Muchos pastores ni siquiera soñaron que serían atrapados por complejas juntas de iglesias, informes interminables y hermanos con personalidades difíciles.

Desde que se comenzaron a sistematizar las causas y los efectos del estrés, con Hans Selye, hasta la fecha, se ha ido identificando en forma más específica los distintos tipos de estrés. Hoy, por ejemplo, escuchamos hablar del burnout, que es el agotamiento extremo y crónico desarrollado en el marco laboral. No hace muchos años, los investigadores han definido como desgaste emocional al estrés producido mayormente por el trabajo realizado sobre la base de las relaciones interpersonales, como lo es, por ejemplo, la tarea pastoral.

Síntomas del desgaste emocional

Carlos es un pastor de unos 42 años, que lleva 18 en el ministerio. Al terminar un culto de oración, una hermana pide hablar con él para contarle un problema personal y buscar consejo. A Carlos le gustaría evadir esa entrevista, ya que el solo hecho de pensar que tendrá que escuchar problemas que no son suyos lo abruma. Si bien mira atentamente mientras la hermana relata la situación, su mente está en otro lado y le cuesta seguir el hilo de la conversación. Piensa para sus adentros que, en realidad, la hermana es la responsable de todo el problema que está refiriendo y que él no tendría por qué escucharla. Se siente tentado a interrumpirla con un “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” y despedirla. Finalmente, de mala gana da algún consejo y termina con una oración poco ferviente.

Durante el día, Carlos trata de involucrarse con tareas administrativas o preparar sermones, pero le cuesta comenzar con la visitación a los hermanos y los estudios bíblicos; frecuentemente encuentra como prioritarias otras actividades. Cuando llega el sábado, muchas veces tiene la fantasía de que está en otro lado y que no tiene la responsabilidad de escuchar a ningún hermano ni dirigir ninguna junta. Se da cuenta de que su humor se ha vuelto muy cínico y sarcástico, algo que ha ofendido a alguno de sus colaboradores. No dedica el mismo tiempo que antes para su devoción personal, y últimamente dedica menos tiempo al trabajo y, cuando lo hace, trata de cumplir con lo mínimo indispensable. Entre otras cosas, también se ha vuelto más crítico e intolerante hacia la administración de la Asociación, y no le agrada para nada cuando lo evalúan. Carlos no lo sabe, pero está sufriendo de desgaste emocional.

La humanidad del pastor

Muchos líderes religiosos han tenido que lidiar con serios problemas de estrés, que en algunos casos derivaron en problemas psicofísicos como la depresión. Tal fue el caso de Martín Lutero, quien a pesar de desempeñar un papel fundamental en la Reforma, inspirando a miles y escribiendo himnos tales como “Castillo fuerte es nuestro Dios”, sufría de depresión crónica (Calandra, 1999). También Charles Spurgeon, el famoso predicador inglés, tuvo que convivir con grandes problemas emocionales (Carlson, 1994). Hoy sabemos que Jaime White, esposo de Elena, sufrió de burnout a causa de la sobrecarga laboral (Mensajes selectos, t. 2, pp. 353-358).

Debemos asumir que el pastor tiene las mismas necesidades psicofísicas y socioespirituales que los demás. Se cansa, padece hambre, tiene necesidades de crear, necesidades sexuales; siente las mismas emociones que los demás mortales, como dolor, desánimo, incompetencia, temor, duda, celos, descuido, ira y, a veces, también se siente solo y despreciado (Lavender, 1976).

Con el tiempo se ha llegado a comprobar, a través de numerosos estudios, que los pastores no están exentos del estrés propio de la competencia y la comparación que se genera en muchas oportunidades, al pretender alcanzar los blancos más altos en las distintas áreas de su trabajo (Hart, 1984).

A diferencia de otros trabajos, el ministerio no es una profesión, sino un llamamiento. A tal punto llega la influencia de esta sagrada tarea en la vida del pastor que afecta su misma identidad:

no se trabaja de pastor; se es pastor. La esposa es esposa de pastor, los hijos son hijos de pastor. Es un tipo de actividad extraordinariamente absorbente, que no admite diferenciación entre lo que uno hace y lo que uno es (Schoun, 1986).

