La luz viaja más rápido que el sonido —escribió H. A. Gordon al analizar las profecías bíblicas—. Podemos ver el relámpago en la boca del cañón, a dos kilómetros de distancia, bastante antes de escuchar el ruido de la descarga. Dios hizo brillar la luz de la predicción sobre las páginas de su Palabra, y nosotros la vemos. Esperemos un poco y veremos ocurrir el acontecimiento”.
El movimiento adventista es un cumplimiento fiel. “La luz de la predicción” y la palabra profética se cumple también en la historia centenaria de la iglesia y el estado. Los adventistas raras veces analizan las profecías y su cumplimiento a la luz de la presciencia divina, o el conocimiento que Dios tiene de la libre elección moral del hombre, y los motivos que impulsan los actos humanos, sean éstos buenos o malos.
El Dios omnipotente, ¿tiene un conocimiento previo exacto de la elección moral de los individuos tanto como un conocimiento previo de los grandes acontecimientos de la historia? Si Dios posee este conocimiento, ¿quiere esto decir que la libertad de elección sea una ilusión? Estas dos preguntas, formuladas por los teólogos durante largos siglos, suscitan dos cuestiones fundamentales en respuesta. 1. ¿Sobre qué fundamento bíblico es posible limitar o restringir el conocimiento previo que Dios tiene de las cosas? 2. ¿En qué medida la presciencia divina de la actividad humana, moral o no moral, podría interferir con el hombre, como agente moral libre?
A. H. Strong ha insistido sobre el “conocimiento perfecto y eterno que Dios tiene de todas las cosas que son objeto de su movimiento, sean actuales o posibles, pasadas, presentes o futuras” (Systematic Theology, pág. 282).
Este mismo teólogo, argumentando contra la posición según la cual Dios no tiene presciencia, propuso lo que él llamó “nuestra convicción fundamental de la perfección de Dios” que, según dijo, está apoyada por “el testimonio constante de las Escrituras”. Strong sostiene que “en Isaías 41:21, 22, Dios coloca su presciencia como la prueba de su divinidad en la controversia con los ídolos. Si Dios no puede conocer anticipadamente los actos humanos libres, entonces ‘el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo’ (Apoc. 13:8) fue solamente un sacrificio que se ofreció en caso de que Adán cayera, porque entonces Dios no habría sabido acaso caería o no, y en caso de que Judas traicionara a Cristo, porque entonces Dios no habría sabido acaso lo haría o no. En realidad, puesto que el curso de la naturaleza es cambiado por la voluntad del hombre cuando quema yuyales y arrasa bosques, Dios, según esta teoría, no puede predecir siquiera el curso de la naturaleza. Toda profecía es por lo tanto una protesta contra esta posición.
“No estamos en condiciones de decir cómo es que Dios ve anticipadamente las necesidades humanas, pero el método del conocimiento de Dios en muchos otros aspectos también es desconocido para nosotros” (W., pág. 285).
En Salmos 56:8, el autor inspirado declara: “Mis huidas, tú has contado”. En 1 Samuel 23:12 leemos: “¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl? Y Jehová respondió: Os entregarán”. El profeta evangélico escribió: “Dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero” (Isa. 44:28). Estos pasajes revelan que Dios no sólo es el “guarda de los hombres” (Job 7:20), sino también el Dios omnisciente que tiene presciencia divina de las acciones de los hombres. “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:13). “Para Dios todo es posible” (Mat. 19:26).
No se logra ningún bien al limitar el conocimiento que Dios tiene de los acontecimientos futuros, sean buenos o malos, grandes o pequeños. ¿Quién estaría dispuesto a adorar a un Dios que ignorara a medias las cosas, a una Deidad con una especie de casi conocimiento previo, o ser capaz de anunciar anticipadamente mediante la Biblia o profetas bíblicos el surgimiento y la caída de los imperios mundiales, pero incapaz de conocer anticipadamente las acciones de la gente, particularmente los pecados de los actores de las etapas de la historia?
Nuestro conocimiento del hecho de que Dios tiene una presciencia perfecta es una inspiración a la verdadera reverencia y adoración. Adán Clarke da una razón adicional para la verdadera reverencia cuando dice: “Dios tiene un doble conocimiento de este universo. Lo conoce como existe eternamente en su mente, como su propia idea; y lo conoce como realmente es en el tiempo y el espacio, como un universo que se mueve, que cambia, y que crece, con un perfecto proceso de sucesión. En su propia idea, lo conoce de inmediato; pero también se da cuenta de su perpetuo devenir, y con referencia a los acontecimientos a medida que ocurren, tiene un conocimiento anticipado, un conocimiento presente, y un conocimiento futuro… Concibe todas las cosas simultáneamente, pero observa todas las cosas en su sucesión” (citado por A. H. Strong en Systematic Theology, pág. 284).
