En el reposo sabático encontramos principios relativos a la redención y a la relación de los seres humanos con Dios.

Muchos cristianos creen que cuando el Pacto del Antiguo Testamento cedió su lugar al del Nuevo, la Ley del pacto antiguo dejó de tener vigencia. Eso también los lleva a creer que la observancia del sábado, tal como la presenta el cuarto Mandamiento, no tiene validez en la actualidad.

Un gran número de cristianos ha adoptado esta idea. Entre ellos, se encuentran los que entienden que no están obligados a guardar ningún día, y los que le aplican al domingo ciertos aspectos del sábado, para calificar de “cristiano” al primer día de la semana.[1]

¿Qué nos revelaría un examen objetivo de ciertos pasajes bíblicos importantes respecto de este tópico tan discutido?

Ondas de gracia

Sobre la base de las Escrituras, y al examinar el cuadro con más amplitud, cualquier observador imparcial puede observar que los pactos divinos están unificados y funcionan como etapas en el desarrollo del plan global de Dios.[2] Cada una de esas etapas constituye una parte del único programa de la revelación. La promulgación o vigencia de una de ellas no anula ni subordina a la otra; al contrario, se complementan mutuamente.[3]

En el Nuevo Pacto, anunciado en Jeremías 31, todos los compromisos contraídos por Dios con su pueblo: su preservación, sus promesas y su Ley, encuentran su cumplimiento en Jesucristo, el Sacerdote y Rey (Heb. 7:10; Apoc. 19:11-16).

Podemos ver, entonces, que las etapas acumuladas del pacto eterno de Dios producen una onda detrás de la otra de divinas iniciativas de gracia, que comienzan en los tiempos del Antiguo Testamento y culminan con los del Nuevo. La amplia culminación de la revelación final y verdaderamente eficaz, manifestada en el sacrificio de Jesucristo, derrama sobre la especie humana una intensa marea de gracia.

A semejanza del Nuevo Pacto, los pactos del Antiguo Testamento se basaron en la gracia y no en la Ley. Por ejemplo, sólo después de librar a Noé y a su familia ratificó Dios un pacto con ellos; y en ese caso estableció algunas condiciones y leyes (Gén. 8:20- 9:17)) Ya que esto es así, las leyes se establecieron para gente que ya había sido salvada por la gracia, esto es, por la eficaz intervención del propio Dios (Éxo. 19:3-6; 20:2). Desde la caída, la única manera de alcanzar la salvación es por la gracia, por medio de la fe (Efe. 2:8) en la simiente de Eva (Gén. 3:15), es decir, Jesucristo (Gál. 3:16).

La distinción que establece Pablo entre los que están “bajo la ley” y los que se encuentran “bajo la gracia”, en Romanos 6:14 y 15, tiene que ver con la condición de los que se encuentran condenados por la Ley y los que están libres de condenación por medio de Cristo.[4] Esa distinción no tiene nada que ver con dos dispensaciones diferentes. Los dos estados podían caracterizar tanto a la gente del Antiguo Testamento como a la del Nuevo.

Más aún, de acuerdo con Pablo, Cristo eclipsó el brillo de la Torah mosaica ya que él es una revelación mucho más gloriosa, eficaz, completa y adecuada del carácter de Dios (2 Cor. 3). Jesús no sustituyó la Ley espiritual, santa justa y buena (Rom. 7:12, 14) como medio de salvación del pecado, simplemente porque el Señor nunca ofreció salvación por medio de la Ley.[5]

Principios duraderos

Tanto en la Biblia como en los pactos o tratados firmados en cualquier lugar del Cercano Oriente, las leyes funcionan en el marco de un pacto.[6] Si aceptamos que Dios es la autoridad suprema en la Biblia (2 Tim. 3:15-17) y reconocemos que sus pactos son acumulativos, evidentemente las leyes dadas en relación con las etapas del pacto del Antiguo Testamento deberían de algún modo informar acerca de nuestra conducta.

