Evitemos La Congoja Y La Ansiedad Capitulo 2
La ansiedad y la congoja son realidades profundas en el siglo veinte. Hay muchos que creen que éstas son las características más prominentes de la civilización occidental. Los estudiosos de la naturaleza humana han señalado la ansiedad como el motivo fundamental de la conducta emocional anómala. Muchos están tan llenos de ansiedad, que frustran todos sus esfuerzos tendientes hacia el éxito.
Se cuenta el caso de un hombre tan lleno de ansiedad, que resolvió que la única forma de escapar de sus dificultades era el suicidio. Estaba de pie junto a un precipicio listo para saltar, cuando lo detuvo un hombre que vino rápidamente para preguntarle la causa de tan drástica decisión. El hombre que estaba junto al precipicio contestó que la condición del mundo lo llenaba de tal ansiedad que había decidido terminar con todo. El hombre que acababa de presentarse en escena le pidió que lo acompañara en un corto paseo para conversar algo sobre el asunto. El cuasi suicida accedió de buen grado a esta proposición. Caminaron largo tiempo conversando acerca de la naturaleza del mundo y de la futilidad de la vida. Cuando llegaron al mismo punto, según se dice, los dos se lanzaron al vacío. La realidad de este incidente no interesa; lo que se destaca en él es el estado de ánimo que describe. Demasiadas personas se han paralizado completamente debido al sufrimiento que les han producido la angustia y la ansiedad.
La ansiedad es un estado de la vida excesivamente doloroso. Ni la Inquisición ha sido responsable de tanta tortura. La ansiedad ataca al hombre cuando se encuentra más debilitado; prepara trampas y enlaza a sus víctimas. No permite que su prisionero escape ni aun por medio de las diversiones, el bullicio, el trabajo, el juego, y no da tregua ni de día ni de noche. Es un tirano cruel.
La persona poseída de ansiedad ha quedado entrampada en sus íntimas y contradictorias emociones, y se convierte en la víctima de su vida en vez de ser el amo. En tal dilema se ve aprisionada, sin la menor vía de escape posible. Sus intentos de evasión generalmente concluyen en un verdadero frenesí, porque no alcanza a comprender que la amenaza no procede de ningún sitio en particular.
El hombre presa de ansiedad se siente amenazado y tiene temor. Tiende a consumirse con sentimientos de indignidad, desamparo, desprecio. humillación, aislamiento y frustración. Se siente como han de sentirse los animales entrampados cuando luchan para salvar su vida. Físicamente, tales personas se encuentran en un estado de tensión, y tienden a desgastarse a sí mismas por fricción en lugar de luchar y liberar su energía en forma normal. Tales personas parece que interiormente corrieran con desesperación una carrera pedestre. Pero exteriormente permanecen estáticas, sin energía para emprender las tareas que deberían realizar.
Los que están dominados por la ansiedad, descubren que les es imposible librarse de ella estando en compañía de otras personas. Están tan preocupados con respecto a sí mismos y a sus propias reacciones, que no disponen de tiempo para ocuparlo en diversas actividades de naturaleza social. Están llenos de inhibiciones. Hay muchas cosas que les gustaría hacer, pero se sienten incapaces de iniciarlas.
La ansiedad es el resultado de la falta de comunión con Dios y nuestros semejantes. La ley del Señor se resume toda en amor a Dios y al hombre. Esto significa sencillamente que el propósito total de la vida se puede reducir a que nuestras relaciones con el Creador y con nuestros semejantes estén en armonía. Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron a causa de la ansiedad interior que los dominaba. Des- entonces, la ansiedad debida a la frustración de la comunión del hombre con su Hacedor ha minado la naturaleza humana. El hombre que se halla en íntima comunión con Dios puede desafiar los peligros exteriores. Aun en el orden del amor humano puede percibirse la desaparición de la ansiedad, porque dos seres que se aman, sintiéndose el uno junto al otro desafiarán con valentía la muerte misma. La ansiedad es un síntoma de falta de amor y comunión. Un mundo solitario y lleno de odio engendra una tensión intensa y casi insoportable.
