La declaración de Jesús en Mateo 21:36, en donde establece que él mismo no sabe el día ni la hora de su segunda venida, ha dejado perplejos a diversos estudiosos de la Biblia. France se refiere a la “notable paradoja de que ‘el Hijo’, que tendrá un rol central ese ‘día’, no sepa cuándo será”.[1] Osborne la califica como una “declaración increíble”.[2]

Análisis del contexto

Este pasaje forma parte del discurso en el monte de los Olivos, en donde Jesús habla a sus discípulos sobre la destrucción de Jerusalén y la segunda venida. En los versículos 29 al 31, destaca las señales que anteceden su parousía y la segunda venida propiamente tal. Con la parábola de la higuera y su consecuente amonestación (vers. 32, 33), Jesús vuelve al tema de la destrucción de Jerusalén, y anima a sus discípulos a observar las señales de los tiempos y a entender la cercanía de este evento. La generación que no pasará hasta que todo acontezca (vers. 34) es la generación del primer siglo, que conoció a Jesús y que experimentaría la caída de Jerusalén.[3]

El pasaje, que se inicia con el versículo 36, retoma la temática de la segunda venida. Claramente, la parousía (Mat. 2/1:39) y la venida [erchomai] del Señor[4] Hijo del Hombre (Mat. 24:42, 44] son mencionadas. El versículo 36 es una especie de introducción a los versículos 37 al 51 que establecen que la fecha de la segunda venida no puede ser conocida/ Este es un bosquejo del pasaje:

A lo largo de todo el pasaje, se repite el tema de conocer. De acuerdo con los versículos 32 y 33, los discípulos deberían conocer [ginosko] la cercanía de este evento. En nuestro pasaje (vers. 36-51), el énfasis está en no conocer.[5] Los versículos 36 al 51 claramente indican que, aunque las señales pueden señalar la cercanía de la segunda venida, esta no puede ser calculada. Incluso los ángeles y Jesús mismo no conocen la fecha exacta; ¿cuánto más podrían saber los discípulos? En vez de calcular su fecha, siempre deben estar listos. Por lo tanto, el énfasis no está en la naturaleza de Cristo, sino en que los seres humanos estén preparados para este evento definitorio de la historia humana.

“Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Podre” (Mat. 24:36).

Los manuscritos griegos contienen varias lecturas de este versículo. La más importante es la omisión de la frase ni el Hijo en el texto bizantino y en otros manuscritos o versiones, mientras que está bastante bien afianzada en manuscritos más tempranos. Es muy probable que en algunos manuscritos se haya omitido la frase ni el Hijo debido a consideraciones teológicas, principalmente por cómo quedaría el concepto de la Trinidad ante esta sorprendente declaración.[6] Sin embargo, más allá de la lectura que se elija, solo el Padre es el que sabe la fecha de la segunda venida de Jesús. Independiente de si la frase ni el Hijo se incluye o no, no hace ninguna diferencia. Ya está implícito.

El análisis del contexto ha revelado que día y hora se refiere a la segunda venida de Cristo.[7] De acuerdo con el versículo 36, la fecha de su venida es desconocida. Día y hora “señalan un tiempo […]: juntas, el día y la hora identifican el tiempo”.[8] Los términos día y hora se repiten en los versículos siguientes (vers. 37, 38,42, 44, 50). Así que, la importancia de la parousía y la capacidad de los discípulos de estar listos son destacadas, y todo intento de calcular el tiempo de este evento es rechazado.

Tres grupos no conocen el tiempo: (1) los humanos, (2) los ángeles del cielo que están cerca de Dios y del consejo celestial, y (3) el Hijo.[9] Solamente Dios el Padre conoce la fecha de la parousía. Mientras que la mayoría de los eruditos modernos interpreta el texto en un sentido literal y están dispuestos a asignarle ciertas limitaciones a Jesús,[10] a los intérpretes más tempranos se les ocurrieron varias sugerencias en cuanto a la ignorancia de Jesús.

“Orígenes, ad loc., se preguntaba si Jesús se refería a la iglesia, de la cual él es cabeza. Filoxeno, ad loc, aseveró que Jesús se volvió uno con el Padre en sabiduría y en autoridad solamente después de su ascensión. Ambrosio, de fid. 5.16, identificó la frase ‘ni el Hijo’ como una interpolación arriana. Atanasio, C. Ar. 3.42-50, sugirió que Jesús únicamente fingió ignorancia. Los capadocios creían que el Hijo no sabía la fecha por virtud de su propio conocimiento, sino por medio del Padre… Crisóstomo, Hom. en Mal 77.2, sencillamente niega que Jesús ignorara algo…”[11]

Otros sugieren que Jesús no uso el término hijo como una autodesignación.[12] Sin embargo, el texto es bastante claro, y revela que Jesús admite de forma abierta y franca que él tiene un conocimiento limitado en este caso. Esto también indica sumisión al Padre.[13] Sin embargo, la secuencia de grupos, desde humanos hasta ángeles y hasta, Jesús, puede indicar una progresión. Jesús es el más cercano al Padre[14], incluso si en ese momento habló estas palabras sin saber el momento exacto de su segunda venida.

