Leighton Ford declaró acertadamente que el cristiano es fiel a su llamado solamente cuando se interesa en la evangelización del mundo que lo rodea. Cita al arzobispo Temple, que dijo: “La iglesia es la única organización en la tierra que no existe por causa de sus miembros”.[1] En los últimos años ha habido entre algunos la tendencia a restarle importancia a la evangelización. Pero está amaneciendo un nuevo día para el Evangelio.

Las señales indican claramente que hay un retorno decidido del interés del público, y una respuesta favorable a la evangelización en el día de hoy. En 1971, 12.000 estudiantes utilizaron sus vacaciones de Pascua para asistir a un congreso misionero interuniversitario en la Universidad de Illinois. Una de las convocaciones más grandes de este tipo fue realizada en junio de 1972 en la ciudad de Dallas. Cerca de 80.000 jóvenes de 75 países se unieron en el festival denominado “Festival de Jesús”, patrocinado por la Campus Crusade for Christ. En 1973 la National Evangelistic Campaign, conocida como “Key ’73” incluyó varias concentraciones mayores a través del país y fue sostenida por cerca de 140 denominaciones protestantes, como así también por los obispos católicos norteamericanos.

Las iglesias evangélicas conservadoras están incrementando su feligresía a razón del 3 por ciento anual, en tanto que los cuerpos religiosos liberales están estancados o declinando. Las iglesias más adictas al ecumenismo están sufriendo señaladas pérdidas, especialmente en la asistencia a sus escuelas dominicales. Por ejemplo, en los pasados cinco años, la Iglesia Metodista perdió más de medio millón de miembros. La misma denominación vio caer el número de inscriptos en su escuela dominical de 7.303.873 a 5.924.462 en el reciente período de cuatro años. En los dos años pasados las escuelas dominicales de la Iglesia Presbiteriana Unida sufrieron la baja de 245.000 miembros.[2]

Se está viendo un resurgimiento evangélico o una renovación del interés en los programas de reavivamiento llevados a cabo en el seno de denominaciones establecidas, tales como los Grupos de Testimonio de la Iglesia Episcopal. Los luteranos han establecido un movimiento llamado Alerta, y la Compañía de Eclesiásticos Preocupados ha sido organizada en la Iglesia Unida de Cristo. El Comité Presbiteriano de Laicos y el grupo de Presbiterianos en Asuntos Bíblicos son dos movimientos que recientemente han dado un nuevo impulso a la evangelización en la mencionada iglesia. Los metodistas han adoptado un programa conocido como Movimiento de las Buenas Nuevas en el Metodismo.

A esto debe añadirse el florecimiento de grupos estudiantiles evangélicos como el de la Comunidad Interuniversitaria, unida a la Campus Crusade, y el renovado vigor de los programas por radio y televisión. Nosotros, los adventistas del séptimo día, hemos lanzado un programa ambicioso, conocido como MISION ’72, MISION ’73, MISION ’74, y MISION ’75, enfatizándose en la parte pública de MISION ’75 la predicación de las leyes de la salud como una aproximación al Evangelio.

Las iglesias de la “tercera fuerza” incluyen grupos tales como los pentecostales, las iglesias de santidad, los Hermanos de Plymouth, las Iglesias Bíblicas, la Iglesia de Dios, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y las Iglesias de Cristo. En realidad, la llamada “tercera fuerza” comprende a los grupos en crecimiento del protestantismo de hoy. Esto se hace evidente, especialmente en los países que están más allá de las fronteras de Estados Unidos.

El deán M. Kelley declaró: “La gente de hoy anhela tener un propósito claro en la vida, una respuesta definida al enigma de la existencia. Están más preocupados acerca del significado de la vida que en la reforma social; las iglesias conservadoras procuran llenar esas hondas necesidades espirituales, en tanto que las iglesias liberales parecen estar más interesadas en trabajar por un cambio en la sociedad”. [3]Pero, a todo esto, las iglesias evangélicas enfrentan algunos peligros muy reales.

Peligros

Cuando ser evangélico se torna algo respetable y aun a la moda, entonces la tentación de acomodarse a los valores y aspiraciones del mundo se vuelve abrumadora. El hecho de que tal acomodación se produzca en muchos de los círculos evangélicos nos recuerda que el actual reavivamiento en el conservadorismo religioso no está exento de peligros. Desafortunadamente, muchos que han repudiado los principios de la religión civil, están como ciegos frente a la amenaza de un secularismo militante que busca la remoción de los valores e intereses religiosos de la gente.

