En medio de la incertidumbre de una grave enfermedad a la que sobrevivió en su infancia, la profesora Kari Paulsen encontró a Cristo y lo aceptó como Salvador personal. Las pruebas no cesaron, pero recibió de él la fuerza necesaria para continuar la jornada, dejando que el Señor le mostrara poco a poco el plan que estableció para su vida.

En un colegio en Dinamarca, donde también se graduó en Teología, Kari conoció al entonces estudiante Jan Paulsen, y se casó con él. Hoy, Paulsen es presidente de la Iglesia Adventista mundial. Juntos, sirvieron en el pastorado de iglesias, en el campo misionero y en el área educativa. La feliz unión conyugal les dio tres hijos: Laila, Jan Ruñe y Rein Andre.

En esta entrevista, concedida a Sharon Cress, coordinadora internacional del Área Femenina de la Asociación Ministerial, la profesora । Kari Paulsen cuenta su “aventura diseñada por Dios” y, con la visión de esposa de pastor, transmite valiosos conceptos acerca de la vida pastoral.

Ministerio: Kari, usted y su esposo han tenido un ministerio muy variado, tanto en términos de tareas a las que han sido llamados a desempeñar como de lugares en los que han servido. Al dar una mirada retrospectiva, ¿ese es el proyecto de vida que se habían imaginado?

Kari Paulsen: Bueno, ha tenido algunos giros inesperados. Es una trayectoria que no podríamos haber predicho hace cincuenta años, cuando estábamos comenzando. Verá, a veces pienso en las palabras de Jeremías 2:2: “Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada”. Así es como nos sentíamos muchas veces; que estábamos andando en un territorio inexplorado, en una aventura designada por Dios.

Ministerio: Cuéntenos cómo fue crecer en Noruega.

Kari Paulsen: Jan, mi esposo, y yo nacimos en Noruega. Mis hermanos, dos hermanas y yo crecimos en una comunidad rural, donde todos se conocían. Noruega es un país hermoso, con montañas, lagos y fiordos, con inviernos largos y oscuros, y veranos cortos con sol a medianoche. La Segunda Guerra Mundial ocurrió durante mi niñez.

Ministerio: Debió haber sido difícil crecer durante la Segunda Guerra Mundial.

Kan Paulsen: Es una historia muy, muy larga, y tiene que ver con mi conversión al cristianismo. Cuando yo estaba gravemente enferma, mi madre me llevó a un especialista en cardiología, y después de un examen exhaustivo le dijo a mi madre que yo había nacido con un defecto cardiaco. Le dijo que no viviría más allá de la pubertad.

Ellos no me lo dijeron, pero se lo contaron a los vecinos, y ellos se lo contaron a sus hijos. Cuando jugábamos, mis amigos me decían:

-Ah, bueno, no importa, te vas a morir.

-Y bueno, ¿no nos morimos todos? -preguntaba yo.

-Sí -decían-, pero tú te podrías morir mañana.

Eso me daba miedo.

Mis padres eran como la mayoría de los noruegos. Iban a la iglesia solo para los bautismos, las confirmaciones, los casamientos y los funerales. Todo lo que yo sabía sobre la muerte era que a uno lo enterraban en la tierra bajo frías piedras de mármol, y no quería morir.

Los médicos les dijeron a mis padres que con cirugía yo tema un 50% de probabilidades de sobrevivir, pero ellos decidieron correr el riesgo de la cirugía. La cirugía iba a ser la primera cirugía de corazón en Noruega, y así se armó el teatro quirúrgico para permitir que otros médicos observaran y aprendieran. La cirugía fue un éxito, pero se complicó con una infección. En ese entonces la penicilina era un medicamento muy nuevo y generalmente no era fácil de conseguir.

Había una pareja de soldados estadounidenses que eran pacientes del hospital, y se enteraron de mi historia. Me contaron que se pusieron en contacto con los Estados Unidos y la penicilina estuvo a mi disposición. Y estos soldados también pidieron una caja grande y hermosa con toda clase de alimentos, como frutas secas, naranjas, dátiles, higos y bananas. Después me dieron un vestido rosado y un par de zapatos de charol. Debido a la guerra y a la escasez de cosas, estos fueron regalos especiales para mí. Yo quise agradecerles a estos amables soldados; pero, para cuando me pude recuperar un poco, ellos se habían ido.