Consideraciones teológicas

La pregunta es: El conocimiento limitado de Jesús ¿milita en contra de su divinidad y su lugar dentro de la Trinidad? No lo creemos así.

1. Mateo y el conocimiento de Jesús. Aunque Jesús no sabía el tiempo exacto de su venida, él conocía otros detalles.[15] Mateo 24 y 25 revela que en torno al año 31 Jesús sabía de la destrucción de Jerusalén y de su propia venida. Sabía que pasaría algo de tiempo entre la caída de Jerusalén y la consumación final, y entre su primera venida y la segunda, informándonos de varios detalles sobre las señales en la tierra y en el cielo, al igual que las confrontaciones religiosas. Además, Jesús conocía respecto de la persecución futura de su pueblo (Mat. 10:18), de su propio sufrimiento (16:21; 17:12; 20:17) y traición (26:34), del Juicio Final (10:15; 11:22; 12:36) y la recompensa (19:29), y de su gloria futura (16:27). Pero, su conocimiento no estaba limitado solamente al futuro. Sabía que el Padre lo había revelado a quien él quería (11:27). También conocía los pensamientos de su audiencia (9:4). Su conocimiento sobrepasaba el de todo ser humano y, obviamente, esto estaba relacionado con su divinidad.

2. Mateo y la divinidad de Jesús. Mientras que el Evangelio de Juan es el que más destaca la divinidad de Jesús, el de Mateo no está desprovisto de declaraciones que apuntan hacia esa divinidad. Jesús es el Señor/Jehová (Mat. 3:3; Isa. 40:3). El Hijo del Hombre es capaz de perdonar pecados, lo que es un privilegio de la Deidad (Mat. 9:6). Él envía a profetas, que es una actividad divina (23:34-36),[16] Jesús es el hijo de David como aun así es el Señor (22:45). Toda autoridad le es dada a Jesús, por lo que es omnipotente (28:18) y omnipresente (28:20). También forma parte de la Trinidad, que comparte un nombre común (28:19). Así que, en Mateo, Jesús es tanto Dios como aquel cuyo conocimiento es un tanto limitado. Sin embargo, no se puede renunciar a una verdad por causa de la otra. La Biblia no está ajena a las paradojas, y esta es otra de ellas. Ambas declaraciones paradójicas son verdaderas y deben ser sostenidas.

3. Mateo, y Jesús como un verdadero ser humano. Jesús se diferencia del Padre y del Espíritu Santo, aunque es parte de la Trinidad, por el hecho de que es plenamente humano y plenamente Dios, y porque ha retenido ambas naturalezas luego de su encarnación. Mateo nos aclara desde el principio que Jesús es un ser humano, aunque concebido por el Espíritu Santo. Él logra esta identificación al integrar a Jesús en la genealogía del capítulo uno y al mencionar su nacimiento. Ya que Jesús era plenamente humano, tuvo hambre como nosotros (Mat. 4:2). Necesitaba beber (27:48), descansar (8:20), dormir (8:24), y tener algún tipo de hogar (13:36). Él fue tentado por Satanás (4:1-11). Como un ser social, mantuvo compañerismo con otros (9:10,11). Sintió compasión por su pueblo (9:36; 20:34). Oró a Dios (14:23) y cantó (26:30). Se sintió defraudado (17:17) y profundamente entristecido hasta la muerte (26:38), quedó sin el apoyo emocional de sus discípulos (26:42,45) y se sintió abandonado por Dios (27:46). Finalmente, murió (17:23; 27:50). Como ser humano, sujeto a las necesidades físicas, emocionales y mentales, y al participar de la fragilidad de la humanidad, Jesús se había vaciado temporalmente de ciertas prerrogativas divinas (Fil. 2:6-8; Mat. 2o:33)[17] y se subordinó al Padre, que lo había enviado (10:40; 15:24).

4. Mateo y las limitaciones de Jesús. Como ser humano, Jesús estuvo limitado de diversas maneras. Nuestro texto, Mateo 24:36, sugiere que la omnisciencia de Jesús estaba limitada. Al leer el Evangelio, también notamos que la omnipresencia de Jesús estaba limitada, pero restablecida al final del Evangelio, específicamente después de su resurrección (Mat. 28:20). Lo mismo parece ser verdad en cuanto a su omnipotencia (Mat. 26:53). Osborne escribe: “Jesús es el Dios-hombre y, como tal, es tanto Dios como plenamente hombre. Esto implica ciertas limitaciones en su condición encarnada. Al caminar por este planeta, no era omnipresente, y se limitó en su omnipotencia y omnisciencia11.[18] Mounce indica que “tal como la omnipotencia del Hijo no intervino en ocasión de (atentación (4:1-11), ahora su omnisciencia está velada en un área específica”.[19]Los comentaristas explican que la ignorancia de Jesús durante su encarnación debe considerarse en un sentido positivo, como una evidencia de su humanidad genuina.[20]

Conclusión

Mateo 24:36 es un pasaje complejo, que menciona que la ignorancia de Jesús en relación con la fecha de su venida fue expresada durante su encarnación como ser humano. Debe ser entendida desde esta perspectiva. El evangelio de Mateo enfatiza la divinidad de Jesús al igual que su humanidad, incluso en el tiempo que vivió en la Tierra, pero además revela que, debido a la encarnación, hubo ciertas limitaciones en la vida de Jesús que fueron retiradas después de su resurrección (Mat. 28:18,19). Por lo tanto, este pasaje no puede ser usado para negar la divinidad o para excluirlo de la Trinidad.