í Algunas leyes bíblicas, como los Diez Mandamientos, y muchas de las leyes civiles, como las que se encuentran en Deuteronomio 22:8, y que ayudaban a la gente a no caer del terrado, por ejemplo, se pueden aplicar ahora de manera directa o indirecta. Aunque la disciplina eclesiástica reemplaza actualmente las penas civiles administradas bajo el antiguo sistema judicial hebreo, muchas de las leyes de aquel tiempo se pueden aplicar ahora como principios, aunque no se apliquen en sus peculiaridades culturales o históricas (Éxo. 21:33, 34).

También hay otras leyes que no se pueden aplicar a menos que haya una institución que las haga cumplir. Un ejemplo de esto es el levirato (Deut. 25:5-10). Las leyes rituales, dependientes del Santuario terrenal y del Templo, y centralizadas en sus actividades como morada Dios, no se pueden aplicar actualmente porque esa institución ya no existe. Desde la ascensión de Cristo, nuestro culto se centra en el Santuario celestial (Heb. 8-10). Pero podemos comprender mejor nuestra relación con Dios si estudiamos las leyes rituales del Antiguo Testamento que se relacionan con el Santuario de los hebreos.

Aunque la circuncisión era una ley ritual (Gén. 17), existía antes del Santuario y de sus ceremonias, y no dependía de ellas. Por lo tanto, la destrucción del Templo, en el primer siglo de nuestra era, no descarta la posibilidad de que la circuncisión pudiera ser un requisito en la actualidad. Su revocación se basa en otra circunstancia: para formar parte del Nuevo Pacto no necesitamos ser israelitas (Hech. 15).

Pero, ¿no habría, acaso, un criterio único que se podría aplicar para decidir si una determinada ley se debe guardar hoy o no? Me gustaría proponer la siguiente regla: Una ley bíblica se debe guardar en la medida en que sus principios se puedan aplicar, a menos que el Nuevo Testamento elimine claramente su aplicación. En este sentido, concuerdo plenamente con Gordon Wenham cuando dice que “los principios que subyacen en el Antiguo Testamento son válidos y están vigentes para los cristianos, aunque algunos de sus detalles tal vez no se puedan guardar”.[7] Esa opinión contradice directamente la de Douglas Moo, para quien “sólo estamos obligados por lo que está claramente repetido en el Nuevo Testamento”.[8]

Cuatro aspectos sabáticos

La clasificación de las leyes en civiles, sanitarias, morales y ceremoniales, que determinan si una ley sigue en vigencia o no, son clasificaciones analíticas posbíblicas. Algunas leyes pueden ser catalogadas en más de una de esas categorías, y debemos admitir esa posibilidad. En efecto, varias leyes relacionadas con el sábado se pueden clasificar de tres maneras distintas:

Morales. En Éxodo 20:8 al 11 y Deuteronomio 5:12 al 15, Dios ordenó que el trabajo cesara en el séptimo día, el sábado, en el marco de los Diez Mandamientos. Los otros nueve son claramente morales por naturaleza, pero no existe razón valedera alguna para determinar que el reposo sabático sea meramente ceremonial.

Con respecto a los cristianos, para los cuales “el requerimiento del sábado del Decálogo significa que lo deben considerar como una ley moral normativa y obligatoria para todos, como el resto del Decálogo”, AT. Lincoln afirma:

“Los que sostienen este argumento, pero aplican el cuarto Mandamiento al domingo, primer día de la semana, ciertamente discrepan de ciertos grupos, como los adventistas, que siguen observando el séptimo día. Deben enfrentar honestamente esa incoherencia. Después de todo, ¿con qué derecho cambian una ley moral eternamente válida? ¿Qué criterio les permite separar el séptimo día, que después de todo es el corazón y el fundamento del Mandamiento (Éxo. 20:11), como si fuera de carácter temporal, vigente sólo durante la dispensación mosaica, mientras que consideran que el resto del Decálogo está vigente en toda época? […] Si la ley mosaica hubiera tenido el propósito de enseñar que se puede guardar cualquier día en lugar del séptimo, podríamos esperar que esa misma ley señalara un día de reposo diferente para los sacerdotes (Núm. 28:9, 10), pero no lo hizo”.[9]

Sanitarias. En Éxodo 23:12, el beneficio del reposo sabático incluye un componente físico, ya que toma en consideración tanto a los animales como a los seres humanos.