Tennyson escribió: “Ese ojo que observa la culpa y la bondad, y que tiene poder para ver dentro de la semilla al árbol frondoso, y que ve caer las torres tan pronto como son construidas”.
Si el hombre puede ver anticipadamente en forma intuitiva, pero oscuramente, ciertas decisiones y acciones, bendiciones y juicios de parte de un Dios justo y bueno, ciertamente Dios puede prever ciertas acciones de parte de los hombres injustos y caídos. Y así como la presciencia de Dios no interfiere con la libre acción de la voluntad divina, tampoco el conocimiento anticipado que Dios tiene de la actividad humana interfiere con la libre elección moral del hombre.
El Dios a quien servimos y adoramos es el creador y el sustentador de todas las cosas. El creó los soles y las estrellas infinitamente grandes, los grandes planetas y los satélites, el vasto y extenso universo de grandes e interminables galaxias. El mismo creador hizo los pequeños átomos que se encuentran en el mundo material que lo rodea. Cada uno un pequeño sistema solar en sí mismo, en movimiento constante con protones, neutrones, electrones también en incesante movimiento.
La omnipotencia y la omnisciencia de Dios se ven en la perfección del átomo. Esa infinitamente pequeña invención de Dios, tanto como en la grandeza y vastedad de sus grandes obras, mundos que giran en interminable procesión. Sería una inconsecuencia tener fe en el pensamiento y en el poder de Dios revelados en su infinitamente grandiosa creación, pero no tenerla en lo infinitamente pequeño. ¿No se revelan con igual fuerza los atributos benignos de Dios en el milagro de los átomos tanto como en la majestad de los mundos? ¿Limitaremos la presciencia de Dios concerniente al destino de los hombres y de las naciones y lo acusaremos de una impotente falta de conocimiento respecto de las acciones de los individuos en el drama de la vida que es el que realmente hace la historia? ¿Qué ventaja obtendríamos al negarlo? La Biblia no apoya este punto de vista.
¿Conoce Jesús nuestro Señor anticipadamente y con exactitud las elecciones morales de los hombres? ¿Qué dice en el Nuevo Testamento? ¿Y en el Antiguo? A continuación, daremos algunos ejemplos.
La negación de Pedro
El relato de la presciencia de Jesús respecto de la negación de Pedro: “Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que seas más fuerte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos… Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que niegues tres veces que me conoces” (Luc. 22:31-34).
La negación de Pedro fue un pecado. Cristo sabía tan bien lo que haría Pedro que se atrevió a decir que la negación sería triple, un pecado triple. La presciencia que Cristo tenía del pecado de Pedro, ¿afectó la conducta de Pedro? No. La cobarde negación de Pedro fue simplemente una expresión de un carácter defectuoso, no influenciado por la presciencia divina. Pedro simplemente actuó siguiendo su propia perversidad, motivada por circunstancias difíciles, sin embargo, se ha dicho que Dios puso en juego influencias especiales a fin de producir estos resultados, y que Pedro actuó en forma irresponsable bajo la acción de la ley de causa y efecto. ¡Necedad!
Fue en otra ocasión, en relación con la declaración de fe realizada por Pedro en Cristo como el hijo del Dios viviente (Mat. 16:13-20), que Jesús comenzó a “declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (vers. 21). Aquí se predicen los pecados particulares de los ancianos y de los jefes de los sacerdotes. Jesús dijo que sería muerto. El mayor pecado cometido por la humanidad ha sido el asesinato del Hijo de Dios. Esto fue predicho por los profetas del Antiguo Testamento. Dios conocía anticipadamente esto, y su presciencia de los pecados de los escribas y fariseos no impidió el asesinato, ni lo motivó, ni interfirió con la acción moral libre de los perpetradores del crimen. El conocimiento previo divino no fue una influencia que obró en favor o en contra del asesinato en lo que concierne a la libre elección de los criminales. Las Escrituras declaran lo siguiente acerca de este acto malvado de los hombres: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hech. 2:23).
