Debido al aumento cada día mayor del consumo de bebidas alcohólicas, el uso del alcohol se ha convertido en uno de los problemas más graves que debe afrontar el mundo actual. Aunque el número de bebidas alcohólicas que existe es muy grande y muchas de ellas contienen otras sustancias que podrían ser estrictamente condenadas, el ingrediente propio de todas es el alcohol, que es el de mayor importancia, y que será objeto de nuestra consideración en estas páginas. El alcohol es siempre el mismo ya se encuentre en la cerveza, el vino, el brandy o el whisky.

Los efectos del alcohol sobre el sistema nervioso

Primeramente examinaremos los efectos del alcohol sobre el sistema nervioso. Este se divide en dos partes principales: la parte central, que consiste en el cerebro y la médula espinal; y el sistema nervioso periférico, que consta de los nervios que conectan el sistema nervioso central con los diversos órganos y músculos del cuerpo.

 ¿Cuál es el efecto del alcohol sobre el cerebro? Es de características deprimentes y nunca estimulantes. Esta es la primera observación que puede hacerse al respecto. El alcohol es un deprimente y no un estimulante; Esto es contrario a la idea popular, pero es de la más grande importancia para comprender correctamente sus efectos sobre todo el organismo, y especialmente sobre el cerebro. Sin lugar a dudas muchos desearían saber en qué sentido actúa como deprimente, siendo que bajo su influencia las personas hablan en demasía, cantan y se ríen, y aun pelean. La respuesta es que el alcohol deprime los centros de control del cerebro, de modo que las actividades mentales y psíquicas inferiores tienen un libre cauce. Acontece algo similar a lo que ocurre cuando fallan los frenos de un auto. Este no tiene por ello más potencia. Lo que ocurre es que no se lo puede detener y va a parar contra un árbol.

 El alcohol pertenece a la clase de substancias que deprimen progresivamente el cerebro. Esto significa que va disminuyendo la actividad de los distintos centros cerebrales en un orden progresivo, y que afecta primeramente los más nobles. En otras palabras, las funciones más elevadas, como ser, las de control, razón y juicio, se afectan antes que la habilidad para moverse y hablar. Después que las facultades de juicio quedan embotadas por el alcohol, la persona habla mucho pero dice poco; en su conversación hay muchas palabras pero poca sabiduría.

 Muchas veces nos solemos enorgullecer, y con razón, de nuestra sabiduría moderna. Sería conveniente que supiéramos algo de lo que con fundamento científico dice la sabiduría antigua acerca del alcohol. Leemos en Proverbios capítulo veinte, primer versículo: “El vino es escarnecedor, la cerveza alborotadora; y cualquiera que por ello errare [fuere engañado, V. Inglesa], no será sabio.” Esto da la respuesta al concepto popular de que la bebida es un estimulante; lejos de serlo, resulta por el contrario escarnecedora y alborotadora. Este es el gran peligro. La persona se siente más capaz cuando en realidad lo es menos. Se siente un experto conductor y por lo tanto apresura la marcha, pero en realidad conduce más mal que nunca. Un conocido humorista ha dicho: “La mayoría de la gente conduce como si temiera llegar tarde a su accidente.” Por lo general, el conductor que se encuentra bajo la influencia del alcohol no demora mucho en accidentarse.

 Aun las pequeñas cantidades de alcohol pueden disminuir la habilidad de pensar rápidamente y de actuar de acuerdo con los pensamientos. Una corta dilación al observar un peligro y aplicar los frenos puede concluir en un desastre. Un auto que corriera a sesenta kilómetros por hora recorrería 8.30 mts. en medio segundo. Esto demuestra el grave peligro que existe aún a causa de un pequeño efecto alcohólico. Pero el peligro más grave consiste en que cuando una persona ha bebido aunque sólo sea una pequeña cantidad, no puede decir cuán incapacitada se halla, y al mismo tiempo, a medida que disminuye su capacidad, se siente más y más capaz.

El alcohol y la precisión

El alcohol disminuye el vigor y la resistencia muscular. Sin embargo, aunque esto es de suma importancia, no lo es tanto como la pérdida de control que los acompaña. Esto se pone en seguida de manifiesto, en particular en la rapidez de los movimientos, como por ejemplo, el de los mecanógrafos. Una pequeña cantidad de alcohol reduce la velocidad y la perfección de un dactilógrafo. Bien conocida es la falta de habilidad de los atletas que beben alcohol para competir en los certámenes, y ésta es una buena ilustración del efecto que causa esta droga en los sistemas nervioso y muscular.

