[Los puntos de vista expresados en este artículo pertenecen a un miembro de iglesia que contempla al ministerio. Creemos que son dignos de considerarse, porque deberíamos vernos como otros nos ven.]

La ocupación ministerial es de tal naturaleza que los errores cometidos en ella pueden tener repercusiones más serias que las de los errores cometidos en cualquier otra ocupación. Las Sagradas Escrituras establecen elevadas calificaciones para los dirigentes del pueblo de Dios: “Irreprensibles”, “prudentes”, “sobrios”, “hospedadores”, “aptos para enseñar”, “no pendencieros… sino amables, apacibles, no avaros”, “no un neófito”. “También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera” (1 Tim. 3:2-7). Estas son algunas de las cualidades que la congregación espera encontrar en su ministro.

Estas normas comprenden una zona amplia del desarrollo del carácter. Tenga razón o esté equivocado, se espera que el ministro llegue a niveles de desarrollo espiritual mucho más elevados de los que se esperan de un miembro laico. El feligrés debería aprender que de todos se espera el mismo blanco de perfección, y sin embargo se vuelven los ojos hacia el ministro como “un ejemplo de los fieles”.

SINCERIDAD

Uno de los primeros requisitos que una congregación espera del ministro es la sinceridad. Una congregación que conoce a su pastor como un hombre cristiano, consagrado y completamente sincero, es una congregación que hará cualquier cosa que sea razonable, sugerida por su pastor. El pastor nunca debería llevar a cabo su obra en forma tal que los feligreses se pongan en guardia, pensando cuáles serán las segundas intenciones del pastor. Sus acciones y palabras deberían ser transparentes para que los miembros y los dirigentes de su iglesia no se vean obligados a realizar interpretaciones. El subterfugio es un procedimiento común en los negocios. Los hombres de negocio estudian la aplicación económica del subterfugio. En la práctica de la ley el subterfugio es una herramienta común tanto del fiscal como de la defensa. Pero éste no puede encontrar lugar en la vida de uno que es pastor del rebaño de Dios. Se espera de él nada menos que una conducta enteramente sincera.

DIGNO DE CONFIANZA

Junto con la sinceridad, por supuesto, está la necesidad de que sea digno de confianza. Todos estamos propensos a cometer errores. Un error cometido honradamente se reconoce y se enmienda. Todos podemos ser mal interpretados en lo que hacemos y lo que decimos. Pero la congregación tiene derecho de esperar que su ministro sea digno de confianza, que sea la clase de persona en quien cualquiera puede confiar implícitamente. No es acertado que un ministro oculte algunos hechos a fin de promover sus propios puntos de vista, especialmente cuando comprende que los dirigentes de su iglesia podrían no estar de acuerdo con él en algún problema. Si él oculta los hechos a fin de hacer triunfar sus consideraciones y lo que cree que son los fines correctos para su iglesia, estará minando la confianza de los dirigentes y la iglesia en el ministerio. Consideramos que aprovecharse de la ignorancia de una persona para beneficiarse en algún negocio es una forma de robar.

Esto mismo es cierto en el caso del ministro cuando trata con su congregación y con los dirigentes de su iglesia en particular. Puede tener a su disposición informaciones que demuestren que, aunque los miembros laicos de la iglesia no concuerdan con él en un punto en particular, tienen razón. Si esa información se oculta deliberadamente, ¿no percibirá nuestro Señor un motivo indigno? ¿No recibirán esa misma información los miembros laicos tarde o temprano perdiendo así la fe en sus ministros?

DELEGACIÓN DE RESPONSABILIDAD

¿Cuán dispuesto está el pastor a confiar responsabilidades a los dirigentes de su iglesia? ¿Procura el pastor reunir en sí mismo todas las responsabilidades y dirigir todos los detalles? ¿Es el director misionero el verdadero director misionero de la iglesia? ¿O es el pastor el director misionero? ¿Es el anciano un colaborador y ayudante del pastor, o es una figura decorativa? Probablemente la congregación piensa que ha elegido a sus dirigentes para que lleven a cabo determinadas tareas, y le gusta verlos crecer en el servicio de Dios a medida que llevan a cabo sus funciones.

