Se pide respuesta por escrito. ¿Cuál será la suya?

APRECIADOS COMPAÑEROS DE TAREAS DEL MUNDO ENTERO:

Me gustaría poder sentarme con cada uno de Uds. para hacerles una visita personal, de corazón a corazón en esta mañana.  Hay cargas sobre mí corazón que quisiera compartir con Uds. Ya que esto es imposible, una carta es el mejor medio de comunicación, y mi mensaje no podría ser más personal ni más importante sí les estuviera escribiendo personalmente a cada uno de Uds.

Dios nos ha llamado a dirigir su iglesia en una de las horas más decisivas de su historia. El solo sabe lo que puede ocurrir en el curso de los próximos cuatro años. Pero espera mucho de nosotros como sus dirigentes para que demos el tipo de instrucciones que se requiere para la terrible hora en que nos toca servir. Espera más de Uds. y de mí que de cualquier otro dirigente que haya habido antes de nosotros, porque estamos sirviendo más cerca del fin del tiempo de gracia y del regreso de Cristo que cualquiera de nuestros predecesores.

¡Nuestro pueblo de todo el mundo espera mucho de nosotros! Tiemblo cuan do leo las cartas que llegan a mi escritorio y cuando recuerdo las innumerables expresiones personales de nuestros miembros después de Detroit. ¡Miles están orando para que se produzca un gran impacto espiritual sobre nuestra iglesia que resulte en un gran reavivamiento, el cual, a su vez, traerá el derramamiento de la lluvia tardía en nuestros días! ¿Por qué no habrían de realizarse sus esperanzas? ¿Por qué el Señor no habría de usarnos a Ud. y a mí — a todos nosotros— para llevar a su pueblo a esa experiencia durante los, días de nuestro ministerio? ¡Esta es sin duda la voluntad de Dios! El escenario está preparado, tanto adentro como afuera de Ja iglesia. La hora se ha vencido mucho. Todos estamos cansados de este mundo de pecado y sufrimiento. ¿No debería ser nuestro primer deseo y nuestro propósito vivir, orar y obrar tendiendo a la gloriosa consumación en nuestros días?

Mi preocupación, que creo ya Uds. comparten conmigo, es que desde los primerísimos días de este nuevo cuadrienio le demos una fuerte base espiritual a nuestro trabajo. Deberíamos hacer que este aspecto de nuestra labor de dirigentes esté por encima de cualquier otra cosa. Blancos sobrepasados, grandes ganancias, tesorerías llenas —¡todo esto vendrá tan ciertamente como el día sigue a la noche si alcanzamos el mayor objetivo de todos! Una vida pentecostal traerá poder pentecostal y resultados pentecostales.

Mi súplica —y los invito a que la consideren con el mayor cuidado y con mucha oración— es que ~por el ejemplo en nuestra vida, en nuestra predicación, en nuestras cartas, en nuestros artículos para las diferentes publicaciones de la iglesia, pongamos especial énfasis en temas tan oportunos como el arrepentimiento, la fe y la oración, un reavivamiento de la primitiva piedad práctica, la obra del Espíritu Santo, la lluvia tardía, los acontecimientos fin¿ les, la urgencia del servicio, y otros temas que pueden usarse para conmover a nuestro pueblo como no lo ha sido nunca hasta ahora. Si estos temas de la verdad presente están abundantemente cargados del amor de Dios, de la cruz, y si están llenos de esperanza y ánimo frente a las circunstancias aparentemente insuperables de las condiciones de los últimos días, el Espíritu Santo moverá a esta iglesia como nunca ha sido movida en su historia. Hermanos, ¡éste es el motivo por el cual oran miles de nuestros creyentes de todo el mundo y esto es lo que Dios espera de sus dirigentes de la última hora! Para que sea más personal, ¡esto es lo que esperan de Ud. y de mí! No podemos defraudarlos, ni a ellos ni a Dios.

Guiemos a nuestro pueblo a una gran comunión en la oración — en nuestro círculo íntimo, en las oficinas de la Asociación General, en, nuestras oficinas de las divisiones, en las oficinas de nuestras uniones, asociaciones y campos, en nuestras instituciones educativas, editoriales y médicas, en nuestras iglesias, y en nuestros hogares. Si dos millones de obreros y de creyentes en la esperanza adventista oran diariamente por el reavivamiento y la terminación de la obra, algo debe ocurrir. ¡Algo tiene que ocurrir! ¡Algo va a ocurrir! En un futuro cercano oirán algo más acerca de esta comunión en la oración.

Hace poco el presidente de una de nuestras uniones norteamericanas me escribió: “Creo que el mejor expediente para terminar con los movimientos disidentes entre los adventistas es adelantárseles, llamando a nuestro pueblo a una comunión más íntima con Dios, a una adhesión más estricta a los principios trazados por el espíritu de profecía, y a una mayor consagración de las mismas fuerzas de trabajo a los elevados y santos principios que abrazamos y enseñamos.