Civiles. Mientras estuvo en vigencia la teocracia como forma de gobierno en Israel, si se descubría que alguien violaba abiertamente el sábado, encendiendo fuego en ese día, por ejemplo, la ley de Dios mandaba que la comunidad lo apedreara hasta morir (Núm. 15:32-36).

Objeciones

Vemos, entonces, que el sábado está relacionado con leyes que corresponden a esas cuatro categorías. Las funciones moral y sanitaria del reposo sabático son eternas, y permanecen aunque hayan expirado las peculiaridades ceremoniales y civiles. Por lo tanto, el reposo sabático del séptimo día se debería observar en la medida en que sea posible aplicar sus principios. Examinaremos esta conclusión mientras consideramos algunas posibles discrepancias:

  1. La observancia del sábado era sólo para los israelitas.

No hay declaración bíblica explícita en el sentido de que la observancia del sábado se haya formulado como una ley antes de que Dios les ordenara expresamente a los israelitas que lo hicieran (Éxo. 16, 20). Pero, ¿quién podría afirmar que una orden de Dios no existe hasta tanto él le dé forma de ley?[10] Si eso fuera así, ¿por qué culpó el Señor a Caín por la muerte de su hermano? (Gén. 4).

En los primeros capítulos del Génesis, se menciona el sábado por primera vez. En el séptimo día de la semana de la creación, Dios instituyó con su ejemplo el descanso restaurador del sábado en beneficio de todos los seres humanos (Gén. 2:2, 3; Éxo 31:17). Y Jesús lo confirmó cuando dijo que el sábado había sido hecho por causa del hombre -ánthropos- y no la humanidad por causa del sábado (Mar. 2:27).

El séptimo día es el “onomástico del mundo”, y no se puede alterar porque celebra un acontecimiento histórico ocurrido en un momento del pasado,[11] mucho antes de que Israel llegara a la existencia. El sábado también significa que dependemos del que nos creó y nos santifica (Éxo. 31:13, 17), y que da vida a todos los seres vivientes (Dan. 5:23; Job 12:10; Sal. 114:14, 15). Siendo que Dios siempre será nuestro Creador y Sustentador, el significado básico del reposo sabático implica la relación que debe existir entre Dios y el hombre,[12] que no pasará de moda mientras haya seres humanos sobre la tierra.

“Ni el antinomianismo ni el dispensacionalismo pueden eliminar la obligación del cristiano de hoy de guardar el sábado, que nos ha llegado desde la creación. El hecho de que no haya un mandamiento explícito en cuanto a la observancia del sábado antes de Moisés no lo reduce a una disposición temporal […]. Dios bendijo al hombre: lo libró de la esclavitud del trabajo por medio del sábado”.[13]

  1. La observancia literal del sábado ya no tiene importancia, porque fue un símbolo temporal del “reposo” cristiano.

Hay quienes creen que encuentran apoyo para esta suposición en Hebreos 4, donde el descanso sabático aparece como un símbolo de la vida de reposo del evangelio, que de paso abarca todos los días de la semana, y que es fruto de la fe y la aceptación de Dios. Pero un tipo histórico/horizontal, como lo era la liturgia hebrea, debe prefigurar algo que se tiene que cumplir en el futuro, a saber, su antitipo. Cuando aparece el antititpo, el tipo pierde vigencia. En Hebreos 4, el “reposo” de Dios no aparece de repente ante los cristianos. Siempre estuvo disponible; pero no fue plenamente comprendido en los tiempos del Antiguo Testamento por causa de la incredulidad.[14] Justamente porque estaba disponible mientras el sábado semanal cumplía su misión entre los israelitas, no puede ser sólo un tipo de la vida de reposo del evangelio.

En Colosenses 2:16 y 17 leemos lo siguiente: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo (sábados), todo lo cual es sombra de.lo que ha de venir, pero el cuerpo es de Cristo”.