Las personas que no se sienten seguras, y que por lo mismo están ansiosas, experimentan la necesidad constante de obtener seguridad. Poseen escasa fortaleza; por eso atesoran hasta sus más magros recursos y no se atreven a emprender nuevas actividades. Tales personas se someten frecuentemente a exámenes físicos para asegurarse de su salud. Evitan viajar en avión. No desean acercarse a las ventanas del piso número treinta de un rascacielos. Si se hospedan en un hotel, tratan de ubicarse cerca del primer piso. Si se encuentran en una pieza del último piso, mantendrán las ventanas cerradas por temor de caer a la calle o al patio. Tales personas temen las armas de fuego, y no permitirán que haya una de ellas en casa. Los cuchillos afilados simbolizan muerte, de modo que hay que evitarlos. Algunas personas dominadas por la ansiedad evitan saludar estrechando la mano, o tocar los objetos, por temor de contagiarse. Cualquier rasguño sin mayor importancia debe cubrirse rápidamente con tintura de yodo o mercurio-cromo.
Una mujer de 45 años se quejaba de que los cuchillos le producían gran ansiedad. Debido a esta fobia, nunca se podía poner un cuchillo señalando en su dirección. El extremo agudo de éste siempre debía dirigirse en sentido contrario a ella. Si alguien tomaba un cuchillo y señalaba con él en su dirección, se ponía histérica y clamaba pidiendo misericordia. Esta fobia le impedía realizar con eficiencia su trabajo como dueña de casa, porque vivía en un estado de permanente temor. Se percataba de lo ilógico de sus reacciones, pero era incapaz de hacerles frente.
Una investigación del caso reveló que había tenido contacto sexual con sus hermanos mayores a la edad de seis años. Cierto día la madre los sorprendió y procedió a castigar a la chica sin misericordia. El sentimiento de culpabilidad se intensificó en gran manera y engendró una ansiedad indecible. Cuando cumplió trece años, la madre le proporcionó un libro sobre la trata de blancas. La niña lo abrió y vio en él una ilustración que presentaba a un hombre que trataba de violar a una mujer, que luchaba para defenderse. La figura mostraba al hombre con un cuchillo en el mano dirigido hacia la espalda de la mujer, y esta ilustración atemorizó de tal modo a la niña, que arrojó lejos el libro y salió corriendo de la habitación gritando histéricamente. Olvidó el incidente, pero el impacto causado en el inconsciente produjo una cicatriz permanente en su vida emocional. La conciencia de culpabilidad se acopló con el temor que le causó aquella ilustración, y ambos se combinaron para hacer del cuchillo un símbolo de amenaza para su seguridad. Ya en la edad adulta sentía aún una gran ansiedad, pero su angustia anterior se había convertido en una fobia por los cuchillos. los que habían llegado a ser un símbolo de aquella experiencia de su infancia.
La ansiedad no es sólo un problema emocional. Se convierte también en un problema de orden físico. Puede también extender sus efectos a cada tejido del cuerpo. Un estado de ansiedad moderado puede producir aumento del apetito. En tal caso la víctima comerá demasiado y aumentará de peso. En efecto, una persona que nos vino a consultar hace poco, se quejaba de tener exceso de peso. Cuando le mencionamos que debía reducir el volumen de sus comidas, confesó que había tantas dificultades en su casa y que sus relaciones matrimoniales eran tan anormales, que casi la única satisfacción que obtenía de la vida era comer. No creía que fuera correcto que tuviera que negarse este único placer que le restaba. Cuando se sentía deprimida, comía más y le parecía que se sentía mejor. Es cierto, por supuesto, que la ansiedad intensa puede producir la pérdida completa del apetito; pero cuando las emociones se desequilibran suavemente, por así decirlo, la ingestión de una mayor cantidad de alimentos produce un efecto tranquilizador; desempeña el papel de sordina de las emociones agitadas.