Después de la cirugía todavía pensaba que me iba a morir, porque sentía como que una montaña me presionaba el pecho, y se me hacía muy difícil respirar. Le dije a Dios que si me permitía vivir me haría cristiana. Pero me di cuenta de que no tenía idea de cómo llegar a ser cristiana; ¿debía orar a la noche o agradecer antes de las comidas? ¿O debía hacer ambas cosas? No sabía qué hacer y tenía miedo; pensaba que me caería un rayo.

Cuando cumplí 13 años, comenzó la preparación para la Confirmación. Tenía que ir a la iglesia todas las semanas, estudiar y memorizar el catecismo, y aprender himnos. Como había prometido convertirme en cristiana, también comencé a leer la Biblia que me dieron. Me preocupaban algunas cosas. Pensé: Esto es extraño. ¿Por qué guardamos el domingo? Así que, le dije al ministro:

-¿Por qué en la Biblia dice que guardemos el séptimo día?

Él me respondió:

-Hacemos eso porque Jesús resucitó el primer día.

Le hice otras preguntas, y el ministro dijo:

-Bueno, Kari, eres solo una niña, y nosotros tenemos ministros que estudian latín, griego y hebreo, y no se preocupan por eso. Así que tú no te preocupes.

Cada vez estaba más confundida, porque esta era mi oportunidad de hacerme cristiana, y eso no me parecía bien.

El domingo anterior a la Confirmación, se recibe la Primera Comunión. Pensé: Si tomo la Comunión y no me he convertido en cristiana, me ocurrirá algo malo. Así que, fui hasta el ministro y le dije que no podía tomar la Comunión.

-¿De qué se trata todo esto? -preguntó.

-No soy cristiana.

-Por supuesto que eres cristiana -respondió.

-No -le dije-, no soy cristiana, y no puedo participar de la Comunión.

-Bueno -me dijo-, si no vas a tomar la Comunión, no puedes confirmarte.

Me sentí más segura, pero también triste. Me perdería todos los lindos regalos del domingo de Confirmación.

La última vez que nos vimos, el ministro me dijo:

-He analizado esto con la junta de iglesia, y hemos decidido que puedes confirmarte sin tomar la Comunión. Pero recuerda, cuando estés allí sentada y todos se paren para tomar la Comunión, te quedarás allí parada sola y toda la congregación te estará mirando.

Ministerio: Eso es mucha presión. ¿Y entonces qué ocurrió?

Kan Paulsen: Al verano siguiente tenía 15 años y me encantaba bailar. Quería ir a una fiesta de baile que se hacía al aire libre en el verano, a cierta distancia de donde vivía, así que hice arreglos para quedarme con una de las tías de mi madre. Otra de las tías era adventista, pero teníamos muy poco contacto con ella. Sin embargo, al día siguiente decidí que quería visitar a la tía adventista, que vivía solo a 45 minutos de distancia caminando.

Ministerio: ¡Usted era muy independiente!

Kan Paulsen: Sí, quizá sí. Cuando me acerqué a su casa, noté que había un grupo de personas en un jardín, que tocaban guitarras y cantaban. Sin yo saberlo, esta era una pequeña iglesia adventista de la comunidad. Un hombre, que luego supe que era el maestro de la escuela de la iglesia, y su esposa me dieron la bienvenida, y me dijeron que todos los jóvenes se iban a su lugar a jugar por un par de horas, y que me invitaban a ir. Me preguntó cuáles eran mis intereses, y le dije que me gustaba leer. Él me dijo:

-Tengo un libro que me gustaría darte y un par de libros que podría prestarte.

Los libros eran escasos entonces, y cómo me gustaban los libros. Me dio El camino a Cristo, escrito por Elena G. de White.

