El plan de salvación prevé la resurrección de todos los hombres. “Porque, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos serán vivificados” (1 Cor. 15:22). La resurrección física de la humanidad será una de las obras más grandiosas de Dios. La resurrección es una maravilla de Dios, una joya en el tesoro del Evangelio que tiene muchas facetas. A continuación, presentamos diez de ellas.

  1. AFIRMACION DE LA DIVINIDAD DE CRISTO

El Hijo de Dios resucitado, emergiendo de la tumba de José, mostró dramáticamente al mundo, la vida divina, inmortal que residía en él. “Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17, 18). A María, la primera en contemplar su cuerpo resucitado, le dijo, con profundo significado: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). Como Hijo de un Padre en un sentido diferente del que lo somos vosotros y yo, se dice que Cristo “fue declarado Hijo de Dios con poder… por la resurrección de los muertos” (Rom. 1:4). Su divinidad quedó establecida para siempre ante toda su creación por su triunfo sobre la muerte en la vida.

Si “los hijos de Dios”, los dirigentes angélicos, alguna vez habían concebido a Cristo como uno semejante a ellos, todas las dudas ahora quedaron disipadas —como así también entre los hombres que fueron sus contemporáneos. La incertidumbre respecto a su divinidad desapareció cuando su vida resucitada destruyó la aflicción de la muerte. Si alguna vez los demonios y los hombres temblaron con asombro, la creación delante del Creador, fue cuando Cristo resucitó de la tumba nueva de José. La resurrección logró la aceptación total de Cristo como el divino Hijo de Dios. Cristo destrozó en la cruz la invención de Satanás —el pecado. Destruyó el producto del pecado —la muerte— en la resurrección. La cruz aniquiló el pecado; la resurrección demolió la muerte. Esta es una de las maravillas de la resurrección.

  • LA ESPERANZA DE LA HUMANIDAD

Otra de las maravillas de la resurrección es su poder para inspirar esperanza. Los hombres que están enfermos y agonizantes y que poseen esta esperanza, se convierten en hombres triunfantes. Mientras están enfermos, son ancianos, y declinan sus fuerzas, creen gozosamente que algún día, pronto, vivirán para siempre con un cuerpo nuevo, inmortal, que no tendrá ninguna de sus actuales limitaciones físicas.

Cuán diferente es el cuerpo resucitado de los santos que creen, del cuerpo lívido y sin vida que dejaron en la tumba. En la belleza de los rostros de la juventud resucitada, se pintan todas las esperanzas más queridas. La enfermedad ha desaparecido, la debilidad de la mente y del cuerpo ya no existen. El dolor y el sufrimiento ya han terminado. El último suspiro de los agonizantes y la oración final de fe en las promesas de la resurrección, ahora han sido sellados por el hálito de vida inmortal de una nueva creación. Este cumplimiento de la esperanza de los hombres en las promesas de Dios de una nueva vida constituye la refulgente maravilla de la resurrección.

  • PRESERVACIÓN DE LA PERSONALIDAD

Se preserva una identidad personal. Esto también es una maravilla de la resurrección. El ángel guardián que es el primero en saludar a los resucitados, los reconoce. El que resucita es la misma persona que era antes, a excepción de que ahora ha sido cambiado de mortal en inmortal, de corruptible en incorruptible. Una de las glorias de la resurrección es que el que ha resucitado es conocido por otras personas. La vida futura no valdría demasiado si esto no fuera así. Recibir vitalidad en un cuerpo inmortal, estar en el cielo, contemplar el rostro sobrenatural, comer frutos deliciosos de un árbol que proporciona vida, no significaría mucho si despertáramos en la mañana de la resurrección y encontráramos que no éramos nosotros mismos sino alguna otra persona.

Cristo fue el mismo en la resurrección. Sus discípulos lo reconocieron cuando de sus corazones desaparecieron las dudas y cuando sus ojos incrédulos pudieron contemplarlo objetivamente. Así acontecerá con vosotros y conmigo.

Ser nosotros mismos, conservar para siempre todo desarrollo de carácter que hayamos alcanzado mediante Cristo, y apreciar las lecciones que hemos aprendido en esta vida, ser vistos y conocidos por nuestros amigos y seres amados y poder relacionarnos con ellos, constituirá un don de la resurrección.

