¿Cuál es la enseñanza de los adventistas acerca de la inmortalidad del alma? ¿Qué entienden ustedes por “alma” y “espíritu”, y cuál es la relación entre ambos? ¿Son términos sinónimos e intercambiables?
Por largo tiempo, ha habido dos escuelas de pensamiento acerca de esta cuestión. Algunos han sostenido que el hombre fue creado mortal, en lo que se refiere a su cuerpo, pero que posee una entidad inmortal llamada “alma” o “espíritu”. Otros han tenido por igualmente cierto que el hombre no ha sido creado inmortal en ningún sentido.[i] Tenían la convicción de que el hombre no poseía un alma etérea, o espíritu, que sobrevive a la muerte, como una entidad consciente aparte del cuerpo.
Antes de que podamos discutir la cuestión de si la inmortalidad es innata o condicional, sería bueno que definiéramos los términos que vamos a emplear; de aquí que procedamos a responder la segunda pregunta en primer lugar. En un caso como éste, en el que existe una diferencia en cuanto al significado atribuido a las palabras, dejaremos que la Biblia misma a través del uso de estos vocablos en las lenguas originales, defina el significado de los mismos.
El significado bíblico de “alma”
En el Antiguo Testamento, la palabra alma es la traducción de néfesh, un vocablo hebreo que aparece 755 veces en las escrituras paleotestamentarias. En la mayoría de los casos se lo traduce por “alma”, pero también se lo traduce de muchas otras maneras.
Néfesh proviene de la raíz náfash, un verbo que aparece sólo tres veces en el Antiguo Testamento (Exo. 23:12; 31:17; 2 Sam. 16:14), con el significado de “revivirse” o “refrescarse” en cada uno de los casos. El verbo parece retroceder a su significado básico de respiración.
Podemos derivar una definición de néfesh del relato bíblico de la creación del hombre (Gén. 2:7). El registro declara que cuando Dios dio la vida al cuerpo que había formado, literalmente el hombre “llegó a ser un alma de vida”. El “alma” no había existido previamente, pero vino a la existencia cuando Adán fue creado. Cada vez que nace un niño, viene a la existencia una nueva alma. Cada nacimiento representa una nueva unidad de vida exclusivamente diferente y separada de las otras unidades similares. La nueva unidad jamás podrá fusionarse con otra unidad. Siempre será ella misma. Podrá haber muchísimos individuos que se le parezcan, pero ninguno que sea exactamente él mismo. La exclusividad de la individualidad parece ser la idea enfatizada en el vocablo hebreo néfesh.
Néfesh, no se aplica sólo a los hombres sino también a los animales. La frase “produzcan las aguas seres vivientes” (Gén. 1:20), dice literalmente “hiervan las aguas con multitudes de almas de vida [individuos de vida]”. De aquí que tanto los animales como los seres humanos sean “almas”.
La idea básica de que “alma” señala al individuo y no sólo una parte de él parecería estar presente cada vez que se usa el término néfesh. De aquí que es más propio decir que una persona es un alma y no que tiene un alma. Esto se expresa claramente en Génesis 2:7: “y fue el hombre en alma viviente” (Valera Antigua).
De la idea de que néfesh señala al individuo o a la persona, surge el uso idiomático de néfesh como pronombre personal. “Mi alma” por “yo” o “mi”, “tu alma” por “tú”, “su alma” por “ellos”, son expresiones idiomáticas.
Puesto que cada nueva néfesh representa una nueva unidad de vida, néfesh se usa a menudo como sinónimo de “vida”. En la versión inglesa del rey Jacobo, néfesh aparece 119 veces traducida por “vida”, y hay muchos otros casos en los cuales “vida” hubiera sido una mejor traducción.
En la mayor parte de las veces que aparece, néfesh podría haberse traducido apropiadamente por “persona”, “individuo”, “vida”, o por el pronombre personal correspondiente. “Las almas que habían adquirido en Harán” (Gen. 12:5, VA) equivale a “las personas que habían adquirido en Harán” [VR]. “Esa alma será cortada” (Lev. 19:8, KJV) es simplemente “el tal será cortado”.