En el versículo 17, la palabra “sombra” ha sido traducida del termino griego skia, que significa “tipo temporal”. Los intérpretes comúnmente suponen que los “sábados” mencionados en el versículo 16 eran símbolos temporales.[15] Pero el asunto que se discute aquí es que, a pesar de la victoria de Cristo y de que no hay condenación para los pecadores gracias a la Cruz (vers. 13- 15), algunos miembros de la iglesia primitiva se arrogaban el derecho de juzgar a los demás (Rom. 14:3) por no participar de prácticas que tenían que ver con el consumo de algunos alimentos y la observancia de ciertos días santos.

No importa qué signifique sabbaton (puede ser “sábado” o “sábados”) en Colosenses 2:16, parece claro que Pablo no se está refiriendo aquí directamente a la observancia de la Torah mosaica, sino a la aplicación errada de una filosofía engañosa. En Colosas, se acostumbraba guardar ciertos días sagrados en honor de los “espíritus del universo”, poderes que supuestamente dirigían el curso de las estrellas y manejaban el orden del calendario. Pablo no está condenando la observancia de días sagrados, sino la observancia de esos días en honor de esos espíritus.[16]

Además, Pablo no podría estar condenando la observancia del sábado semanal del cuarto Mandamiento, porque no era un símbolo temporario. Dios lo instituyó antes de la caída (Gén. 2:2, 3); de modo que no fue uno de los símbolos dados después de la caída para llevar a los seres humanos a la salvación del pecado.

  1. El sábado es como la circuncisión (Hech. 15), cuya vigencia fue eliminada por el Nuevo Testamento.

Es exactamente lo contrario. El reposo sabático no ceremonial no ha sido abrogado ni modificado por Hechos 15 ni por ningún otro pasaje del Nuevo Testamento. Además, al restaurar la santidad interior y la obediencia de corazón por medio del Espíritu Santo (Jer. 31:31-34; Eze. 36:25-28), el Nuevo Pacto le da al sábado su verdadero significado.

El sábado implica una realidad viviente: los individuos que permiten que obre en sus vidas la operación divina de la santificación, honran y santifican ese día especial. Debido a que esa actitud significa que están imitando el carácter de un Dios santo, que es amor (Lev. 19:2, 18; 1 Tes. 3:12, 13; 1 Juan 4:8), el hecho de que el sábado también sea una señal de santificación (Éxo. 31:13, 17; Eze. 20:12) implica que el guardarlo equivale a celebrar el amor santo.

Charles L. Feinberg alega que “todos los principios morales contenidos en los Diez Mandamientos fueron repetidos bajo la gracia, con la única excepción […] del mandamiento que ordena guardar el sábado”.[17] Con esa declaración, lo único que demuestra el autor es que no se dio cuenta del hecho de que el sábado es un día especial y que su observancia también está repetida en el Nuevo Testamento, no sólo mediante las exhortaciones apostólicas, sino también por los relatos que nos muestran el constante ejemplo de nuestro Señor Jesucristo en este sentido (Luc. 4:16).

Jesús fue el blanco de los ataques de los judíos por sanar a la gente durante las horas del sábado (Mar. 3:1-6; Juan 5:2-18; 9:1-41). Al actuar de ese modo, liberó del sufrimiento a los dolientes y demostró que el verdadero propósito del sábado es el bienestar de la humanidad (Mar. 2:27). Sus curaciones regeneradoras revelan el corazón y sentido del nuevo pacto, y destacan el aspecto redentor del sábado, conforme lo expresa la versión del Decálogo que encontramos en el libro de Deuteronomio (Deut. 5:15).

Jesucristo afirmó que, puesto que el sábado se instituyó por causa del hombre, “el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado” (Mar. 2:28). Ese divino señorío sobre el sábado es parte de sus atributos mesiánicos. Si tomamos en cuenta que el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado, aquél no lo puede usar según su conveniencia. Por lo tanto, es falsa la declaración, que tanto repiten muchos cristianos de hoy, en el sentido de que estaríamos libres de la ley sabática. Cristo, en verdad, sujeta aún más a sus seguidores a esa ley.[18]

Durante su ministerio, Jesús mostró a los cristianos cómo se debe vivir bajo el Nuevo Pacto. ¿Por qué reivindicó, entonces, el sábado como suyo y ordenó su observancia como día sagrado, si iba a suspender esa observancia? Tal actitud habría sido tan insensata como la de un hombre que remodelara su casa antes de demolerla.

