“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Sal. 23:4).

Todo pastor vive alguna vez momentos de aridez espiritual. Mi Es una sensación subjetiva de que Dios está distante, es indiferente y hasta está ausente. En esos momentos, las oraciones son vacías, se cantan los himnos sin entusiasmo, los sermones carecen de vida y parece que las Escrituras no tienen ningún poder sobre la vida diaria. Algunos llaman a esto “la oscura noche del alma”; es el momento en el que tenemos la dolorosa sensación de que Dios está ausente.

Hasta los héroes de la Biblia pasaron por momentos en los que oscuras nubes descendieron sobre sus espíritus, cuando Dios parecía estar escondido y, presumiblemente, no le interesaba sus dificultades. En una ocasión, Moisés clamó a Dios y le dijo: “Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte” (Núm. 11:15). Del mismo modo, Elías estaba tan desanimado y tan frustrado, que oró diciendo: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres” (1 Rey. 19:4). Y el salmista se lamentó, diciendo: “¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furia contra las ovejas de tu prado?” (Sal. 74:1). A pesar de la oscuridad y la aridez de tales momentos, la buena noticia es que se pueden convertir en momentos de bendición.

Consideremos algunos caminos por medio de los cuales podemos salir de nuestra oscuridad personal y espiritual.

Cambie la piel vieja

“Muchas veces tenemos que estar dispuestos a librarnos de la vida que habíamos planeado, para comenzar a vivir la que nos espera. Hay que cambiar la piel vieja antes de que aparezca la nueva”, dice Joseph Campbell. Un momento de tinieblas puede ser la señal de Dios de que hemos cumplido una etapa en nuestra vida. Sea, entonces, lo suficientemente flexible como para dar vuelta la página y comenzar un nuevo capítulo.

Vea lo bueno, espere lo mejor

Su mente es un instrumento poderoso. No lo estropee pensando en lo que no tiene, lo que no ha experimentado o no ha recibido. Esos pensamientos negativos sólo lo dejarán más desanimado, deprimido e insatisfecho.

Un enfoque más saludable consiste en ver lo bueno y experimentar lo mejor. Aplique a su experiencia la promesa de Dios: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11).

Tenga fe, aunque no entienda nada

A veces surge la oscuridad cuando una oración urgente aparentemente no es escuchada. Si ése fuera el caso, siempre decida conservar la fe, aunque no entienda lo que está pasando.

Catherine Marshall menciona un tiempo en el que ella emergió, después de seis meses de tinieblas espirituales a consecuencia del fallecimiento de su segunda nieta, en 1971. Ella había orado en favor de la muchacha, y le había pedido a Dios que la sanara. A pesar de sus oraciones, la chica murió, lo que arrojó a Catherine en un agujero negro espiritual.

Después de una gran depresión y aflicción de alma, dijo: “Cuando la vida nos impone situaciones que no podemos comprender, tenemos dos opciones: podemos rumiar la miseria, separados de Dios, o le podemos decir: ‘Señor: te necesito a ti y tu presencia en mi vida más de lo que necesito entender lo que está sucediendo. Te elijo a ti, Señor. Confío en que me harás entender y responderás mis preguntas cuando decidas hacerlo’“

Clame

No importa cómo se sienta, equilibre los sentimientos y los pensamientos negativos con la realidad de que Dios es amor. Recuerde que el Dios que lo creó lo ama profunda, generosa y constantemente.

Invoque en su favor las numerosas declaraciones de las Escrituras acerca de esta verdad tan preciosa, tales como 1 Juan 3:1, 2: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios […] Ahora somos hijos de Dios”. E Isaías 43:4: “Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé”.

Utilice sus dones

Durante los momentos de angustia es difícil saber qué hacer o qué dirección tomar. Permita que el Dios dador de toda buena dádiva le dé una salida. John Catoir brinda algunos consejos: “Si usted tiene linda voz, úsela de alguna manera para gloria de Dios y para su felicidad. Si es un buen maestro, imagine que Dios quiere que usted enseñe. Ponga sus dones al servicio de los demás.