Algunos experimentos realizados recientemente con animales en la Universidad de Montreal, Canadá, nos revelan que ciertos estados de intensa ansiedad pueden producir la muerte tan fácilmente como la ingestión de veneno. En ambas circunstancias el organismo reacciona como una unidad bajo el impacto producido ya sea por la ansiedad o por el veneno. Muchas enfermedades del hombre moderno son el resultado de la ansiedad crónica, que desequilibra las funciones del cuerpo. Esta puede manifestarse en palpitaciones del corazón, en úlceras duodenales y otras enfermedades más.
Una de las actitudes que pueden producir úlceras, es la de alardear independencia y suficiencia propia, para cubrir ansiedad, resentimiento y hostilidad. Esas actitudes son producto de la ansiedad y del complejo de inseguridad. Cuando se afrontan conflictos que no se pueden resolver satisfactoriamente, suelen aparecer enfermedades físicas de diversos tipos.
Franz Alexander, en un intento de darnos más luz con respecto al tipo de personalidad productora de úlcera estomacal—si se nos permite llamarla así, —nos dice lo siguiente: “Se defienden a sí mismos contra su inmensa necesidad de ser amados mediante un despliegue exagerado de eficiencia y capacidad. Aceptan más responsabilidades de las que pueden soportar, hasta que las reprimidas ansias originales de descanso y ayuda llegan a ser excesivas. Este deseo constante, y nunca satisfecho plenamente, de ser amado, estimula las funciones digestivas a tal punto que eventualmente se producen mutaciones orgánicas en el estómago y en el duodeno.”—Franz Alexander y Thomas Morton French, “Psychoanalytic Therapy” pág. 4.
Algunas personalidades que han realizado amplias investigaciones en el campo de las reacciones psíquicas nos dicen que la ansiedad puede convertirse en un factor bioquímico. Debido al estímulo de las secreciones de las glándulas, por parte de las terminaciones nerviosas, se pueden liberar sustancias tan perturbadoras como las toxinas producidas por las bacterias. En efecto, la invasión bacterial misma parece ser estimulada por la tensión mental.
Tal vez no fue por mera casualidad que la epidemia de influenza de 1918 coincidió con uno de los períodos de mayor ansiedad de la primera guerra mundial. Aun el resfrío común, de acuerdo con investigaciones practicadas recientemente, parece castigar con mayor virulencia cuando sus víctimas se encuentran en estado de ansiedad.
Un paciente se curó cierta vez de vómitos crónicos al pagar al receptor de impuestos una cuota demasiado alta, lo cual había sido tema de una carta amenazadora. La ansiedad produjo esa reacción física.
Cierto médico informa el caso de un hombre que tenía la presión arterial muy elevada, y que a la vez sufría de una perturbación en los pulmones. El descanso y las medicinas no le producían ningún efecto. Cierto día el paciente confesó que había cometido una gran injusticia con su esposa, y el doctor arregló inmediatamente una entrevista con esta pareja mal avenida. Después de discutir amigablemente y de arreglar las cosas, la presión arterial del hombre disminuyó y los síntomas de la enfermedad del pulmón desaparecieron también.
Durante un viaje al extranjero, cierto hombre de negocios, aunque de elevados ideales, fue infiel a su esposa. En su viaje de regreso comenzó a sentir intensos dolores físicos. Le fue imposible reanudar su triunfante vida de hombre de negocios. No tenía energía y parecía adolecer de una completa falta de confianza propia. Una serie de tratamientos que le fueron administrados para aliviarlo de su ansiedad y confusión no dieron ningún resultado.
Después de meses de semiinvalidez, el hombre confesó su deslealtad para con su esposa y recobró la salud. Retornó entonces la confianza y se convirtió nuevamente en un comerciante de éxito.
Parece haber cierto propósito misericordioso en la manifestación de los síntomas físicos. Cada desajuste es un intento de ajuste. Podríamos decir que estos síntomas son una válvula de escape de la ansiedad, cuando ésta llega a ser insoportable. Le proporcionan a la víctima un fundamento plausible para sus quejas, gracias a las cuales obtiene la simpatía del prójimo, y de ese modo distrae la atención de la verdadera causa de la ansiedad. Esto nos explica por qué hay tantas personas que no quieren que se las alivie de sus síntomas físicos. Son capaces de ir de un médico a otro para descubrir la causa de sus dolencias. El que les diga que tienen buenos motivos para quejarse recibirá su simpatía y gratitud. Los síntomas les sirven de procedimiento reductor de la ansiedad que les produce tan insoportable presión.