Entre las trampas específicas contra las cuales los evangélicos deben guardarse está la herejía de la salvación fácil, o como Bonhoeffer la llama, la “gracia barata”. En las filas de los evangélicos, se presenta muy a menudo la salvación como algo por demás simple, como una experiencia momentánea y no como una lucha que dura toda la vida. La gracia es gratuita, pero es también costosa. Demanda la vida entera de sus beneficiarios.

Se predica a menudo el arrepentimiento, pero se olvida muchas veces que el reavivamiento verdadero comprende el arrepentimiento de los pecados sociales, tanto como de los personales. El reavivamiento entre la humanidad de hoy demanda más que un mero servicio de labios afuera.

El movimiento carismático contemporáneo contiene muchas cosas dignas de felicitación. Pero demasiado a menudo en este movimiento la gente clama por el Pentecostés sin haberse inclinado ante el Calvario. La fe se considera como una simple preparación para el bautismo del “Espíritu Santo”, que es visto como la prueba o evidencia de la presencia de Dios en la vida de uno. No estamos negando la verdad de que hay bendiciones especiales del Espíritu Santo como consecuencia de la conversión. No debemos contentarnos con que el Espíritu more en nosotros, sino avanzar hasta estar completamente llenos del poder del Espíritu.

Algo anda mal cuando buscamos las evidencias externas del don del Espíritu, especialmente si creemos que sin esas evidencias uno no recibe la gracia perdonadora de Dios.

“Santificación instantánea”

La idea de la santificación instantánea es otra desviación doctrinal de la cual debemos guardarnos, puesto que la santificación es la obra de toda la vida. Juan Wesley (cuyas ideas acerca de la santificación han hecho un impacto definido en los modernos movimientos pentecostales y de santidad) aseguraba a sus oyentes que la única perfección que podía conseguirse en la vida era una perfección relativa, y en la cual aún es necesario clamar por la misericordia y el poder de Dios. Conforme a esto, aun los cristianos más santificados nunca están libres de transgresiones involuntarias. Escribe el Dr. Donald Bloesch: “El Dr. A. W. Tozer, una de las luces guiadoras de la Alianza Cristiana y Misionera, estaba en constante alerta frente al peligro de la salvación instantánea que procura encasillar toda la salvación en una o dos experiencias. Los defensores del cristianismo instantáneo se amparan con jactancia en la ley del desarrollo que rige a través de toda la naturaleza, pero ignoran los efectos santificadores del sufrimiento, del llevar la cruz, y de la obediencia práctica”.[4]

Biblicalismo racionalista

Otro factor que nos preocupa, como cristianos evangélicos, es la acomodación cultural de un biblicalismo racionalista que reclama la aplicación de la lógica formal a las evidencias de los sentidos como sustento de las exigencias de la fe bíblica. Mano a mano con el racionalismo, a menudo van prejuicios antiteológicos. En círculos conservadores se advierte una notable dependencia de los hallazgos de la psicología y la filosofía secular, en tanto que en la teología secular y liberal se apela a la sociología y a la ciencia política. Sin embargo la teología, la exposición doctrinal de la Sagrada Escritura, es mirada con desconfianza. Esto revela una orientación marcadamente cultural en que la autoridad de la razón suplanta a la de la revelación.

Muchos evangélicos están preocupados actualmente por la falta de sustancia teológica sólida en sus escritores, y algunos tienen serias reservas en cuanto a una apologética que establece un criterio que tiene muchos puntos en común con el pensamiento secular. Por ejemplo, Elton Trueblood criticó el Movimiento de Jesús por su privatismo e individualismo que le impide dar un testimonio social poderoso. Bloesch dice: “Un evangelio genuino se ocupará siempre de la justicia humana antes que del mero cultivo de una cálida luminosidad interior”.[5]

Pensando en las modernas técnicas y conceptos evangélicos, sería bueno recordar que a pesar del énfasis en las cruzadas masivas y de la valoración del éxito de la evan- gelización en términos tales como multitudes, presupuestos, conversiones y decisiones, Jesús a veces huía de las multitudes. Su ministerio, al igual que el de los apóstoles, estuvo totalmente libre de ostentación y jactancia. El ministerio de Cristo fue sumamente simple. Hablaba en forma sencilla.