Yendo ahora al Nuevo Testamento, vemos que “alma” es la traducción de la palabra griega psijé, con el significado de “vida”, “aliento”, o “alma”. Se la traduce cuarenta veces en el Nuevo Testamento como “vida” o “vidas”, atribuyéndosele claramente el significado que comúnmente asignamos a la palabra “vida” (Mat. 2:20; 6:25; 16:25). Cincuenta y ocho veces se lo vierte como “alma” o “almas” (Mat. 10:28; 11:29; 12:18). En algunos de estos casos significa simplemente “persona” (Hech. 7:14; 27:37; 1 Ped. 3:20). En otras ocasiones se la traduce como pronombre personal o un equivalente (Mat. 12:18; 2 Cor. 12:15). A veces se refiere a las emociones (Mar. 14:34; Luc. 2:35), a los apetitos naturales (Apoc. 18:14), a la mente (Hech. 14:2; Fil. 1:27), o al corazón (Efe. 6:6). No hay nada en la palabra psijé que ni aun remotamente se refiera a una entidad consciente capaz de sobrevivir a la muerte del cuerpo. Y no hay nada en el uso que la Biblia hace de la palabra que indique que los escritores bíblicos tuviesen tal creencia.
Concordamos plenamente con los párrafos siguientes de un conocido erudito británico, H. Weeler Robinson, ex director del Regent Park College, de Londres, que aparecen en su libro Hebrew Psychology:
“ ‘Alma’ no es la traducción más adecuada para néfesh. El uso literario muestra que la palabra cubre unos tres significados distintos… El primer grupo se relaciona con los principios de la vida, sin énfasis alguno en lo que nosotros llamaríamos su aspecto físico. De allí que el capitán israelita, aterrorizado por la destrucción, dijera a Elias, ‘sea de valor delante de tus ojos mi néfesh, y la néfesh [vida] de estos tus cincuenta siervos’ (2 Rey. 1:13).
“La traducción más apropiada sería aquí ‘vida’ como en la RV [y en VA y VR en castellano], si bien en Jeremías 38:16 la KJV traduce ‘vive el Señor, que nos ha hecho esta alma’ [como también en VA y VR] donde ‘vida’ habría sido mejor.
“Queda un segundo grupo de usos, el único que puede llamarse físico en el verdadero sentido (aunque, para los hebreos, ‘físico’ incluye mucho más de lo que llamaríamos fisiológico; simplemente no hacían distinción entre los dos). En este grupo, néfesh denota al ser humano por entero, como en Job 16:4: ‘También yo podría hablar como vosotros, si vuestra néfesh [alma] estuviera en lugar de la mía’.
“No hay razón para dudar de que el significado primario de néfesh es ‘aliento’, como en el árabe Nafsun —alma (Nafasun —aliento), si bien hay un caso en el Antiguo Testamento en el cual ‘aliento’ es la traducción natural. Lo hallamos en Job 41:19-21.
“Si formulamos la pregunta, ‘Qué es el hombre’ y procuramos responderla no según la antigua teología, sino mediante la nueva fisiología, veremos que para los hebreos el hombre es una unidad, y que esa unidad en un cuerpo es un conjunto de partes que extraen su vida y actividad de un aliento-alma que no tiene existencia aparte del cuerpo.
“Los hebreos jamás pensaron en un alma desencarnada”.—Citado por el dirigente metodista Arthur S. Peake, en The People and the Book, Oxford: Clarendon Press, 1925.
En armonía con lo dicho, como adventistas creemos que, en general, las Escrituras enseñan que el alma del hombre representa a todo el hombre, y no a una parte independiente de las otras que componen su naturaleza; y más aún, que el alma no puede existir fuera del cuerpo, porque el hombre es una unidad.
La definición bíblica de espíritu
Algunos estudiosos de la Biblia, reconociendo que la palabra “alma” tal como se la usa en el Antiguo Testamento, difícilmente podría sustentar la idea de que el hombre posee una parte separada que puede sobrevivir a la muerte del cuerpo, han ido a Eclesiastés 12:7 para sustentar la doctrina de que el hombre tiene algo inmortal que puede existir aparte del cuerpo. Dicho texto dice: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.
La palabra “espíritu en este texto, es traducción de la palabra hebrea rúaj, que tiene los diversos significados de “aliento”, “viento”, y “espíritu”. En el Antiguo Testamento, rúaj se traduce por “aliento” del cuerpo 33 veces, como en Ezequiel37:5; “viento” 117 veces, como en Génesis 8:1; “espíritu” 76 veces en el sentido de vitalidad (Juec. 15:19); “valor” (Jos. 2:11); mal genio o “enojo” (Juec. 8:3); y con referencia a la disposición de ánimo (Isa. 54:6). También se usa rúaj para describir, en 25 casos, el principio vital del hombre y los animales, como en el Salmo 146:4; tres veces como el asiento de las emociones, como en 1 Samuel 1:15; la “mente” nueve veces, como en Ezequiel 11:5; y refiriéndose al Espíritu de Dios 94 veces, como en Isaías 63:10. En ninguno de los 379 casos en que se lo usa en el Antiguo Testamento, denota rúaj que en el hombre hay una entidad separada capaz de existir conscientemente aparte del cuerpo físico. En Eclesiastés 12:7, lo que retorna a Dios, creemos, es el principio vital impartido al hombre por Dios.
