Una de las características sobresalientes del Evangelio de Juan es su colección de expresiones “Yo soy”, mencionadas por Jesús. En este Evangelio, se presenta como “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6); “Yo soy el pan de vida” (6:35); “Yo soy la luz del mundo” (8:12); “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25); y, en el capítulo 10, escuchamos decir: “Yo soy la puerta […]. Yo soy el buen pastor” (9:11).
Como puerta, Cristo es el único medio de acceso al aprisco del Padre y a la seguridad de salvación. Al identificarse como Pastor, Jesús utiliza una figura bastante conocida para los israelitas, para referirse al cuidado de Dios para con sus hijos. En las Escrituras, el Señor aparece como pastor de su pueblo (Gén. 49:24; 48:15), y entrega su rebaño a los cuidados de hombres identificados como pastores: Moisés (Isa. 63:11; Sal. 77:20), Josué (Núm. 27:16, 17), David (2 Sam. 5:2; 24:17), entre otros ejemplos.
Podemos extraer mucho de la imagen de Cristo como nuestro pastor. La primera y obvia lección de la metáfora es que todos somos sus ovejas; exactamente como ellas son: frágiles, incapaces, completamente dependientes del pastor. Es fundamental tener esto en mente para concientizarnos de nuestras limitaciones, renunciar a las pretensiones autoritarias y al apego al poder, asumiendo nuestra condición real de siervos.
La segunda lección nos lleva a recordar que, en medio de las frecuentemente menciona das dificultades y pruebas de la vida pastoral, tenemos un Pastor que vela por nosotros. No estamos solos. “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas”, dijo el Maestro (vers. 14). “Ese conocimiento -enfatiza Mario Veloso- no se refiere al conocimiento teórico, en el que el objeto de conocimiento está separado del sujeto conocido. No es presentado como una relación de persona-cosa, sino como una relación de persona a persona”.
Por lo tanto, está atento a nuestras carencias, sin importar nuestro corazón. Y cuáles sean: espirituales, emocionales, sociales, materiales y físicas. Más que eso, tenemos provisiones abundantes para satisfacerlas. Cuando necesitamos pastos verdes, los provee. Si necesitamos sombra, sabe adonde llevarnos. Si nuestra alma está sedienta, junto a él hay torrentes de agua para refrigerarla. Al afirmar: “conozco mis ovejas”, en verdad está diciendo: “las conozco completamente, más de lo que se pueden imaginar. Sé de sus temores, sus sueños, sus incertidumbres, sus alegrías y sus tristezas; escucho su suspiro y el grito de angustia, inaudibles a oídos terrenales; noto la lágrima que se desliza escondida”.
De hecho, no somos personas solitarias. Junto a Jesús, nuestros temores y ansiedades se van. En caso de que nos falten ayuda y compañerismo humanos, él es nuestro amigo, confidente, líder y todo lo demás que necesitamos.
A propósito de un “Día del Pastor” más, esa realidad necesita brillar más intensamente en nuestro corazón.
Sobre el autor: Director de Ministerio, edición de la CPB.