Radiografía del desgaste emocional

Volvamos al caso de Carlos. Comenzó su trabajo con altos ideales y una gran dosis de optimismo en cuanto a su habilidad para ser de ayuda a sus semejantes. Estaba convencido de que la buena preparación y la consagración conforman la fórmula para brindar ayuda a cualquier individuo. Entró en el ministerio no para hacer dinero, sino para salvar y servir a tantos como fuera posible.

La historia de Carlos podría ser la de pastores que pasaron del idealismo y el compromiso a la desilusión y la desesperanza. En contraste con sus expectativas iniciales, algunos encontraron que sus bien intencionados esfuerzos fueron muchas veces tanto incomprendidos como despreciados, terminando en un profundo desánimo o sufriendo un fuerte desgaste emocional. Muchos ni siquiera soñaron que serían atrapados por complejas juntas de iglesia, informes interminables, falta de fondos para desarrollar las actividades eclesiásticas, hermanos con personalidades difíciles y la bruma de la rutina, que lo permea todo. ¡Por supuesto!

¡Este no es el tipo de trabajo por el que Carlos fue un día al seminario!

Como resultado de su desilusión, Carlos comienza a manifestar aburrimiento, cinismo en su trato con los hermanos, ira en las juntas y hasta, simplemente, falta de estímulo para el trabajo. La mayoría de los ministros sabe y recomienda que es bueno tomar tiempo libre, dedicar tiempo a la familia, llevar una vida equilibra da, hacer ejercicios y desarrollar amistades, para evitar el estrés. ¡Carlos también lo sabía! Pero, a pesar de que conocía y recomendaba estas cosas, estaba tan ocupado que no disponía de tiempo para aplicarlas a sí mismo.

¿Cómo se puede explicar que personas preparadas, idealistas y compasivas como Carlos puedan ser presas del desgaste emocional? Algunos investigadores, como Maslach (1997), sostienen que el problema es sistémico. Esto quiere decir que el individuo cae en desgaste emocional porque trabaja en un sistema que produce desgaste emocional. El problema es externo: mucho trabajo, poco apoyo, agendas sobrecargadas y rígidas, miembros difíciles, disponibilidad las 24 horas los 7 días de la semana, excesiva tarea administrativa, blancos de bautismos, tratar de estar a la altura de las expectativas de la familia, de los miembros de iglesia y de los administradores de la Asociación/Misión; y la lista podría alargarse.

Otros investigadores como Freudenberger (1980) sugieren que el problema se centra en la persona. Algunas investigaciones han encontrado que los individuos que caen en el desgaste emocional frecuentemente tienden a ser idealistas, perfeccionistas y compulsivos (características que más de uno acreditaría al perfil de “un buen pastor”). Esta clase de personas usualmente carga con perturbaciones narcisistas, baja autoestima, problemas en el desarrollo de la infancia, elevado idealismo y una personalidad tipo A.

En síntesis, para una adecuada visión del problema, convengamos en que confluyen factores tanto extrínsecos como intrínsecos que conducen al desgaste emocional.

También hay que resaltar que estudios realizados con pastores y sus esposas revelan que el pastor, en general, está más alerta para percibir el desgaste provocado por las tareas de la iglesia, y en menor medida lo está hacia el estrés provocado por la relación con su familia, mientras que con su esposa tiende a ser al revés (Gleason, 1977).

El pastor y sus tensiones

La infografía nos muestra en forma gráfica los factores que con mayor frecuencia producen estrés en el pastor de distrito.