Ministerio: ¿Descubrió cómo llegar a ser cristiana en ese libro?

Kan Paulsen: Sí, me fui a casa y leí El camino a Cristo. Pero pensé que era demasiado bueno para ser cierto; no podía ser tan fácil. Entonces leí los otros libros.

Ministerio: ¿Que’ ocurrió?

Kari Paulsen: Cada vez que regresaba me daban estudios bíblicos y luego me inscribieron en las lecciones de La Voz de la Profecía. Para Navidad ya creía muchas cosas y sabía que no debía comer cerdo. Cuando me negué a comerlo en Nochebuena, mi padre se enfureció y me ordenó que me fuera de la casa. Así que, me fui en tren a la casa de mi tía otra vez. Para entonces, ella se había mudado más cerca de nosotros. Me quedé allí para poder ir al colegio secundario, porque me quedaba un año más.

Ministerio: ¿Así que terminó el colegio secundario viviendo con esta tía?

Kari Paulsen: Sí. Su esposo trabajaba en el ferrocarril noruego como ingeniero. Se iba y estaba afuera toda la semana, y volvía a casa el fin de semana. Lejos de su casa había comenzado a asistir a algunas reuniones. Créanlo o no, eran reuniones adventistas. Independientemente uno del otro, comenzamos a guardar el sábado el mismo día. Tres semanas después, mi tía se unió a nosotros, y los tres nos bautizamos el mismo día.

Ministerio: ¿La otra tía que ya era adventista fue a ver todo esto?

Kari Paulsen: Ella estaba contentísima y muy entusiasmada. Había estado orando por nosotros todos estos años.

Ministerio: ¡Todo un logro! ¿Qué fecha era y qué edad tenía usted?

Kari Paulsen: Agosto de 1951. Tenía 17 años. Al año siguiente fui a la Universidad Adventista de Dinamarca.

Ministerio: ¿Fue en la Universidad Adventista de Dinamarca donde conoció a Jan [Paulsen]?

Kari Paulsen: Sí. Ambos estudiamos Teología.

Ministerio: Desde el momento en que se conocieron, ¿fue amor a primera vista?

Kari Paulsen: No, en realidad éramos amigos. Parecía que nos gustaban las mismas cosas. Hasta el día de hoy todavía nos gusta discutir temas y problemas.

Ministerio: Usted ¿continuó con su educación teológica después de casarse?

Kari Paulsen: Fuimos a la Universidad Andrews [entonces Colegio Misionero Emanuel]. Después de algunos años de estudio en los Estados Unidos, entremezclados con la obra pastoral en Noruega, fuimos llamados a Bekwai, Ghana, donde estuvimos dos años.

Ministerio: ¿Y sus hijos dónde nacieron?

Kari Paulsen: Laila, nuestra hija, nació en Noruega. Nuestro segundo hijo, Jan Ruñe, nació en Noruega, aunque vivíamos en Ghana en ese tiempo; y nuestro tercer hijo, Rein Andre, nació mientras Jan trabajaba en su doctorado en Teología en la Universidad de Tübingen, en Alemania.

Ministerio: Después de Ghana, ¿qué vino luego?

Kari Paulsen: Nos mudamos a la Universidad de Nigeria, donde Jan era secretario y jefe del del parlamento de Religión, y luego llegó a ser rector. Luego pasamos dos años en la Universidad de Newbold, en Inglaterra, donde Jan fue jefe del departamento de Religión y rector. Después de eso regresamos a Alemania, para que Jan terminara su doctorado.

Ministerio: Así que tuvo la experiencia de ser la esposa de un alumno, pastor, misionero, educador y administrador. ¿Cree que algunas de estas tareas han sido más fáciles que otras? ¿Cree que cada una ha tenido sus beneficios y sus desafíos?