 El alcohol es uno de los factores determinantes de enfermedades pulmonares. La mortandad a causa de neumonía y tuberculosis es mayor entre los bebedores que entre los que no lo son. En cierta estadística consta que el 18,5 por ciento de los abstinentes murieron de neumonía; de los bebedores moderados murieron el 25 por ciento y de los inmoderados el 32,8.

 Es de interés conocer cuáles son los efectos de esta droga sobre el aparato digestivo. Cualquiera sea su concentración, el alcohol obra como irritante. Esta acción es particularmente dañina para la mucosa estomacal. Al principio se irritan las glándulas del estómago y se produce una cantidad creciente de ácido clorhídrico. Si este daño continúa durante un período considerable, las glándulas son reemplazadas por un tejido “de cicatrización” y dejan totalmente de producir ácido. Esta deficiencia, asociada con la pérdida de las enzimas, conduce a una indigestión permanente. Las bebidas alcohólicas espirituosas retardan la digestión en el estómago.

El alcohol y la demencia

El uso prolongado del alcohol conduce frecuentemente a la demencia. El delirium tremens es una forma temporal de demencia alcohólica en la que la víctima ve con frecuencia monstruos, demonios y culebras. Cierto hombre pensaba que habían entrado secuestradores en su cuarto para llevárselo. Piénsese en la angustia que produciría si los secuestradores anduvieran buscándonos, y se comprenderá el sufrimiento que habrá padecido este hombre diariamente durante horas.

La bebida y el hígado

No solamente resulta afectado el estómago, sino también otros órganos digestivos y particularmente el hígado. Este es la mayor glándula del organismo y pesa alrededor de dos kilos. No sólo es importante a causa de su tamaño, puesto que proporciona también un jugo digestivo—la bilis—y tiene que ver con el almacenamiento de las reservas de azúcar en el cuerpo. Las bebidas alcohólicas destruyen las células del hígado, a las cuales reemplaza lo que podríamos llamar “un tejido de cicatrización. A esto se llama cirrosis hepática, o. como lo llaman los anglosajones, “hígado claveteado. Esta última denominación se debe a que la superficie del hígado enfermo causa la impresión de la suela claveteada propia de los zapatos de los alpinistas. Por supuesto que el hígado, en esas condiciones, no puede desempeñar adecuadamente su función. La sangre que procede del tubo digestivo debe pasar por el hígado antes de llegar al corazón. Cuando los vasos sanguíneos de esta glándula se estrechan debido a la acción del alcohol, producen malestares, hemorragias y finalmente hidropesía.

¿Es un alimento el alcohol?

¿Es el alcohol un alimento? Esta es una pregunta muy importante. De hecho la respuesta depende de lo que se defina por alimento. He aquí una buena definición: “Un alimento puede ser definido como una sustancia que absorbida por la sangre, nutre, repara las fuerzas gastadas, etc., sin causar al cuerpo daño alguno o disminuir sus actividades funcionales; tampoco exige que su cantidad sea aumentada.”

 El alcohol daña y pide aumento en la dosis; por lo tanto, no es alimento. Muchas veces hemos oído sin embargo que produce calorías. Es verdad. Pero al mismo tiempo daña. Consideremos la siguiente ilustración: ¿Es combustible la dinamita? Es verdad que produce calor. Sin embargo no sería de desear que calentáramos el horno con dinamita. Y de la misma manera tampoco debemos usar alcohol con un fin semejante porque es tan peligroso como aquélla.

Un calor engañoso

Esto nos lleva a considerar una pregunta interesante: ¿De qué manera hace el alcohol que una persona sienta calor? Nótese que se dice que la persona siente calor, pero no que lo conserva. Cuando un individuo normal sale al frío, los vasos de la piel se contraen de tal modo que conservan caliente la sangre en el interior del cuerpo. La piel entonces se enfría, Y cuando experimentamos frío o calor en la piel más bien que en los órganos internos, se siente frío. Si se bebe alcohol, los vasos se dilatan, la sangre fluye a la piel. Esta entonces recibe calor y siente por lo tanto más calor. Al mismo tiempo la sangre se enfría y vuelve fría a los órganos vitales internos. El alcohol entonces hace que la persona sienta más calor, mientras que en realidad su cuerpo se está enfriando con peligro de muerte, lo que ocurre más rápido que si no estuviera bajo su influencia. Verdaderamente, “el vino es escarnecedor, … y cualquiera que por ello errare, no será sabio.”

 Es natural que pensemos que “si el alcohol enfría cuando hace frío, nos conserve frescos en tiempo caluroso.” Por el contrario, el alcohol predispone enormemente a la insolación. 

