(N. de la R.—En su actuación como pastor y dirigente de iglesia en Noruega. Dinamarca, Inglaterra y Estados Unidos, y habiendo analizado los problemas pastorales que surgen en distintas partes, el pastor Tobiassen tiene la impresión de que a veces se interpretan confusamente los principios que rigen en la Iglesia Adventista. Durante los últimos años* dictó cursos de organización eclesiástica en el Southern Missionary College. En este artículo y en otro que lo seguirá expone las conclusiones a que llegó después de estudiar distintos problemas con sus alumnos y con otros pastores y dirigentes de iglesia. Durante tres años perteneció a la comisión de nombramiento de la gran iglesia de Collegedale, que cuenta con unos 1.100 miembros y doscientos oficiales de iglesia, y presidió aquel organismo por el término de dos años. Con toda esta experiencia llegó a dilucidar problemas e interrogantes que suelen preocupar a todos. A él le resultará grato saber que sus observaciones han sido de alguna utilidad para los obreros en el campo mundial. —R. A. A.)

Administrativamente, la autoridad suprema de la Iglesia Adventista reside en el conjunto de sus miembros. Se advierte este principio fundamental en el hecho de que la iglesia reunida en asamblea cumple las dos funciones administrativas de mayor importancia: admitir, transferir o borrar miembros, y elegir los dirigentes de la iglesia. Es verdad que sólo puede dar admisión a personas que han sido bautizadas por un pastor ordenado; es exacto también que sólo puede elegir como anciano a una persona que ha sido ordenada por el presidente de la asociación, o por su representante en el distrito. Pero la elección final la realiza la iglesia en conjunto.

Este hecho exige que los miembros estén al tanto de los asuntos de la iglesia y de la constitución adventista. Si los miembros no perciben las necesidades de la organización, elegirán oficiales ineficientes. Si no comprenden nuestras doctrinas y principios, es posible que admitan, borren o recomienden miembros sin razones válidas, o que dejen de excluir a una persona cuando la situación lo exige. Es pues uno de los principales deberes del pastor instruir a sus fieles en las prácticas y normas directivas de la Iglesia Adventista. Pero no podrá hacerlo si no ha estudiado y meditado en los fundamentos de la constitución de la iglesia. Si en los colegios se descuida esta fase esencial de la instrucción acerca del ministerio, en compensación los presidentes de asociación y otros obreros de experiencia, tras una preparación cuidadosa, debieran ayudar a los jóvenes a obtener un claro concepto de como procedemos para organizar y administrar nuestras iglesias, por qué lo hacemos y de qué manera.

Un buen medio de refrescar la memoria acerca de la constitución adventista es repasar el “Manual de la Iglesia” y releer los distintos artículos en que se expone el funcionamiento y la organización de los departamentos de Actividad Misionera, J. M. V., Escuela Sabática. y demás. Desalienta al director de departamento de la asociación que el pastor emplee vocabulario y técnicas directivas que se usaban en 1920. La adopción de importantes mejoras contribuyó a que se hiciese una nueva edición del “Manual de la Iglesia” y a que se publicaran folletos referentes a la organización de varios departamentos de la Asociación General. El pastor debería interesarse asimismo en los procedimientos y términos que ha de utilizar. Quien no esté seguro de la diferencia que existe entre nombrar y elegir, no podrá actuar debidamente como presidente de juntas y dirigir a oficiales de iglesias. “Vamos a elegir una comisión de nombramientos que elija oficiales para el próximo período,” oímos decir hace poco. Frases tales evidencian irreflexión o falta de respeto hacia las reglas elementales por las que se ha guiado nuestra denominación durante noventa años.

Otra manera como puede el pastor compenetrarse de las prácticas de la organización y ayudar a los dirigentes de las iglesias y a los miembros a familiarizarse con las correctas normas adventistas consiste en que se tome la molestia— no debiera considerarse una molestia—de preparar con una semana de anticipación un temario bien detallado para la reunión de junta o de negocios que ha de presidir. Debiera dedicar a este asunto el mismo cuidado que a un sermón o al informe mensual que ha de elevar al tesorero de la asociación.