Estoy seguro que Ud. y yo estamos de acuerdo con los sentimientos expresados por este esforzado dirigente. Si nosotros, por precepto y, por ejemplo, podemos atraer a nuestro pueblo a una vida más elevada y más santa, creo que los movimientos espurios que molestan a Israel desaparecerán. Nuestro pueblo está anheloso, hambriento de una experiencia que lo lleve al derramamiento del poder de la lluvia tardía. Quiera Dios que Ud. y yo podamos “ganarle de mano” a cualquier “reformador” mediante nuestras vidas piadosas y nuestros sermones y artículos llenos del Espíritu.

¡Entonces se producirá un poderoso avance de la obra de Dios en cada departamento, en cada institución! “Los dirigentes de Ja causa de Dios, como generales sabios, han de trazar planes para que se realicen avances en toda la línea” (Obreros evangélicos, pág. 3b4). “Somos demasiado estrechos en nuestros planes… Debemos apartarnos de toda pequeñez y hacer planes mayores” (Evangelismo, pág. 35). Estas palabras no son mías. ¡Son palabras de Dios me di ante su mensajera! ¡Esta es la hora no solamente de vivir una vida pentecostal, sino también de emprender obras con el espíritu pentecostal!

Llegue a todo el mundo, a toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo, la noticia de que los adventistas no han perdido su fervor evangelístico, su sentido misional; de que nosotros creemos que el fin está cerca y de que vamos a hacer algo más grande que nunca en relación con eso. Llamemos a nuestros obre ros, a los que dirigen nuestras iglesias y a todos nuestros miembros a ocupar su puesto. Con la ayuda de Dios electricemos a nuestro pueblo con un programa de conquista de almas bien planeado y preparado con mucha oración.

Todo departamento de la iglesia debería movilizarse para una gran arremetida en la conquista de las almas. Lancemos el grillo de batalla del evangelismo unido, con cada departamento trabajado mancomunadamente el uno con el otro y con nuestros pastores y evangelistas. Inspiremos a nuestros laicos, a nuestros dirigentes de iglesia, a nuestros jóvenes, a nuestros miembros de la escuela Sabática, a nuestros colportores, maestros, médicos, enfermeras y técnicos, a nuestros empleados de oficina, a los que trabajan en nuestras editoriales, a las secretarias departamentales, a nuestros administradores, con un solo pensamiento fijo: ganar almas.

Le hemos pedido a Teodoro Carcich, uno de los vicepresidentes de la obra mundial, que dirija esta gran empresa evangelística global. Él es un evangelista maduro y siente un gran peso en su corazón por un programa como éste para la ganancia de almas. El pastor Carcich coordinará, promoverá y animará cada fase de nuestra cruzada evangelística de avanzada. Vamos a esperar de él las órdenes de marcha.

Esto no tiene que ser un desenfrenado tropel hacia la fuente bautismal. No debe ser un programa paro enviar gente al bautismo. Quede esto bien claro en todo sentido. Debe ser una cruzada para llevar hombres y mujeres al reino por las puertas de la verdadera conversión después de una cabal instrucción.

¿No habría de ser el comienzo lógico de un programa tal un reavivamiento en cada iglesia alrededor del mundo —quizá los pastores intercambiando los pulpitos, con la participación de los dirigentes de los departamentos y los administradores de la Asociación General, de las uniones y de las asociaciones locales? Habría que preparar cuidadosamente en detalle estos reavivamientos, con un programa completo adoptado por la junta directiva de cada campo.

Estos son días en que debemos emprender para Dios cosas mayores que las que hayamos hecho antes. La hora es avanzada. Somos un pueblo que tiene una meta que alcanzar a fecha fija, y esa hora se está acercando apresuradamente. Como dirigentes de la iglesia de Dios no nos atrevemos a retrasarnos. El 1° de enero de 1967 (x) debería ver el comienzo de) mayor programa de evangelismo público y personal que esta iglesia haya emprendido alguna vez. Debiera ser un desafío de alcances mundiales. Los resultados de 1966 deberían superarse, orando, planeando y preparándonos para el día” D”.

Hago un llamado a cada uno de Uds, hombres y mujeres, como dirigentes en la última hora divina, a que consideren estas cosas con mucha oración, y luego con la ayuda de Dios y el poder de su Espíritu den la voz de alerta a las filas de la iglesia de Dios — y que sea un grito que se oiga por todo el mundo. Que sea un llamado a las armas. ¡Vida de reavivamiento! ¡Trabajo de lluvia tardía! ¡Los exhorto personalmente a un liderazgo de reavivamiento, de lluvia tardía!

No debemos decepcionar a Dios ni a los miles de miembros de nuestro querido pueblo que esperan tanto de nosotros. Oremos el uno por y con el otro. ¡Avancemos sobre nuestras rodillas hasta terminar la obra —en nuestras vidas, en nuestra iglesia, y en el mundo en nuestra generación!

Si un programa tal de reavivamiento y de ganancia de almas toca una cuerda sensible de su corazón, el pastor Carcich o yo nos sentiríamos felices de oírlo personalmente de Ud. Díganoslo con lodo el poder que Dios le da; Ud. no sólo dará la voz de alerta, sino que por su gracia hará resonar ese grito más y más los meses venideros hasta que la obra se termine. ¡Que Dios lo bendiga y lo guíe!

Sinceramente suyo en el amor y la comunión cristiana,