Consideraciones acerca de un ministerio vital para la iglesia

Preparar un sermón y predicarlo con entusiasmo delante de la congregación no es ninguna novedad para los pastores. Después de todo, están acostumbrados a predicar varias veces por semana y, por eso, se los conoce como los “profesionales” de la predicación. No obstante, predicar un sermón atrayente, que también satisfaga las necesidades de los niños de la iglesia, ha sido un gran desafío para muchos. Pero, ¿no son los niños, acaso, parte del rebaño que el Señor nos confió para cuidar y alimentar? ¿Qué clase de atención están recibiendo, y de qué calidad?

El mismo Señor Jesús es un ejemplo de este ministerio en favor de los niños. Elena de White lo comenta así: “Dondequiera que fuera el Salvador, la benignidad de su rostro, y sus modales amables y bondadosos le granjeaban el amor y la confianza de los niños” (El Deseado de todas las gentes, p. 472). ¿Qué había en la predicación de Jesús, que cuando hablaba, los niños corrían para escucharlo y, aunque el sermón se alargara, no se daban cuenta del paso del tiempo? ¿Por qué atraía su mensaje de tal manera que un muchacho era capaz de olvidarse de la merienda que le había preparado su madre?

La Declaración de los Derechos del Niño afirma que “todos los niños tienen derecho a recibir comida, ropa, educación y salud”. Pero, ¿cuáles son los derechos de los niños de la iglesia? Sabemos que ellos también tienen necesidades espirituales y que la iglesia tiene que desempeñar un papel muy importante en este aspecto. ¿Estamos atendiendo esas necesidades? ¿Cómo lo estamos haciendo?

La iglesia ha desarrollado varios programas destinados a los niños, entre los cuales se encuentran la Escuela Sabática, el Club de Conquistadores, las escuelas cristianas de vacaciones y las clases bíblicas. Pero, si nos detenemos a pensar en la influencia que han ejercido el culto y la predicación en las vidas de ellos, llegaremos a la conclusión de que han recibido y están recibiendo muy poco beneficio. Para compensar esa deficiencia, las iglesias han incluido, en la hora del culto, un momento dedicado a la adoración infantil. Pero ese esfuerzo no sustituye en absoluto la tarea que deben cumplir los líderes espirituales en el sentido de darle suficiente participación a los niños en los servicios sabáticos, y alimento para la gente de todas las edades por medio de la predicación.

¿Por qué algunos predicadores dan la impresión de ser deficientes en este sentido? ¿Será que les faltó entrenamiento para aprender a dirigirse a los niños? Me gustaría compartir con ustedes algunas sugerencias que podrían ayudar a los predicadores a orientar sus mensajes al público infantil de la iglesia también.

Incluya a los niños al dar la bienvenida y al orar. La mejor manera de cautivar la atención de los niños y preparar su corazón para recibir y aceptar el mensaje que se va a presentar es incluirlos en los saludos y las oraciones que preceden al sermón. Aunque éste es un detalle importante, muy pocos lo practican. El hecho de incluir a los niños en la bienvenida y las oraciones les causa la firme impresión de que están incluidos en el servicio del culto.

Hágalos participar del culto. Otra manera de incluirlos en el programa del culto consiste en invitar a un niño a la plataforma, para que lea un texto de la Biblia o eleve una oración. De esta manera, los niños crecerán con la idea de que el culto es una experiencia solemne y agradable, y que también es para ellos.

Trate de que sus sermones no sean largos. Cuando el mensaje es largo, aunque esté orientado hacia los niños y se lo exprese en un lenguaje adecuado, ellos asimilarán muy poco. La capacidad de concentración de los niños es bastante reducida. Al evitar los sermones largos también estaremos colaborando para que se conserve la reverencia en la iglesia, y lograremos mejores resultados en lo que al aprendizaje se refiere. En su libro Conducción del niño, en la página 468, Elena de White comenta lo siguiente: “Los que instruyen a los niños (…) deben evitar las observaciones tediosas. Las alocuciones cortas y directas tendrán una influencia feliz”.

Use palabras sencillas. Los niños y hasta los adultos prefieren el uso de palabras sencillas cuando se les presentan las verdades bíblicas. No complique las cosas. Evite los términos teológicos y las palabras rebuscadas. Ponga en práctica el método de Cristo: haga que lo difícil sea fácil de entender.

Presente ilustraciones atractivas. Los niños aprecian las ilustraciones en las que se pueden identificar con la historia y sus personajes. Este método funciona en cualquier situación; además de llamar la atención de ellos hacia el asunto, facilita la comprensión del mensaje.

Extraiga lecciones espirituales para la inda de ellos. Todo mensaje debe contener una lección que hable directamente al corazón de los niños. También se puede aprovechar algunas ceremonias especiales de la iglesia, como los bautismos, la Santa Cena, un casamiento y otras para transmitirles lecciones espirituales. Recuerde que en todo culto hay niños listos para aceptar a Jesús. Un llamado personal, dirigido especialmente a ellos, ejercerá una profunda influencia sobre sus vidas

Los pastores, los maestros y los demás líderes de la iglesia pueden lograr la perfección en esto, pero además pueden facilitar y acortar el camino del amor de Dios al corazón de muchos niños. ¡Haga de esto no sólo un desafío, sino también un gran privilegio!

Sobre la autora: Directora de los Ministerios de los Niños de la DSA.