“Un alma es de más valor para el cielo U que todo un mundo de propiedades, casas, tierras y dinero. Debiéramos emplear nuestros recursos hasta lo sumo para la conversión de un alma” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 375). ¿Puede hacerse algo más para mantener a aquellos que se han unido a nuestra iglesia? ¿Qué podemos hacer para detener la alarmante corriente migratoria que se separa de Cristo y de su verdad?

Debemos recordar que la apostasía no es un hecho nuevo. Hubo apostasías en la iglesia de Israel, en los días de Cristo, en la iglesia primitiva. Siempre han existido los Demas, los Judas y la cizaña. Por lo tanto, no debemos permitir que esta circunstancia nos desanime en nuestro trabajo en favor de las almas.

Casi siempre las cifras de apostasías muestran tendencia a aumentar. Esto da la impresión de que son los nuevos conversos los que se escurren. Pero no son sólo ellos los que salen de la iglesia, sino que “la mayoría de los apóstatas abandonan la iglesia después de haber pertenecido a ella por diez años” (The Ministry. agosto de 1961, pág. 17).

Sería mucho mejor y ciertamente daría una idea más clara si se comparara el número de apostasías con el total de la feligresía. Si pensamos en nuestras normas elevadas, en las dificultades de conseguir empleo por causa del sábado, en la naturaleza impopular de nuestro mensaje y en la oposición y a menudo en la persecución que nuestros miembros tienen que enfrentar, es maravilloso que nuestras apostasías no sean mucho mayores. El diablo todavía odia a aquellos “que guardan los mandamientos de Dios, y tienen la fe de Jesús”. Si no fuera por la gracia de Dios y su poder sostenedor, nuestras apostasías serían ciertamente mucho mayores.

Sin embargo, nuestras apostasías son mucho menores que en muchas otras iglesias. Un conocido escritor y predicador afirmó: “Si las salidas de la iglesia continúan en la proporción actual, pronto habrá más ex-cristianos que cristianos”.

Los adventistas del séptimo día registran solamente los miembros activos en sus listas. Muy pocas otras iglesias lo hacen. Por ejemplo, una mujer mormona aceptó la verdad. Escribió una carta a la Iglesia Mormona diciendo que renunciaba a esa iglesia porque se había hecho adventista. Ellos se negaron a aceptar su renuncia diciendo que “una vez que se ha sido mormón, siempre se es mormón”.

Si bien es cierto que debemos preocuparnos por las apostasías, hay mucho que debe hacernos estar contentos porque nuestras apostasías no sean mucho mayores. Ciertamente el diablo quisiera ver un porcentaje mucho mayor.

POR QUÉ LA GENTE APOSTATA DE LA IGLESIA ADVENTISTA

La falla no está en el mensaje. Es eternamente seguro. Está basado en la segura palabra profética. Surgió a su debido tiempo y está haciendo hoy la misma obra que estaba predicha.

“Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros” (1 Juan 2:19). Debemos esperar pérdidas. Han entrado en la iglesia personas que nunca debieran haberlo hecho. Cada evangelista debe recordar que no todos los conversos son traídos a la verdad por el Espíritu de Dios: el diablo introduce a algunos en la iglesia. Se siembra cizaña en medio del trigo, y “el enemigo que la sembró es el diablo” (Mat. 13:39). Al referirse a la red evangélica, Cristo dijo que “recoge de toda clase de peces” (vers. 47), unos buenos y otros malos. Aun Cristo tuvo a Judas.

Persecuciones. “Al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, hiera tropieza” (Mat. 13:21). En Mateo 13, Cristo enumera varias razones de apostasías.

SE DA POR SENTADA LA CONVERSION DE LOS JÓVENES

Herejías y confusión doctrinal. “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente” (Jud. 4). Así como un ladrón se introduce furtivamente en una casa, también habrá ladrones en cada generación que vendrán para robarnos la fe en la Palabra de Dios y en su verdad. Por lo tanto, es necesario “que contendáis ardientemente por la fe” (Jud. 3). Sin embargo, cuando el siervo de Dios alza su voz contra el ladrón, debe siempre estar preparado para hacer frente a la crítica que tratará de alterar la paz.

Demasiado a menudo se bautiza a jóvenes con poca y a veces con ninguna instrucción. Demasiado a menudo se da por sentada la conversión de los jóvenes. Se habla de ellos como de “aumento natural”. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta forma de hablar no bíblica? No hay tal cosa como “aumento natural”. Nadie entra en la iglesia de Dios naturalmente. Todos deben haber nacido espiritualmente de nuevo, de otra manera nunca debieran ser bautizados. Es un crimen que un sepulturero entierre a una persona viva, y es igualmente equivocado el que un ministro bautice a una persona que no ha muerto al pecado.

El haber nacido en un hogar adventista no hace a nadie adventista más de lo que el haber nacido en un hospital lo hace a uno médico o enfermera. Se dan por sentadas demasiadas cosas en relación con nuestros jóvenes. Ellos necesitan la conversión tanto como cualquier otro. El tener buenos padres no es suficiente. La gracia no corre en la sangre, pero sí el pecado.