Cuando uno es incapaz de adaptar sus métodos de trabajo a las circunstancias cambiantes, a menudo no sólo entorpece sus mayores logros, sino que también retarda la obra de Cristo en ese lugar por muchos años.

Es bueno para el evangelista, sea ministro o laico, recordar que la única diferencia entre una fosa y un surco es su profundidad. Estamos demasiado adentrados en el curso de la historia como para contentarnos con planes estrechos. El futuro clama por visiones más amplias, sueños mayores y aventuras más ambiciosas.

Un absoluto: el trabajo duro

Tenemos que enfrentarnos con un absoluto ineludible: el trabajo duro. La evangelización no tiene ningún atractivo para los cristianos débiles, perezosos o haraganes. Despojada de su encanto público, olvidada la publicidad inicial por la débil memoria de las multitudes, la obra de la evangelización exige una energía y una resistencia física difícilmente requeridas por cualquier otro trabajo. Más de un evangelista ha terminado un día de trajín completamente agotado y sin fuerzas. Esta no es una tarea para los haraganes o para los que continuamente están buscando cómo pasar una vida fácil.

Sacrificio y fatiga es lo que por lo común debe esperar el evangelista. Como el médico de la familia, viene a ser un siervo de las circunstancias. Se interrumpe el descanso, y el horario de sus comidas sufre cambios frecuentes a través del día en una variación peligrosa. La vida familiar del evangelista está llena de planes frustrados y de cambios repentinos. Sin embargo, a pesar de todo esto, el evangelista no es feliz, se siente inquieto e indeciblemente apenado a menos que esté en medio de tales situaciones.

En las horas finales de la historia de la tierra, la evangelización no responde a motivaciones de conveniencia, finanzas, instituciones, condiciones sociales, o fortunas políticas. Se trata, más bien, de un mandato divino. La evangelización debe ocupar más tiempo, más energía, planes más abarcantes, y una mayor participación de los miembros de iglesia a medida que el tiempo avanza y los días se tornan más peligrosos. Por lo tanto, es alarmante ver que en algunos lugares la evangelización casi se ha eclipsado. Esta no es la orden de Dios. Nunca fue el plan de Dios que la evangelización ocupara un lugar secundario. Debe llegar a ser la principal función de la iglesia, y con una urgencia cada vez mayor a medida que el tiempo transcurre; una urgencia nunca vista en otros tiempos, ni aun en el mismo Pentecostés.

Por lo tanto, debemos hacer nuestra tarea de tal manera que ganemos el interés constante y la apreciación de todos los sectores de la comunidad. Esto significa romper a veces con tradiciones. No podemos ocultar del pueblo la verdad por no querer presentarla en su propio lenguaje. Los problemas que resultan de los planes estrechos y localistas, los presupuestos limitados, o el análisis crítico de los métodos, deben ceder su lugar a conceptos más amplios, penetrantes y abarcantes en cuanto a la evangelización.

Los que promueven los reavivamientos en diferentes confesiones religiosas, nos demuestran maravillosamente que hombres y mujeres de diferente condición están dispuestos a renovar su conducta moral cuando la iglesia está dispuesta a adaptar sus métodos al modo de pensar de la generación a la cual irradia su mensaje. El evangelista no se contenta con los resultados del pasado.

El progreso en la evangelización está señalado por un continuo desarrollo en los planes, ideas, y por el rompimiento con conceptos metodológicos tradicionales.

Sobre el autor: Jefe del Dpto. de Religión del Columbia Unión College.


Referencias

Adaptado de Principios y Metodologías del Evangelismo Cristiano, disertación del autor al recibir el título de Doctor en el Sagrado Ministerio, en la Universidad Howard, Washington D. C., mayo de 1974.

 [1] Leighton Ford, The Christian Persuader

n Nueva York, Harper & Row, 1966, pág. 45.

[2] Donald G. Bloesch, The Evangelical Renaissance, Grand Rapids, William B. Eerdman’s Publishing Company, 1973, pág. 14.

[3] Dean M. Kelly, Why Conservative Churches Are Growing, New York, Harper 4 Row, 1972.

[4] Bloesch, op. cit., pág. 20.

[5] Ibid., pág. 22.