Los derechos individuales de los miembros

Debe hacerse sentir a los miembros de la iglesia los derechos y las responsabilidades que les caben como partes constituyentes de la organización eclesiástica adventista. El pastor debe permitirles toda oportunidad legítima de participar y exponer libremente sus opiniones, tanto en la elección de oficiales como en toda otra decisión de la iglesia. Si ello degenera en una simple aprobación formal de algo que ha sido firme e irrevocablemente decidido de antemano en alguna junta o comisión, lógicamente disminuirá el sentido de responsabilidad para con los oficiales y las iniciativas de la iglesia. Por otra parte convendrá que se tenga cuidado al presentar los asuntos a los miembros de modo que aprecien el estudio inteligente y prolijo que los grupos, debidamente elegidos por la iglesia en conjunto, han hecho de las distintas recomendaciones. Por esta razón no debieran informar directamente a la iglesia reunida las subcomisiones de la junta de la iglesia.

Han de ser presentados a menudo, en forma que realmente instruya y anime, los informes de los progresos alcanzados en la obra misionera de la iglesia, en la Sociedad de J. M. V. y en otras ramas auxiliares. Prefiérase el uso de estadísticas ilustradas gráficamente o algún otro medio eficaz de producir impresiones correctas, a la simple lectura de cifras. Sistemáticamente y con habilidad psicológica debiera hacerse circular la carta pastoral—semanal o mensual. —el boletín semanal y otros tipos de hojas noticiosas, mimeográficas o impresas, en un esfuerzo constante por mantener a los miembros bien informados y animosos.

Cómo celebrar una buena reunión de negocios

La reunión mensual o trimestral de negocios de la iglesia ha de ser debidamente anunciada, y cuidadosamente preparada en todos sus detalles. Si en algún lugar vale la música especial como “tarjeta de presentación” es en la reunión de negocios, donde habría que hallarle ubicación.

La introducción a cargo del pastor será muy breve: bastan cinco o seis minutos. Preséntense los distintos informes mediante carteles, gráficos y otros medios ilustrativos que puedan apreciarse por vía visual y auditiva. Distribúyanse estadísticas mimeografiadas. En ninguna circunstancia conviene leer montones de cifras sin ayudas visuales. La reunión debe comenzar a tiempo. Y ¿por qué no terminarla un minuto antes de la hora indicada para la clausura? Después de asistir a unas cuantas reuniones de negocios, agradables y razonablemente breves, pocos adventistas desearán perderlas.

No ceda el pastor a la tentación de pensar que es de poca importancia la atención cuidadosa de los detalles administrativos y de organización. Hará bien en recordar el hecho consignado en las Sagradas Escrituras de que. tan pronto como la iglesia primitiva reformó su organización, se presenciaron señales espirituales y se alcanzó éxito misionero. (Hech. 6:7.)

Elección de personas aptas, hecha en forma adecuada

Por lo general sólo lleva unos minutos a una iglesia adventista elegir sus oficiales para un nuevo período. En ese tiempo la iglesia realiza, como organización, el acto más importante y trascendental del año. Si elige mal, aunque sea por el procedimiento debido, perderá el tiempo durante doce meses, dejando de cumplir su misión. Si elige bien—y sólo puede hacerse así con correcto proceder—la iglesia y sus miembros recibirán grandes bendiciones espirituales y se pondrán en condiciones de transmitirlas al mundo. No puede el pastor participar en una función administrativa de mayor importancia para la iglesia que la que corresponde a los nombramientos y elecciones.

Si los hay, son muy pocos los miembros de nuestras iglesias intencionadamente malos; son muy pocos también los de inteligencia inferior a la normal. Cuando descubrimos, como sucede muchas veces, que se han elegido personas ineptas o indignas para el desempeño de cargos de importancia, resultando por lo general que no hacen nada, o que hacen las cosas mal, debemos buscar la razón en la forma en que se efectuaron los nombramientos, las elecciones. Nuestra denominación sustenta desde hace años algunas prácticas que han mostrado ser buenas; por lo menos son mejores que algunos métodos que se sugieren o emplean de vez en cuando. Y es al pastor a quien toca instruir a la iglesia acerca de la mejor manera de elegir los mejores oficiales.