Abrahán, el padre de la fe, tuvo varios hijos (Gén. 25:1-6) pero solamente uno se convirtió en hijo de Dios. La Palabra de Dios está llena de ejemplos semejantes de buenos padres que tuvieron hijos descarriados. Muchas apostasías son la consecuencia del bautismo de jóvenes que recibieron poca o ninguna instrucción.

¿HAY QUE CULPAR AL EVANGELISTA?

Las incomprensiones dentro de la iglesia son a menudo una causa de origen de las apostasías. Es fácil echar al otro la culpa de las apostasías. La responsabilidad comienza con el evangelista, pero ciertamente no termina allí. El pastor o el anciano de la congregación, el administrador y el miembro de iglesia, todos tienen su parte de responsabilidad.

¿Hay que culpar al evangelista? Sabemos que está lejos de ser perfecto. Se ha criticado severamente a nuestros evangelistas por las pérdidas de conversos. Ciertamente ellos tienen la responsabilidad de apuntar hacia una verdadera conversión a Cristo y de velar porque sus conversos estén plenamente instruidos.

El evangelista haría bien en trabajar en armonía con el pastor y los dirigentes de la iglesia. Personalmente, siempre he invitado a los ancianos de iglesia a asistir a nuestras clases bautismales para que se relacionaran con los nuevos miembros y también para que vieran por sí mismos que los conversos estaban siendo cabalmente instruidos.

Es interesante notar que aun Apolos, un hombre “poderoso en las Escrituras” (Hech. 18:24) antes que los hermanos escribieran exhortando “a los discípulos que le recibiesen” (vers. 27), fue instruido “más exactamente” en “el camino del Señor” (vers. 25). Haríamos bien en imitar a la iglesia primitiva. No deberíamos dar nada por sentado, sino ver que todos los aspectos de la verdad estén comprendidos.

En los siglos pos apostólicos prevaleció la línea blanda, y las puertas de la iglesia se abrieron para los que tenían poca o ninguna instrucción. Entraron millones de personas, y la iglesia que había comenzado como la luz del mundo, sumió al mundo en la edad oscura. Ese fue el trágico resultado de la intromisión de multitudes de personas no instruidas y no convertidas. Debemos cuidarnos de este peligro en la Iglesia Adventista hoy.

El evangelista también debe recordar que es su deber relacionar a los conversos con nuestras publicaciones tales como La Revista Adventista, Vida Feliz, etc., pero que sobre todo debe animarlos a adquirir nuestros libros, especialmente los escritos del espíritu de profecía. También, debiera introducirlos en la escuela sabática y mostrarles el privilegio que ésta ofrece de estudiar la Biblia.

DIEZ AÑOS DESPUÉS

Una reciente encuesta en un diario de Nueva Gales del Sur sobre la cuestión del divorcio y los años peligrosos de la vida conyugal afirmaba: “Contrariamente a la opinión popular, el primer año de vida de casados no es el peor. Solamente el 10 % de los fracasos ventilados en los tribunales ocurrieron en dicho periodo. Se ha demostrado que el periodo más peligroso es el que va del sexto al noveno año de casados”.

Esto también es cierto tratándose de los que están “casados” con Cristo. “La mayoría de los apóstatas abandonan la iglesia después de haber pertenecido a ella por diez años” (Ibid). Así que el problema de la apostasía es mayormente un problema pastoral. Es también significativo que al hablar con apóstatas o reincidentes, todos ellos prácticamente hablan bien del evangelista que los trajo a la verdad, pero muchos sienten que la iglesia ha dejado que ellos se fueran. ¿No muestra esto en dónde está el punto débil?

EL PASTOR NO ES INFALIBLE

“Este es un problema pastoral” (Id., noviembre de 1952, pág. 11). ¿A quién hay que culpar? ¿Al pastor? Él tiene la tarea de añadir y mantener los conversos. Pero el pastor no pretende ser infalible. No es un superhombre. No puede estar en todas las cosas. Es imposible que lleve a cabo con éxito todo lo que a menudo le exigen. A un pastor se le dijo: “Haga la obra de un evangelista”. Cada iglesia adventista ha de ser un centro evangelístico. Para hacer esta obra el pastor debe dejar muchas otras cosas para los demás.

“Pastorea mis ovejas”, fue la orden de Cristo. El fallar en esto es una de las mayores causas de apostasía. Las ovejas hambrientas errarán. Las ovejas que tengan buenos pastos no errarán por áridas montañas o por valles estériles. Cuando una persona no halla la satisfacción espiritual que esperaba encontrar en la iglesia, se irá a otra parte o volverá al mundo para gozar al menos de los placeres temporales de pecado.