Kari Paulsen: Creo que fue algo así como una evolución natural. Damos un paso a la vez. Cuando salimos de Newbold, la enfermedad que yo había contraído en África se había vuelto crónica, y estaba bastante enferma. No podía hacer mucho, así que me sentía un poco aislada, pero no hay mal que por bien no venga. Se me ocurrió la idea de llamar por teléfono a las personas. Pensé que debía haber gente que por allí estuviese sola, que hubiera perdido a un ser querido o que estuviera desanimada por alguna razón u otra, y ese es un ministerio que hemos seguido haciendo. Cada vez que me entero de que alguien necesita ayuda, quizás una palabra de aliento, la llamo por teléfono.

Ministerio: ¿Piensa que la gente esperaba distintas cosas de usted en estas tareas diferentes: esposa de pastor, educador, administrador?

Kari Paulsen: Verá, creo que es muy importante como esposa de pastor que una defina sus propios Emites. Existen algunas áreas en las que gradualmente una se puede capacitar sola, pero todos tenemos talentos. Y mire la naturaleza: un diente de león nunca será una rosa. Una tiene que tratar de ser lo que el Señor quiere que haga, según los talentos que tenga, pero entonces no debe sentirse culpable de algo que no pueda hacer. Por ejemplo, yo nunca pude cantar. Y creo que si una aprende esto temprano, no anda constantemente con cargos de conciencia.

Ministerio: Interpreto que usted dice: Ten fe en que Dios te dio los dones que quería que tengas, valóralos, y no trates de copiar los de los demás.

Kari Paulsen: Sí, y si alguien tiene aptitud para algo, que trabaje en ello.

Ministerio: Pero, no importa cuánto estudiemos usted y yo, ¡ninguna de nosotras dos podrá cantar un solo alguna vez! ¿Qué consejo compartiría con las esposas de pastor que trabajan tanto y a veces sienten que nadie aprecia su trabajo?

Kari Paulsen: Yo sí siento mucho aprecio por estas esposas de pastor. Tal vez hayan trabajado con su esposo durante mucho tiempo. Quizá su esposo falleció o incluso se divorció de ellas. Creo que es importante recordar que realmente tienen mucho crédito ante Dios, que nadie se los puede quitar. En segundo lugar, creo que es importante que el resto de nosotras las recuerde y las incluya, porque realmente se merecen toda la retribución que puedan recibir.

Ministerio: Amén. ¿Cuál cree usted que es el secreto de Jan para ayudarla a mantener una actitud positiva como esposa de pastor?

Kari Paulsen: Lo que siempre aprecié mucho es que Jan siempre ha valorado lo que hice. Siempre me ha dado el crédito. Nunca me obligó a hacer cosas con las que me sentía incómoda. Y cuando él llega a casa, es nuestro tiempo. Él tiene este maravilloso principio “regla de la vida”. Prefiere dejar de lado las cosas de la oficina o de los feligreses. Necesita ese espacio para recargarse; nos da tiempo para estar juntos, y eso me hace sentir importante. Me da mi espacio, mi tiempo, el tiempo de nuestra familia. Para nosotros, funciona.

Ministerio: Hemos abarcado un montón de cosas hoy. En conclusión, si pudiésemos reunir a todas las familias de los ministros de todo el mundo en un gran anfiteatro, ¿qué les diría?

Kari Paulsen: Para mí, cuando pienso en tantas familias diferentes de ministros, es como un enorme rompecabezas. Y, en un rompecabezas, como todos saben, cada pieza encaja en su lugar, ya sea grande o pequeña. El rompecabezas no está completo a menos que todas las piezas estén allí. Y una pieza pequeña es tan importante como una grande. La hermosa es tan importante como la oscura. Es lo mismo con las familias de los ministros. Todos estamos esperando el regreso del Señor, y lo que me anima es que lo hagamos juntos.

Ministerio: Me encanta esa analogía. Cada pieza tiene un corte único que, cuando se unen todas, forma un cuadro entero y hermoso. Kari, gracias por ser tan abierta y honesta con respecto a su vida y su familia. Y gracias por compartir su sabiduría de cincuenta años en el pastorado. Dios la bendiga.

Sobre el autor: Sharon Cress es coordinadora internacional de AFAM; y Kari Paulsen es docente de gran trayectoria, es esposa del presidente de la IASD mundial.