Elección de la comisión de nombramientos

No lo decimos en son de jactancia, pero es de notar que, de mil recomendaciones de la comisión de nombramientos, la iglesia acepta 999. Y así debe ser. ¡Cuánto importan por lo mismo la calidad de la comisión y los métodos que emplea! Ella no ha de ser demasiado pequeña; en la mayoría de los casos es mejor que la formen nueve personas, y no siete. Si la congregación es grande, la comisión deberá contar con algunos miembros más. Generalmente lo mejor es tener una comisión especial permanente elegida por los miembros o por la junta, para que nombre la comisión de nombramientos.

Si hay distintas divisiones en la iglesia, se incluirá a todas en la comisión de nombramientos. Sería grave error que la mayoría excluyese a la minoría—si ésta existiese—del derecho de elegir sus representantes. El pastor ha de cuidar de que la comisión de nombramientos represente con fidelidad todos los intereses.

Los miembros de la misma deberán poseer facultad discriminativa; quienes no supieran distinguir dentro del conjunto entre una persona apta y otra que no lo es, harían más daño que bien. También deberán estar familiarizados con los métodos de la denominación y con las necesidades de las distintas ramas de actividad de la iglesia. Serán hombres y mujeres de oración, fieles a nuestros ideales y actividades. Es también imperativo que los miembros de esa comisión estén dispuestos a dedicar tiempo y trabajo a considerar las necesidades de la iglesia y la capacidad de los distintos candidatos.

La elección de la comisión de nombramientos debería comenzar el segundo o tercer sábado de octubre. El organismo, ya del todo constituido a principios de noviembre, podrá presentar su informe final el tercero o cuarto sábado de dicho mes. Esto permitirá que los nuevos oficiales destinen el mes de diciembre a estudiar a fondo sus deberes y planes.

Cómo hacer nombramientos

El primer paso de la comisión, luego de haber elegido como presidente a su miembro más capaz, será permitir que todos los miembros de la iglesia presenten sus sugestiones individuales (según se indicó en The Ministry de octubre de 1951. pág. 25). El formulario preparado con este fin habrá de contener todos los cargos que se indican en el “Manual de la Iglesia.”

En toda elección cuidadosa el pastor evitará que se hagan distingos o preferencias injustas. Quizá le resulte necesario conversar con franqueza con algunos miembros. No siempre puede impedir que se produzca alguna elección desacertada. Pero debe sentirse libre de tratar sin rodeos con la comisión, si lo cree necesario. A veces los perjuicios estorban más el progreso de la obra de Dios que el pecado manifiesto.

En algunas ocasiones se sugiere a ciertas personas sólo porque son recién llegadas; nadie las conoce mucho y tienen mayor atractivo que aquellas que desempeñaron funciones en la iglesia por un largo tiempo. Se oye a menudo pedir “un cambio.” Pero no deberá hacérselo si no es para mejorar. No debe recomendarse a un hombre para director de escuela sabática sin que haya demostrado aptitudes como maestro. Nadie debe ser director de los jóvenes si no ha logrado experiencia en alguno de los grupos, o si no ha demostrado por lo menos deseo de obtenerla. El dirigente de la iglesia que haya descuidado sus funciones no ha de ser elegido para el mismo cargo sino para otro de menor importancia.

La comisión hará bien en elegir primero al jefe de los diáconos, a la jefa de diaconisas, al director de los J. M. V., al director de Actividad Misionera, al director de la Escuela Sabática y al director de menores. Esas personas podrán ayudar luego a buscar colaboradores y ayudantes para sus distintos departamentos.

Lo que se diga en el seno de la comisión de nombramientos no debe trascender a la iglesia, pero el pastor cuidará de que uno o dos miembros investiguen imparcial y perfectamente toda “información” adversa a algún candidato, que fuese presentado. Muchas veces se labró el descrédito de un hombre en el ambiente secreto de una comisión de nombramientos.

No se votará el informe de la comisión hasta que se lo haya leído por segunda vez, por lo menos 24 horas después de la primera lectura. Los miembros de la iglesia deberán disponer de tiempo para examinar la lista de los recomendados. Como no es legal que los nombramientos sean hechos por la feligresía, en el momento de la primera lectura la comisión anunciará la hora y el lugar en que aquéllos puedan aproximárseles antes de la segunda lectura. Se tratará con respeto a quienes presenten objeciones: ninguna comisión puede arrogarse títulos de infalibilidad.

(Continuará.)

Sobre el autor: Profesor de historia y religión del Southern Missionary College.