¿Cuán paciente es el pastor con los dirigentes que no tienen las condiciones que deberían tener para desempeñarse en el cargo al que han sido elegidos? Posiblemente son lo mejor que hay en la iglesia local y sin embargo no poseen todos los requisitos necesarios para desempeñarse en tal o cual cargo. ¿Tiene paciencia suficiente para trabajar con ellos y ayudarlos a aprender a desempeñarse en su puesto? ¿O más bien prefiere hacer él mismo el trabajo antes que ver que otra persona lo hace en una forma que él considera equivocada? ¿Cuán paciente es? La Biblia dice “mas tenga la paciencia su obra completa” (Sant. 1:4). El ministro tendrá muchas oportunidades para comprender la sabiduría de este consejo a medida que realiza su trabajo con sus bien intencionados y sinceros colaboradores, aunque a veces sean inexperimentados. Corregir a una persona no es tan difícil como pensamos, siempre que esa corrección vaya adornada con paciencia y bondad.

COMPRENSIÓN

Muchos pastores creen que determinado miembro de la iglesia es valioso para la obra y lo utilizan con buen provecho. ¿Pero qué ocurre cuando un feligrés está en desacuerdo con él? ¿Está dispuesto el pastor a considerar el problema desde el punto de vista del feligrés con quien trabaja? ¿Se interesa en comprender cuáles son las razones por las que ese colaborador está en desacuerdo con él? Posiblemente ese feligrés ha tenido experiencia con un problema similar. En tal caso, puede pensar sinceramente que algún otro método es preferible al que sugiere el pastor para tratar un caso en particular. Tal vez ve que ciertos procedimientos, aunque no molestan a muchos, sin embargo, son particularmente perturbadores para ciertos miembros de la congregación. ¿Procura el ministro comprender algunas de estas cosas como las plantea el feligrés que no está de acuerdo con él, o simplemente piensa que ese dirigente está tratando de ponerle piedras de tropiezo en el camino, intentando afirmar la autoridad como anciano, diácono, ¡tesorero o cualquier otro cargo que tenga? Si el pastor obra en forma indiscreta en esta circunstancia inevitablemente surge rápidamente un espíritu de antagonismo. La junta y la iglesia son testigos de ese espíritu y ambas partes implicadas pierden su influencia y respeto. Pueden pensar si acaso las personas implicadas están siguiendo fielmente el ejemplo establecido por el humilde Caldeo. Puede ser que no se preocupen mucho del antagonismo manifestado por el miembro laico y que sí se ocupen del que ha manifestado el pastor.

ACCESIBILIDAD

La congregación espera que el pastor sea un buen escuchador cuando surge algún problema, especialmente cuando se trata de problemas personales. El ministro siempre debe estar dispuesto a escuchar a un feligrés cuando se aproxima a él libre y confiadamente con cualquier perplejidad o problema. Puede ser que se trate de un problema que en ese momento no tiene solución. En ese caso el pastor no se hará ningún daño a sí mismo reconociendo que necesita tiempo para pensarlo, y para orar acerca de ello. Tal vez pueda dar algún consejo momentáneo, y luego, después de haber orado y considerado detenidamente esa dificultad, presentar la solución tal como él la ve. Puede ser que el miembro de iglesia no considere conveniente esa solución, en ese caso es necesario que oren juntos. Pero el pastor nunca debe dar la impresión, por sus palabras y actitudes, de estar cerrando la puerta a cualquier pensamiento, cualquier argumento, cualquier razonamiento, por muy inaceptable que parezca, que le presente su feligrés. Se espera que el ministro sea accesible.

COOPERACIÓN Y TRABAJO EN EQUIPO

Al feligrés le gusta estar en compañía del pastor, y le agrada trabajar con él, especialmente cuando puede sentir que forma parte del gran movimiento adventista, que es uno con el ministro en la obra de llevar el Evangelio al mundo. Una forma como se puede lograr esto, consiste en que el ministro reconozca la autoridad debidamente constituida y el procedimiento que se sigue en la administración de la iglesia. Un miembro laico que ha aceptado un cargo en la iglesia y es consciente de su responsabilidad, puede ser que estudie el Manual de la Iglesia y se esfuerce por encontrarlo que se espera de él. Procurará desempeñar sus tareas en armonía con las recomendaciones de ese manual. Al coordinar la obra de los departamentos de la iglesia, al aceptar los nombres de las personas interesadas en bautizarse, en los negocios de la iglesia de cualquier clase que sean, el dirigente laico consciente leerá el Manual de la Iglesia y esperará que los procedimientos recomendados sean los que siga el pastor. Si el pastor pasa por encima de esas recomendaciones y hace las cosas como él quiere, entonces los laicos quedarán chasqueados. Ellos esperan que haya más cooperación e inspiración en su pastor. Tanto los dirigentes de la iglesia como el pastor deben tener buena disposición para trabajar en equipo, y feliz es la iglesia cuando ambas partes cumplen la expectativa.