  • UN GLORIOSO CUERPO INMORTAL

Otra de las maravillas de la resurrección es ésta: seremos semejantes a Cristo en un sentido mucho más pleno de lo que ahora podemos experimentar en nuestros cuerpos mortales. La vida, las limitaciones sor superadas por el desarrollo de las condiciones espirituales. La resurrección no hará nada por cambiar estos rasgos de carácter; únicamente los fijará para siempre. La resurrección, sin embargo, nos acerca un paso más hacia Cristo y hacia su persona total. Por este medio nos hacemos inmortales y participamos de la vida que hasta aquí la hemos tenido solamente por fe. Antes de la resurrección poseíamos un carácter celestial en un cuerpo terreno, el tesoro celestial en un vaso terreno. Ahora el tesoro divino ha quedado en un vaso inmortal; la maravilla de la resurrección consiste en que nos eleva hacia Dios y hacia su semejanza. A la cualidad del carácter se añade una nueva cualidad del ser; a la santidad de la vida se añade la santidad de la carne. Este es un crecimiento hacia Dios, que aun Adán en toda su perfección nunca conoció. Sin embargo, nunca llegaremos a ser divinos, sino que únicamente seremos transformados divinamente.

  • MOVIMIENTOS ILIMITADOS

Otra maravilla de la resurrección será la adquisición de un cuerpo dotado del admirable nuevo poder de realizar movimientos ilimitados. “Nosotros… seremos arrebatados… para recibir al Señor en el aire” (1 Tes. 4:17). A los que vivimos en la era espacial, esto nos sugiere satélites tripulados y lanzados de naves espaciales en la ionosfera y más allá. Pero no es así. La resurrección posibilita viajes espaciales en compañía de los ángeles.

Cuando éramos niños no pensábamos en volar en cohetes y sputniks, pero pensábamos en volar “sin soporte” alguno. Queríamos volar como los pájaros y ser libres. Pensábamos en lo hermoso que sería si nos crecieran alas y pudiéramos volar agitándolas en el aire fresco y contemplar los paisajes que se deslizaban debajo de nosotros. Oh, cómo soñábamos en gozar de la libertad de los viajes espaciales sin estar limitados por instrumentos mecánicos. El hombre está limitado a la tierra por su incapacidad para volar. La gravedad y las limitaciones de la vida terrena lo hacen infeliz. Estamos encerrados en las montañas y los valles, en las ciudades, en las casas y departamentos, y a veces casi estamos sofocados por el humo. Queremos libertad. Queremos sacudir los grilletes físicos y responder al desafío de las inmensidades espaciales. Queremos viajar a Júpiter, a Marte, Saturno, Venus, los otros mundos maravillosos. Necesitamos un sostén. La resurrección nos lo proporcionará como una parte del don de la inmortalidad. ¡Qué maravilla será eso!

  • VERDAD Y NO FICCIÓN

Una de las maravillas de la resurrección será la repetición del milagro que levantó a Moisés de la tumba, que volvió a su madre al hijo de la viuda de Sarepta, que trajo a la vida a Lázaro de Betania, que entregó a su madre al hijo de la viuda de Naín, que devolvió a su padre a la hija de Jairo, que devolvió a sus amigos a Dorcas, la cristiana de dedos diligentes: todas estas personas entraron en la tumba por los negros portales. Y cada una de ellas vació la tumba pasando por la puerta de la luz a la vida. Tal vez nosotros tengamos la misma experiencia. El milagro de cada resurrección constituye un capítulo en la historia. Cada uno de los que se han levantado de la muerte han ingresado en el registro. Cada uno ha hecho historia. A su debido tiempo también nosotros la haremos. Todo constituye una parte de la historia de Cristo. Es una maravilla de la resurrección. Es real y no una fábula, no una falta externa.

  • UNA VIDA NUEVA AHORA

Una maravilla de la resurrección es que chora la disfrutamos. El gozo de la resurrección es una realidad presente tanto como una gloria futura. “Somos sepultados juntamente con él para la muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:4).

¡Novedad de vida! La regeneraron espiritual constituye una nueva vida, no es una modificación de la vida antigua o un mejoramiento de ella. Somos nuevas criaturas en Cristo Jesús, nacidas de nuevo. Así también, el cuerpo resucitado es un cuerpo nuevo, y no una modificación o un mejoramiento del viejo. El cuerpo resucitado es un material nuevo, una nueva creación de mejor calidad que el material del cual está hecho el actual cuerpo. No es el mismo cuerpo viejo renovado. El cuerpo resucitado es un cuerpo nuevo, y también tiene una vida nueva.

La reinfección existe ahora. “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17). Ahora. Es un hombre resucitado. Esta es una maravilla de la resurrección —una nueva experiencia ahora y todos los días, porque debemos convertirnos diariamente.

  • REVELACIÓN DEL ORDEN Y LA SABIDURÍA DIVINOS

Una maravilla de la resurrección es que es luz, como una ventana que se abre a la mente de Dios, revelando aspectos de su justicia y la sabiduría imposibles de percibir a no ser mediante este milagro. Hablamos de la puerta de la vida abierta para nosotros por medio de la resurrección. Olvidamos que la resurrección es una ventana a través de la que podemos contemplar a Dios y sus caminos de orden.

