¿Os imagináis claramente el cuadro de la V-z primera celebración del rito de humildad según se registra en Juan 13? Hay quienes parecen pensar que fue así:
Jesús y sus discípulos llegaron al anochecer, los pies llenos de polvo, al aposento alto donde habían de celebrar la cena de Pascua. Había allí preparados un cántaro de agua, un lebrillo y una toalla, pero no aparecía el sirviente que debía lavarles los pies. Ninguno de los doce, celosos y resentidos, que habían estado disputando cuál de ellos sería el mayor, se ofrecía para el servil menester. La cena pascual estaba en la mesa, pero ellos esperaban, firmes en su orgullo, que les lavasen los pies. La situación se hacía embarazosa. Se quebró el suspenso cuando el Maestro se ciñó con la toalla, vertió agua en el lebrillo y les lavó los pies. Hecho esto, se sentaron todos a comer y Jesús inició una conversación con ellos.
No es ésta, sin embargo, la forma como presentan los hechos las Escrituras. Cristo y sus discípulos se sentaron, con los pies sin lavar y comieron la comida de Pascua, después de lo cual el Señor se levantó de la mesa y les lavó los pies. Nótese el pasaje siguiente:
“Cristo comió la Pascua con sus discípulos; luego se levantó de la mesa y les dijo: ‘En gran manera he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca.’ Y realizó luego la humillante tarea de lavar los pies a los discípulos…
“Jesús volvió a ocupar su lugar en la mesa, sobre la cual había pan y vino sin fermentar, todo lo cual había sido preparado por indicación de Cristo.”—“Spirit of Prophecy” tomo 1, págs. 201-203.
Al remitirnos al relato de Juan, único escritor del Nuevo Testamento que describe el lavamiento de los pies, hallamos que en él se corrobora que esta ceremonia se realizó después de terminada una comida. La narración comienza con las palabras “Y la cena acabada,” habiéndosenos de que Judas ya había propuesto en su corazón traicionar al Salvador. (Juan 13: 2.) Luego “levántase [Jesús] de la cena, y quitase su ropa, y tomando una toalla, ciñóse.” (Vers. 4.) La cena que habían tomado y tras la cual el Señor se levantó para lavar los pies a los discípulos, era la cena de Pascua, según la Sra. de White.
“Después que [Jesús] les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, díjoles: ¿Sabéis lo que os he hecho?” (Vers. 12.) Jesús volvió a sentarse a la mesa después de lavarles los pies a los discípulos. Los escritos del espíritu de profecía lo confirman.
En el versículo 18 se nos dice que Cristo usó las palabras del salmista: “El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.” Esto demuestra que todos comieron juntos después que Jesús regresó a la mesa. Fue durante esta segunda comida cuando Cristo dio a Judas el pan mojado. (Vers. 26-30). Ello sucedía mientras estaban “a la mesa.” (vers. 28). Los otros escritores evangélicos testifican igualmente que mientras Jesús y sus discípulos comían, Judas recibió su porción. (Mat. 26:21-23; Mar. 14:18-20; Luc. 22:21).
De lo expuesto se desprende que el lavamiento de los pies de los discípulos ocurrió entre dos acercamientos a la mesa, vale decir, la cena de la Pascua y la Santa Cena.
La santa cena
En la primera celebración de la Santa Cena, según la representan comúnmente los artistas, Cristo y sus discípulos se reunieron en torno de una mesa larga y rectangular, casi de la misma manera como hoy se sienta a la mesa una familia. Pocas veces se ve una representación artística fiel de ese primer servicio de comunión según lo describe el espíritu de profecía. Notemos los detalles verdaderos:
“En ocasión de su liberación de Egipto, los hijos de Israel comieron la cena de Pascua de pie, con los lomos ceñidos, con el bordón en la mano, listos para el viaje. La manera en que celebraban*este rito armonizaba con su condición; porque estaban por ser arrojados del país de Egipto, e iban a empezar un penoso y difícil viaje a través del desierto.
“Pero en el tiempo de Cristo, las condiciones habían cambiado. Ya no estaban por ser arrojados de un país extraño, sino que moraban en su propia tierra. En armonía con el reposo que les había sido dado, el pueblo tomaba entonces la cena pascual en posición recostada. Se colocaban canapés en derredor de la mesa, y los huéspedes descansaban en ellos, apoyándose en el brazo izquierdo, y teniendo la mano derecha libre para manejar la comida. En esta posición, un huésped podía poner la cabeza sobre el pecho del que seguía en orden hacia arriba. Y los pies, hallándose al extremo exterior del canapé, podían ser lavados por uno que pasase en derredor de la parte exterior del círculo.”—“El Deseado de Todas las Gentes” pág. 592.
La expresión “ninguno de los que estaban a la mesa,” de Juan 13:28, es en realidad una frase formada por un participio plural del verbo griego anakeimai, que significa: “de los que estaban recostados” o “de los que estaban reclinados.” El nombre griego que en Lucas 22:21, 30 se traduce por “mesa” es trapeza, que significa simplemente una mesa para comer. El verbo griego traducido como “sentó” (Mat. 26:20), “sentaron” (Mar. 14:18) y “sienta” (Luc. 22:27) es también anakeimai (estar recostado, reclinado). La palabra “sentóse,” de Lucas 22:14, está traducida de anapipto (echarse hacia atrás, como uno hace para adoptar una posición reclinada).
De ahí que las Escrituras digan que “uno de sus discípulos… estaba recostado en el seno de Jesús” (Juan 13:23, 25.) Ese era el discípulo amado, Juan. Al respecto leemos:
“Cuando los discípulos entraron en el aposento alto, sus corazones estaban llenos de resentimiento. Judas se mantenía al lado de Cristo, a la izquierda; Juan estaba a la derecha. Si había un puesto más alto que los otros, Judas estaba resuelto a obtenerlo, y se pensaba que este puesto era al lado de Cristo… Judas, al elegir su puesto en la mesa, había tratado de colocarse en primer lugar, y Cristo, como siervo, le sirvió a él primero. Juan, hacia quien Judas había tenido tan amargos sentimientos, fue dejado hasta lo último. Pero Juan no lo consideró como una reprensión o desprecio.”—Id., págs. 584, 585.
Algunos de estos detalles son importantes y una correcta representación mental de este primer servicio nos ayudará a comprender mejor su significado, para explicarlo a los hermanos de manera que sean más bendecidos.
Sobre el autor: Pastor en la Asoc. de Texas, EE. UU.