“Nos cabe buscar ahora una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios. No tenemos tiempo que perder”.

Nuestra iglesia estaba planificando un año de evangelización agresiva, y sabía que necesitábamos obtener sabiduría y la conducción de Dios, antes que cualquiera otra cosa. Pedí a nuestro primer anciano que nos ayudara a conducir una Semana de Oración y Ayuno. Él me miró un tanto asustado, como si quisiese preguntar: “Acaso, ¿no nos moriremos todos de hambre, si nos quedamos una semana sin comer?”

Anticipándome a esa preocupación, le dijo que el capítulo 58 del libro de Isaías nos explica que el verdadero ayuno es más que abstinencia de alimentos. Mi idea era pedir a Dios que nos impresionara a “ayunar” de algún pasatiempo, práctica o hábito rutinario, de manera que tuviésemos tiempo para comulgar con él y realizar su trabajo. Tenía la certeza de que el Señor nos llevaría a abstenemos de todo lo que se mostrara intruso entre nosotros y él.

-Considerando que nunca lo hicimos antes, ¿qué sugiere que hagamos? -preguntó el anciano.

-Vamos a hacer exactamente eso -le respondí-. Primeramente, vamos a pedir a Dios que nos muestre de qué cosa debemos ayunar. Entonces, el primer sábado del mes dedicaremos unos diez minutos del período de los anuncios a contar a la congregación nuestra experiencia y desafiarla a hacer lo mismo.

-Puedo hacerlo -dijo.

Además, le pedí que el segundo sábado también lo dedicara a este propósito, a fin de que los hermanos pudieran testificar acerca de lo que Dios les había proporcionado durante la semana. También debían ser aconsejados, y telefonear a otros hermanos, o reunirse para la oración y el ánimo mutuo. La sonrisa estampada en el rostro del anciano reveló el entusiasmo con que aceptó el proyecto.

Manos a la obra

Finalmente, llegó el primer sábado. En el momento adecuado, durante el desarrollo del programa, el primer anciano pasó al frente y dijo: “Estamos iniciando un nuevo año. Y, como líderes de la iglesia, estamos convocando a cada miembro de nuestra congregación para dedicar la próxima semana a la oración y al ayuno. Eso no significa que tendrán que dejar de comer durante una semana. Solo pidan a Dios que les muestre algún pasatiempo, práctica o hábito al que necesitan renunciar, con el fin de permanecer más cerca de él, en comunión. Al sábado siguiente, dedicaremos tiempo para escuchar testimonios acerca de lo que Dios les proporcionará esta semana. Se pueden reunir en grupos de oración, o hacerse llamadas telefónicas, con el fin de animarse.

Pasó la semana, y llegamos al segundo sábado. Como fue anunciado, dedicamos algún tiempo de la programación a los testimonios.

Inicialmente hubo cierta incertidumbre, pero algunas personas comenzaron a levantar la mano, pidiendo el micrófono inalámbrico, deseando compartir sus experiencias.

La primera persona en hablar fue un programador de computadoras. “Todos los días, siempre tuve como hábito acceder a Internet antes de comenzar el trabajo, dedicando poco más de media hora a la lectura de noticias. El Señor impresionó mi mente para suspender esa práctica por una semana e invertir el tiempo en el estudio de la Biblia y la oración. No fue fácil, al comienzo, pero hacia el fin de la semana pude sentir cuán increíblemente bueno fue pasar algún tiempo con Dios. Estoy decidido a continuar haciéndolo”.

Una señora, en el otro lado de la nave, se levantó y también testificó: “Dios me mostró que debía suspender el uso del café durante una semana. Todos sabemos que este producto no es beneficioso para la salud, pero algunos todavía lo consumimos. Al tercer día, sentí un dolor de cabeza terrible, que fue aliviándose gradualmente. Estoy decidida a permanecer libre del café, y planeo emplear el tiempo y el dinero extra para ayudar a una amiga que está enfrentando una gran crisis en su vida”.

Después de escuchar algunos testimonios más, el primer anciano me comentó en voz baja: “Creo que no debemos alargar más los testimonios. Necesita tener tiempo suficiente para el sermón”. Le respondí que no se preocupara por mí. El sermón de ese día ya estaba siendo predicado, y el tema era la transformación operada por Dios en esos corazones y esas vidas.

Podemos hacer muchas cosas con el fin de preparar a la iglesia para la evangelización de cosecha. Pero, en esa mañana de sábado, quedé convencido de que fue la mejor manera de comenzar la campaña. ¡Dios ya había tocado el corazón de todos los que deseaban llevar persas a él!

Tiempo oportuno

“Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación de otras almas dependen de nuestra conducta actual. Necesitamos ser guiados por el Espíritu de Verdad. Todo discípulo de Cristo debe preguntar seriamente: ‘¿Señor, qué quieres que haga?’ Necesitamos humillarnos ante el Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno de nosotros se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos encontramos en el terreno encantado de Satanás. No durmáis, centinelas de Dios, que el enemigo está emboscado, listo para lanzarse sobre vosotros y haceros su presa en cualquier momento en que caigáis en descuido y somnolencia”.[1]

“El Señor nos ha dado la promesa: ‘Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada’. Es conforme a la orden de Dios que los que llevan responsabilidades se reúnan a menudo para consultarse mutuamente, y para orar con fervor por aquella sabiduría que solo él puede impartir. Hablad menos; se pierde mucho tiempo precioso en conversación que no produce luz. Únanse los hermanos en ayuno y oración por la sabiduría que Dios ha prometido dar liberalmente. Dad a conocer a Dios vuestras dificultades. Decidle, como Moisés: ‘No puedo conducir a este pueblo a menos que tu presencia vaya conmigo’. Luego, pedid aún más; orad con Moisés: ‘Ruégote que me muestres tu gloria’. ¿Qué es esta gloria? El carácter de Dios. Así lo proclamó el Señor a Moisés”.[2]

“Ahora y hasta el fin del tiempo, el pueblo de Dios debiera ser más ferviente, más despierto, no confiando en su propia sabiduría sino en la de su Dirigente. Debieran apartar días para el ayuno y la oración. Quizá no se requiera una abstinencia completa de alimento, pero debieran comer frugalmente de los alimentos más sencillos”.[3]

Esta época del año es una ocasión excelente para convocar a la iglesia a buscar una experiencia de consagración a Dios. Descubrí que una semana de oración y ayuno es un recurso maravilloso para la obtención de poder y salud espiritual, con el fin de trabajar en favor de la comunidad que nos rodea, encaminando a niños, jóvenes y adultos al Reino de Dios.

Sobre el autor: Secretario ministerial de la Unión Pacífico Norte, Estados Unidos.


Referencias

[1] Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 659.

[2] Obreros evangélicos, p. 431.

[3] Eventos de los últimos días, p. 83.