Veamos cómo se manifiesta su justicia y su sabiduría en esta doctrina. La resurrección de Cristo tiene prioridad en el plan de las resurrecciones. Sin ella, todas las demás resurrecciones serían imposibles. “Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Cor. 15:22). “Cristo, las primicias” (vers. 23). “Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (vers. 20). La gavilla que se agitaba en el antiguo templo judío, era solamente un símbolo de la cosecha del grano que seguiría, una señal y un deseo de una abundante cosecha. Así también, en la vida humana, Cristo fue la primicia. Únicamente mediante él puede haber una sincera cosecha de los muertos.

Históricamente, Moisés fue el primero en salir de la tumba. La providencia dispuso su presentación ante Cristo en el monte de la Transfiguración, junto con Elias. Este era un símbolo de los muertos que resucitarán en la venida de Cristo y de los santos vivos que serán trasladados. Moisés fue el comienzo de la cosecha y Elias, la gran consumación.

La multitud que se levantó del sepulcro en ocasión de la resurrección de Cristo, fue conmovida en sus tumbas cuando él exclamó en la cruz: “Consumado es”. Esta fue la primera resurrección en grupo. La hoz había comenzado a segar. Los frutos de la muerte de Cristo y de la resurrección ya eran visibles. Estos resucitados aparecieron primero en la tierra, luego en el cielo, donde se los ve como ancianos que rodean el trono de Dios.

Una resurrección especial de grupo que ocurre antes de la venida de Cristo cumple Daniel 12:2: “Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba” (El Conflicto de los Siglos, pág. 695). Aquellos que perforaron su costado, y los enemigos acérrimos de la verdad de Dios en todas las épocas, también despiertan a la vida. Mediante esta resurrección Dios logra que un grupo de santos y otro de pecadores sean los testigos de la segunda venida de Cristo. Ambos grupos especiales merecen verlo venir en majestad y gloria: Uno para vergüenza suya, el otro para su gloria eterna.

Cuando Jesús viene hay una resurrección de los justos, y una resurrección de los impíos al final del milenio.

Cada una de estas grandes resurrecciones está precedida por juicio. El primero ofrece las recompensas del juicio, el segundo los castigos (Juan 5:28, 29). Una maravilla de la resurrección es el orden con que se realiza su simbolismo y su realidad. Es una ventana abierta a la mente y los propósitos de Dios, una revelación de su plan metódico y de su providencia.

  • VIDA SOBREABUNDANTE

Una maravilla culminante de la resurrección será tener siempre la vida a nuestro alcance. Cuando el rey Ezequías se vio frente a la muerte, rogó pidiendo vida. Se le concedieron 15 años, y pasaron rápidamente. La eternidad nunca decrecerá en perspectiva y en realidad. La vida siempre estará allí frente a nosotros como una expectativa bendita. “Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les vislumbra las riquezas de la redención y los hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se expresarán con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría doblarán sus arpas de oro” (Id., págs. 736, 737).

  1. REUNIÓN Y NUEVA ORIENTACIÓN

Sin duda, la culminación de la resurrección será la reunión y la nueva orientación. Volveremos a ver a nuestros seres amados, y nuestros sueños más queridos llegarán a ser realidad en el país de Dios, donde el cielo es siempre azul y donde la vida se mide con la vida de Dios. ¡Qué día será ése! Los esposos y las esposas se abrazarán; los padres y los hijos se reunirán. Los pecadores salvados agradecerán calurosamente a quienes les hablaron palabras de vida aquí en la tierra. Ese reencuentro no estará ensombrecido por el temor de la separación. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; ya no habrá más muerte, y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). Señor, apresura ese día maravilloso.

Y habrá una nueva orientación. La vida como ahora la conocemos habrá desaparecido, con todas sus ocupaciones. Los predicadores no predicarán. Los sepultureros no enterrarán. Los médicos no curarán a los enfermos. Los dentistas no tratarán los dientes. Los abogados no entablarán juicios, los estadistas no hablarán del desarme ante los concilios o los congresos. Otras tareas esperan a estos siervos de Dios. Los policías no serán necesarios, porque no habrá criminales. Los ejércitos, las flotas navales, las armas de guerra, carecerán de significado en ese lugar. No habrá más impuestos, fríos invernales, heladas o ventiscas, los huracanes, el sol tropical, el calor agobiante, no existirán más. Habrá una orientación nueva allá en la tierra nueva. Allí la vida será perfecta, como la disfrutó Adán, y aún mejor. La resurrección es la garantía que hace posible estas otras maravillas para nosotros.

Y así, mientras los hombres de ciencia discuten las maravillas de la nueva era del espacio y los viajes espaciales y las posibilidades de la técnica, notemos que ninguno puede ofrecernos la vida resucitada. Esta es la recompensa de la religión. Esta bendita esperanza es el don de Dios mediante Jesucristo, este acontecimiento cataclísmico es lo que el cristiano contempla desde el umbral de la eternidad.

Sobre el autor: Secretario Adjunto de Publicaciones de Elena G. de White.