Tres motivos

El Nuevo Pacto, ratificado por la sangre de Cristo, corona la iniciativa divina para restaurar su íntima relación con los seres humanos. Cumple el plan de la gracia sin repetir en detalle lo que se dijo antes. La Ley divina existe para el beneficio de las partes implicadas en esa relación de pacto.

El mandamiento de Dios de reposar de las actividades seculares durante el séptimo día de la semana protege la relación que debe existir entre Dios y los hombres, y esa protección se pone en evidencia mediante su inclusión en los Diez Mandamientos. Al mismo tiempo, el reposo sabático proporciona a los seres humanos un permanente beneficio físico, mental y espiritual.

Los cristianos modernos deben seguir observando el reposo sabático como parte de su experiencia del Nuevo Pacto. Este pensamiento encuentra apoyo en estos tres factores:

  • El sábado es universal, y no está limitado a Israel.
  • El sábado es perpetuo; no es un símbolo temporal.
  • El nuevo pacto confirma y restaura el corazón del sábado, y su verdadera observancia.

Sobre el autor: Doctor en Teología. Profesor de Hebreo en la Facultad de Teología de la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, Estados Unidos.


Referencias

[1] Juan Pablo II, Encíclica Dies Domini [El día del Señor], dirigida a los obispos, al clero y a los fieles de la Iglesia Católica acerca de la observancia del Santo Día del Señor, 5 de julio de 1998.

[2] O. Palmer Robertson, The Christ of the Covenant [El Cristo del pacto] (Pittsburgh, NJ: Presbyterian and Reformed, 1980), p. 28.

[3] John Walton, Covenant: God’s Purpose, God’s Plan [Pacto: el propósito y el plan de Dios] (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1994), p. 49.

[4] J. H. Gerstner, The International Standard Bible Encyclopedia [La enciclopedia internacional común de la Biblia], Juan 1:17, t. 3, p. 88.

[5] Brad H. Young, Paul, the Jewish Theologian: A Pharisee Among Christians, Jews and Gentiles [Pablo, el teólogo judío: un fariseo entre cristianos, judíos y gentiles] (Peabody, MA: Hendrickson, 1997), p. 91.

[6] O. Palmer Robertson, Ibíd., pp. 170, 171.

[7] Gordon Wenham, The Book of Leviticus. New International Commentary on the Old Testament [El libro del Levítico: nuevo comentario internacional del Antiguo Testamento] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1979), p. 35.

[8] Douglas Moo, Five Views on Law and Gospel [Cinco opiniones acerca de la ley y el evangelio] (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1996), p. 376.

[9] A. T. Lincoln, From Sabbath to Lord’s Day [Desde el sábado hasta el día del Señor], p. 355.

[10] Willmore Eva, Ministry (julio de 1969), pp. 5, 6.

[11] Herold Weiss, Catholic Biblical Quarterly [Revista bíblica católica cuatrimestral], N° 58, 1996, p. 688.

[12] Umberto Casuto, A Commentary on the Book of Exodus [Un comentario acerca del libro del Éxodo] (Jerusalén: Magnus, 1967), p. 244.

[13] O. Palmer Robertson, Ibíd., pp. 68, 69.

[14] Herold Weiss, Ibíd., p. 683.

[15] F. F. Bruce, The Epistles to the Colossians, to Philemon and to the Ephesians [Las epístolas a los Colosenses, a Filemón y a los Efesios] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1984), pp. 114-117.

[16] Peter O’Brien, Colossians and Philemon [Colosenses y Filemón] (Waco, TX: Word Books, 1982), p. 139.

[17] Charles L. Feinberg, Biblioteca Sacra 95 (1938), p. 187.

[18] “J. H. Cerstner, Ibíd., p. 86.