En un estudio realizado con 139 pastores de distrito de la Unión Austral, se ha podido descubrir que los cinco ítems que mayor puntaje tuvieron, a la hora de medir el desgaste emocional, fueron los siguientes:

“En el lugar donde estoy no encuentro con quién compartir mis preocupaciones íntimas”. Es evidente que la falta de amistades con quienes compartir inquietudes con un nivel de confidencialidad impide que el pastor pueda tener una descarga de la problemática que le toca afrontar en su tarea, y esto indudablemente contribuye a un mayor nivel de desgaste emocional (London, 1983, Warner y Cárter, 1984). Como tiene miedo de perder su trabajo por causa de una infidencia sobre alguno de sus problemas, lo que muchas veces hace en estado de crisis es ocultar o negar sus problemas. Algunos pastores sencillamente no saben a quién recurrir cuando tienen problemas, o bien les cuesta mucho pedir ayuda. Esto hace que las situaciones complicadas de su vida terminen agravándose, lo que obstaculiza aún más la solución.

“Me doy cuenta de que cada vez dedico menos tiempo a mi devoción personal”. El perder de vista la significación de la tarea que se hace y para quién se la hace pareciera desembocar en un trabajo arduo y hasta fastidioso (El evangelismo, p. 469). No en vano el Señor invitó a sus seguidores a ir a él para encontrar descanso (Mat. 11:28).

Es frecuente la experiencia de los ministros de verse envueltos en tantas actividades que no encuentran el momento para poder nutrirse espiritualmente y tener una relación profunda con el Señor. Esto trae aparejado un alto costo para su reserva emocional, ya que la carga es llevada a solas. Con el tiempo puede ocurrir que se encuentre tratando de ayudar a otros a fortalecerse espiritualmente estando él mismo debilitado por una comunión esporádica con Dios.

“Veo que los hermanos tienen excesivas expectativas con respecto a mis hijos o a mi esposa”. Muchos miembros de iglesia colocan al pastor y a su familia en una especie de pedestal, y son muy exigentes con respecto al comportamiento y al estilo de vida que la familia debe llevar. También hay que reconocer que hay pastores que aprueban y hasta disfrutan de este papel.

Especialmente los hijos (que no eligieron ser hijos de pastor) cargan con el peso de expectativas de comportamiento intachable y un estilo de vida recto. Esta situación muchas veces profundiza la crisis en ellos ya que, en reacción contraria a estas expectativas, pueden llegar a adoptar una actitud rebelde y adversa a la vida religiosa. No solo tiene que ver con las expectativas de los miembros de iglesia sino también con las del propio pastor, que acepta ubicarse en ese papel, exponiendo a su familia al síndrome de “vidriera”.

“Los hermanos no respetan mi intimidad en el día libre”. El hecho de que el pastor acepte estar al servicio de la iglesia las 24 horas los 365 días del año hace que el hermano sienta que no hay límites en la intromisión que pueda hacer en el tiempo del pastor, sin considerar las necesidades de su familia y su intimidad (Boss, 1980, Kieren y Munro, 1988).

Bibliografía

Boss, R Family Stress Management. Newbury Park: Sage, 1980.

Calandra, Enrique. Depressive Symptomatology among Hispanic Ministers of the North American División of the Seventh Day Adventist. Tesis Doctoral, Andrews University, 1999.

Campbell, D. The Minister’s Own Family. EE.UU.: Austin Seminary Bulletin, vol. 102, pp.

21-38,1987.

Carlson, Dwight. Why do Christians Shoot their Wounded? Illinois: InterVarsity Press, 1994.

Freudenberger, H. Burnout: The High Cost of High Achievement. New York: Doubleday, 1980.

Gleason, John. “Perception of Stress Among Clergy and Their Spouses”. EE.UU.: The Journal of Pastoral Care, vol. XXXI, N° 4, pp. 248-251, diciembre de 1977.

Hart, Archibald. Coping with Depression m the Ministry and Other Helping Professions. Waco: Word, 1984.

Kieren, D. y Munro, B. “Handling Greedy Clergy Roles: A Dual Clergy Example”. EEUU: Pastoral Psychology, vol. 36, pp-139-248, 1988.

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Argentina Central, Rep. de Argentina.