Dos palabras poderosas

“Te perdono” son dos de las palabras más poderosas que se pueden pronunciar. Pregúntese si su actual situación está ligada o no a sentimientos de ira, resentimiento u hostilidad hacia alguien que lo hirió. Y, si tal fuera el caso, considere la posibilidad de perdonar.

Una buena manera de hacerlo es escribir una carta a la persona que lo perjudicó. Diga toda la verdad acerca de lo que pasó, tal como usted lo ve, pero sin acusar, ni juzgar, y sin hostilidad o ira. Dígale: “Te perdono”. Envíe la carta sólo si cree que el destinatario tiene suficiente buena voluntad como para leerla con una actitud positiva. Si esa persona está fallecida o no lo puede oír, queme la carta; y mientras ve cómo las llamas la consumen, deje que su ira, simbólica o literalmente, se vaya con el humo.

Transfórmese en un ángel

“Porque los ángeles son […] espíritus que sirven a Dios, y él los envía para ayudar a toda la gente que Dios habrá de salvar” (Heb. 1:14, BLA). Nada aumenta tanto la capacidad del alma como cuando se ayuda a los demás.

Sea alguien que clame por justicia cuando se cometa una injusticia. Cuando los demás obren con cobardía, sea usted el único que responda con valor y convicción. Donde se manifieste crueldad y desconsideración, esté listo para suavizar los golpes con su bondad y comprensión.

Pablo advirtió: “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:4). Al actuar como si fuera un ángel de Dios, no sólo ayudará a los demás, sino también se sentirá mejor.

Haga bien las cosas

No trabaje sólo para ganar dinero. Muchos están desilusionados, frustrados e insatisfechos con su trabajo. No importa dónde trabaje usted, dedique tiempo para evaluar desde el punto de vista espiritual sus actividades, objetivos y la convicción de su vocación. ¿Qué me gusta hacer realmente? ¿Hago bien lo que me gusta hacer? ¿Qué actividades me proporcionan más placer espiritual y emocional? ¿Cómo puedo yo beneficiar mejor al mundo mediante mi trabajo?

Esparza bendiciones

Aunque esté atravesando un período oscuro en su vida, ore para que todos los que se relacionan con usted reciban la bendición de Dios. Ore para que disfruten de paz, sabiduría, amor, alegría, prosperidad y salud. En especial, pida a Dios que dé esas bendiciones a su esposa, a sus hijos, a sus vecinos, a los dirigentes, a los dirigidos y hasta a los extraños.

Tenga un oído sensible

Cuando ore, permanezca algunos minutos en silencio en la presencia del Señor. Conviértase en alguien que escucha. Dios es amigo del silencio. En la soledad y en el silencio, su voluntad se comprende con más claridad.

Déjese guiar por esta oración ofrecida por el pastor afroamericano Howard Thurman: “Dame un oído que oiga. Quiero que me des hoy un oído que no se retraiga frente a la palabra de corrección o amonestación, la palabra que pone delante de mí mi propia imagen, que me insta para que me detenga y reconsidere las cosas. La palabra que me invita a una consagración más profunda y a resoluciones más elevadas”

Confíe en Dios

Los santos del pasado eran perfectamente conscientes de que algunas de las más poderosas lecciones espirituales se aprenden en los momentos de tinieblas y aridez. Trate de aprender nuevas lecciones. No importa cómo se sienta, siga confiando en Dios. Su dirección es fuerza. Sea perseverante. Haga suya la oración de Thomas Merton: “¡Oh, Dios mío! No tengo la menor idea de hacia dónde voy. No consigo ver el camino delante de mí. Por eso, siempre confiaré en ti. Aunque me parezca que estoy perdido, no temeré; porque tú siempre estás conmigo, mi querido Dios”

Sobre el autor: Reside en Tulsa, Oklahoma, Estados Unidos.