Un Mensaje para Nuestros Obreros de Habla Castellana del Hemisferio Occidental

Las dos divisiones de la América latina, la Sudamericana y la Interamericana, se han unido con el propósito de publicar juntas un periódico para nuestros ministros y obreros de habla castellana. Me alegra esto, porque significa que los obreros de estas grandes divisiones, que abarcan tantos países, tendrán así acceso a un material que de otra manera no estaría a disposición de ellos.

Dos de los predicadores más notables de la América latina serán sus directores, a saber, los pastores Walter Schubert y Arturo H. Roth. Estos hombres han tenido una larga y provechosa experiencia en el ministerio, y sus contribuciones serán muy valiosas.

El título de la nueva revista será: El Ministerio Adventista. Parte del material se obtendrá de la revista The Ministry, impresa en los Estados Unidos, pero queremos que muchos de los artículos sean escritos originalmente en castellano por los mismos obreros del campo. Esperamos que todo redunde en grandes bendiciones para los lectores.

Se la publicará bimestralmente en la Casa Editora Sudamericana, sita en Buenos Aires, Argentina. Nosotros los obreros de la División Interamericana nos alegramos por esto, porque de ese modo recibiremos el beneficio de las ideas de nuestros hermanos de Sudamérica, que se manifestarán sin duda en interesantes artículos.

A nosotros, los que hemos sido llamados al ministerio del mensaje del tercer ángel, se nos ha confiado una obra solemne. Nuestra tarea consiste en amonestar a la gente a fin de que se prepare para la pronta venida de Jesús, y este retorno está mucho más cercano de lo que algunos de nosotros comprendemos. Me he sentido profundamente impresionado al leer ciertas declaraciones de la pluma de la Hna. White, tales como la siguiente: “Es una solemne declaración la que hago a la iglesia: ni siquiera uno en veinte de aquellos cuyos nombres están anotados en los libros de la iglesia están preparados para poner fin a su historia terrenal, y estarán tan ciertamente sin Dios y sin esperanza en el mundo, como el pecador común.”

Pensemos en esto, mis hermanos; ni siquiera uno de cada veinte. No dice, y yo agradezco que así sea, que solamente uno en veinte se salvará, sino que dice: “Ni siquiera uno en veinte de aquellos cuyos nombres están anotados en los libros de la iglesia, están preparados para poner fin a su historia terrenal.” Nuestra tarea consiste, pues, en asegurar la salvación de cada miembro.

Cito de nuevo de la misma fuente: “Dejo a un lado mi pluma y elevo mi alma en oración para que el Señor sople sobre su pueblo apóstata comparable a huesos secos, para que pueda vivir. El fin está cerca, y se acerca tan sutil, tan imperceptible, tan silenciosamente como la blanda pisada que en la noche sorprende a los durmientes que no velan ni están listos. Quiera el Señor conceder su Espíritu Santo a los corazones que ahora están en la comodidad, para que no duerman más, como lo hacen otros, sino que velen y sean sobrios.”—General Conference Bulletin, 1893. págs. 132, 133.

Puede ser que hayáis visto a un gato que furtiva y silenciosamente se arrastraba para abalanzarse sobre el ratón, o puede ser que vierais un animal salvaje acercándose a su presa. Se nos dice que de esta manera el enemigo de las almas está tratando de conseguir que el pueblo de Dios se aparte del Señor y vuelva al mundo. Es verdad que tal vez los hermanos no renuncien abiertamente a la verdad. Puede ser que sus nombres continúen anotados en los libros de la iglesia; pero, hermano, Vd. sabe tan bien como yo que muchos no están listos para la venida de Jesús, para comparecer ante él cara a cara. Y yo oro, como lo hacía la Hna. White hace tanto tiempo cuando dejó su pluma a un lado y elevó su alma en oración, que el Señor sople aliento de vida sobre su pueblo apóstata, comparable a huesos secos, para que pueda vivir. Pero ante todo, hermano, el dulce espíritu de la consagración completa debe ser insuflado en Vd. y en, mí —los elegidos de Dios—a fin de que podamos conducir al pueblo. Somos los representantes de Cristo. Feliz el pueblo cuyo Dios es Jehová. y afortunado si sus guías espirituales son hombres de Dios.

Recordad que vosotros y yo tenemos que rendir cuenta individualmente de las almas de aquellos que pudieron salvarse. Hoy podemos trabajar aún. y con mayor eficiencia que nunca. Pueden lograrse resultados grandiosos mediante una consagración hecha de todo corazón, y realizando un llamado de arrepentimiento al pueblo, como lo hiciera Joel en la antigüedad. Benditos son por cierto los creyentes y los obreros que viven continuamente en la luz de su presencia. Este es el propósito de El Ministerio Adventista, y confío que de las plumas de nuestros consagrados redactores, los pastores Schubert y Roth. fluirán muchas palabras de consejo y admonición que nos fortalecerán en gran manera y nos ayudarán en la empresa de preparar a las gentes para la venida del Señor.

Sobre el autor: Presidente de la División Interamericana.