de la semana 70 de Daniel está en el futuro- está basada en presuposiciones extrabíblicas. De forma semejante, la enseñanza de que la iglesia no experimentará la gran tribulación elimina la posibilidad de temer el sufrimiento, pero es contrario a lo que dice la Biblia.
De acuerdo con las Escrituras, la iglesia pasará por la gran tribulación, pero será librada por medio del rapto, en ocasión de la Segunda Venida.
Sobre el autor: Director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General.
Referencias
[1] Tyndale House Publishers, Wheaton, Illinois.
[2] Martín Lutero, por ejemplo, declaró: “Yo creo que el papa es el demonio enmascarado y encarnado, porque él es el anticristo” Salmtliche Schriften (S. Louis: Concordia Pub. House, 1887), v. 23, p. 845.
[3] L. R. Conradi, The Impelling Force of Prophetic Truth (Londres: Thynne and B. Co., Ltd., 1935), p. 346.
[4] Ibíd., v. 2, pp. 489.
[5] An Enquiry Into the Grounds on Which the Prophetic Period of Daniel and St. John has been supposed to Consist of 1260 Years, 2fu ed. (Londres, 1837), p. 2.
[6] Walter A. Elwell, Evangelical Dictionary of Theology (Grand Rapids: Baker Book House, 1984), p. 292.
[7] Esta postura ignora por completo la naturaleza condicional de muchas profecías del Antiguo Testamento (Deut. 28:1, 15; Jer. 4:1; 18:7-10).
[8] Mal Couch (editor), Dictionary of Premillennial Theology: A Practical Guide to the People, Viewpoints and History of Prophetic Studies (Grand Rapids: Kregel Publications, 1996), p. 346.
[9] Ireneo, Against Heresies 5.25.3, v. 1, p. 554.
[10] J. Dwight Pentecost, Things to Come (Grand Rapids: Zondervan, 1958), p. 247.
[11] Ninguna de las supuestas profecías con vacíos, enumeradas por Pentecost, son tiempos profetices. Todas se basan en la idea de que las profecías del Antiguo Testamento relacionadas con Israel se deberían cumplir literalmente en el futuro.
[12] W. H. Shea, Daniel7-12 (Nampa, Idaho: Pacific Press Pub. Association, 1996), pp. 75, 76.
[13] En el pensamiento dispensacionalista, la muerte de Cristo no ocurre dentro de las 70 semanas. “La muerte del Mesías ocurre pocos días antes de que termine la semana 69” (J. Dwight Pentecost, ibíd., p. 248), y cerca de dos mil años antes del inicio de la semana 70, algún día en el futuro.
[14] Ibíd., p. 237.
[15] John Stott, Romans (Downers Grove, Ill: InterVarsity Press, 1994), p. 146; Charles Wanamaker, Commentary on 1&2 Thessalonians (Grand Rapids, MI.: W. B. Eerdmans Pub., 1990), p. 88.
[16] W. F. Arndt, y F. W. Gingrich, “Tereo”, A Greek-English Lexicon (Chicago: University of Chicago Press, 1979).
[17] Ibíd.,” Ek.
[18] Ibíd., “Apo”.
[19] Decir que estos pasajes se refieren al remanente judío y no a la iglesia (J. Pentecost, ibíd., pp. 238, 278) es argumentar sobre la base de la hipótesis de que Dios cumplirá todas sus promesas relacionadas con Israel.