Sin embargo, esta observación no parece ser el argumento principal. El énfasis de Mateo 24:36 al 51 está en la fecha desconocida de la segunda venida y en nuestra actitud. Si la fecha no era conocida por Jesús, nosotros no debemos intentar calcularla. Más bien, debemos vivir en un estado de constante preparación, esperando la segunda venida de Cristo con gran anticipación y gozo.

Sobre el autor: Director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General.


Referencias

[1] R. T. France, The Gospel of Matthew. The New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids: W. B. Eerdmans Publishing Company, 2007), p. 939.

[2] Grant R. Osborne, Matthew. Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Zondervan, 2010), p. 903.

[3] Ver Richard M. Davidson, “What Did Jesús Mean by ‘This Generation?”, en Interpreting Scripture: Bible Questions and Answers. Biblical Research Institute Studies, vol. 2, editado por G. Pfandl (Silver Spring: Biblical Research Institute, 2010), pp. 289-292, comparado con Daniel Patte, The Gospel According to Matthew: A Structural Commentary on Matthew’s Faith (Philadelphia: Fortress Press, 1987], p. 341.

[4] Ver John Nolland, The Gospel of Matthew: A Commentary on the Greek Text. The New International Greek Testament Commentary (Grand Rapids: W. B. Eerdmans Publishing Company, 2005), p. 990.

[5] Vers. 36: los ángeles y Jesús no conocen el día ni la hora [olda]. Vers. 39: La mayoría de los antediluvianos no conocía [ginosko]. Vers 42: La fecha de la segunda venida no puede ser conocida [olda]. Vers. 43: no se puede saber cuándo vendrá el ladrón [ginosko]. Vers. 50: el siervo no sabe el día ni la hora en que vendrá su señor [ginosko].

[6] Ver Alexander Sand, Das Evangelium nach Mattháus. Regensburger Neues Testament (Leipzig: St. Benno-Verlag, 1986), p. 498; France, Matthew. Tyndale New Testament Commentaries, p. 347; David L. Turner, Matthew. Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Baker Academic, 2008), p. 589.

[7] Ver Nolland, p. 991.

[8] Ibíd, p. 990.

[9] Algunos sugieren que “Hijo” indica “Hijo de Dios” (France, Matthew, NICNT, p. 940), mientras que otros proponen que significa “Hijo del Hombre”, que, de hecho, aparece en el mismo párrafo, específicamente en el versículo (Donald A. Hagner, Matthew 14-28. Word Biblical Commentary 33B [Dallas: Word Books Publicher, 19951], p. 716).

[10] Heinrich August Wilhelm Meyer, Critical and Exegetical Handbook to the Gospel of Matthew. Meyer’s Commentary on the New Testament 1 (Peabody: Hendrickson Publishers, 1983), p. 427.

[11] W. D. Davies y Dale C. Allison, A Critical and Exegetical Commentary on the Gospel According to Saint Matthew, Vol. 3, XIX-XXVI11, The International Critical Commentary on the Holy Scriptures of the Old and New Testaments (Edinburgh: T. 8 T. Clark, 1997b P- 379.

[12] Ver Hill, p. 324.

[13] Ver Davies, p. 378, que cita a P. W. Schmiedl.

[14] Ver France, Matthew, NICNT, p. 940: “La estructura de este dicho coloca a ‘el Hijo’ en un nivel superior a los ángeles, segundo solo al Padre”.

[15] Ver Osbome, p. 903.

[16] Thomas R. Schreiner, New Testament Theology: Magnifying God in Christ (Grand Rapids: Baker Academic, 2008), p. 193.

[17] A esto se le llama kenosis (Ver France, Matthew, NICNT, p. 940). Esta “acepta la plena divinidad del Hijo, pero argumenta que por el período de su encarnación ciertos atributos divinos (como su omnisciencia) fueron voluntariamente puestos de lado”. Ver también Hagner, p. 716; Stanley]. Grenz, Theology for the Community of God (Grand Rapids: Wm B. Eerdmans Publishing Company, 2000), p. 277, en donde menciona “limitaciones temporales”, limitaciones en cuanto a lugares y en fortaleza.

[18] Osbome, pp. 903,904.

[19] Robert H. Mounce, Matthew. New International Biblical Commentary (Peabody: Hendrickson Publishers, 1991), p. 229.

[20] Ver Turner, p. 589; Mounce, p. 229; Augustine Stock, The Methodand Message of Matthew (CoUegeville: The Liturgical Press, 1994), p. 374.