En septiembre de 1942, el médico y psiquiatra judío Viktor Frankl fue llevado por los nazis a un campo de concentración junto con su esposa, padres y hermanos. Hasta su liberación, que ocurrió tres años después, pasó por cuatro campos de concentración y sufrió numerosas privaciones y vejaciones. ¿Qué le permitió soportar y sobrevivir experiencias tan duras y traumáticas? De acuerdo a su propio testimonio, su motivación para no rendirse y continuar era el deseo de volver a ver a su esposa, Tilly. Se habían casado apenas nueve meses antes de ser arrestados y desde entonces habían estado separados. Él tenía un significado para su existencia y una misión personal: reencontrarse con el amor de su vida. Esto le permitió continuar adelante y sobrevivir a pesar de todo.
Este mismo concepto aplica no solo a individuos, sino también a grupos y comunidades. Un ejemplo de esto es la batalla de Hodów, acontecida en junio de 1694. Un ejército tártaro había invadido el Reino de Polonia con la intención de saquear el territorio y capturar personas para llevarlas como esclavos. Un destacamento de 400 soldados polacos fue enviado para detenerlos, pero al llegar a la frontera descubrieron que las fuerzas invasoras sumaban cerca de 40.000 combatientes.
¿Retrocederían y dejarían que los invasores atacaran a la población civil? ¿O lucharían para defender su patria y a los pobladores que confiaban en ellos?
Motivados por el deseo de defender a su nación y las personas inocentes que sufrirían a manos de los invasores, se atrincheraron en una posición estratégica y resistieron una ola tras otra de ofensivas enemigas. Aunque superados 100 a 1, lograron resistir los ataques de los tártaros que, debido a las terribles bajas que sufrieron, no tuvieron más opción que retirarse y dejar a los polacos en paz. ¿Qué permitió a este pequeño destacamento resistir y vencer a una fuerza enemiga que los superaba ampliamente? Ellos tenían una motivación clara: defender a su país. El hecho de contar con un propósito claro les permitió lograr lo imposible.
Apliquemos por un momento este concepto a nuestra vida espiritual, tanto a nivel personal como a nivel de iglesia. ¿Cuál es el significado de nuestra existencia espiritual? ¿Cuál es el propósito de nuestras acciones? ¿Cuál es la misión que motiva nuestro actuar?
La Biblia indica que en los últimos tiempos Dios tiene un remanente en este mundo, personas que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (Apoc. 12:17). Este pueblo tiene una misión, que consiste en proclamar “el evangelio eterno… a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Este evangelio eterno es contextualizado y resumido para el tiempo del fin en tres mensajes angelicales, expresados en Apocalipsis 14:6 al 13. Predicar este triple mensaje angelical es la misión del remanente, lo que da sentido y significado a su existencia.
A pesar de las adversidades, los obstáculos y las dificultades que podamos enfrentar, si recordamos nuestra misión y significado como iglesia, podremos continuar adelante pase lo pase. La Biblia profetiza que “el evangelio del reino será predicado en todo el mundo, por testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). ¿Qué mejor motivación que esta? Cumpliendo nuestra misión, que nos da identidad y significado como iglesia, nos acercamos cada día más a pasar la eternidad con Jesús, cuando ya “no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor” (Apoc. 21:4).
No olvidemos nuestra razón de ser, el propósito de nuestra existencia como iglesia, ni la misión que se nos ha encomendado.
Sobre el autor: Editor asociado de la revista Ministerio Adventista.