Se predice la crucifixión
Los acontecimientos de la crucifixión de nuestro Señor se describen en el Antiguo Testamento. ‘Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Sal. 22:18). “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar” (Sal. 41:9). ¿Conocía anticipadamente Dios la burlona irreverencia de los soldados que estuvieron al pie de la cruz? ¿Conocía Dios también la traición de Judas? Los textos citados indican que sí lo sabía. La Sra. de White dice lo que sigue acerca de los acontecimientos relacionados con el juicio y la crucifixión
“Cada actor en la historia está en su lugar; porque la gran obra de Dios que se realizará siguiendo su propio plan, será efectuada por hombres que se han preparado a sí mismos para ocupar posiciones dentro del bien o del mal. En oposición a la justicia, los hombres se hacen instrumentos de injusticia. Pero no son forzados a adoptar esa conducta. No necesitan hacerse instrumentos de injusticia, más de lo que Caín necesitaba convertirse en uno tal. Dios le dijo: ‘Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta’. Caín no escuchó la voz de Dios, y como resultado, se convirtió en el asesino de su hermano.
“Hombres de toda clase, justos e injustos, ocuparán su posición dentro del plan de Dios. Con los caracteres que hayan formado, realizarán su parte en el cumplimiento de la historia. En una crisis, en el momento exacto, ocuparán los lugares para los cuales se han preparado. Creyentes e incrédulos se dispondrán para dar testimonio a fin de confirmar la verdad que ellos mismos no comprenden. Todos colaborarán en el cumplimiento de los propósitos de Dios, tal como lo hicieron Anás, Caifás, Pilato y Herodes. Al condenar a muerte a Cristo, los sacerdotes pensaron que efectuaban sus propios designios, pero en forma consciente e inintencional, estaban cumpliendo los designios de Dios. ‘El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz’.
“El cielo y la tierra pasarán, pero ni una jota o tilde de la Palabra de Dios fallará. Perdurará para siempre. Todos los hombres, cualquiera que sea su posición, cualquiera que sea su religión, leales o desleales, malvados o justos, están preparándose para ocupar una parte en las escenas finales de la historia terrena. Los malvados se pisotearán unos a otros al poner en práctica sus planes y designios, pero llevarán a cabo los propósitos de Dios” (Review and Herald, 12-6-1900).
Acciones no forzadas
Notemos estas palabras inspiradas: “En oposición a la justicia, los hombres se hacen instrumentos de injusticia, pero no se los fuerza a llevar a cabo su conducta. No necesitan convertirse en instrumentos de injusticia más de lo que necesitó Caín convertirse en uno tal. Dios le dijo: ‘Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta’”.
El pecado condujo a Caín a asesinar a Abel. El pecado condujo al asesinato de Cristo cometido por Caifás, los sacerdotes y los romanos. Estos hombres no fueron forzados a cometerlo: “Hombres de toda clase, justos e injustos, ocuparán su posición dentro del plan de Dios. Con los caracteres que hayan formado, realizarán su parle en el cumplimiento de la historia. En una crisis, en el momento exacto, ocuparán los lugares para los cuales se han preparado”. Strong escribió:
“La presciencia no es en sí causativa. No debe confundirse con la voluntad predeterminante de Dios. Las acciones libres no ocurren porque hayan sido previstas, sino que han sido previstas porque deben ocurrir.
“Ver una cosa en el futuro no la provoca, así como tampoco el ver una cosa ocurrida en el pasado no es la causa de que haya ocurrido. En lo que se refiere a los acontecimientos futuros, podemos decir con Whedon: ‘El conocimiento los aprehende, y no los hace” (Systematic Theology, pág. 286).
Dios tiene sus propósitos, sus planes. Los hombres trabajan para desbaratar los planes de Dios; Satanás trabaja para contradecir las intenciones de Dios. El Señor omnisciente puede actuar en una forma tan sabia que les permite a los hombres obrar como agentes morales libres mientras el desarrollo de la profecía prosigue en la historia. Su presciencia es útil para él porque le ayuda a dar forma a los acontecimientos humanos. Sin embargo, esto lo realiza dentro del marco de las decisiones humanas. Dios en ningún momento limita la libertad moral del hombre. “Cada actor en la historia está en su puesto; porque la gran obra de Dios realizada según su plan será efectuada por hombres que se han preparado a sí mismos para ocupar las posiciones para el bien o el mal”. Los hombres obran de acuerdo con su carácter. No son muñecos movidos por fuerzas invisibles. Sin embargo, Dios trabaja misteriosamente como el Señor omnipotente de la historia. La Sra. de White escribió: “En los anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, el levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y proezas del hombre. Los sucesos parecen ser determinados, en gran parte, por su poder, ambición o capricho. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y contemplamos detrás, encima, y entre la trama y urdimbre de los interese, las pasiones y el poder de los hombres, los agentes del ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios” (La Educación, pág. 169).
Sobre el autor: Secretario Asociado de las Publicaciones de E. G. de White.