La ansiedad generalmente tiene sus raíces en las primeras relaciones entre padres e hijos. El niño que no ha recibido amor y que ha vivido inseguro, se convierte en un adulto lleno de ansiedad y carente de felicidad. Demasiado a menudo los que no han sido amados en la niñez, parecen incapaces, cuando llegan a la edad adulta, de recibir lo que verdaderamente necesitan más. Como regla general se puede decir que la ansiedad surge de la inseguridad, y ésta es el resultado de la falta de equilibrio anímico, de la carencia de relaciones sociales normales y de una adecuada filosofía de la vida. La gente que no tiene respeto propio está llena de ansiedad; los que han sido rechazados por los demás, se encuentran en un estado de tensión; los que viven sin propósito y cuya existencia carece de significado, se ven carcomidos por la ansiedad. El bienestar físico, el equilibrio anímico, la aceptación social y una adecuada filosofía de la vida son factores indispensables para aliviar la ansiedad.
Conviene discutir un poco el significado de las palabras temor y ansiedad a fin de evitar todo malentendido. Algunas personas no pueden comprender que haya una diferencia sustancial entre estos dos estados de ánimo. El temor es una reacción ante algo que ocurre en el “mundo real.” La ansiedad es una reacción que está fuera de proporción con el peligro que realmente tiene que afrontarse. La madre que teme que su hijito va a morir porque tiene un grano o un resfrío leve, está definidamente ansiosa. Si el niño tiene una enfermedad grave que puede conducir a la muerte, la reacción de la madre, en este caso, es el temor.
Una persona puede temer un accidente y por lo mismo conducir su coche muy cuidadosamente. Tal temor es bueno. Otra puede sentirse tan segura de que el accidente se va a producir realmente, que deja de manejar su coche. Esta reacción es ansiedad.
Se le debiera enseñar al niño a temer ciertos peligros externos: esto es necesario para su salud mental. Pero un niño que está en un constante estado de ansiedad sufre de mala salud emocional. De acuerdo con esta definición, la ansiedad nunca tiene justificativo y en cambio el temor puede ser saludable y tener efectos terapéuticos. Un alumno puede temer lo suficiente el hacer frente a un examen, como para estudiar y prepararse a fin de salir airoso en la prueba. La ansiedad, por otra parte, puede perturbar de tal manera la mente del alumno que no le sea posible concentrar sus pensamientos en sus estudios, y por lo mismo no pueda recordar lo que aprendió para el examen. El temor libera fuerzas constructivas para evitar el peligro y hacer planes para un futuro de éxito. La ansiedad congela la vida y malogra las energías.
En el caso del temor, el peligro es objetivo y definido. En el de la ansiedad, es oculto y subjetivo, y surge mayormente de un complejo de inferioridad ante los problemas de la vida. Demasiado a menudo las causas de la ansiedad son desconocidas para la persona que la sufre. La diferencia que existe entre ésta y el temor debiera ser tenida en cuenta cuando se discute este problema.
Los hombres emplean varios métodos para conseguir alivio de la ansiedad. Algunos tratan de negarla: se dicen que todo está bien y que no hay problemas. Otros, seguros de que sus sentimientos están plenamente justificados, tratan de dar razones respetables para explicarla. Los narcóticos y el alcohol se convierten en la vía de escape de muchas personas dominadas por la ansiedad, pero tales falsas escapatorias sólo conducen a una tensión mayor. La ansiedad debe ser afrontada honestamente, y debe examinarse su causa. A menos que las personas sean suficientemente fuertes, debieran evitar las situaciones que superen sus energías nerviosas, anímicas y emocionales. Las dos últimas sugestiones conducen a una solución constructiva del problema de la ansiedad.