El echar la culpa a otro obrero no remediará la situación. El tomar resoluciones de junta tampoco será de ayuda. El agricultor que descuida su cosecha, segará tan sólo malezas. No se trata de dejar sin atender a los nuevos miembros de iglesia con el pretexto de que “si son rosas, florecerán”. Nadie deja desatendido a un bebé diciendo que “si es sano va a sobrevivir”. ¿Podría sobrevivir un bebé? No, a menos que fuera cuidado y alimentado correctamente por un largo tiempo. Alimentad el rebaño de Dios sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto por obispos. Esta es vuestra tarea. Se predican demasiados sermones pobres en iglesias adventistas. Oigo muchas veces esta queja de nuestros hermanos laicos. Buenos sermones adventistas hacen buenos adventistas. Lo que los hizo adventistas los conservará adventistas. Cuando un nuevo converso llega a poder contestar preguntas que le presenta un incrédulo, su confianza en la verdad se fortalece. La confianza toma el lugar del temor y la incertidumbre.

Es evidente que la mayor responsabilidad de las apostasías está en el ministro. Debe ser ministro de la Palabra. Debe alimentar la grey. La falta de predicación de las grandes enseñanzas de la Biblia en nuestros cultos es la mayor causa de apostasía entre los hijos de Dios comprados por su sangre. Lo que se necesita son sermones, no peroratas insulsas, meras exhortaciones o psicología. Nuestro pueblo desea saber qué quiere Dios que ellos hagan. Esto es lo que necesitan. Esto es lo que debemos darles. Nuestro pueblo tiene derecho de esperar ayuda y alimentos espirituales cuando asisten a la hora del culto el sábado.

“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” (1 Ped. 4:11), anunciando “el testimonio de Dios” (1 Cor. 2:1). La falta de predicación de las grandes doctrinas y verdades de la Biblia es una de las principales causas de apostasía. Debemos volver a poner en práctica la predicación en forma de estudios bíblicos en la cual nuestros miembros puedan usar su Biblia. Demasiado a menudo ellos son bombardeados con propaganda y promoción. ¡Por qué los planes para los diferentes departamentos no se harán entre bastidores y se deja el servicio de predicación para predicar la Palabra! Este es ciertamente el “camino aún más excelente”, porque meras peroratas no reaniman a aquellos que están espiritualmente hambrientos y débiles. Las ovejas hambrientas errarán

También deberíamos cuidarnos mucho del tino popular de sermones que se usa en algunas iglesias. Nuestro pueblo necesita ser alimentado con el pan de vida y no con las cáscaras vacías de interpretaciones fantásticas. Necesitamos determinar exactamente lo que Dios está enseñando en un pasaje de la Escritura y enseñar eso, y no tratar de mostrar lo que nosotros podemos sacar de él, alimentando así nuestro orgullo, pero sin traer ningún provecho a los oyentes.

Nada cerrará la puerta a la apostasía en forma más efectiva que la buena predicación bíblica.

Debido a que la gente generalmente ama a la persona o al evangelista que los trajo a Cristo y a su verdad, el pastor que a menudo hace referencia al evangelista se granjeará el cariño de la congregación. Las visitas frecuentes después del bautismo también ayudarán y no le harán pensar al nuevo converso de que lo han olvidado.

La falta de interés personal en la gente nueva como hermanos y hermanas en la iglesia es también un factor que contribuye a la apostasía. “Todos anhelamos un cálido apretón de manos”. Es nuestro deber ser guarda de nuestro hermano. No podemos soslayar esta responsabilidad sin hacer peligrar nuestro propio destino. Los nuevos miembros debieran recibir la misma bienvenida del hijo pródigo. Debieran recibir el mismo cuidado que el cuerpo humano da a los diversos miembros. “Los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (1 Cor. 12:25).

Lionard Fletcher cuenta haber escuchado a Gipsy Smith decir a los ministros: “Quiero abriros mi corazón. Muchos conversos se enfrían fuera de la iglesia. Cuando me dicen: ‘Venga a predicar en nuestra iglesia; tenemos un hermoso órgano, un coro maravilloso, y la crema de la sociedad’, yo sé que esa crema es una crema helada. La iglesia que piensa que todo va bien es la iglesia peligrosa para la gente nueva”. Nuestras iglesias no están del todo libres de esta misma forma de frialdad, especialmente las iglesias más grandes. Un no adventista dijo a uno de nuestros presidentes de campo: “Ustedes los adventistas son una gente extraña. Son capaces de mover el cielo y la tierra para hacer conversos. Los amarán, orarán por ellos, celebrarán estudios en sus hogares, los llevarán a las reuniones, harán cualquier cosa para que entren en la iglesia, y cuando los tienen adentro los tratan como al mismo diablo”. Aunque esto es inexacto, podría haber algo de verdad en esta afirmación. Demasiadas personas han dejado nuestra iglesia por causa del tratamiento recibido de los dirigentes y de los miembros de iglesia. Así que es evidente que todos compartimos la responsabilidad de las apostasías, y cada evangelista, pastor, administrador, dirigente de iglesia y miembro debe compartir la obra de conservar a los miembros en el rebaño de Cristo. Esta tarea es demasiado grande para el pastor. Dijo Henry Ford: “Ningún trabajo es demasiado difícil si se lo divide en pequeñas tareas”. Por lo tanto, tomemos nuestra parte y pongamos nuestro empeño para que al menos salvemos a algunos de los que nos rodean y reduzcamos así el peligro de las apostasías.

Sobre el autor: Secretario Ministerial de la División Australasiana.