Si vamos al Nuevo Testamento, hallaremos que la palabra “espíritu” está traducida dos veces del vocablo griego phantasma, y 288 veces de pnéuma. En la KJV pnéuma se traduce 288 veces como “espíritu”, 93 veces como “ghost” (Revisiones modernas han abandonado por completo el uso de la palabra “ghost” en favor de “spirit”, en todo lugar donde deba traducirse la palabra pnéuma, una vez como “vida”, una vez como “viento”, y una vez como “espiritual”.
Pnéuma se usa con los siguientes significados: (1) aire en movimiento, tal como “viento” en Juan 3:8; (2) espíritu [con el sentido de aliento de vida] como en Lucas 8:55 y Apocalipsis 11:11; (3) actitud mental disposición, influencia, o principios que gobiernan al hombre, las bases de su carácter, como en 1 Corintios 4:21; 2 Corintos 12:18; (4) seres incorpóreos, como ángeles (Heb. 1:14), demonios, o espíritus malignos (Mat. 8:16); (5) Espíritu Santo, como en Mateo 1:18, etc. También hay otros matices de significado relacionados con las aplicaciones aquí citadas.
Nada hay en la palabra pnéuma que pudiera señalar alguna supuesta entidad consciente del hombre capaz de existir aparte del cuerpo, ni el uso de la palabra con respecto al hombre en el Nuevo Testamento implica un concepto tal en manera alguna.
¿Es inmortal el alma o el espíritu?
En lo que toca a la Biblia, la palabra “inmortal” se aplica sólo a Dios: “Por lo tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos” (1 Tim. 1:17). Esta es la única vez que dicha palabra aparece en la Escritura. La inmortalidad innata se atribuye sólo a la Divinidad: “Te marido delante de Dios… el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad” (1 Tim. 6:13-16). Al hombre se le promete el don de la inmortalidad y se lo anima a conseguirlo (Rom. 2:7). En efecto, ha sido prometido a los fieles en la segunda venida de Cristo: “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta porque se tocará la trompeta, y los muertos en Cristo serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Cor. 15:51-53). En 1 Tesalonicenses 4:16, el apóstol aclara debidamente que la “final trompeta” y la resurrección de los muertos ocurren en la segunda venida.
Si el hombre es instado a buscar la inmortalidad, es claro que ahora no la tiene. Cuando el hombre fue creado en el principio, la muerte le fue presentada como el resultado seguro de la desobediencia: “el día que de él comieres [del fruto del árbol prohibido], ciertamente morirás” (Gén. 2:17). Es obvio que el hombre no fue creado incapaz de morir. Es igualmente claro en el relato de la caída que el hombre habría podido vivir por siempre de haber continuado participando del árbol de la vida. Después del pecado de Adán, dijo Dios: “He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Gén. 3:22). Es sencillo deducir del relato de la creación y la caída del hombre que Dios le prometió vida eterna con la condición de la obediencia, y la muerte si desobedecía.
Si se piensa que el uso neotestamentario de expresiones tales como “alma y cuerpo” y “cuerpo, alma y espíritu” pueden indicar que el hombre está compuesto realmente de tres partes divisibles, y que finalmente una de ellas es inmortal, será necesario considerar lo siguiente:
1. Cristo declara que el cuerpo y el alma pueden ser destruidos en el infierno: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mat. 10:28).
2.Un estudio cuidadoso de los adjetivos usados en la Escritura para calificar la palabra “espíritu”, como aplicada al hombre, indica que ninguno ni aun remotamente se acerca a la idea de la inmortalidad como una cualidad del “espíritu” humano.
3. El Espíritu de Dios, es el único espíritu que recibe el calificativo de “eterno” (Heb. 9:14).
Los adventistas del séptimo día no creen que el hombre en su totalidad o parte alguna de él sea inherentemente inmortal. Creemos que la Biblia describe al hombre como una criatura sujeta a la muerte, con la posibilidad de la vida eterna sólo porque Cristo ha pagado la penalidad del pecado y ofrecido su vida al pecador arrepentido. Jesucristo “quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Tim. 1:10). En él esta nuestra esperanza, nuestra única esperanza.
Referencias
[i] La base de tal conclusión es la declaración de Dios al hombre en Edén: “El día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén. 2:17). El hecho de que el hombre fuera creado con la posibilidad de morir si pecaba, es una evidencia de que no fue creado inmortal.