RESERVA

Otra de las cualidades que la congregación espera de su pastor es la reserva, en lo que atañe a los problemas de su grey. Cuando un miembro se ve frente a una perplejidad, que puede ser un problema hogareño o un problema personal en su relación con Dios, debería poder acudir a su pastor sin temor de que los miembros de otra iglesia de ese distrito, o de su propia iglesia, se enteren de su problema al día siguiente o en cualquier momento. Probablemente ninguna cosa destruye tanto la confianza en el pastor como cuando sus miembros se sienten traicionados en la confianza que depositaron en él. Si llega a ocurrir esto, pronto los miembros lucharán con problemas para los cuales necesitan ayuda y buscarán sus propias soluciones sin acudir al instrumento colocado por Dios en la iglesia para hacer frente a esas situaciones.

SABIDURÍA Y CONOCIMIENTO

Muchas de las cuestiones que hemos discutido hasta acá, se reducen básicamente a lo siguiente: ¿Es el ministerio una profesión para el ministro o es un llamamiento genuino? Es verdad que actualmente el ministerio ha llegado a ser una profesión y que el ministro necesita familiarizarse con muchos aspectos de las actividades de organización y de la manera como deben encararse. Pero si su ministerio es únicamente una profesión y no un llamamiento genuino, la congregación lo sentirá. Hay dos pasajes interesantes que atañen a este problema: En 1 de Corintios 8:1 se nos dice que “el conocimiento envanece”. Luego en Eclesiastés 7:12 se dice que “La sabiduría… da vida a sus poseedores”. Supongo que cuando se dice que el conocimiento envanece se habla del conocimiento que no va acompañado de sabiduría. También cuando se dice que la sabiduría da vida, se supone que esa sabiduría va acompañada de suficiente conocimiento para capacitar a la persona para desempeñarse efectivamente en el trabajo que ha elegido. Los dos deben ir lado a lado. Si el ministerio es únicamente una profesión para el individuo que ha entrado en él, ¿no sería posible que el conocimiento guiara al pastor a la exaltación de sí mismo? Se nos dice que “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Sal. 111:10). Paralelamente con la educación formal y la experiencia, necesitamos una estrecha conexión con el Señor de los ejércitos.

En la página 110 del libro My Life Today, se nos dice: “No necesitáis ir hasta el fin del mundo en busca de la sabiduría, porque Dios está cerca… El anhela que os lleguéis a él mediante la fe. Quiere que esperéis grandes cosas de él. Anhela daros entendimiento en las cosas temporales tanto como en las espirituales. Puede avivar el intelecto. Puede conceder tacto y habilidad… A cada uno que entrega constantemente su voluntad a la voluntad del Infinito, para ser conducido y enseñado por Dios, se le promete un desarrollo cada vez más grande en las cosas espirituales. Dios no pone límite al progreso de aquellos que están ‘llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual’. Los que buscan su diligencia en Dios reconocen su propia debilidad y el Señor les proporciona sabiduría. Al depender diariamente de Dios, cumpliendo sincera y humildemente su voluntad, crecen en conocimiento y habilidad. Al obedecer voluntariamente manifiestan reverencia y honor a Dios, y son honrados por él”.

“No basta tener conocimiento. Debemos tener la habilidad de emplear correctamente ese conocimiento. Dios nos pide que nuestra actuación sea correcta y él quitará toda aspereza y vanidad. No habléis palabras vanas, ni palabras que contemplan órdenes duras, porque provocarán dificultades. Hablad en cambio palabras que infundan luz, conocimiento e información, palabras que ¡restauren y edifiquen. Una persona demuestra que posee verdadera sabiduría empleando el talento del habla para producir música en las almas de aquellos que procuran realizar sus tareas y que necesitan ánimo” (Id,, pág. 111).

La Sra. Elena G. de White dice en otro lugar que “existe el peligro de que aquellos que han recibido responsabilidades reconozcan un solo poder, el poder de una voluntad no santificada” (Testimonies, tomo 6, pág. 397). Se nos ha advertido contra este peligro. Si ignoramos esta advertencia, ¿no sería posible que cayéramos presa de ese peligro? Pero si comprendemos la posibilidad de que puede darse en nuestra propia experiencia, entonces podemos estar en guardia.

Lo que hemos dicho en este artículo no se aplicará a algunos pastores, sin embargo, puede ser que la mayor parte de nuestros ministros encuentre útiles algunas de estas consideraciones.

Sobre el autor: Colportor evangelista de la Asociación de Nueva York.