¿Es una medicina el alcohol?

Llegamos ahora a la pregunta más importante: ¿Es el alcohol una medicina? La respuesta dependerá de lo que entendamos por tal. Si creemos que medicina es algo que produce efectos sobre el cuerpo, entonces lo es. Pero para que lo sea en verdad, estos efectos deben ser benéficos y no dañinos o a lo menos el beneficio debe ser mayor que el perjuicio. Como lo hemos mencionado antes, el alcohol pertenece a la misma clase de drogas que los bromuros. el éter y el cloroformo, esto es, disminuye la actividad del sistema nervioso. Nadie pretende que no puedan surgir circunstancias en que resulte imperativo el uso del alcohol para aprovechar sus efectos medicinales. Por ejemplo, si un médico se hallara en la selva y tuviera que realizar una amputación, si no dispone de otra droga, podría justificarse el uso del alcohol para adormecer la sensibilidad. Pero ese hecho no nos faculta para usarlo en otras circunstancias. Volvamos a nuestra ilustración. Si dicho médico se hallara en la misma selva y tuviera que hacer esa amputación, y no dispusiera más que de una navaja, se justificaría que la empleara con ese fin, lo que no significa que sea bueno usar navajas cuando se dispone de elementos mejores.

 Pero la realidad acerca del uso del alcohol como medicina es que, con raras excepciones, no se lo emplea debido a sus verdaderas características, a saber, como deprimente, sino en base a sus características supuestas, pero falsas, esto es, como estimulante. Es verdad que una bebida alcohólica fuerte puede irritar el organismo, y causar por lo tanto un momentáneo aumento de las pulsaciones y un leve repunte de la presión sanguínea. Pero este efecto, como el que produciría cualquier otra sustancia irritante que se introdujera en la boca, como por ejemplo, la pimienta, no dura mucho. Si se usara al alcohol como narcótico en lugar de estimulante habría más razón para su uso; pero usar un deprimente con la esperanza de obtener un efecto estimulante resulta tan absurdo como emplear hielo para calentar los pies en la noche.

 Cuando hablo con mis amigos médicos acerca del uso del alcohol como medicina, el argumenta que emplean generalmente es el siguiente! “¿Qué me dice de su uso en casos de neumonía? Verdaderamente, es de mucho valor en esos casos.” Cuando se pregunta por qué se le usa entonces, la respuesta invariablemente es: “Para conservar el vigor.” Pero esto es justamente lo que el alcohol no hace. Un editorial del Journal of the American Medical Association lo pone bien en evidencia por medio de la siguiente declaración: “El alcohol no puede ser utilizado en las transformaciones celulares de energía o en la ejecución de trabajo muscular,” lo que, en palabras sencillas, significa que el alcohol no puede ser usado para conservar la energía o el vigor. Sólo puede ser usado para aumentar el calor.

 No se puede pasar por alto el efecto del alcohol sobre los órganos de la reproducción. Disminuye la eficacia de las más elevadas funciones cerebrales y propende a la inmoralidad sexual y por lo tanto a la enfermedad. Existen también muchas evidencias que muestran que su efecto directo es la degeneración física y mental de las generaciones venideras. También, como factor de empobrecimiento, su influencia se deja sentir sobre las criaturas.

Una droga que envicia

Y ahora consideraremos la peor de las características del alcohol: Forma vicio. Esto es importante, porque cuando una persona comienza a usarlo no puede estar seguro de que podrá luego prescindir de él. Lo más seguro es que no podrá dejarlo. Al principio el hábito parece fácil de romper; pero, antes de que el mal pueda ser descubierto, se pierde la fuerza de voluntad de tal manera que resultará imposible terminar con el hábito. ¿Por qué forma hábito el alcohol? Porque brinda un alivio temporal en los problemas de la vida y un falso placer en evadirlos. Sin embargo, sus resultados son justamente lo opuesto. Los problemas aumentan y las realidades de la vida se tornan más crudas. Al mismo tiempo se deprimen las más elevadas sensibilidades, disminuye el poder de la voluntad, y la víctima continúa buscando alivios temporales a expensas de una degradación continua.

Conclusión

En conclusión, desearía formular una pregunta seria: ¿Qué bien hace el alcohol que pueda ser preferido a costa de la ruina y el dolor de la familia y los seres queridos? Esta vida se vive sólo una vez. Vivámosla sin bebidas alcohólicas.

Sobre el autor: Director Adjunto del Dpto. Médico de la Asoc. General.